Unificarnos es de sabios; hacerlo «selectivamente», no lo es.
Tenemos «plomo en un ala» desde el comienzo mismo de la unificación.
Estamos claros que no se puede ir de la nada al todo de un golpe; esos poderes solo Dios es capaz de desplegarlo antes los hombres. Sin embargo, se hace evidente que, desde el momento mismo de crear una organización total en términos latinoamericanos, esto debe implicar de manera automática en las esferas diplomáticas y en los colectivos nacionales, el cede del paso de todas las demás organizaciones económicas, políticas y militares, dentro de plazos razonables de tiempo, buscando justamente un orden mas justo y pausado, alejado por cierto, de berrinches infantiles, y rencores pocos sanos, siempre injustificados por las tantas cosas ya que hemos hablado y sobre las cuales históricamente hemos hecho muy poco.
Nada de esto va a resultar sencillo, dado que algunas organizaciones han comenzado recientemente sus actividades (UNASUR, por ejemplo), y otras que ya han entrado en la senilidad (SELA por dar otro ejemplo), donde cada una tendrá grupúsculo de naciones interesadas en su existencia o desaparición. La mayoría, sin embargo, pueden fusionarse y o desaparecer como entidades autónomas, a favor de convertirse y ampliarse para ser la base de divisiones completas, veámoslo así, de la nueva organización.
Obviamente el plomo en el ala del que hablábamos, se refiere a que sin no están todos los países, entonces la organización no cumple su objetivo mas esencial. Para que los cumpla, todos las naciones deberán invariablemente, y sin excusa de tipo alguno, estar dispuestas a ceder en algunos requerimiento de casi toda índole, a fin de que las ventajas netas de adherirse a dicha organización, sea beneficiosas sin lugar a dudas o divergencias.
Hablemos sin pelos: Los países mas extremistas, tendrán que aceptar y tolerar cambios democráticos, y los países más libertinos, tendrán que aceptar restricciones; todo esto, de manera planificada, con metas y puntos de revisión, primero a lo interno, soberanamente, y luego a lo externo, hacia esa segunda y nueva «soberanía latinoamericana» que estaríamos creando de hecho. Para eso queremos la organización, ¿no?
Otra cosa: También queda en evidencia que se monta una estructura paralela a la OEA, lo cual es insostenible. EEUU es el motor en muchos sentidos de nuestro continente aún. No caigan en pensar como algunos políticos, que necesitan de la mentira para convencer y justificar. Habrá seguramente incluso, choques de criterios entre los mismos representantes de esos mismos países, dependiendo de si están en una organización en un momento, o en la otra en otro instante. Es ridículo tener dos organizaciones, y ¡ni hablar de los gastos que ello genera! Quizás sea mejor crear un núcleo dentro de la nueva organización; como un consejo de seguridad tipo ONU, pero sin ningún derecho a veto o decisión unilateral, que represente los intereses de las naciones asociadas en dicha organización, en las reuniones que con EEUU y Canadá, se efectúen necesariamente. Otra cosa sería quizás inútil. Simplemente vivimos, ellos y nosotros, en distintos «universos»...
Nos comportamos como si siguiéramos siendo el patio de EEUU y de Norteamérica en general. El patio no puede reunirse con el dueño de la casa en los mismos términos. Por eso el patio debe ser independiente; es decir: EEUU no tiene patio, ni vecinos preferenciales (caso de México, con sus tratados especiales, por ejemplo).
Algunas naciones latinoamericanas reaccionan y reaccionaran mas virulentamente a esta realidad; les da picazón e irritación oír de los estadounidenses, como si nosotros no tuviésemos ni pizca de responsabilidad ante tanta torpeza social, política, y económica. Sin duda, los extremos en el comportamiento, deben ser controlados, pues solo la ambigüedad de los extremos (si, así como lo leen; ambigüedad, analícenlo fríamente...) siempre subjetivos, desestabilizan los esfuerzos de los mas centrados y claros.
Deberemos deslastrarnos de los lados ocultos de cuanta organización se ha creado en nuestro subcontinente. De los intereses ocultos anidados allí por estadounidenses, europeos, asiáticos o los mismo latinoamericanos, a lo largo de estas décadas. Ese lado no es mas que muchas veces las reuniones de caudillos que terminan siendo muchas de ellas cuando los jefes de estados -que no dueños-, coinciden para tratar cualquier tema. Por esa razón es que la creación de la nueva organización, tiene visos de superficialidad: no se ha explicado, ni mucho menos interiorizado en los colectivos nacionales, las implicaciones de esto.
Ello justamente permite que países como Cuba, se paseen en la organización como si no rompieran un plato, y naciones como Honduras, ni se les contemple, debido a que fueron execradas de ellas no por propiciar invasiones a otras naciones como en su momento lo fue Cuba, sino, por reaccionar internamente a desviaciones constitucionales.
Entiéndanme por favor; Ambas naciones deben estar dentro, pero solo si a partir de ahora, realizaran esfuerzos para unificar los criterios de derechos, deberes y formas de gobierno, junto con cada una de las restante naciones involucradas. Si no se hace así, no tiene sentido alguno la organización recién creada, ni ninguna de las existentes, y mas resultaría ser, allí si, un mero club de caudillos y gobernantes de turno, forcejeando para ver quien influye o resalta mas.
Caso a estudiar es también el de las naciones angloparlantes, o más exactamente, más próximas a los países europeos o a EEUU, en términos de cultura o asuntos político-económicos.
Es un poco como en Venezuela, y seguramente en los demás países: lo obvio, se deja en el aire, como un éter que no se ve, ni se huele, ni se siente: los altos valores constitucionales de cada nación, que están sobre la cabeza de todos los políticos, y que sin embargo, se rehúsan a despojarse de sus liderazgos e influencias. Esas reuniones y organizaciones funcionan cuando son puestas en práctica por funcionarios servidores públicos de cada nación, y no por lideres-caudillos políticos, pendientes de sus parcelas de poder o de sus épicas epopeyas de gobierno para la historia de todos los tiempos, como hemos venido mencionando. Vanaglorias por el estilo, son las que permiten los retrocesos y los cambios de rumbos inconsultos, débiles estructuralmente, y dilapidantes siempre de tiempos y recursos colectivos nacionales.
Si vamos a embarcarnos en una única organización total, que sea en serio, sin paralelismos innecesarios, sin diatribas inútiles, y sin «enemigos mortales imperiales» a vencer y pulverizar, como si de una Star Wars de petróleo y bananas, se tratase, que no sea aquel conjunto de parásitos mentales y sociales internos en nuestros pueblos. De esa manera quizás, y solo quizás por primera vez, podamos unificar nuestros futuros, como naciones integradas por mas cosas buenas y aceptadas por Dios, que ningún conjunto de naciones en otra parte del mundo, en toda la historia vivida.
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