En
el proceso inevitable de la debacle nacional (dado que las verdades aún no se han dicho y ello se mantendrá así en tanto
exista un resquicio de interés de no “herir” susceptibilidades por el interés de
ganar los votos precisamente de los susceptibles), es bueno aprovechar al
menos una estupidez de las soltadas por Maduro para aclarar un punto clave en
cualquier cosa que pretendamos hacer para salir del entuerto republicano y
existencial en el que nos estamos ahogando:
Maduro
dice que hay que generar más riquezas, y yo digo que se equivoca.
Voy
a comenzar con unas simples preguntas: ¿Si genero más riqueza en medio del cuadro político,
jurídico, ético y económico actual, no se va seguir gastando y robando exactamente
en lo mismo y por los mismos?
¿O
aún hay alguien que diga lo contrario y necesite unos años más quizás de otra “bonanza
petrolera”, para descubrir que realmente todo se lo robaron y dejaron que otros
también robaran?
Y
a propósito de esto último, les hago otra pregunta: ¿Cuándo se den cuenta de
que en efecto, TODO se lo robaron (y TODO el que tuvo oportunidad robó), lo que
se va a comenzar a decir es: “Aquí lo que hace falta es un tipo con
pantalones y botas militares para que arregle esto”?
¿Va
a ser así?;
¿El viejo y nauseabundo círculo de “la debacle - el golpe - la bonanza -
la corrupción – la impunidad y un nuevo golpe”, girará otra vez alrededor
de nuestros cuellos ya estrangulados por la realidad que nos pisa sin
misericordia?
Todo
esto viene al caso porque al contrario de lo que dice el “científicamente” comprobado
incapaz de Nicolás Maduro, No hace falta generar en este momento más riqueza,
pues de lo que se trata es de ADMINISTRAR LA RIQUEZA QUE YA SE TIENE.
No
podemos perder las perspectivas: En Venezuela hay demasiado dinero y recursos,
solo que se ven empequeñecidos ante la avaricia y el derroche constante del que
hacemos gala como Nación y República. Nunca ha tenido sentido que un país petrolero
que le entra dinero a manos llenas por la venta de ese recurso y de paso
mantiene un enfermizo control cambiario por más de diez años, adicionalmente se
endeude mediante créditos, -unos tras
otro y cada uno más grande que el otro-, en una orgía de recursos a los que
finalmente hay que inventarles destinos y beneficiarios inescrupulosos; eso por
si solo es evidencia de la incapacidad que se ha manifestado con los años para
que nosotros mismos administremos y auditemos nuestros recursos con sabiduría,
y eso tiene que cambiar, si queremos seguir siendo medianamente independientes.
Si
lo que entra al fisco no alcanza para el nivel de gasto que se tiene (habida cuenta que existen pruebas
suficientes que demuestran que hay gastos y desviaciones de recursos
injustificados), pues sencillamente (aunque resulte duro e implique
sacrificios temporales), debe dejar de gastarse lo que se tiene más allá de lo
prudente.
Debemos
volver a lo tantas veces manifestado en este blog: “Si ganamos un Bolívar, no
podemos gastar dos”
La
relación es sencilla, pero durísima de asimilar.
Ciertamente
será difícil dejar de gastar más de lo que ingresa, aunque más duro resultará
el evitar que el dinero sea desviado y robado (lo que es tan malo como cuando
es despilfarrado), antes de que terminemos (como lo hacemos ahora), pagando con
los dineros de la República, la deuda extranjera que termino siendo generada
por nuestros propios ladrones políticos y conectados a estos.
Contrario
a lo que sostiene Maduro, la diversificación del ingreso llega sola cuando las políticas
son las correctas y equilibradas; esa riqueza se crea cuando el marco jurídico se
estabiliza y da muestras de rigurosidad al aplicar la Constitución y las Leyes;
de allí surge precisamente toda la fuente que restablece la confianza y la
credibilidad en el sistema republicano hoy vapuleado y destruido en su
superestructura.
Verán
que al restituir la República a través de una “Venezuela 2.0”, hasta el dinero
robado por bandidos que comienzan a caer en las garras de la justicia, iniciará
el largo pero seguro camino de la repatriación. Por simple decencia propia, no
podemos permitir que ni una casa comprada en USA o España, Costa Rica o Panamá,
se mantenga a nombre del corrupto o el testaferro que la compró. Nuestras
buenas relaciones diplomáticas incluso tendrán que depender de ello; pasar por
ese crítico filo de justicia, ansioso de demostrar a sus conciudadanos, que la
impunidad no será más.
Insisto:
La riqueza monetaria que ingresará o será repatriada, debemos entender que solo
puede ser consecuencia de la extinción de la impunidad como expresión regular
de la inmoralidad, y ello DEBE pasar por la necesaria exposición pública y
notoria de los culpables de corrupción, de sus botines, de sus juicios, y de su
posterior encarcelamiento sin beneficios ni indultos. (Necesario será crear el canal por cable “Cárcel TV”, para que cualquier
venezolano pueda comprobar por el mismo que la justicia está en movimiento y
ejercicio)
No
puede haber dialogo si ello implica acuerdos innombrables; no puede haber trato
alguno que signifique perdonar a quien se sabe que es culpable de corrupción y
robo de dinero, por no decir aun menos si por sus negligencias, inocentes
murieron en las calles u hospitales, sin dejar a un lado lo casos aun más
graves de entrega de soberanía y territorio, por acción u omisión, y que
califican (esos sí y verdaderamente), como “traición
a la patria”.
Si
queremos un nuevo modelo, este debe partir de cosas nuevas y nunca vistas en el
país como formas de demostrar que no habrá más oportunidad para el robo y el
comportamiento anti ético sin castigo.
Mientras
un solo ex presidente, ex ministro, ex militar, ex juez, ex alcalde, o en
definitiva, cualquier funcionario/comunero a cualquier nivel, salga impune de
un señalamiento por corrupción comprobables, NADA en realidad habrá cambiado, y muy probablemente TODO siga igual en la esencia misma de
lo que nos condena a caminar en círculos de subdesarrollo y miseria.
Si
en esta equilibrada y deseada perspectiva política para el país, logramos que “por
cada Bolívar obtenido, impedimos que se roben o desperdicien diez”, veríamos
como la riqueza material (distinta y necesariamente
diferenciada de la riqueza republicana en lo moral y ético), se hace
suficiente y hasta en exceso.
Una
cosa es procurar un sistema de gobierno equilibrado (ya contemplado en la constitución, -y para nada con espacio para
alternativas improvisadas y personalísimas, plagadas de clichés ideológicos que
ocultan por igual a los que ambicionan poder-), buscando evitar que la
injusticia arrolle a las personas en medio de sus desventuras sociales, y otra cosa
muy distinta es pretender mantenerles una “sonda
anal” insertada a cada ciudadano hasta el cerebro para que dependan todos
juntos económica y mentalmente del Estado y de los que tras ello, impulsan esas
políticas populistas llenas de “etapas
necesarias pero premeditadamente concebidas para el bien social”, a fin de
mantenerse ellos mismos como elementos necesarios,
irreductibles e inseparables del poder
de la nación, en aras de la supuesta “felicidad social”.
Creo
que aún hay algunos millones de venezolanos y extranjeros cedulados como
nacionales, que no están preparados -y por tanto no dispuestos-, a soltar la
cuerda de la que sus respectivas concepciones de país justo, penden del entramado
revolucionario que Chávez construyó y procuró imponer sin resistencia alguna,
al no existir una alternativa que aún anidando en la oposición, argumentara un
camino distinto, por lo que esos millones aún no están preparados para lo que considerarían
como una “exposición voluntaria” de sus propias yugulares políticas, ante lo
que pareciera ser un enorme vacío conceptual alternativo real, tangible.
Esta
última realidad es la que parece sugerir que aún como sociedad (fragmentada y
cada vez más resentida/crispada), no se está listo como para exigir y al mismo
tiempo auditar, los cambios requeridos en la República.
Debido
a esto, el camino de la “representatividad” posiblemente siga predominando como
estrategia de trabajo en tiempos que forzosamente serán agitados y rápidos, (como
estos han sido lentos y reprimidos), posiblemente en detrimento del concepto
participativo que quisiéramos, y ello casi inevitablemente ante la poquísima confianza/credibilidad
de los personeros que en la Venezuela actual, se levantan como políticos más o menos
sensatos. (No doy nombres, porque no los
he conocido aún), pero por sus
huellas y frutos, les conoceréis…
Como
en una trillada y barata historia de fantasía épica para leer un domingo, sigo
viendo a Maduro y a los que él representa (el
resto de los depredadores políticos; no
al pueblo), en el papel del “destructor de mundos”; esa la criatura torpe
pero maligna necesaria para que la historia tenga sentido, al crear la
adversidad extrema que finalmente hace que los héroes dejen sus diferencias a
un lado, y trabajen juntos…
Medio
país voto por poner a Maduro en el poder, creyendo que la bonanza imaginaria seguiría;
ahora todos pagamos el alto precio de aquellos que fueron incapaces de buscar
en el consenso, el destino bueno de la República de Venezuela.
No
siento dolor por aquellos que sufren conmigo y que nos hacen mayoría sumidas en
la subsistencia; siento impotencia por lo que siendo menos, se han llevado todo
para disfrutarlo, ante nuestra mirada descoordinada.
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