sábado, 22 de agosto de 2009

¿Hasta donde llega el trabajo altruista para darle paso al egoísta impulso de resaltar políticamente?

De entrada se preguntarán a qué me refiero con esto. Quiero tocar este asunto porque he conocido a más de un ciudadano que trabajando duramente por una causa política, ha sido finalmente ignorado por quienes tenían la tarea de estimular y premiar, aunque fuera con el reconocimiento, a los que han luchado por un ideal, o por una comunidad, o por ambas cosas.

Gente que desea participar, pero que terminan siendo desplazados por aquellos que mueven “palancas” para atornillarse en los puestos remunerados disponibles o creados expresamente para atornillarlos. Estos son ciudadanos que comenzando en un trabajo político comunitario “inofensivo”, han escalado posiciones dentro del partido (club) político “x” o “z”, obteniendo de esa manera, importantes cuotas de influencia y de dinero.

Eso me lleva a formular la pregunta con que titulo la presente entrada al blog.

Se que no estamos tocando un tema exclusivo de Venezuela, pero como en veces anteriores, me ocupa es justamente, la manera en que éste se desarrolla y penetra en toda la estructura socio-política.

Una vez más, algo que parece simple, resulta que interactúa bajo lo visible, con una cantidad de factores que permiten la aparición de estos comportamientos no éticos: la creación de nuevas herramientas de participación, llevadas de la mano ideológicamente, como las juntas comunales, desvirtuando con ello su importante labor; las diferencias sociales que se han creado entre sectores pobres y los de clases mas altas; los desempleados que encuentran en el “liderazgo comunitario”, un trabajo remunerado de más de una forma; los políticos y funcionarios que consiguen en los consejos comunales, y otras neo-agrupaciones, entes de poder altamente maleables y dirigibles; la extrema pobreza que por más medidas que se toman, no logran ponerle fecha de termino a la miseria; el crecimiento desordenado de los centros urbanos sin servicios básicos, con el consentimiento de las autoridades; la delincuencia producto de la falta de educación, valores familiares y nacionales; la falta de trabajo, y en fin, un largo etc.

El producto final, es la absoluta irrelevancia para algunos sectores del poder, del trabajo altruista y voluntario, y la nada fácil de esquivar tentación a caer en componendas y en la inevitable corrupción. Después de esto, ya el camino es en bajada.

Hace un par de semanas comentábamos sobre la duplicidad en el aparato burocrático, y en el tema de hoy, estamos tocando la Némesis del fracaso de cuanta medida inmediatista y sin fecha de término, se ha tomado en Venezuela.

Por supuesto, toda acción tiene una reacción igual y opuesta: aunque la corrupción y la falla en la obtención de resultados sociales sea tangible y duradera, la experiencia y la maduración socio-política asociada a este proceso colectivo, resultan en ventajas innegables.

Miles de hombres y mujeres, hoy como ayer, se lanzan a la arena política, y más de uno se hunde en ella. Antes eran los de AD y COPEI; hoy son los del PSUV y demás aglutinados en el nuevo chiripero de la revolución. El proceso pareciera repetirse, en ciclos de algunos años. Antes era el “adelante a marchar milicianos, a la voz de la revolución…” de Acción Democrática; hoy es el “que viva la revolución…” del gobierno de turno y del partido político creado para tal fin.

¿Cuál es la diferencia entre las dos revoluciones citadas en ambas canciones?

Entiendo que la palabra es la misma, o es que se trata en realidad de que la revolución puede ser ambigua: puede ser buena, o puede ser mala, o quizás las dos cosas a la vez. Si es así, entonces: ¿Quién tiene la potestad de decir que ésta, y no aquella, es la revolución buena?. Asunto nada fácil, para quien no esta mirando la situación desde la altura, a través del limpio aire que se percibe parado sobre nuestra enorme constitución sin mas pasión que la de ser venezolano, junto con varios millones mas.

Insisto en que no podemos decir que vamos a construir un nuevo modelo de pensamiento colectivo, partiendo por cierto de unos parámetros “entubados” convenientemente en la visión de un solo ciudadano, si ni siquiera hemos podido entender que la constitución es ya de por si, nuestro modelo de comportamiento elegido por mayoría.

Nuestros males comienzan allí, y finalmente nos lleva de regreso al mismo punto, no sin antes haber hecho del camino en círculo, un lodazal que incrementa la pena a cada paso, con cada lágrima derramada ante la injusticia reinante.

¿Cuándo entonces haremos una pausa de sabiduría, aunque sea breve, para dejar que el camino se “seque”, y con ello podamos caminar sobre suelo firme y no en círculos?

El espíritu altruista esta asociado al lado mas bello de nuestra venezolanidad; hemos de cortar de raíz el punto donde las cosas se tuercen, y para eso debemos meditar lo pasado y lo vivido actualmente. A cada individuo debe serle reconocida su labor, y al hacerlo, estamos reconociendo la labor toda del colectivo, evitando quizás que nazca de las injusticias, el egoísta impulso de resaltar individualmente en lo político, con los “beneficios” corruptos que ello puede traer.

No culpemos al socialismo, ni al capitalismo, o a algún otro dogma exquisitamente elaborado, por las penurias que solo nosotros como hombres y mujeres con libre albedrío, hemos generado.

¡Basta de infantilismos, al querer culpar a algo o a alguien más por nuestras propias fallas!.

No culpen al presidente; muchos como él hay en Venezuela; era cuestión de tiempo para que llegara alguno de nosotros al poder. Todos somos producto de esta misma tierra.

Si vivimos mal por no tener dinero o por tenerlo y malgastarlo, es por nuestro consumista carácter como nación; si creemos que viviendo en comunas como hippies socialistas es mejor, es porque seguimos siendo inocentes…; nos cuesta una enormidad conseguir el equilibrio entre lo justo y el esfuerzo requerido para ello; entre el sacrificio necesario y el goce de la recompensa.

Mientras la intolerancia esté como reina de las calles, y de los hogares en Venezuela, haciéndoles creer que existen dos “verdaderos pueblos” en esta nación, nuestro camino seguirá enlodado y difícil de andar, aunque sea sólo para terminar dando vueltas en círculos.

Nuestros más altos valores (altruismo incluido), no pueden seguir recibiendo las salpicaduras de barro de nuestras caídas.

Debemos ir más allá;¡Sólo siendo venezolanos podemos prosperar!

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