Vamos
para seis meses desde que este funcionario, (como ejemplo “supremo” de aquellos
que detentando cargos públicos notorios, pueden violar la más elemental forma
de ética y aún seguir impunes), expresara con los términos más soeces
posibles aquel desprecio por quienes le adversan, y aun así logra mantenerse
inamovible en el alto gobierno, como muestra fehaciente de que quienes le
rodean, aceptan y convalidan dicho lenguaje y actitud.
Entiendan
que esto es un asunto elemental; tanto como lo es en una familia, el que un
hijo/hija maldiga sentada o sentado a la mesa, y los padres no hagan nada para
corregirlo y hacerle ver su falta.
Si
existe otra escala para medir la desfachatez social y gubernamental que existe,
es precisamente esta situación, y desde ya propongo que graduemos este nuevo
instrumento con la “Escala Chaderton”
(P.D:
La escala de inutilidad, propongo que la establezcamos en grados “Maduros”; la
del caradurismo, debería venir en grados “Cabello”)
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