miércoles, 11 de mayo de 2016

La Venezuela inconstitucional; esa donde ya no hay donde exigir el cumplimiento de la ley.

El durísimo camino para llegar a la “Venezuela 2.0”

Era inevitable que en los estertores del final anunciado, comprado con la devaluada y mal acuñada moneda del “Cuartofijismo” y el “Quintofijismo”, la sociedad terminara perdida en su propio laberinto, incapaz de conseguir opciones para continuar el statu quo autoimpuesto.
Y en ese laberinto donde viven los que más, -y son arrastrados el resto-, no hay tripleta más poderosa presente que la formada por el conjunto-pareja Maduro y Cilia, en comunión circunstancial con la cofradía erigida sobre la figura de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia y el ministerio de la defensa.
Debido a este pacto de intereses existente, todo lo demás que pueda ser llamado estado y gobierno es ya accesorio, incluyendo a la neutralizada (por torpeza reiterada de sus integrantes), asamblea nacional.
NOTA:
De esta asamblea mayoritariamente de oposición hay que decir que pese a los pronunciamientos ajustados a derecho, e intenciones claras de buscar aire para una gobernabilidad, lo cierto es que han dejado demasiadas puertas abiertas para que el oficialismo actual se cuele y continúe haciendo lo que le viene en gana aún en abierta confrontación con la constitución; las actuales manipulaciones en contra del referéndum, son un ejemplo de ello.
Hasta tanto la oposición deje de verse a sí misma como la alternativa al oficialismo, solo por no haberse establecido una tercera vía, no habrá posibilidad de crecimiento real; tan solo seremos testigos de un correr de arruga, pero en otra dirección a la que utiliza el gobierno al presente.
Error constituye en la actual oposición considerar que su crecimiento supone un apoyo directo a sus planteamientos políticos, más que al castigo electoral meramente; igual yerro cometen los que anunciado un referéndum, suponen el fin de todo, como si la remoción de un presidente supusiera una crisis, y no una salida prevista constitucionalmente, a una coyuntura de gobierno, cuando este no sirve.

Todas las demás minorías que ayudan a administrar el poder en el país, orbitan alrededor de este triple núcleo de intereses y componendas levantado sobre los huesos de Chávez, a imagen y semejanza de lo que él creó para sí mismo como única interpretación de gerencia político administrativa. La polarización resultante de un país cosido a partir de retazos de “tela social”, con puntadas de hilo impune y discriminador, que ahora se deshilacha por doquier dando el desenlace no deseado mas si esperado, a pesar de un trabajo que más que eficiente, solo es la resultante de la complicidad de todos.
Nada que hacer ya para evitar la debacle con los actores y libreto de la pantomima presente.
Nunca personas con menores trabajos políticos de relevancia a sus espaldas como currículo, habían llegado tan lejos (Cilia y Maduro); nunca nadie había logrado coordinar los intereses innombrables de tantos, para lograr el beneficio neto de pocos.
Venezuela se termina de derrumbar como nación que jamás dejo atrás el capullo del capricho y la soberbia resultante. Lo que logre prosperar en este territorio y con esta población variopinta y sin demasiado sentido de país, no debiera llamarse más Venezuela, porque los cambios requeridos para la sobrevivencia son tales, que los más viejos aún vivos difícilmente la reconocerían como su país de origen. Acaso si los términos computacionales se utilizaran en lo que a naciones se refiere, tendríamos que describirla como una “Venezuela 2.0”.
No se resistan a una verdad que por no terminar de comprender, no los hace libres.
Ya de facto no existe gobierno como tal; únicamente una administración gobernante atomizada en cientos de esferas de intereses y poder, donde más o menos las fuerzas militares se mantienen neutrales en cuanto a exigir legalidades absolutas, actuando más bien y casi a coveniencia de si mismas, como garantes de las ruinas de un gobierno central, al tiempo que las personas viven sus propias vidas, devorándose socialmente las unas a las otras. La intentona de coordinación nacional en beneficio de las mayorías, (enmarcada en la segunda etapa de la cuarta republica, y denominada “revolución” o como le llamo ahora: “Quintofijismo”), lejos de haber logrado buenos frutos, (más allá de ideas concretas pero atomizadas en una diáspora de instrumentos que rápidamente fueron asimilados por la inmoralidad de la función pública sin ética), solo automatizó y llevó la corrupción a un nivel de proporciones bíblicas al estilo de “Sodoma y Gomorra”, tal como a la impunidad anteriormente acumulada había bastado para desembocar en eventos como los del 27F/87 o el ya famosamente nefasto 4F/92.
Hemos aprendido a engañarnos incluso con lo que no podría ser ocultado; la desfachatez se hizo norma, mientras que la verdad se convirtió en peligrosa expresión que no llevaba a mucho.
Una sociedad toda acostumbrada a vivir con el goteo remanente de una riqueza cuyo chorro inmedible se quedaba siempre en el camino de los bolsillos de todos cuantos podían arrimarse a la fuente infestada de corrupción. Una sociedad envidiosa ahora de quienes tienen mucho, y reacia a probar otra opción que no sea la del sendero más expeditamente fácil para también tener. No hay pues, camino honorable y ético que pudiera en estas difíciles circunstancias,  salvarse de la salpicadura de una injustica continúa hecha impunidad, con el acto de lo antisocial hecho valor de vida (desde la infracción de tráfico, pasando por el bachaqueo, hasta llegar al cobro de comisiones en todo).
Es duro hablar de estas cosas, pero insisto queridos compatriotas, en que no deben temerle a la idea de aceptar TODA la realidad, pues es de hecho el único camino. No hay otro.
El daño estructural nacional está anidado en lo más profundo de una sociedad que no consigue justificar el sacrificio que ahora es necesario hacer para salvarse; nuestra incredulidad hacia un orden real y practico mas allá de nosotros mismos como individuos en una comunidad conceptualizada en el marco de una nación que se llame Venezuela, hace precisamente que todo esfuerzo termine como el agua que se quiere guardar en cantimplora de cuero roto.

La marginalización de todo, mientras que no ve luz institución capaz de evitar la salpicadura de la corrupción, son muestras contundentes del “final de los tiempos” de lo que desde años llamamos con tanto desparpajo como Democracia. Un oficialismo tan incompetente como el oposicionismo que lo adversa, no son más que ingredientes inevitables de una bomba de tiempo que sin matar de inmediato, explotará y herirá profundamente a todos, solo para que mueran de a poco desangrados. (En sentido figurado, claro).

Necesario parece ser todo esto para que afectado cada uno sobre este país, no haya quien no levante su voz para exigir ya no justicia o comida, luz y trabajo, sino mecanismos inalterables para poner en práctica instrumentos que hagan inviable la corrupción, la inoperancia, la falta de ética y la impunidad que trae la injusticia no ya dejada libre a su albedrio, sino ejercida con premeditación y ambición, característica de nuestros tiempos.

Nos hemos acostumbrado como colectivo disperso, a buscar nuestro camino en medio de la oscuridad, únicamente mirando al suelo, y alumbrándonos si acaso con la luz de una vela. Jamás hemos practicado a lo grande nuestros más acallados sueños sociales, mientras manteníamos la visión y la voz crítica sobre quienes asignábamos estas tareas republicanas. Nunca hemos buscado el potente haz de luz de la ética para escudriñar mas allá de nuestros horizontes diarios de supervivencia, aunque ello quemara nuestros empequeñecidos ojos por la oscuridad aceptada, y eso nos ha condenado al actual estado de las cosas.
Hasta que los sueños de grandeza no vengan de la mano de una igualmente grandiosa honestidad que señale culpables y les haga pagar, no habrá cambio real. No se trata ya de “dialogo nacional”, de “concertación entre hermanos” o de “indultos y amnistías”, pues sin el castigo ejemplarizante, salido de la “dictadura de la constitución”, no habrá posibilidad alguna de construir tan siquiera el primer ladrillo necesario para erigir la tan necesitada fe nacional.
No sigan viendo la sinceridad como un insulto, mientras que a la alcahuetería como una virtud.
Ya no se trata de un “sálvese quien pueda”, pues es más bien cosa de un “agárrense de donde puedan”, porque lo que no querían que llegara, está aquí: La visión de un pueblo condenado a sí mismo a sufrir, por no haber pensado con cabezas frías las cosas.
Apenas quedan instantes para modificar el duro final; casi nada.

Eligieron a Barrabás, y la historia nos ha dicho lo que pasó.



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