Sé que no lo hemos perdido
oficialmente, pero vamos en ese camino, y para ello solo me basta “trazar una línea”,
a través de los puntos que en la historia diplomática y política venezolana, el
gobierno de Hugo Chávez está dejando.
No acepto que por razones de hermandad
y solidaridad latinoamericana, sigamos dando estúpidos y blandengues pasos en
lo que debería ser un afirme camino de reclamación de nuestra soberanía sobre
ese territorio.
Sencillamente estamos ante una
cruda realidad: El Esequibo es un espejo donde podemos ver nuestra actitud
mediocre e infantil como sociedad, sumida en un país que directamente como
consecuencia de ello, es tremendamente subdesarrollado.
“Aunque la mona se vista de seda, mona se queda”, dice el refrán.
Nada más cierto. Nos engalanamos con leyes y una constitución que daría vértigo
por lo avanzada de estas, a otras naciones, pero ni por un momento nos bañamos
en sus bálsamos. Preferimos enriquecernos con su sangre negra, -el petróleo-, que
en el imaginario colectivo, no tiene dueño, y puede ser tomada para sí, cada
vez que nuestros egoísmos se visten de ladrones al meter las manos en las arcas
del estado.
Estamos perdiendo el Esequibo, y
hemos metido en el baúl del recuerdo, nuestros asuntos limítrofes pendientes
con Colombia, ignorando sus abundantes agravios en nuestra contra.
Independientemente de sus buenas
intenciones latinoamericanas, el presidente debería asumir las consecuencias de
propiciar este desparpajo en nuestra actitud, -estimulado por el mismo-, a
sabiendas de que eso trae consecuencias negativas cuando se pretende aplicar en
una nación con una sociedad débil en su identidad.
No se me ocurre algo que lo pueda
aproximar más a un acto de traición a la patria que este.
Debe tener mucho cuidado. Muchos
llaman a la tolerancia y al perdón de cara a establecer una nueva alianza entre
los venezolanos, pero yo les digo con humildad, que hay un límite para lo que
se debe olvidar y dejar atrás. Sobre todo si nos empeñamos en no aprender un
carajo de la historia de nuestro país, y de los errores que cometemos.
El Esequibo es de Venezuela. Guyana
no tiene derecho a forzar la barra en lo que a sus posibilidades territoriales
existen.
El Golfo no tiene más dueño que
nosotros. Colombia solo debe aceptarlo y de una vez por todas, centrarse en atender
y resolver sus propias calamidades sociales.
Cada día que la Asamblea Nacional
deja pasar para atender estos asuntos, al igual que el presidente, es un día
que pesa como yunque en el saco de miserias que se empeñan en arrastrar y
hacernos arrastrar. Esto debe detenerse algún día.
Les pregunto a ustedes: ¿Cuándo?
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