La Caracas del poder, y la Caracas de la pobreza; la misma de los techos de cartón, la del Guaire fétido y el desorden hacia donde mires.
El tema del racionamiento eléctrico a nivel nacional, ha sido el más llamativo últimamente, dado que mientras muchas zonas del país se vieron a juro, con un corte eléctrico de varias horas, sin derecho a replica, en la capital simplemente no se aplicó, y cualquier argucia buscaron las autoridades encargadas para dejarla a un lado. Todo lo demás aplicado o intentado aplicar en la gran capital, resultó un eufemismo a la frase miedo a Caracas.
El 27 de febrero del 89; el 4 de febrero del 92; noviembre del mismo año. Las marchas del 2002, o la restitución del presidente luego de la estupidez de golpe, -porque ni a golpecito llegó- afortunadamente, o el triunfo incómodo para muchos, de la oposición en las últimas elecciones de alcaldes y gobernadores en parte de la gran Caracas y Miranda, son todas fechas que representan hitos en este protagonismo que ha tenido, y seguirá teniendo, esta ciudad y sus habitantes.
Es natural: ya no tanto influye la ciudad, sin embargo, por las elites familiares que viven allí tras el poder siempre, o por los intelectuales que en su valle desplegaron las mejores proclamas, sino por los millones de almas que cerro tras cerro, barrio tras barrio, se han levantado en la orfandad de una Venezuela sin rumbo claro y nítido.
De manera artificiosa, lo que pase en Caracas, repercute en toda la nación, y peor cuanto más centralizado está, no la conciencia y la rectitud, sino el mero poder.
Agréguenle a este peligroso cóctel, los intríngulis políticos en las provincias, que ha permanecido inalterado casi prácticamente, debido a los feudos de poder que en las regiones o estados, se han dado alternadamente a la sombra de esa descentralización inversa, estimulante de la rebeldía y el desgano, en vez de la esperanza y la cooperación. Parafraseando al presidente en una de sus alocuciones recientes: hay que acabar con las “republiquitas”…, que quieren copiar a la “republiqueta mayor”…; mal inadmisible de todas maneras.
Lo que ha debido ser, -y menos ahora es-, un proceso de protagonismo como nación, se perdió ante la falta de un apego resuelto a la constitución y a la inspiración que de ella emana; a esa constitución que no llevamos, por necedad, en el corazón.
Una vez más, las enormes masas humanas que habitan la gran Caracas, decidirán los siguientes pasos; Caracas sin duda marcará el compás, que finalmente dé ritmo a una alegre canción, o a una marcha fúnebre. ¿Cual será la elección?; bueno, dependerá de que tan degradado estemos como nación; la respuesta creo que sorprenderá a más de un político, al no seguir la línea ideológica y revolucionaria presente, o la línea pragmática del pasado ultraderechista.
Posiblemente en la calidad de la fibra del alma venezolana, en la venezolanidad misma, guardada en los que habitan la capital de la republica, está el camino que seguiremos. Habrá que esperar y ver.
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