La realidad es esta: El sistema eléctrico venezolano es como una buseta, micro, bus o colectivo, según prefieran llamarlo, que siendo viejo y obsoleto, con mas horas a cuestas de las permitidas, sigue rodando y repleto de pasajeros, pues incluso lo que no ocurría antes (llevar gente colgando por fuera), ahora lo hace. Por supuesto, el vehículo tiene piezas nuevas y otras de segunda mano, que se han comprado e instalado de varias maneras, con lo cual la vieja máquina de transporte público, sigue funcionando y prestando su servicio, aunque lo haga en una ciudad muy distinta a la que décadas atrás, llego siendo nuevo.
Hoy, esta unidad está desfasada, y pese a que funciona y cumple su cometido, lo hace con tiempo extra sobre su vida operativa real. Mientras, los usuarios se han ido acostumbrado a tener que bajarse para empujarlo a veces, o para descansar del calor mientras el chófer lo repara.
Ya no da para más, pero lo siguen usando, y el chofer, -que vive de el-, siempre con cara de autoridad, continua afirmando que está perfecto, y en condiciones optimas de funcionamiento; “hace días le hicimos el motor nuevo!”, como si ello decretara la eterna juventud de viejo y cansado vehículo. Ya la autoridad competente que autoriza su uso fue debidamente sobornada y muy presta firmó y selló la autorización de circulación respectiva. Ya los fiscales ni lo paran en la calle, porque ellos mismo lo usan para transportarse.
Dicen que hace falta un nuevo vehículo adaptado a las necesidades de la ciudad de hoy, pero nadie termina por comprarlo, pese a que el dinero ha estado por allí más de una vez. No se sabe si lo usaron para comprarle piezas viejas al obsoleto vehículo, o si habrán sido desfalcados por malas manos.
Mientras, el pueblo todo sigue acostumbrado al viejo bus, resignados a despotricar e insultar al chofer, solo cuando se queda por una falla.
Sigamos así, que vamos bien…
Reconocer las fallas y caminar sobre la rectificación del camino, no es lo mismo que reconocer las fallas, decir que hay que rectificar, y seguir en lo mismo.
Aun hay oportunidad para mejorar, pero debemos asumir nuestras fallas con paciencia y con algo que no tenemos a menudo: Disciplina.
Seguramente hay una manera de modernizar el sistema eléctrico nacional, sin que otras naciones se aprovechen de nosotros, junto con sus transnacionales. Seguramente habrá una manera de no destinar 1000 millones de dólares, sin que 800 sean dilapidados y desviados a bolsillos particulares o a proselitismo político.
Seguramente habrá una manera de poner en práctica toda la buena intención de las políticas socialistas, sin que sus logros sean distorsionados por personalismos, o erradicados por intereses mezquinos acostumbrados a ganancias desproporcionadas.
Nos ha costado tanto, que de hecho proseguimos cómodos en el mismo y desajustado vehículo, contentándonos con vivir en el, cambiarlo de color, llamar camarada en vez de chofer al que lo maneja, y cambiarle el nombre una y otra vez a la misma unidad, mientras que por supuesto, cada vez mas asientos en la parte de atrás se llenan de funcionarios públicos que aumentan día a día la cantidad de papeleo necesario para transportarse en el, con unas entradas donde con mayor frecuencia hay personeros cobrando peaje, influencias con el colector y un largo y desagradable etc.
En suma, hay que mejorar el sistema eléctrico con algo más que lo hecho o intentado hasta ahora. Es tomar lo mejor hasta hoy, y mezclarlo con lo aún no implantado pero que técnicos y planificadores del sector, saben que es lo acertado. No hay otra vía; no hay soluciones reales “importadas”.
Mientras decidimos sobre este importante tema, -una vez más-, la Caracas electoral pesa más que el resto del país, y con ello se salva de ser lanzada a la hoguera del racionamiento. Una comodidad peligrosa y engañosa, que engorda y hace perezosa a la otrora Caracas revolucionaria, ahora arrogante pero ingenua, si esa combinación es posible.
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