Deseaba seguir el camino que próximamente nos llevará a continuar con el importante asunto de las estrategias para el crecimiento nacional sostenido. Como entenderán, y lo hemos comentado en el pasado, el tema no es nada fácil, y menos para ser abordado cabalmente por un sólo ciudadano, como es mi caso. Por eso les he hablado de la necesidad de la constitución de “consejos venezolanos de asesoramiento” (*) que, junto a un gran acuerdo nacional para concretar una sola y consensuada dirección de trabajo, -y no para que los políticos hagan lo que les venga en gana acomodándose en los ambicionados puestos a los que no les pierden vista-, sea posible exponer lo que a muchos ya nos parece obvio, pero que no lo es aún para la mayoría de los que viven en Venezuela: Que se debe aceptar como principio básico un orden absoluto de prioridades: Dios, justicia, pueblo (**). Luego, más que la buena intención de algunos sectores a comprometerse o acceder, se trata de que todos reconozcan y se rindan ante la constitución. Nada más.
Busquen una sola excusa, o permitan que algunos exijan una sola excepción a esta condición que requerimos, y volveremos a cabalgar a lomo de la miseria y el subdesarrollo.
El comienzo de la prosperidad, y el final de la mediocridad, aguardan por este maravilloso, potente y sólido hito que antes de saberlo nosotros, había ya recibido el nombre de venezolanidad.
Me gustaría hacer un repaso muy puntual y elemental, de los que nos desvía y aleja de la venezolanidad que tanto nos hace falta descubrir en nuestro interior individual y colectivo, como hemos mencionado:
1.-La venezolanidad reposa sobre las nociones elementales individuales de justicia y humanidad, que 500 años de andar en América, dieron a unos aún más antiguos principios venidos de otras latitudes. El resultado: Una capitanía, con sus territorios, gentes y conflictos que, en un decantado producto final, avanzaron hacia aquel primer “nosotros somos…”.
2.-Posterior a la muerte de Simón Bolívar, y en un lapso de aprox. 100 años, los conflictos internos desdibujaron la venezolanidad, debilitando su acción sobre la población, dada la escasa interacción entre esta a nivel del territorio todo y lo que debía ser una única estructura de gobierno, alejándola del sentimiento de colectivo.
3.-Los primeros pasos como colectivo, a la muerte de Juan V. Gómez, fueron en su mayoría inconscientes, como casi hasta el presente; el resultado de ello fue la aparición de los varios partidos políticos, incapaces de concretar sobre un sólo proyecto, una realidad nacional explicable y comprensible por todos. El momento no era el indicado, dado el analfabetismo y la pobreza reinante, fruto de unos 150 años de conflictos externos e internos, y de una naciente, pero extranjeramente controlada, explotación petrolera, que poco a poco, perfilaría la casi totalidad del motor económico de la nación.
4.-Como ocurrió con importantes movimientos políticos a nivel mundial, caso de la revolución bolchevique y el nacimiento del comunismo en la URSS, o la larga marcha de Mao Tse-tung en la China empobrecida y desvastada del mismo periodo del siglo XX, el pacto de “Punto Fijo” dio origen a la cuarta republica que terminó enquistada sobre si misma, sin más sentido que el del lucro de las clases gobernantes ahogando toda esperanza de crecimiento sostenido y planificado, en una Venezuela que se visualizaba inquieta ante la riqueza superflua del petróleo, pero incapaz de huir o transformar su cada vez mayor dependencia del dólar petrolero. Un periodo que pronunció el abismo entre lo que queríamos y lo que veíamos, sin darnos cuenta aún que en realidad, esa insatisfacción nuestra era el primer gran signo de la venezolanidad que como colectivo contemporáneo, comenzábamos a percibir, más que a definir.
5.-Como muchas cosas en nuestra cultura, “lo que no tiene dueño es de quien lo consiga primero”, y eso constituyó la génesis del proceso político de por azares humanos terminó liderando Hugo Chávez quien pretendió, -sin proponérselo originalmente, aunque sin lograrlo tampoco-, hacerse para si de la definición de la venezolanidad. Estos acontecimientos de política bipolar, aún en desarrollo, a supuesto la dinámica mas vertiginosa y conflictiva vivida en el país, (con los miles de muertos y heridos que este conflicto no declarado ni admitido, producto del desgaste moral colectivo ha producido en los últimos años), ha logrado por primera vez que ese colectivo se enfrente a si mismo, ante una falta de nitidez sobre su realidad, su andar, y la dirección de ésta, en el largo camino que Venezuela transita en busca de identidad, sin saberlo ni reconocerlo.
6.-Un vacío se percibe por doquier; más allá de los entusiasmos focalizados por un bando u otro, se perfila a la tenue luz de la sensatez, la silueta de la falta de certeza; es decir, de la intranquilidad que genera la pregunta de ¿Y si oficialismo y oposicionismo no son la solución?
7.-La radicalización manifiesta en los círculos políticos de poder, hace evidente el clímax al que la falta de venezolanidad como eje fundamental de la vida nacional, nos está llevando. Sin necesidad de calificativos peyorativos hacia los sectores políticos involucrados, observamos como uno yerra casi continuamente, secundado siempre por una oposición igualmente errática y alejada de la venezolanidad. Ambos componentes no admiten, -igual que la mayoría del país-, el dolor ante semejante carencia de identidad, y nuestra capacidad hasta el presente, para dar el paso de lo concebido como real y correcto, hacia lo practicado con entusiasmo y rigurosidad, en la consecución de la prosperidad forjada con nuestras propias manos, y no por los vientos cambiantes del negocio petrolero.
Estoy convencido que no se puede lograr el objetivo final de la nación que existe por el colectivo del que somos parte, sino guardamos con celo los buenos resultados logrados hasta ahora, y desechamos con igual decisión los errores cometidos hasta el presente. No podemos seguir cayendo en el juego de nuestros verdaderos enemigos –el orgullo y la irresponsabilidad-
Como hemos mencionado ya, seguiremos aguardando por lo que debe ser, mientras contemplamos lo que pudo ser y no fue.
La venezolanidad espera por nuestro esfuerzo y disposición a poner en práctica, sin importar los sacrificios en justa ley a realizar.
(*): Se refiere a las figuras asesoras a crear, donde se represente por disciplina, los mejores especialistas, ad honorem. Ellos quedarían registrados públicamente, y sus decisiones de asesoría llevarían sus nombres como compromiso.
(**): Este lema, recuerden, fue tratado en su significado y razón al principio de este blog, así como en sucesivas entradas.
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