¿Será cierta esa Venezuela toda
bella que pintan sus gobernantes “revolucionarios”,
al mejor estilo de los “noventosos” Teletubbies?:
“Prados verdes, cielos azules, quizás con una bandera hermosa y soberana,
ondeando con el viento de la esperanza por lo bien hecho, entre criaturas
coloridas y bien alimentadas que solo gozan de la suprema felicidad social…”
¡Puras mentiras!.
El necesario final de la “Venezuela
1.0”
El cierre de un ciclo que debe iniciar con el primer revocado de la
historia.
¿O será que prefiere ser derrocado?; ¿Pero acaso puede haber una
rectificación política y ética a través del estamento militar, existiendo una
cúpula ministerial de la Defensa tan comprometida con el actual manejo de poder
y del cual ellos mismos disfrutan y se benefician?;
¿Será por estas reincidentes conductas
en la historia venezolana el por qué las asonadas militares son dadas por los por
mandos medios?
¿Dentro del necesario final de lo
trágicamente actual, es en realidad requerido un final marcado por un cliché
militarista?; ¿O el grado de control obtenido mediante la distorsión del
concepto “cívico-militar” gestado por Hugo Chávez y reforzado por Nicolás Maduro,
es precisamente garantía de que ello nunca ocurra?
Y si ello no ocurrirá, entonces, ¿Cuál
es la alternativa para salir del atolladero moral y ético?
De lo que no tengo dudas es que ya
no se trata de estar ante un Estado-nación fallido, y ni siquiera de estar ante
la idea de que el país se descalabra; el asunto es que ya está deshecho;
ya
es una nación disfuncional, con un jefe de estado profunda y
negativamente afectado e incapacitado por el poder y la manera en que llegó a
éste, resultando en una “nación” incapaz hasta hoy de ejercer
coordinadamente fuerza alguna en una dirección de progreso dada bajo el
apalancamiento de un mandato constitucional.
No hay Republica en Venezuela, y esto, por muchas
explicaciones o argumentaciones que algunos quieran ofrecer para desmentir lo
que afirmo, no servirá de todos modos para cubrir la realidad inobjetable de un
país que no es capaz de operar ya como tal, dentro de una estructura legal ni
siquiera medianamente acatada, y ello ha traído una consecuencia nefasta: Difícilmente
alguien puede hoy hablar de la realidad y ser capaz al mismo tiempo de ofrecer
un conjunto de directrices sobre lo que hay que hacer, sin pasar por
estupideces como el “dialogo entre ciegos
y sordos”, el “perdón de lo
imperdonable”, y quién sabe qué otros epítetos cada uno más alcahuetas y
diplomáticos que el otro, -para nada transparentes-, que no hacen más que
dificultar el ver las acciones simples y éticas (pero duras y exigentes), que deben tomarse por la calle del medio, alejadas
de las conveniencias de los antiguos bandos que se han alternado el poder hasta
hoy.
Seguir hablando de las
estupideces y sin sentidos de un “pervertido
y ahora embriagado por el poder heredado” como Nicolás Maduro, o del
vicepresidente, o de la canciller, o del hermano de la canciller, del defensor,
de la fiscal, o de las disque “autoridades” del CNE, o en definitiva, de
cualquiera de los testaferros operadores políticos, judiciales o militares que
abundan en el entorno de poder instaurado desde hace rato de manera
inconstitucional en Venezuela, estructurado en un régimen dictatorial “light” (que
descubrió que pararse con la cachucha militar con cara grave frente a una cámara
de TV, al estilo siglo 20 ya no es necesario para gobernar bajo la egida de los
intereses de quienes mandan), es ya definitivamente perder el tiempo, es “llover
sobre mojado”, y en todo caso, es convertir las explicaciones redundantes y
repetitivas en una especie de “Medidor de
perdición nacional”, pues en cuanto más gente necesite aún que
expliquemos el por qué los que gobiernan perdieron representatividad y
legalidad desde el momento mismo en que Chávez manipuló el segundo referéndum
consultivo en los años dos mil, es porque tanto más tiempo necesitamos entonces
seguir sufriendo en este infierno producto de la torpeza de las masas no
sujetas a la visión republicana y de la ambición de los que tienen y disfrutan el
poder político o económico.
Ya todos aquí en Venezuela
sabemos que el gobierno y quienes lo lideran y apoyan directamente tras
bambalinas, son inútiles mercenarios de la miseria que merecen únicamente un
juicio justo y la muy probable sentencia que deberían pagar frente a nuestros
ojos, en cárceles con cerco de ciclón y cámaras de TV que nos permitan ver que
siguen presos, mientras que nosotros nos aguantamos (al menos con el aire del consuelo que surge de saber que la justicia si
renació y es aplicada), los sacrificios necesarios para lograr enmendar en
un tiempo razonable y con hitos de revisión y logros, los entuertos y
sufrimientos, los muertos y las injusticias, que nunca debieron ser necesarias
para llegar al mismo punto donde tenemos que decidir implementar una corrección
y progreso real y medible no cada 6 años con el majadero que se siente en
Miraflores, sino anualmente con el premio del reconocimiento o el castigo del
revocatorio automático a quienes gerencian las soluciones; nuestras soluciones.
No puede seguir la nación siendo
gobernada como si de un partido político de pocas voces en un país bananero en
desarrollo se tratara. O damos muestras de nación con pensamiento desarrollado,
capaz de planificar el propio futuro de su sociedad a través del consenso y el
respeto entre todos, o nos resignamos a vivir en el infierno que de a poco
estamos construyendo en Venezuela.
Cuando la capacidad para creer en
los políticos se acaba, (como ocurre hoy
en Venezuela), es porque el tiempo de cambiar llega, y sin posibilidad de
postergación.
No teman: el “vacío político” no existe; no creer en
el Gobierno (ni en la oposición que sobreviviendo aún hoy, fue también
progenitora de los personajes de la revolución “quintofijista” que resultó ser
el movimiento chavista), no implica que falten hombres y mujeres que quieran
poner la ética y las buenas costumbres por delante de todo, sin estar atados a
los orgullos y arrogancias de creerse con la razón absoluta que no necesita oír,
ni dar, ni pedir permiso a los demás.
El mayor peligro hoy, es el mismo
que existía antes del “Caracazo” y del golpe de estado frustrado de los que
acompañaban a Chávez en el 92: La costumbre de ver a las mismas caras
gobernando sin importar los desaciertos que arrastraran consigo. (Como un mal
razonamiento en manos de quien no se quiera a sí mismo: “Mejor malo conocido, que bueno por conocer”).
Aunque el referéndum revocatorio
tarde en llegar, no olviden dos cosas: 1:
No sería fácil hacerlo en un entorno dictatorial light como el presente (las
pruebas ya están entre nosotros); 2:
Aunque fuera el año que viene, es decir, en el 2017, (y no en el 2016 donde
legalmente corresponde y es lo constitucional hacerlo, independientemente de
los argumentos levantados por quienes por cierto perderían), igual este no resolvería
con su ejecución inmediata, ninguno de los problemas existentes, de un momento
a otro, sin primero andar un poco por un camino no libre de dificultades y
sacrificios.
Lo importante es dejar en claro
que Maduro debe salir del poder
ejecutivo y pasar a la historia primero, como el primer presidente revocado de la historia de Venezuela, y
segundo, como el presidente juzgado
directamente por traición a la patria, por continuar con las entregas de
soberanía, territorio y recursos, iniciadas con premeditación y alevosía por el
gobierno de Hugo Chávez.
Mientras, como ironía del destino,
quienes más se beneficiaron de los mecanismos apaciguadores creados debido a
los “miedos” de la revolución a los alzamientos populares, (la comida barata, las
misiones tras misiones y las exoneraciones en el racionamiento eléctrico
mientras el resto del país se comía “las verdes”), Caracas y sus alrededores como Capital sobrepoblada en un país
centralizado hasta los huesos, y levantada –llegado el caso-, contra un
gobierno para derrocarlo, serán quienes deban derramar posiblemente la
mayor cuota de sangre, en el caos inicial del proceso de cambio que pudo (y por
pocos instantes aún, puede ser), por la vía democrática, nacional y electoral, a
fin de prescindir de los servicios de tan mal gobierno actual, como de tantos
cómplices sobre los que se mantiene en pie.
No deberán temerle al armamento
anti manifestaciones (comprado a China en
cantidades industriales con el mismo dinero que ellos nos prestaron), ni
temerle a los grupos de civiles armados que aliados del gobierno han armado
hasta los dientes.
Sin dudas queremos salir de ellos
(de todos), por la vía democrática y pacífica, porque aún hay tiempo, pero si
no es así, solo una pregunta les puedo hacer:
¿Se aguantarán toda esta tragedia
hasta que ustedes se mueran enfermos o de viejos y la hereden a sus hijos, (mientras
los hijos de ellos florecen en la abundancia de lo robado), o buscarán
concretar una tercera vía como salida sin importar cual sea el costo que como sociedad y país podemos pagar?
La lógica es clara: Si
la solución pacifica no se concreta, su espacio será ocupado por las opciones
violentas.
¿Es necesario llegar allí cuando
aún la paz puede tener oportunidad?
No hay comentarios:
Publicar un comentario