(*):
“Suave”, para diferenciarla de la dictadura convencional.
Debo reconocer que siento la
apremiante necesidad de expresar por cuanta entrada al blog se requiera, lo que
considero es la verdadera cara del actual gobierno en Venezuela, pese al riesgo
que ello puede suponer en las actuales condiciones políticas y represivas para
cualquiera que ose levantar la cabeza por encima del resto. Supongo que por ser
este un blog pequeño, -de un ciudadano de a pie-, las cosas no pasan a mayores.
Volviendo al asunto del gobierno,
aunque siempre reconozco en la “revolución bolivariana” un intento genuino de recopilar
las ideas que existente consensualmente en el ambiente nacional, y reivindicar
lo que por décadas fueron voces acalladas e injusticias no denunciadas, lo
cierto es que con la misma rapidez con que se tomó ese sendero de la búsqueda de
justicia social, este se extravió al mismo paso, para terminar en el agujero
coyuntural que en términos simples y llanos, denominaríamos como “un juego trancado”, porque en nuestro
país lo que opera como gobierno desde el comienzo de los 2000, siendo ya indiferenciable del estado desde
hace muchos años es, queridos compatriotas, una Dictadura Suave (*).
Permítanme refrescarles el por qué
en la dictadura suave, el juego está trancado: La oposición, en su incapacidad
para describir esta realidad, muestra que no logra ser más que un reflejo
pálido y distorsionado, en un espejo donde a su vez el oficialismo apenas se
puede reconocer como tal en los ojos de su supuesta némesis política, sin aceptarse
ambos como imágenes producto del reflejo de una misma época donde izquierda y
derecha como extremos, dieron todo lo que podían dar.
Mientras el gobierno se irrita y actúa
torpemente ante cualquier crítica, seguimos en el punto muerto donde la
oposición no entiende más allá del marco conceptual donde crecieron: Por eso
la persistente sensación de que fuera de estudiantes y vecinos protestando con
la punzante sensación permanente de estar solos, donde no hay nada más apoyando
o traduciendo estas manifestaciones en acciones políticas sinceras, y
verdaderamente bolivarianas, que marcasen un cambio positivo y sostenible en el
país.
En vez de eso, pareciera que los
políticos de oposición (entendamos algún día por favor, que no existe únicamente
la figura de “oposición a la de oficialista”: necesariamente quien desee tomar lo bueno de ambos bandos y desechar lo
errado, tendrá que ubicarse a media distancia en ambas partes), solo están
recogiendo lo que cae al piso, y por cierto, para su propio beneficio, una vez más ante la realidad de no
saber/poder articular un mensaje político que integre e invite a todas las
partes a superar los obstáculos que mantienen la situación sociopolítica y económica,
paralizada.
En tanto eso ocurre, el oficialismo prefiere
seguirse revolcando en la comodidad resultante de un régimen que no acepta un “estas equivocado” como respuesta a nada que
haga o diga.
No se puede negar que la supuesta seguridad que da el tener “el sartén por el mango”, le brinda a
todo acto y declaración oficial, un profundo aire de arrogancia económica,
política y social, con el desprecio característico de aquellos que se perciben
a sí mismos sin freno que los detenga, pues con la partida del que no tenia
limites en su poder político, emergió la realidad perturbadora de no existir
valor moral o personal que pueda imponerse en los que ahora detentan el poder ,
irónicamente espoleados por la expresión (y
excusa), de que “por la revolución y por
la memoria de Chávez, todo es válido”.
Mientras la oposición escupa todo lo
que salga del oficialismo, y este último reniegue la idea de aceptar que Chávez
cometió errores profundos, señores…, el juego está trancado, como dicen los
viejos por aquí mientras juegan una partida de dominó.
A propósito de errores y malas
apreciaciones, denme la oportunidad de aclarar el titulo de esta reflexión,
comenzando con lo que el diccionario de la Real Academia española (RAE), define
como dictadura:
“En la época moderna, régimen
político que, por la fuerza o violencia, concentra todo el poder en una persona
o a veces en un grupo u organización y reprime los derechos humanos y las
libertades individuales.”
La dictadura suave, aquella
que aún los diccionarios no definen por no haber pasado probablemente suficiente
tiempo para que los protocolos de las academias de las lenguas lo evalúen en su
justa dimensión, con toda seguridad nace en Venezuela, como consecuencia de ser
un país petrolero, de baja población, y en vías de desarrollo, débil en su
identidad, al tiempo que convulsionado ante las continuas coyunturas sociopolíticas
y económicas que lo azotan paradójicamente pese a ser un país de
extraordinarios ingresos económicos.
Si tuviera que definir el término en
el estilo de la RAE, debería escribir entonces que:
“Dictadura suave:
Es el régimen político que, mediante
la manipulación de elecciones a través del abuso de los recursos del estado y
la adecuación del marco legal existente, concentra todo el poder en una persona
o a veces en un grupo u organización y reprime los derechos humanos, las
libertades individuales y las opiniones disidentes y criticas, en función de
una doctrina política no compartida por amplios sectores de una población, ni
por la misma constitución”.
Creo que estarán de acuerdo conmigo
en cuanto a que las cosas hay que llamarlas por su nombre en este país, si pretendemos
en algún momento analizarlas y comenzar a aprender de ellas. La democracia en
Venezuela se ha transformado en esto que he definido ya, y no por Chávez
exclusivamente, (aunque suya sea la mayor y definitiva cuota de
responsabilidad), sino por el cumulo de decisiones y omisiones que como
colectivo social de todo una nación, hemos aceptado desde hace mas de 20 años.
NOTA: Por cierto, y para que tengan
una idea, una “Dictadura Fuerte” vendría a ser la que observamos por ejemplo,
en Corea del Norte.
¿Qué queda por delante?; pues
lamento tener que decirles que muy probablemente (aunque deseo equivocarme),
solo veremos como la respuesta del gobierno/régimen se hace más áspera y
abusiva, justo en la medida en que la arrogancia crece de parte y parte.
Un juego trancado, en manos de un presidente
incapaz hasta de mantener el régimen que le sirvieron en bandeja de plata, y un cabeza de asamblea nacional pendenciero y de más que dudosa moral, que no irá dejando más
alternativa que vivir sometidos bajo el eufemismo de una manipulada “paz”, o
ser testigos de un asonada militar con el triste derramamiento de sangre que
ello conllevaría, porque la polarización creada exitosamente por Chávez, mantiene anulada la capacidad de reacción popular. Aunque reconozco en las FFAA al principal sostén de este
parapeto revolucionario en que han terminado las cosas, también los reconozco
como los únicos capaces de modificar el rumbo: triste ironía típica de todo país
donde los intereses particulares, están por encima de Dios y de la
constitución.
En cualquier caso, veo difícil que
las cosas se resuelvan “por las buenas”, aunque Insisto: Ojalá me equivoque, y
las aguas encuentren sus verdaderos causes de justicia y progreso.
Estamos en una Dictadura Suave, porque
el petróleo, nuestra necesidad de paternalismo político, la desvenezolanización
y la incapacidad de disponernos a realizar sacrificios, al no haber conocido
nunca a la justicia como premio para ello, nos han llevado a eso.
Afortunadamente para nosotros, estas
mismas debilidades son compartidas por quienes ahora gobiernan, y no considero
que tengan las pelotas para hacer la transición hacia una Dictadura Fuerte (no como el Bolívar fuerte que nos vendieron
como la panacea a todos nuestros males), como no pudieron ni siquiera, en
tiempos de Pedro Carmona Estanga, hacer un Golpe. Inútiles todos.
Olvídense de exigir paz, felicidad,
prosperidad, tranquilidad, seguridad jurídica o alimentaria: A estas alturas de
la Dictadura Suave, eso no se pide: Se gana.
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