Lo digo porque ninguna acción sistemática en el
plano político de una nación, llámese revolución o llámese resolución a
progresar con sensatez y sentido común elemental, puede ponerse por encima de
la ley, y en todo caso, no puede supeditar el progreso de una sociedad
nacional, a su adhesión a un movimiento político particular, dependiente de una
persona, de un líder.
Traigo esto en el presente momento, -no sin dejar de sentir extrañeza por ver tan
solo a un periódico venezolano, haciendo referencia a ello-, por el
siguiente fragmento (sin descontextualizarlo
yo…), de las declaraciones de Chávez, a propósito del acto de conmemoración del
24 de junio:
"El chavismo ya
no es Chávez, el chavismo es el patriotismo, ser chavista es ser patriota, los
que quieren patria están con Chávez, no tienen otro camino"
EL UNIVERSAL, domingo
24 de junio de 2012 01:58 PM
Aprovecharé otra frase del presidente, manifestada a través de su cuenta Twitter, hace varias semanas, "Critiquen al gobierno, pero apoyen la revolución", para manifestar lo siguiente:
En mi opinión, si esta soberbia demostrada sin
miedo por el presidente, no hunde cualquier proceso serio y sostenido de cambio,
nada lo haría.
Con su afirmación, acaba de escribir el
epitafio de una revolución.
Cuando morirá esta etapa, sin embargo,
dependerá de la gente, y del grado en que comprendan lo importante que es
identificar el concepto de patria, únicamente con Venezuela, y con su historia,
acrisolado todo ello en un solo conjunto de valores republicanos superiores a
todos nosotros, y por ello, justamente posibles de sobrevivir y a través del
tiempo, a pesar de nuestros egoísmos individuales y colectivos, productos de décadas
de desaciertos.
Chávez comete un error elemental, y se aleja
raudo de la visión de Bolívar. Jamás El Libertador condicionó el proyecto de unión
americana, a un término tan subjetivo como el de, por ejemplo, “bolivariano”, en algún tipo de alusión
directa a su obra personal, como soldado del proceso de independencia en aquel
entonces. Con esto, el actual
presidente colocó a la noción de “chavismo”, por encima del de “revolucionario”,
y así comienza la degradación final del mal concepto revolucionario ejercitado
hasta ahora, en sí mismo.
Desde un punto de vista amplio, su declaración
es necesaria, para dar el siguiente paso lógico en una sociedad que desea
progresar: vivir el desengaño de una ilusión distorsionada por el tiempo y los
actores que la protagonizaron (incluyéndonos a nosotros mismos, por acción u
omisión).
Los venezolanos deben cuestionar las
afirmaciones de bando y bando; deben evaluar donde está el verdadero eje de la “revolución”
que requerimos, dependiente de todos nosotros, y no de unos pocos, o
peor, dependiente de un líder que se hace a sí mismo de facto, centro del
universo ideológico de una nación, al llamar por su propio nombre, al sentido más
excelso del patriotismo, según él.
Sigo pensando que una revolución real en Venezuela,
seria aquella que impusiera por acuerdo colectivo, a la constitución y a las
leyes, después de Dios, como techo de
nuestra sociedad, convirtiéndose así en una estructura incapaz de ser pisada
por alguien. Es como si decidiéramos con ello, montarnos todos en un mismo,
enorme y poderoso barco, en vez de hacerlo sobre millones de escuálidas e
individualistas canoas, pretendiendo enfrentar con ellas, la tormenta que se
mantiene delante de todos.
“La verdadera revolución,
es la aplicación de la ley, bajo un mandato divino y realmente bolivariano,
donde las necesidades de cada uno, sean atendidas.”
El poder de cada uno,
suma el poder colectivo; la atención a cada ciudadano, es la atención al
colectivo; escuchar a cada habitante, es escuchar a toda la sociedad, cuando se
suma cada necesidad.
Chávez ha dado a este país un conjunto de
acciones valiosísimas, que hasta su llegada, se mantenían flotando en la difusa
conciencia colectiva, sin que nadie actuara para llevarlas a la práctica, como
pasos necesarios para progresar con sensatez; lo demás, lo que se hizo y lo que
se dejó de hacer, todo aquello que frustró y frenó en verdadero progreso,
alejado de dependencias foráneas, y de concepciones nacionalistas mas
fantasiosas que sensatas, alejadas por cierto del elemental sentido social
bolivariano contemplado magníficamente en la constitución, son las que nos han
llevado al actual estado de cosas, donde somos testigos de un revolución que pudo
terminar bien, si desde el principio, se deslastra del mesianismo que hasta
hoy, la ha caracterizado, y si desde su comienzo, se hubiera puesto una fecha
para su autorevision y sustitución, ya por un proceso adaptado a una nueva
realidad, con nuevos actores, y con nuevos presidentes, todos ellos ya
trabajando en pos de una estrategia venezolana, autónoma, orgullosa de sus sacrificios
y de sus aciertos.
Nada de eso ha ocurrido. Hoy, llamarse
revolucionario, pero no chavista, es cometer suicidio si se dice en público, aunque ello es lo correcto.
Decir que la revolución continuará aún sin Chávez, es buscar que te den una patada,
o que te boten de tu trabajo, o que te discriminen, o peor, que te llamen escuálido
apátrida, aún cuando la realidad fuera justamente lo contrario. La frase “Con Chávez todo, sin Chávez nada”,
representa la némesis de lo que una revolución venezolana, hubiera demostrado
al mundo: que se es posible progresar, sin derramar sangre, pues bastaría sudor
y esfuerzo mancomunado, sin discriminación, sin diferencias sociales, y
resueltos todos a limar las diferencias halladas en el camino, en todo sentido
y en cualquier limitación que se detectase.
Creo que la sensatez, el cultivo de los pilares
fundamentales de la familia y sociedad de nuestra Venezuela, sin sometimientos más
allá de Dios y la constitución, son las únicas vías. Chávez lo ha reafirmado así
sin pretenderlo, y a su pesar, con su última y lacónica frase célebre.
Decídanse ustedes a marcar la diferencia (y que
conste que no hablo de Capriles y sus pretensiones políticas), a no ser mas
chavistas u oposicionistas, para por fin ser venezolanos, juntos todos. Sea
Dios el gran océano de nuestras esperanzas por donde navegar, y la constitución
la poderosa vela de nuestro gran barco nacional. Vayamos todos juntos.
Es la humilde petición de un amigo, de un
compatriota.
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