Es algo de lo que se escucha cada vez con más frecuencia en el vocabulario de los políticos que no comparten el proyecto político del presidente en ejercicio. Creo que muy a pesar de muchos de ellos, la necesidad de unión y acuerdo pesa más que el visceral deseo de triunfo personalista. Obviamente jamás escucharán semejante expresión (plural), en los candidatos del oficialismo pues ello seria admitir que una porción de la asamblea podría no ser chavista, lo cual electoralmente, de cara a la campaña por venir, seria, aunque cierto, un hecho necesario a ocultar convenientemente.
Podríamos decir en general que hacia allá, hacia el uso de la definición de pluralidad, van todas las “piedras” que la inquietud del venezolano está arrojando; el detalle es que no creo que estemos claros con qué propósito.
Esto puede ser delicado: La pluralidad debe verse como el concepto fundamental de un “peldaño de la escalera”, pero no como “la escalera” misma. Pluralidad no implica tampoco “que cada quien diga y haga lo que le de la gana sin consecuencia alguna”.
Permítanme explicarles, usando a esta estructura como el elemento grafico para ello.
Es un peldaño porque indiscutiblemente, de la diversidad de perspectivas sobre una dinámica común como lo es la vida en sociedad humana circunscrita a un entorno nacional, surgirán inquietudes y propuestas variadas, que contrastadas unas con otras, ofrecen la oportunidad de superiores reflexiones y más sabias decisiones.
Ahora bien, como peldaño, debe su capacidad de soporte de transición en el movimiento de avanzar por la escalera, a esta ultima: a sus largueros, a su ángulo de inclinación, a la existencia de peldaños previos, y posteriores, y al hecho de que ella va de un punto a otro, siendo su razón de ser y la necesidad de su creación.
Llevémoslo a la sociedad y a su asamblea:
La polémica, la disensión, la discusión y el contraste sólo son posibles en ese escenario, al existir una estructura que las rija, que las controle, y no permita ir más allá de los pasos, procedimientos y principios establecidos previamente con la sabiduría que los años posibilitó plasmar en la constitución.
Así, el peldaño que la asamblea es, en su pluralidad, permitiría el contraste de ideas políticas, siempre encajadas en la tela de la constitución. Ella misma, junto con las leyes que inspira, son los largueros de la escalera, y los demás peldaños, el resto de las instancias que permiten la interacción de la sociedad con ella misma y con sus mecanismos de razonamiento político-económico: poder judicial, poder electoral, etc.
Una asamblea unicolor, “monopensante”, si me permiten el término, ahoga cualquier idea que por muy buena que sea, no provenga de la “fuente autorizada”. Ello deforma por completo la esencia de la escalera como herramienta de trabajo, y limita casi absolutamente cualquier empuje evolutivo, que no sea el mismo generado por el conflicto humano que sentirse atado, supone.
Recordemos que la oposición en Venezuela tiene la culpa de que sólo el pensamiento subordinado a la mente del presidente en funciones, y a los intereses propios de cada parlamentario domine dicha asamblea. El gobierno en ejercicio permitió eso igualmente a conciencia, -al igual que el resto de los poderes doblegados una vez más sólo por conveniencias particulares-, sabiendo que ello suponía convertir dicho poder legislativo, en una sucursal político-partidista del entonces MVR, y el ahora PCHUV; ¡perdón!, ¡quise decir PSUV…!
En fin, justamente la valía de la situación presente es enseñarnos la importancia de la diversidad sensata, de la pluralidad ceñida al espíritu de la constitución.
El conservadurismo solo riñe con el desenfreno liberal; por eso la importancia de una superestructura moral que hemos definido como venezolanidad, cuyo libro, a parte del de Dios, sólo puede ser el de la constitución aprobada por todos.
Se que no es fácil. Se que en estos tiempos en los que no sólo todo se pone en duda, sino que ya se exige poner reglas a lo que antes era inaceptable, es la medida que usamos quizás erradamente para definir el progreso.
En resumen, la pluralidad y su conveniencia, es cosa a decidir por cada ser con capacidad de pensamiento, que pueda votar en las próximas elecciones parlamentarias que se produzcan.
Como siempre, quizás no prive la sensatez, pero sin duda, las lecciones quedarán para celebración de unos, y sufrimiento de otros.
Lo relevante es que como nación, nuestro colectivo no pierda otra oportunidad de exigir respeto por parte de los políticos venezolanos, devenidos a menos en lo que sigue siendo, desde los años 70, la parodia democrática en la que vivimos.
Peores países y sociedades existen en el mundo. Sin embargo: ¿Por ello nos conformaremos con tan poco?
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