“No hay rio manso que no se vuelva violento,
cuando sus agua son represadas en lo que parecieran inmensos e infinitos diques
de injusticia e inmoralidad, solo para ser liberadas repentinamente por el colapso
de aquello que no puede existir al mismo tiempo que la noción de una republica”.
Las aguas de una
sociedad amargada y maltratada, no pueden ser represadas para siempre.
Solo
son palabras mías; solo son reflexiones en medio de este flotar en “la nada” nacional
que no quiere dejar de ser, que pareciera no quererle dar paso a otra cosa,
quizás más productiva, quizás más constructiva; solo “la nada” a cambio de tanto sufrir silencioso y no planificado ni
voluntario como si de un sacrificio se tratara, ofrecido al altar de la
inutilidad.
No
hay manera, pasado los años que han transcurrido en Venezuela desde el golpe de
1992, la llegada al poder de Chávez y su casi institucionalizado “…si lo que necesito para vivir no lo puedo
comprar, me lo apropio”; o del arribo de Maduro, para finalmente detenernos
en el “…dejar hacer” del torpe oposicionismo nacional que por más de 20 años de
inútiles peroratas de brabucón frente al espejo, el considerar ahora al asunto
de la frontera, más allá de un vulgar “fronterazo”, al más triste estilo del “Dakazo”,
ocurrido previo a las elecciones municipales pasadas en el país.
Es
que si observan con no demasiado detenimiento, verán que no hay medida
gubernamental que como escupitajo de cara al viento, no se les devuelva y
embarre.
No
obstante toda esta realidad, y pese a que este cuasi “ataque epiléptico gubernamental de frontera”, sin medida política/económica/social
alguna que lo preceda y lo suceda, se ha dado además sin que se detecte,
aprenda y enjuicie en el tiempo transcurrido a los cabecillas de todo el
aparataje contrabandista de este lado de nuestra frontera, el gran problema,
-tan enorme que casi no se le logra diferenciar del entorno que nos rodea-, sigue
imperturbable en tanto consiguen las mayorías, explicación suficientemente “racional”
en el conjunto de argumentos externos que oposición y gobierno defienden:
Culpa de Colombia (los inmigrantes, el contrabando y el abandono fronterizo);
Culpa del Imperio (la guerra económica),
Culpa de Gran Bretaña (lo del Esequibo),
Culpa
de los “bachaqueros” (la escases de
alimentos),
Culpa del gobierno (según la oposición), y
Culpa de la oposición (según el gobierno).
En
resumen, seguimos ante el enorme “barco” donde la mitad de la gente rema en un
sentido, mientras la otra mitad lo hace en la dirección contraria, garantizando
así la futilidad de tanto esfuerzo que no lleva finalmente a ninguna parte.
Mientras
todo esto ocurre como prueba de nuestra incapacidad para realizar una
introspección colectiva, nos negamos a darnos en los dientes con la piedra de
la verdad:
Los
inmigrantes los dejamos entrar nosotros;
La
inflación y toda política económica, la ha manejado el mismo gobierno desde
hace 17 años;
La
frontera no han podido/sabido defenderla los militares, debido a la intromisión
de la política por encima de los mandatos que la constitución expresa.
Los
bachaqueros existen, porque no hay ley, orden, economía estable y precios
razonables defendidos por políticas realistas;
Gran
Bretaña y el Imperio hacen lo que pueden para defender sus intereses, mientras
nosotros (gobierno, oposición y todos los demás), no hacen nada por defender
desde hace décadas, lo nuestro.
Esta
queridos compatriotas, es la verdad:
TODAS
NUESTRAS DESGRACIAS COMIENZAN Y TERMINAN EN NOSOTROS MISMOS.
TODA
NUESTRA ESPERANZA, PASA POR LO QUE PENSEMOS Y DECIDAMOS HACER.
Aunque
Colombia tenga gran responsabilidad en como ha hecho las cosas para que
millones de sus ciudadanos no lo piensen mucho y se vayan de su país y busquen
algo mejor o menos complicado de alcanzar en otra nación, no es excusa para que nosotros aquí le demos cobijo sin
exigir nada a cambio a tanta gente; aunque la pregunta suene xenófoba –que no
lo es, pues la autodeterminación de los
pueblos es un derecho universal, que no tiene por qué violentar el derecho
a la acogida de refugiados-, hay que hacerla: ¿Si hubiéramos mantenido control
de nuestras fronteras desde hace muchos años, y 5 millones de personas menos
vivieran en el país, como estaríamos?
Desde
la firma del protocolo de Puerto España, -ese que congeló virtualmente el
reclamo sobre el Esequibo-, hubiera sido aprovechado el tiempo para construir
un sólido caso de reclamo territorial, con incorporación real de la tierra y la
población a un plan de desarrollo, ¿No podríamos estar ahora ante una situación
similar a la de Crimea, ahora anexada por autodeterminación de su pueblo, a
Rusia?
La
conveniencia es madre de los peores pecados, y amamantadora de las mayores mentiras.
El
fuerte, intimo e innegable compromiso de las FANB, con el actual y dañino
“statu quo” dominante en la sociedad venezolana y en todas nuestras fronteras,
es ejemplo de lo que es y no tenía necesidad de existir. Ahora todo pareciera
ser inexplicable, como si la respuesta a la pregunta de por qué llegamos a este estado de las cosas, sobrepasara
nuestra credulidad.
Sirva
a nuestra condición de parálisis, el viaje alegre
y lleno de colados con dólares CADIVI garantizados que el adjudicado
presidente Nicolás Maduro se llevó en su nuevo viaje por Asia, en la insaciable
búsqueda de más dinero divorciado de cualquier plan estratégico realista y
soberanamente apoyado por las mayorías.
Ver
a una familia completa viendo una película pornográfica de sexo duro en la sala
de su casa, sería tan escandaloso como lo que atraviesa el país en la
actualidad, y sin embargo, nada pasa.
No
hay moral ni ética capaz de accionar un cambio en el presente. ¿Por qué?
¿Cuánta
miseria habrá que pasar para que las cosas cambien?
¿Tan
bien funciona la sarta de mentiras que intercambian los gobiernos de Colombia y
Venezuela, para distraer exitosamente a la sociedad venezolana-colombiana? (y lo digo por los 5 millones de ellos
que habitan con nosotros).
Yo
estoy dispuesto a sacrificar mi paz y mi solvencia económica en Venezuela, y
hasta la de mi familia ante los cambios que se requieren, solo si me
garantizan que los mal nacidos que se han robado el dinero público, serán
señalados, perseguidos, detenidos y enjuiciados, quitándoles todo lo que se ha
cogido y castigados de acuerdo a la constitución y las leyes.
¿Es
que acaso hay otra manera de retomar la confianza en las instituciones?; ¿No es
acaso ese el principio de una rectificación profunda que suponga frente a
todos, el fin de la inequidad, y el comienzo de los justo?
¿Qué
van a argumentar para decirme que no tengo derecho a exigir esto?
¿Por
qué ustedes se conformarían con menos?
¿Por
qué el país está así, y nada republicano ocurre?
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