martes, 5 de junio de 2012

Una pequeña reflexión, a propósito de la pérdida del Esequibo.


Sé que no lo hemos perdido oficialmente, pero vamos en ese camino, y para ello solo me basta “trazar una línea”, a través de los puntos que en la historia diplomática y política venezolana, el gobierno de Hugo Chávez está dejando.
No acepto que por razones de hermandad y solidaridad latinoamericana, sigamos dando estúpidos y blandengues pasos en lo que debería ser un afirme camino de reclamación de nuestra soberanía sobre ese territorio.
Sencillamente estamos ante una cruda realidad: El Esequibo es un espejo donde podemos ver nuestra actitud mediocre e infantil como sociedad, sumida en un país que directamente como consecuencia de ello, es tremendamente subdesarrollado.
“Aunque la mona se vista de seda, mona se queda”, dice el refrán. Nada más cierto. Nos engalanamos con leyes y una constitución que daría vértigo por lo avanzada de estas, a otras naciones, pero ni por un momento nos bañamos en sus bálsamos. Preferimos enriquecernos con su sangre negra, -el petróleo-, que en el imaginario colectivo, no tiene dueño, y puede ser tomada para sí, cada vez que nuestros egoísmos se visten de ladrones al meter las manos en las arcas del estado.
Estamos perdiendo el Esequibo, y hemos metido en el baúl del recuerdo, nuestros asuntos limítrofes pendientes con Colombia, ignorando sus abundantes agravios en nuestra contra.

Independientemente de sus buenas intenciones latinoamericanas, el presidente debería asumir las consecuencias de propiciar este desparpajo en nuestra actitud, -estimulado por el mismo-, a sabiendas de que eso trae consecuencias negativas cuando se pretende aplicar en una nación con una sociedad débil en su identidad.
No se me ocurre algo que lo pueda aproximar más a un acto de traición a la patria que este.
Debe tener mucho cuidado. Muchos llaman a la tolerancia y al perdón de cara a establecer una nueva alianza entre los venezolanos, pero yo les digo con humildad, que hay un límite para lo que se debe olvidar y dejar atrás. Sobre todo si nos empeñamos en no aprender un carajo de la historia de nuestro país, y de los errores que cometemos.

El Esequibo es de Venezuela. Guyana no tiene derecho a forzar la barra en lo que a sus posibilidades territoriales existen.
El Golfo no tiene más dueño que nosotros. Colombia solo debe aceptarlo y de una vez por todas, centrarse en atender y resolver sus propias calamidades sociales.

Cada día que la Asamblea Nacional deja pasar para atender estos asuntos, al igual que el presidente, es un día que pesa como yunque en el saco de miserias que se empeñan en arrastrar y hacernos arrastrar. Esto debe detenerse algún día. 
Les pregunto a ustedes: ¿Cuándo?

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