Cuando la asamblea nacional finalmente le dio autorización al presidente para realizar el viaje del que acaba de regresar de Cuba para recibir su tratamiento, también ocurrieron varias cosas:
1.- La asamblea nacional mostró en sus respectivas parcelas políticas, sus mayores debilidades, al momento de argumentar a favor o en contra de dicho viaje, en las condiciones que ellos suponían (!), ocurriría ese traslado, es decir, sin ningún tipo de cesión de poder por parte del primer mandatario hacia el vicepresidente, y con ello les sacó a todos los radicales, el piso donde precariamente se paraban a atacar o, a defender ciegamente, según el caso.
2.- Paralelamente, el presidente realizaba un consejo de ministros en Miraflores, desde donde evidenció su influencia política sobre el parlamento y su visión dominante del conjunto gubernamental y estatal, haciéndose el desentendido ante las actuaciones con que los mismos legisladores aprovechaban esa oportunidad para “lucirse” frente al que también es jefe del partido.
3.- Prevaleció el aspecto “político tradicional” sobre el aspecto legal, lo cual genera unas preguntas: ¿Qué justifica políticamente pasar sobre lo legal? ; cuándo se establece la constitución como concepto fundamental de la república, a través de una idea articulada y congruente, que está basada en nuestra historia y principios intangibles, ¿No es acaso precisamente para que se cumpla a cabalidad, aún por encima de las circunstancias más difíciles?, o acaso, ¿Existen ciertas “condiciones” en donde dejamos de ser república para poder garantizar justamente la existencia de esta?
Pienso contundentemente que no.
En definitiva, este episodio político nacional, que involucró al ejecutivo y al legislativo, con los demás poderes incapaces de reaccionar por sí mismos, es muestra clara, inequívoca, de cómo están las cosas en nuestro país y en nuestra concepción básica de republica, sin necesidad incluso de establecer si ello es en un sentido positivo o negativo. Eso lo puedo dejar a vuestras conciencias.
Si, comprendo que este episodio se comenzó a escribir, -por definirlo de alguna manera-, con la presunción de que el presidente estaba enfermo, y que su estadía en Cuba, como lo declararon luego, obedecía a eso. Comprendo igualmente que su regreso, así como las reacciones de la oposición, y las reacciones solapadas de quienes detentan poder tras, y a propósito del mismo presidente, ayudaron a darle forma al camino por donde los siguientes movimientos presidenciales debieron darse.
Comprendo el por qué de los frenazos que ciertas aristas de la política interna y externa del país, experimentaron ante la ausencia presidencial.
Comprendo más que nunca, que la evidencia de un país soportado anímicamente por un solo hombre, quedó al desnudo, y cómo aquel cuento de un rey arrogante que se creía cualquier cosa que lo adulara, así estuviera en su desnudez expuesto al ridículo, de la misma manera la nación se hizo la que no pasaba nada, con tal de no aceptar su medular y fundamental debilidad expuesta, allá donde no debería ocurrir.
Se que alguno podrá pensar que la oposición si reaccionó, pero solo lo hizo en la medida en que su rutina de ataques y descalificaciones, -casi siempre sin bases fundamentales-, se alteró, por no tener nada que decir por iniciativa propia; es decir, sin un Chávez que les de "comida", como aquel granjero que le arroja maíz a sus gallinas, y estas corren raudas hasta donde se los arrojaran. (Recordarán que hablamos de esta conducta ya hace unos meses).
A veces escuchar a los diputados, a los ministros y al mismo presidente, sin dejar por fuera a los gobernadores y alcaldes, es tan tedioso –por lo predecible-, como entrar a escuchar un discurso pregrabado, que tú mismo hubieses escuchado previamente 10 veces. Así, la política venezolana se ha vuelto predecible en lo que no debería existir: Su incapacidad para atender aquellas debilidades republicanas que nos hacen tan vulnerables e influenciables. Insisto.
Volviendo a los puntos con los que comenzábamos esta reflexión, pudimos ver en esa oportunidad, como los diputados del oficialismo se desgarraron las vestiduras con rimbombantes exclamaciones de admiración y sumisión al líder absoluto, como si ello los exonerara de las inconsistencias políticas, y de su limitadísimo trabajo legislativo, exacerbado esto por la presencia de una ley habilitante que pierde día con día, su ya de por si débil justificación para existir. Hombres y mujeres todos ellos que seguramente no tendrían suficientes razones que mostrar para su elección, sino contaran con el único portaviones que ha tenido Venezuela: Hugo Chávez.
De los diputados oposicionistas, no puede decirse nada mejor: Fue patético observarlos limitarse a ir en contra del presidente, más no en contra de su proceder cuestionable en términos de estricta legalidad constitucional. Discutir si el presidente está o no “capacitado” para gobernar desde Cuba, o desde la luna, no era el punto; lo era que gobernar un país requiere absoluta “conciencia”, y así solo estuviera 7 horas sedado para una operación, un curetaje o cualquier cosa medica por el estilo, ello conlleva legalmente, una incapacidad para gobernar, lo cual debería ser suficiente razón para traspasar, -aunque fuera por un día-, todo el poder ejecutivo, al vicepresidente.
A Ud. Sr. presidente, con todo respeto, le digo: “No es lo mismo estar dormido en la noche, que le pueden llegar y levantarlo, que estar anestesiado en medio de un quirófano donde nadie puede llegar a despertarlo, para avisarle que alguna nación nos está invadiendo. No es la misma vaina, ¡así que no me las confunda!”.
Por eso, no haga chistes malos de esa situación, porque se los escuché claramente durante aquella innecesaria cadena nacional donde el legislativo andaba de brinquitos para lucirse…
Volviendo al punto, dejarlo a él (al vicepresidente) y a otro funcionario, con “poderes” para expropiar y firmar cheques de poca monta, no es entregar el poder; eso no es más de lo que sería dejarle al conserje de Miraflores, un cheque con 1000 Bolívares fuertes, para que compre los periódicos que crea conveniente para ese mes.
Todos los políticos parecieran a veces niños que sabiéndose poseedores del mejor joystick de un videojuego, no quieren soltarlo, y condicionan el uso del mismo por sus compañeritos, a una demostración de su fidelidad y camarería de juegos…
Creo que es buen momento para recordar que de un luchador social que ni siquiera cobra un sueldo, de un negociador que no está dispuesto a violar la ley, pues solo puede negociar tiempos de ejecución y los compromisos asociados a estos, con la venia de la base trabajadora, a un político clásico, de los que tienen cuentas bancarias injustificables, solo hay un pequeño paso, pero que debe darse sobre un profundo abismo.
¿Cuál es el miedo entonces a soltar el poder?; ¿existe en realidad ese miedo?; una nación republicana que no depende de líderes, mesías, ni jefes, porque se lleva por la sumisión de su colectivo únicamente a su constitución y sus leyes, impregnadas socialmente de ética, solidaridad, amor, perdón y honor, no debería temblar ante la sustitución temporal en la cadena de mando, al pasar éste poder de un eslabón, a otro.
Por estas cosas les digo amigos míos, que la actual política, sobreviviente aún de la cuarta republica, sigue envolviéndose en peligrosos tecnicismos a la hora de activarse frente a eventos como este de la enfermedad del presidente, o de la reelección hasta el infinito de cualquier funcionario seleccionado por esa vía. Eso no es menos truculento que aquella ocasión en la que el antiguo congreso de Venezuela, separó las elecciones presidenciales de las legislativas, en una clara treta para procurar debilitar a un entonces candidato Hugo Chávez, que ya “amenazaba” con arrasar en cuanta elección se realizara, dada precisamente, la inmoral manera de gobernar que se estaba dando.
Recordemos pues, que la constitución es para cumplirla a rajatabla, sin excusas, ni mucho menos, con la mentira de tecnicismos legales que siempre salen de la boca de un oficialista lame botas, o de un oposicionista sin razón, destetado antes de tiempo.
Sigo convencido de que nada de lo que ha sucedido hasta ahora en nuestra nación, no ha sido sino para mejorar nuestra visión y nuestra habilidad para definir los trazos firmes con los que la dinámica de una sociedad verdaderamente madura, exige para escribir sus propias reglas, y el legado que tras este, va quedando, para sus hijos.
El presidente puede estar en la luna o en órbita baja alrededor de la tierra, como la estación espacial internacional, pero no así lo debe estar el alma que mueve a nuestra nación. Si ello está ocurriendo, entonces la profunda revisión que requerimos hacernos, es más urgente de lo que pensamos.
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