No pretendo lanzar improperios y calumnias contra los pobladores de aquella enorme nación, pero tampoco puedo evitar comenzar a hacer algunas reflexiones sobre su crecimiento económico, sobre sus políticas, y sobre sus planes de futuro como quizás, la más grande potencia militar, económica y política del planeta, ahora que su dinero y su ingerencia, comienza a sentirse en Venezuela.
Con esto no me refiero al hecho simple, pero notorio, de cómo lo “made in china”, se ha hecho omnipresente en la economía nacional, yendo ya mas allá de los conciudadanos chinos, con cedulas y pasaportes venezolanos de la noche a la mañana, vendiendo comida china y víveres en general con éxito indiscutible.
(No podemos tampoco negar que cada cosa hecha en China que desplaza a una fabricada en el país, elimina puestos de trabajo aquí, generándolos allá, pero eso es otro triste tema).
Muchos han venido con la única ilusión de ser libres y prósperos, haciendo cosas que los venezolanos no hacían ni entendían, como en su momento, los europeos venidos luego de la II guerra mundial, encontraron terrenos vírgenes para la explotación y el enriquecimiento.
A esos ciudadanos, que solo quieren vivir en paz, hemos de darle siempre la bienvenida, pues sus esfuerzos, y sus riquezas económicas, también fortalecen a la nación. Sin embargo, ya hemos mencionado lo peligroso que resulta esa prosperidad cuando un estado desdibujado de su nacionalidad misma, permite el surgimiento de fuerzas paralelas a los intereses de la republica.
China es una nación de milenaria cultura, y también de milenaria miseria padecidas por sus habitantes, que pasaron de dinastías en dinastías, hasta llegar al agujero aparentemente sin fondo de la colonización europea y japonesa, para insurgir con fuerza durante la larga marcha que llevaría al poder político, económico y popular, al líder Mao Tse-tung
Una economía en continua evolución, los llevó, catapultados por los intereses de menores gastos laborales de occidente, a la producción de aquellos productos occidentales que al amparo de la riqueza ilimitada dada a los empresarios, también dio experiencia industrial valiosa, trabajo a los ciudadanos, y estimulo de progreso a los científicos y tecnólogos chinos.
Seria una grosería tratar de condensar aun más lo que en las últimas décadas, incluyendo la epopeya vivida por la generación de Mao Tse-tung, se experimentó en China, y de los cambios que en su modo de ver el mundo, han tenido. El hecho irreducible es que hoy por hoy, con su enorme capacidad de producción a bajos costos laborales, se hacen invencibles en su expansión multidisciplinaría y multifacética, emergiendo de ello, la China que otorga prestamos, vende sistemas tecnológicos civiles y militares completos, sin que por ello se detengan en la ampliación de sus esferas de influencias, siempre pragmáticas.
Vengo observando a los chinos desde hace tiempo, y en ese periodo no he visto que fuerza alguna pueda revelarse o discutirle influencia al poder político central. La China de hoy, aún limita las disensiones políticas y de carácter religioso de su población. Más de una vez, los cristianos, como los islámicos, han sido perseguidos y expulsados del territorio continental.
De los países poderosos, quizás sea China el más alejado de los conceptos de caridad, solidaridad y hermandad. Parecieran no mover un dedo, si no hay ganancia de por medio. El mejor negocio industrial, o de explotación de recursos, es aquel donde ellos pongan la maquinaria y toda la mano de obra, dejándole a los nacionales las mínimas regalías posibles y los desechos a montones de dicha explotación.
Jamás les escucharán envueltos en retóricas inútiles. Tampoco los observarán invitando al mundo a renunciar al armamento nuclear, o dando el primer paso para renunciar al poder de veto en la ONU, que consideran su derecho natural.
Estoy seguro que su pragmatismo también tiene lados positivos, y sin dudarlo, lograrán avances importantes antes que otros países en apariencia, mucho mas preparados hoy en día, para dichos cambios.
Son seres humanos, y como decíamos al principio, son hombres y mujeres con una historia tan larga, como las penurias vividas.
Nuestra claridad como nación, vuelve a ser tan importante en este asunto, como nuestra resolución a ser libres y dejar que los demás lo sean. Nuestros principios como sociedad deben ser intocables cuando ellos solo tienen como resguardo, la fe en Dios, y la aplicación irrestricta del alma escrita de la nación, a fin de que cualquier negociación efectuada con ellos, no suponga, como ha sido en el pasado, la entrega explicita de soberanía, o de regalías cuantiosas, en un país donde al final de cuentas, el petróleo a debido darnos ya la capacidad auto crediticia para prosperar.
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