Las elecciones de este fin de semana en nuestra Venezuela, no solo representan una oportunidad para el cambio de personajes que gobiernen o regenten el país (olvídense de un cambio profundo en la mentalidad, que aún no llega ese momento); también llega -como en el caso de la tanquilla que ilustra a esta entrada del blog, y con el permiso de los roedores que no tienen culpa de la analogía que hago-, el instante donde veremos el resurgir de viejas "ratas" (escondidas en el territorio nacional o venidas del extranjero), rodeadas por las "nuevas", mientras otras se pintan el pelaje para cambiar convenientemente de bando.
Todo esto lo digo porque descubriremos quizás -por las malas-, que no habrá descanso, y ello sucede a su vez por el hecho desgarrador de que aún no llegamos a donde debemos arribar: A ese estado de las cosas donde el compromiso social por la libertad prevaleciera, en el marco de una nación regida por un concepto de venezolanidad, bajo el manto de una rigurosa aplicación de su ley.
Tengamos cuidado con las ratas; las hemos dejado gobernar y administrar el Estado de forma escandalosamente corrupta; tanto, que hasta un Nicolás Maduro pudo llegar al poder, mientras un Juan Guaidó llegaba a liderar a la oposición.
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