El
tema de la constituyente resulta difícil de digerir, lo admito: Primero porque
se trata de la idealización constitucional del camino posible a elegir y a
ejercitar, y luego, -reconozcámoslo-, porque con un CNE que actúa como apéndice
del presidente y su círculo intimo de poder, toda iniciativa soberana se hace a
contra corriente de la inmoralidad que se viene como rio desbordado montaña
abajo, por quienes en principio estaban llamados a preservar la Democracia y
las instituciones mediante el ejercicio pleno de la Constitución.
Les
digo que justo estaba reflexionando sobre el tema cuando Maduro huyó hacia adelante
con este hibrido constituyentista redactado a imagen y semejanza de todo su
entorno: Falso e hipócrita, por ser ante
todo, incapaz de respetar ni siquiera el legado de su mentor.
Creo
que por esto mismo, algunas preguntas estarán flotando en el aire y requieren
de respuestas:
1.- ¿Por qué Maduro llama a una constituyente y
no a un referéndum?
R:
Porque conocidas las tendencias de opinión pública (ver las encuestas de los últimos años), y unidas estas a un rechazo
importante incluso entre los sectores más leales al mensaje del extinto líder, resultaría
consecuentemente cualquier consulta al soberano en pleno, una especie de suicidio político, que devendría rápidamente
en su destitución vía revocatorio presidencial o algún mecanismo que ofreciera
el mismo resultado (su salida del poder). Lo correcto es, -como hizo Chávez-, llamar a consulta popular sobre aspectos
puntuales, si lo que en verdad se quiere es reformar algo en la constitución.
Esto es precisamente lo que hace que el argumento Nro. 1 dado en su decreto de
llamado a su constituyente, sea débil y contradictorio, dejando ver lo
innecesario del llamado en sí.
2.- ¿Si el soberano está solo en medio de un
gobierno abiertamente autócrata, como puede ejercer el art. 350 sin terminar
arrasados por quienes gobiernan?
R:
Esta es una pregunta que solo entre todos
podemos contestar: puede el
pueblo ejercerlo (el articulo), aunque ciertamente podría ser severamente
castigado en el proceso por la dictadura madurista con el amparo militar. Como
las matemáticas están a nuestro favor (somos
millones contra miles), la gente debe decidir, y elegir el camino a tomar
una vez ocurrido esto.
Es claro que si no nos
gusta luchar por lo nuestro por aquello de no contar las bajas que ocurrirían, es porque en realidad no somos un pueblo pacífico,
sino un pueblo cobarde, incapaz de decidir su propio destino.
3.- ¿Qué podemos cambiar realmente en la
constitución vigente desde el 1999?
R:
Primero hay que decir que la constituyente aprobada en referéndum, es distinta
en algunos puntos a la que salió de la Asamblea Constituyente originaria. Eso
hay que revisarlo.
4.-
¿Qué podríamos señalar como aspecto a corregir y mejorar en la carta magna?
Por
aspectos que pudieron irse verificando sobre la marcha, una vez aprobada y
publicada la constitución, o bien por puntos específicos que fueron forzados al
cambio durante el segundo llamado a referéndum consultivo, aprovechándose de sus
atribuciones hiper-presidencialistas (de
manera antiética por demás, por haber violentado el mandato de la constitución misma),
lo cierto es que ésta contiene un conjunto de artículos y numerales que deben
ser modificados si queremos corregir y aclarar el rumbo republicano:
La reelección indefinida (eliminarla)
Los 6 años de mandato (reducirla)
La ambigüedad del 350 (aclarar
su mecanismo de acción)
La limitación de la pena
por crímenes a solo 30 años
(aumentarla a cadena perpetua para
ciertos crímenes)
El exacerbado régimen
presidencialista (aumentar el peso de la Asamblea Nacional y
las demás instituciones, así como la descentralización de competencias, para
que el “equilibrio de los poderes”, refleje realmente la justicia social que
buscamos para todos)
La figura del
vicepresidente (o eliminar la capacidad del presidente para
disolver la Asamblea Nacional en caso de que le lleve la contraria hasta tres
veces)
La rigidez con el asunto
del tipo de moneda a circular
(permitir la circulación de otras)
La ambigüedad que
permite al TSJ ser juez y parte
(no puede permitirse nuevos conflictos
que partan de un tribunal sobre el cual no se tiene control ético
constitucional, ni siquiera en la asignación de sus jueces)
La discrecionalidad en
la elección de las autoridades del CNE, Defensoría, Contraloría, y Fiscalía (restablecer la selección vía íntegramente
constitucional)
La proporcionalidad en
la representación y protagonismo político para los diferentes estados,
municipios y centros poblacionales.
(restablecerla)
Sustituir la elección
presidencial del “50+1”
(por mecanismos de mayor consenso, tipo segunda
vuelta).
Debe
quedar absolutamente claro, que sin la consideración de las desviaciones
enumeradas aquí, -entre otras-, difícilmente
podría optimizarse el rumbo democrático del país, careciendo alternativamente
entre nosotros de una dosis de decencia y honradez que resulta inalcanzable en
la actualidad.
Depende
de nosotros traspasar las limitaciones manifestadas por ambos bandos políticos
hasta el presente, para comprender que en el marco legal legítimo de la República,
hay aún suficientes herramientas para la rectificación nacional; rectificación que llegará forzosamente
unicamente cuando el consenso se produzca entre las inmensas mayorías y minorías
desatendidas, para dar pie no a una marcha
de la MUD, sino más bien y en buena hora entonces, a una marcha de una
circunstancial pero decisiva “Coalición
de la Democracia Social Bolivariana”, donde sectores antes contrarios entre
ellos, sumados a quienes no han compartido extremo alguno de la política venezolana,
sintieran que el acuerdo honorable existe, para levantar de entre las runas,
los pilares de la nación que aun podemos construir.
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