(*): Aquello que servía, pero la no atención gubernamental lo convirtió en lastre y paria social.
De entrada, veamos el por qué de esto: El gobierno colombiano, en su accionar militar y no social fundamentalmente, a través del mencionado plan colombo-estadounidense, contra sus propios canceres, (injusticia social, guerrilla, paramilitarismo, delincuencia organizada y drogas), han obligado a muchísimos irregulares a desplazarse hacia la frontera, tradicionalmente débil en protección y control, de parte de ambos gobiernos, (el colombiano y el venezolano), suscitando con ello el cambio de actividad delictiva, instalando de esta manera el sicariato, el secuestro y la extorsión, netamente colombianas, en territorio venezolano.
Las consecuencias de décadas de desidia venezolana, limitada a la inútil retórica antinorteamericana, en el control efectivo de la frontera común, y en la aplicación del mandato constitucional, así como de su estructura de leyes, ha sido justamente, la penetración, cual ácido corrosivo, del extracto mas pérfido y enfermo de la descomposición social colombiana.
Un aparentemente impecable presidente colombiano, bañado del aura de la intelectualidad y desarrollo del mundo occidental, junto con una brillante campaña publicitaria exterior, no son suficientes para ocultar el terrible daño medular ya mencionado, en la sociedad colombiana, con su control central y de élites, que mortalmente, se han combinado para hacer de sus conflictos internos, un cáncer terminal, y de sus secreciones, el foco infeccioso que no supimos evitar.
Misma falta de control, previsión y fortaleza de nación, ha tenido Ecuador, y ahora sus consecuencias, en menor medida, tienen también.
Declararlo ante el mundo es necesario como primer paso, una vez mas, para reconocer nuestras fallas en este tema, al miso tiempo que de manera impostergable, aplicamos los correctivos a fin de controlar constitucionalmente, la frontera.
Un ejemplo del camino que podemos seguir en este sentido, lo es el recientemente anunciado nuevo proceso de cedulación en Venezuela. Este debe convertirse en la oportunidad para rectificar, y minimizar en cuanta medida sea posible, el enorme daño ejercido sobre el país, con la entrega a precio de nada, de la nacionalidad venezolana a quienes no lo merecen, pues no hay peor manera de ser venezolano, que cometiendo un acto ilegal y de engaño, concientemente, para haberlo logrado.
Quien tenga antecedentes activos, quien consiguiera la nacionalidad mediante acto fraudulento, y quien viniera solo a dar problemas, no puede seguir en el país. Sin duda gustosamente sus países de orígenes los acogerán. Ya lo hemos reflexionado anteriormente; no se trata de sentimientos xenófobos, sino de sano y justo amor de nación; de amor por Venezuela, y por el que será el hogar de nuestros hijos, y de todos aquellos que en verdad, hayan querido hacer de esta tierra, su nación, por la que luchar, e incluso, morir.
Estoy seguro que cualquier amigo extranjero, aceptaría este modo de proceder, si ello supone el reconocimiento de sus derechos humanos, y de sus aspiraciones a vivir con legalidad, en la tierra que puede ser la de sus hijos.
Estudiar, analizar y comprender el contexto histórico, social y económico de Colombia, volviendo al tema, ahora nos es absolutamente necesario, dada la influencia desmedida que su proceder mediante el mencionado plan Colombia, está teniendo sobre nuestras fronteras y sobre las corrientes migratorias que vienen, así como sobre nuestra ya mencionada, maltrecha concepción de pueblo.
La hermandad colombo-venezolana es solo una quimera que nosotros hemos aceptado como cierta, como el niño inocente que no ve malicia en nadie.
La hermandad es una condición de respeto y confianza, labrada producto de una vida de buenas relaciones.
No hay hermandad en quien después de décadas de usurpación territorial hacia nosotros, aun pretende más de nuestro territorio. No hay hermandad en quien deja que sus conciudadanos, crucen los caminos verdes hacia un destino incierto, por ser ello más fácil que atenderlos.
No es de hermandad, quien viene a nuestro país, no a hacerse uno con nosotros, sino a hacernos uno con ellos.
El plan Colombia hay que enfrentarlo únicamente con un Plan Venezuela: El plan que restituya nuestro orgullo nacional; el que restablezca el imperio de la constitución y las leyes, y el que restablezca la prosperidad de todos los que justamente vivimos aquí, al mismo tiempo que devuelva a su correcto y alto lugar, el respeto que nuestros vecinos deben tener, por este país llamado Venezuela.
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