viernes, 11 de octubre de 2013

La “Cleptocracia” como expresión final para el agotado modelo político de Venezuela (II)

Aunque la convergencia de todas las variables que hacen miserable a nuestro país se expresan fielmente en las distintas esferas de gobierno que existen, no es menos cierto  que cada funcionario, empresario, político, militar o líder comunal que es corrupto en Venezuela, proviene de una familia que sin importar su  condición económica o posición social, dio como fruto con sus escasos valores humanos, sociales, y nacionales, a ese hombre o mujer que finalmente, acobijó en su actitud y comportamiento, el germen de la inmoralidad que se propagó a las actividades cotidianas que realizan, definiendo así la cultura de antivalores que en la práctica, manejan el día a día de este país y de todos los que vivimos en el.
Sé que a muchos no les gusta hablar de esto; se que el tema incomoda y lastima las susceptibilidades que de a poco, han ido blindando nuestra indiferencia nacional, pero finalmente, aunque me señalen hoy, y hasta me quieran despreciar o censurar,  este tema habrá que tocarlo, aunque suponga exponer a la luz, heridas profundas…
…Esta necesidad llegará más temprano que tarde.
Cuando el peso de nuestro remordimiento sea mayor que el de la miserable hipocresía o diplomacia del “qué dirán” nuestros vecinos y el mundo, seguramente comenzará el lento pero doloroso proceso de sincerarnos como sociedad nacional.
Mientras llega ese momento, quiero remitirlos a los recientes y duros ejemplos que ilustran el estado en el que están las cosas: Primero, el accidente de la gandola (camión con tráiler),  acaecido el 27 de septiembre pasado, en el puente Los Ruices, donde mientras el conductor moría asfixiado producto del aprisionamiento resultante del choque, muchos transeúntes, vecinos, conductores y motorizados, se dedicaban a saquear el contenido del tráiler. Luego tenemos el puente que se derrumba en el oriente del país, donde el hundimiento de la estructura supuso también el hundimiento del recato, generando el saqueo de otra gandola.
Lo que ocurrió en eso sitios son solo un par de aristas en los irregulares pero filosísimos fragmentos que están resultando por doquier de esta atomización social.
La aparente incapacidad policial y militar para detener estos vandalismos y saqueos, sea por negligencia o desinterés, es el mismo que observamos al momento de las invasiones de terrenos e inmuebles con fines de atiborrarlos de personas sin hogar, (pero en su inmensa mayoría, no sin techo por calamidades naturales, ni por accidentes, sino por simple y llana desplanificación familiar, que crea por doquier hogares disfuncionales, producto de embarazos no deseados o precoces), y  que al final, vienen a engrosar indistintamente a toda aquella población (extranjeros ilegales incluidos), que sin medir en ética u honradez aprendida alguna, y -siempre bajo la mirada alcahueta de las autoridades y políticos interesados más en los nuevos votantes cautivos que en otra cosa-, (sean venezolanos o extranjeros irregularmente cedulados o no), y que vienen a distorsionar y reducir con cada invasión, con cada custodia de terrenos indefensos en nombre de una ambición mal disimulada tras el disfraz de una comuna "patriótica", lo poco que quedaba de orden urbano y nacional. 
Ese pueblo desvalido, consecuencia directa del abandono gubernamental de ayer y hoy, sobrevive a través de su propia subcultura de "viveza", necesariamente nacida a la luz del deprecio político que no termina de rescatarlos de aquellos laberintos donde los lideres venezolanos, -y la sociedad misma en su conjunto-, los metió, y que ahora con cara dura, todos ellos culpan exclusivamente de una manera u otra, al presidente muerto que al mismo tiempo, otros también quieren inmortalizar sumiéndolo en una idolatría que finalmente hunde más a la nación en su necesidad infantil de tener a "alguien" a quien elegir como mas grande que sí mismos, mientras que los menos pudorosos actúan y se autoproclaman como los sacerdotes de una nueva religión política de donde sacar convenientemente, entre las sombras de los velos del templo, dividendos económicos y de poder para si mismos. 
De esta manera, es que el tramado final de esta coyuntura nacional se termina de tejer, con resultados que pueden ser impredecibles y muy duros.

Pareciéramos incapaces de cambiar, pero a pesar de ello, ese cruel destino definitivamente no está escrito en ningún lado con letras que no puedan borrarse y reescribirse.

La amoralidad que nos está consumiendo, al nacer ya sin pudor alguno en el mismo humilde pueblo que no es capaz de consolidar una postura mayoritariamente constitucional y nacionalista, no puede ser ignorada como si de un tabú mal disimulado se tratase; las verdades hay que enfrentarlas, aunque causen vergüenza al principio. Tenemos que hacer lo que quizás ningún país ha hecho: reconocerse a sí mismo y públicamente como colectivo, que hemos errado el camino, y que rectificar supone andar una ruta totalmente distinta a las andadas; hacer lo que ninguna nación ha hecho antes, es quizás la manera de entrar en la historia de la humanidad como la gente que fue capaz de superarse y levantarse de su pantano, sin hacerle la vida miserable a otros. La diferencia entre una critica destructiva y estéril, y una constructiva y aleccionadora, es solo la disposición que ponga la mayoría para actuar en pro de ello.
Parece simple, pero lo cierto es que no estamos listos aun para eso.
Tenemos que comenzar a desmontar los mitos, como quien debe retirarse con dolor y entereza, los restos de una piel quemada y descompuesta para dar paso al nuevo tejido definitivo y salvador; tenemos que descoser los clichés que nos han tapado los ojos ante las verdades que primero debemos reconocer, y eso sin caer en el desgaste inútil de acusar a cualquiera de haberse equivocado, ni mucho menos buscando que un bando actual, prevalezca sobre otro, pues ambos son parte ya de un ciclo nacional que debe terminar.

En todo caso, esto debe pasar sin perdonar ningún acto corrupto e injusto emblemático, si es que queremos estar en paz con nuestro pasado de forma colectiva. Tenemos que comprender que nadie estará dispuesto a sacrificar algo en su vida y familia, si los demás no lo hacen, y para que esta condición se materialice, es menester que la justicia sea ciega, mientras actúe, trabaje, y castigue, pues de lo contrario, ningún esfuerzo o iniciativa irá más allá de una mera, -como dicen por aquí-, "salida de caballo, y parada de burro".


Recuerden que hay aún tiempo, pese a todo lo que se nos atraviesa por la mente y el corazón. Eso es lo único que la vida no nos quita, aunque hay que reconocer que probablemente el dolor se hará mayor conforme sigamos postergando lo inevitable, como quien se niega a extirparse un tumor maligno, aferrándose a la esperanza de que alguna yerba de último momento, le ahorre el trauma de la intervención quirúrgica. 

En todo caso sigo viendo, -a la luz de las escenas que a diario podemos ver en la prensa-, en la gente que no cesa de aparecer en cada oportunidad que tienen, en un saqueo, en una invasión, en la sumisión para hacer colas injustas, o en la candidez para aceptar las mentiras de los políticos y autoridades del país, como su propio cáncer potencialmente mortal.

Dios nos guíe.

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