El tema está muy agitado en estos días; nuevas leyes han surgido para desplazar a las anteriores, mientras que uno y otro bando se acusan, o bien de forzar la aprobación de leyes inconsultas, o bien, de querer mantener el sistema educativo burgués.
Por eso la hasta ahora vigente reglamentación, ha permitido e incluso aupado, la actividad privada en el sector, incrementando con esto la imagen clasista e injusta que poseen, precisamente porque ha establecido diferencias de oportunidades entre los mismos ciudadanos de la nación, y esto sabemos, va en contra de la constitución.
Es interesante. Por eso es que el mantenimiento de bandos alternos al otro, es importante; por supuesto, sin que sean extremos o radicales, o que trabajen al margen de Dios, de la justicia, y de nuestra sociedad.
Por supuesto, esto NUNCA será una realidad si la ley en si, no esta enmarcada en una política firme y nacional, canalizada a través de un plan maestro, con políticas rectoras definidas, y siempre bajo la inspiración de la constitución.
Es aquí donde volvemos a tropezar violentamente con la piedra de la “inocencia nacional”, para darnos en la frente al caernos, con el muro de la realidad: no vamos a lo básico; no reforzamos lo elemental; ¡nos negamos a revisarnos en lo esencial!.
La necesidad de esto se encuentra en el aire; hasta el mismo ciudadano presidente lo ha mencionado. El problema es que no hemos hallado el “¿cómo hacerlo?”…
En este punto debemos traer la idea fundamental de la venezolanidad, y de nuestro compromiso constitucional a vivir mediante el estricto orden en nuestra sociedad, que plantee sin alternativas o atajos, que, primero es Dios, segundo la Justicia y tercero nosotros.
Yo mencioné en mi perfil del blog, que estudié toda mi educación en el sistema educativo público nacional. (Sistema publico educativo nacional; eso debe llegar a “sonar” tan bien al decirlo como al hablar del “sistema nacional de orquestas sinfónicas juveniles de Venezuela”). Volviendo a la educación, cuando la cursé, tenía fallas; hasta yo como educando las podía ver; lo mismo pasó con más de uno de mis compañeros, que en fin, veíamos el detalle existente. Sin embargo, allí te dabas cuenta que el que no estaba estudiando, era porque no quería o no lo dejaban sus padres o representantes. Te daban leche, galletas, desayuno, útiles escolares, aunque reconozcámoslo, no de manera constante; no pedían pago alguno, y esto se mantuvo casi igual hasta la universidad; en esta última muchos de mis compañeros no tenían a veces ni para comer, pero el comedor universitario resolvía eso, y el pasaje, bueno, estaban los buses de la universidad, y la siempre apreciada beca, que hasta donde pude ver, no le era negada a los de menos recursos, aunque advertí sobre lo muy malo que era dársela a quienes si tenían capacidad financiera, y que al cobrarla, se metían en una venta de licor, a beber. Así las cosas, todos los que en esa condición estaban, que yo conocía, se graduaron, y muy bien. ¿Había deserción?, si la había. ¿Había bachilleres que no conseguían cupo?; a la larga casi todos entraban, salvo que el promedio de notas fuera excesivamente bajo, y estamos claros en que ello se debía al problema que arrastraban desde el liceo, y que nadie buscó o logró resolver con éxito.
El estado “pecó” al no haber ofrecido correctivos a las fallas educativas de ese entonces, y pecó aún más al no haber estimulado y hecho respetar las carreras técnicas y técnico-universitarias; el fácil acceso a las universidades mas bien creó el mito de que sólo los profesionales universitarios completos tenían valor para el mercado laboral bien remunerado; una cosa alimento a la otra, y aun en 10 años del presente gobierno, y luego de la constituyente, aun este patético “detalle” no ha sido resuelto.
La autonomía universitaria se ha malinterpretado desde hace muchísimos años, y cada vez que se toca el tema, por el gobierno de turno, el alboroto es mayúsculo. Estemos claros que las universidades se han buscado este nuevo intento de normalizar la situación, pues se han convertido en especies de embajadas dentro de Venezuela, donde el terreno universitario no puede ser pisado ni siquiera por las autoridades policiales. La creación de estos mundillos administrativos ha traído mas penas que gloria. Ha posibilitado la corrupción y el despilfarro, en instituciones donde la deserción estudiantil apenas se comienza a reconocer. Una cosa es la autonomía intelectual, como lógico asidero de la libertad que permite la disensión y el nacimiento de ideas, que si son malas, se auto cancelan, y si son buenas, prosperan.
Ahora, vean a los colegios y liceos públicos: son la sombra de lo que eran. Los gobiernos, este incluido, no han podido con el monstruo, simplemente por no haber llegado a la medula del asunto como mencionábamos, y eso nunca se logrará sin establecer lo elemental, que es sobre lo que tanto hemos insistido: justicia, justicia, justicia, y mas justicia ), sin alusiones a ningún partido (club) político, ojo!. Ese es un problema también; hay tantos partidos (clubes) políticos, que no puedes sentenciar algo con referencia al clamor popular, ¡sin hacer referencia accidental e indeseable, al nombre de un partido (club) político!
El consenso nacional es fundamental. Recordemos que no se puede avanzar en un bote donde los dos remos empujan en direcciones opuestas.
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