Leía
en BBCmundo (www.bbcmundo.com), sobre el problema de la procrastinación en la
educación actual, al señalarlo como uno de los mayores problemas a la hora de
comprender su deterioro, (Según el psicólogo
Tim Pychlyl, de la Universidad de Carleton en Canadá, Procrastinación se define
como “tomar la decisión de no hacer algo
a pesar de que sabes que a largo plazo será peor”; luego prosigue con esta
perla: "Cuando procrastinamos,
estamos tratando de mejorar nuestro estado de ánimo evitando hacer algo que nos
parece desagradable").
Seguramente
esa última frase les habrá hecho encender las alarmas dentro de sus mentes:
¿Tratando
de mejorar nuestro estado de ánimo evitando algo desagradable?
“Tomar la decisión de no hacer algo a
pesar de que sabes que a largo plazo será peor”:
¿Será
ese justamente nuestro diagnostico como sociedad?
¿Somos
un conglomerado acostumbrado a tolerar la impunidad y el consecuente estado
degenerado de las cosas, debido a esta tendencia sostenida de procrastinar
en todo?
Bajo
esta interpretación, veamos la realidad del presente en tres partes:
I: Legitimidad versus impunidad tolerada
Simple
y directo: Todos
estamos claros en que Nicolás Maduro perdió legitimidad desde hace tiempo como
presidente, por su continuo y desfachatado actuar fuera de lo constitucional. No
hace las cosas bien, y no deja que otros lo hagan. Es negligente, y por mantener
el estado conveniente de las cosas para los suyos, ha sido permisivo con lo
indefendible: La entrega del bienestar de todos.
Tan
claros debemos estar en esto, como lo podemos estar a estas alturas de las
circunstancias nacionales, sobre el hecho muy tajante e incomodo referido a que
si él y toda su maquinaria burocrática y partidista aún permanece en el poder, es
precisamente porque todos los medios sociales de presión legítimamente
presentes en la constitución, fueron sistemáticamente coartados ante la mirada
indiferente de una mayoría muchas veces más bien entretenida con los beneficios
económicos directos e indirectos que recibía solo con la procrastinación
como requisito.
Ahora
nos encontramos con que si la sociedad (o
pueblo, como deseen llamarle), no tiene forma de accionar, debe recuperar
el aire de los pulmones ante la “patada” nacional que ha recibido, para entonces
darse cuenta de que conceptual y prácticamente, estamos ante una dictadura, porque tal es la definición de un
gobierno donde solo él que decide cuando
y como se hacen las cosas, y en donde la impunidad flota libremente
en medio de un país en consecuencia paralizado, estando ella (la impunidad),
más institucionalizada que la misma justicia.
NOTA:
Se antoja que hay tres tipos de dictaduras al
presente en el mundo: 1: Las que teniendo un carácter militar, ordenan y coartan abiertamente todo lo constitucional.
2: Las que originadas en un voto popular, luego manipulan todo el marco legal para
permanecer ad infinitum en el poder
mediante la conveniente administración de los recursos, y 3: La que dejando
hacer a la gente, los encausa hacia un sistema donde finalmente las minorías
poderosas deciden el rumbo y destino al que toda una sociedad nacional o
continental se mantendrá sometida y en marcha.
¿O
será que el mundo está en realidad sometida simultáneamente a estas tres formas
pérfidas de control?
¿Qué
extraña programación gobierna a estas formas de control de masas?
Se
viene a evidenciar que por esta perturbadora razón, nos estamos acercando a la
parte más oscura y desesperanzadora del precipicio donde nos hemos lanzado como
sociedad toda, y de donde solo quizás un delicado y riesgoso uso del artículo
350 de la constitución, (extremadamente riesgoso
diría yo, por la inexperiencia social frente a escenarios que requieren
consenso, así como por la escasa fortaleza institucional de la nación, que da
pie a cualquier accionar inesperado por parte de uno o más componentes del
Estado a favor o en contra de lo manifestado/interpretado en la “constitución
de la República”), pudiera alterar el estado actual de las cosas, aunque debo
insistir en que nadie podría apostar por un final previsiblemente conveniente
para las mayorías, considerando la existencia siempre en potencia de un complot
con cualquier cantidad de tentáculos e intereses, además de una indeseable
montaña inicial de muertos y desaparecidos imposible quizás de contar en las
primeras de cambio.
Quisiera
decir que todo esto ocurre por tener como presidente a un individuo que está
desdibujado del todo, pero no puedo hacerlo, porque él en realidad es consciente
de cada paso que da (no en balde ha permanecido tres años como gobernante, sin señas de
debilitarse como figura inamovible).
Deben
recordar que él es consecuencia de lo construido (y dejado de construir) durante el gobierno de Hugo Chávez, por lo
que Maduro termina siendo en ese sentido, subproducto no deseado pero necesario
dentro del complejo político-económico construido bajo una línea estratégica
particular, y por ello Nicolás resulta en algunos aspectos similar a Dilma Rousseff,
(salvando
las distancias intelectuales y de verdadera lucha social entre ambos
personajes, puesto que Maduro fue
solo un mal sindicalista):
son herederos de una estructura de gobierno fundamentalmente basada en la opulenta
riqueza mal gerenciada, nacida de los impuestos y la venta de un petróleo que
insistía en rondar los 100 $ el barril.
Caído
el ingreso, en ambos casos el mantener la fachada supuso para estos gobiernos
el descalabro de sus aparatajes de poder paralelos y bajo control de las elites
partidistas-oficialistas (círculos
bolivarianos, juntas comunales, comunas en el caso de Venezuela),
distribuido entre los círculos concéntricos de burocracias creadas aguas abajo de la superestructura del
estado, quedando entonces expuestos en los dos casos tras la referida caída del
ingreso, los filamentos de poder y de influencias que rápidamente se
marchitaron y fueron sustituidos por clientelismos más directos y notorios.
Para
ambos casos (Dilma y Maduro), el pecado primario ha sido el no reconocer que
decidieron gobernar sobre un castillo de
naipes, y que por ello las consecuencias de sus propias inacciones
terminaron siendo más funestas y
distractoras que las generadas por los desatinos de sus populares predecesores.
NOTA:
No estamos ante un pecado exclusivo de los pueblos de Latinoamérica, pero no es
excusa para aceptar tales lacras en los niveles de gobierno.
Pese
a todo esto, y como dice el refrán, (“ya
lo hecho, hecho está”), lo que queda frente a todos nosotros es dilucidar de
la mejor manera lo que nos puede pasar en el 2017, para implementar proverbiales
reparos a la crisis existencial venezolana.
II: El balance anual 2016
Para
empezar, entendamos cómo ya ha cerrado el año 2016: La balanza de los
acontecimientos se ha inclinado hacia el actual gobierno, que pese a su muy
deficiente actuar en cada una de sus competencias legales, mostró una capacidad
sobresaliente para anular a la Asamblea Nacional, a la Constitución, a la MUD,
a los todos partidos políticos, al Referéndum y a cuanta cosa hiciera ruido en
contra del stablishment
chavista-madurista, mientras que sin lugar a dudas, el lado perdedor (*) en ese balance se lo ha llevado
la oposición con su torpeza supina para hacer frente a quienes se evidenciaron
totalmente al margen de la ley.
NOTA:
(*): Ni gobierno ni oposición deberían
ser los principales protagonistas de esta historia, sin embargo, como así lo ha
permitido la misma sociedad (cosa que hemos establecido ya, y que viene a
reforzar el viejo precepto que afirma que “cada pueblo tiene el gobierno que
merece”), es justo decir que en los términos superficiales en los que se ha
manejado la realidad venezolana, acertado es hablar por ahora de ganadores y
perdedores respectivamente, al señalar al mencionado gobierno y su “escuálida”
(por incapaz), oposición como principales protagonistas, a falta de una
sociedad en ejercicio real de su soberanía.
Los
episodios que ponen en evidencia el truculento éxito del gobierno y el consecuente
desplome de la oposición, pasan necesariamente por el continuo descaro
presidencial, (comenzando con el hecho de que ni siquiera se ha podido despejar la
incógnita de si es colombiano-venezolano, -o solo colombiano- y sin que por
ello se mueva un dedo para zanjar el asunto), materializado en cualquiera de sus
declaraciones, aunque ninguna tan altisonante y descarada como la relacionada
al patético caso del retiro intempestivo de los billetes de 100 Bolívares, que en
un sádico ir y venir, solo sirvió para poner en evidencia la negligencia que se
ofrece cada día como un “blindaje” a
la impunidad existente, intocable y brillante, la cual pasa por nuestras
narices una y otra vez sin que por ello ocurra la activación de cualquier
mecanismo constitucional capaz de castigar semejante desparpajo, lo que viene finalmente
a decir mucho del estado catatónico
de las cosas, y de la más que enfermiza tolerancia social reinante en este “procrastinado” país.
III: Los escenarios del 2017
Aunque
el año 2017 pareciera haber decidido seguirle los pasos al pie de la letra al
2016 en su tendencia a la futilidad y a la “nada” debido a la evidente
insistencia presidencial de atacar y despotricar de todo y contra todos, al
tiempo que la oposición en la Asamblea Nacional no tiene mejor idea que seguir
flotando en el limbo jurídico que se dejó imponer por el TSJ, enfrascándose
mientras tanto en el torpe y cuestionable artificio leguleyo (por rebuscado y
poco creíble), del “abandono del cargo” por parte de
Nicolás Maduro, cuando lo correcto era (y
es), declarar primeramente su traición a la patria por cada uno de los
hechos puntuales que resultan obvios para ustedes como para mí, y que comienzan
frente al Este con Guyana por la entrega de facto del Esequibo, para acabar en
la frontera colombiana con el bachaqueo/tráfico y la corrupción militar
rampante, no sin antes pasar por el
“arco minero”, las “concesiones petroleras”, “los contratos con Odebrecht”, los
“Panamá Papers”, la inflación, así como la carestía sanitaria y alimentaria, entre
otros, para dejarnos hoy, con una sensación de vacío y desasosiego
enmarcada en esa procrastinación que nos domina, al no encontrar ruta legal
capaz de ser activada para salir de un mal gobierno, de la misma manera en que
cualquier empresa se deshace de un mal gerente o de un empleado ladrón.
Maduro
insiste en ser el heredero loco y desnudo que juega tirado en el patio de su
castillo con sus propios excrementos, mientras sus cuidadores (Cabello, El
Aisami), -a los ojos del pueblo-, disfrutan del poder usurpado y amasado.
El
conjunto de estas cosas dejan en evidencia (aún para quienes no lo ven, pero lo presienten), que ante nosotros únicamente existe
una alternativa equilibrada donde viene a reposar cual manantial, el “agua” de la constitucionalidad que saciará
está colectiva “sed” de justicia, aunque
para llegar a ella, debamos transitar probablemente por uno de dos caminos (**),
cualquiera de los cuales deberá andar por el mismo puente construido de una premisa sencilla pero aplastante:
“El gobierno existente es de carácter y
proceder dictatorial, y solo puede demostrar lo contrario cediendo a la
realización de todas las elecciones y transiciones de poder pautadas por la
constitución, en los tiempos que dicta esta, sin uso abusivo o ventajista de su
posición ni de sus magistrados”.
(**):
Hablamos de dos caminos únicamente, porque debemos por conveniencia en este
análisis, obviar eventos naturales (mega
terremotos en el área de la Gran Caracas, vaguadas devastadoras, o situaciones
fortuitas como accidentes de aviones presidenciales, entre otros).
· CAMINO 1: Todo sigue igual, represado por la “exitosa”
estrategia ejercida por el gobierno y tolerada de forma ininterrumpida por la
sociedad desde los años 2000, en espera de una hipotética elección “honesta y
cristalina” en el venidero 2018, en caso de haber recursos económicos para ello.
·
CAMINO 2: La sociedad sale a la calle (con dirigencia política o no), y logra acceder al cambio de gobierno conforme a lo establecido por
la constitución, o de acuerdo a petición soberana extraordinaria (asamblea constituyente).
NOTA: No, no hay en apariencia una tercera opción: Los militares
están muy cómodos y bien atendidos como para desbaratar el conveniente “orden
constitucional” existente, donde no tienen que dar la cara ante nadie; solo
disfrutar de las prebendas obtenidas. (ADVERTENCIA: Recuérdese
que aspirar a un cambio de situación montando en el vendaval del ímpetu
militar, es caer innecesariamente en viejos esquemas practicados en la
Venezuela del pasado, -incluyendo el intento de golpe del 92 y la posterior llegada
al poder de Hugo Chávez-, que es precisamente lo que socialmente nos tiene otra
vez en esta disyuntiva al ser pueblo eminentemente caudillista y ahora
presidencialista). En todo caso, es
conocido históricamente que solo los golpes no esperados, son los que triunfan,
desencadenando nuevos giros en la rueda de la vida nacional, que rara vez
evitan a su sociedad volver al punto de inicio, donde tenían por sí mismos, que tomar las decisiones
correctas.
Hemos
de reconocer que realmente complejo es el panorama que se nos avecina, dado que
la cantidad de oportunidades perdidas en el camino, han ido cerrando el abanico
de opciones posibles, dejando únicamente las más fuertes y sacrificadas. Ante
esto, pareciera resumirse ambos caminos a una especie de frustración, daño moral y ético en
uno, mientras que en el otro, incertidumbre y esperanza se asoma.
Recuérdenlo:
“Cuando
tu propia cosecha es la fuente de tu alimento, las consecuencias de la semilla
mal sembrada no puede revertirse ni evitarse; solo comerse.”
No hay atajos. Ya los probamos todos.
De eso encargamos a Chávez.
No
puedo decirles que el futuro inmediato será color de rosas, porque pendejadas
no quiero decir. Otra cosa es hablar de
confianza: esa si puede llegar pronto, pero únicamente conforme decidamos, (pese a los
sacrificios involucrados),
a decir y hacer las cosas correctas, para 1:
elegir nuevos gobernantes; 2: exigir
la aplicación de todo el peso de la ley en cada uno de los ciudadanos y
extranjeros en territorio venezolano; 3:
reconstituir los pilares de la creencia en la republica: Educación, Salud,
Trabajo, Seguridad, Justicia. 4:
restituir la institucionalidad a toda prueba, de los poderes del Estado. 5: Crear un sistema de apoyo temporal
para los más desvalidos, como paso previo para la disolución de todo el
aparataje burocrático y clientelar existente. 6: despolitizar las FAN, que pueden seguir siendo bolivarianas,
pero no protagonistas.
Si
las cosas más elementales no podemos hacerlas por consenso, mucho menos
podremos enfrentar los grandes retos y sobrevivir. De los que estamos vivos
ahora, (a
duras penas en su mayoría),
depende que Venezuela como país, siga
existiendo.
Recuerden:
Capitalismo y socialismo son solo patrañas del pasado que únicamente resultan
efectivas frente a tontos útiles. No lo seamos más.
No sigamos
procrastinando lo que hay que hacer.
NOTA: La imagen corresponde a una caricatura publicada en el diario "El Nacional", de Venezuela. Espero me disculpe el Sr, EDO por tomarme la libertad de utilizar su excelente ilustración para acompañar esta entrada al blog.
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