(*):
“Feria”, porque pese a todas las elecciones, seguimos sin tener en nuestras
manos el futuro del país.
Mientras
el día de las elecciones controladas por el régimen llega, las piezas siguen acomodándose
para darle la vuelta quizás a la “moneda” electoral, sin que ello signifique un
verdadero cambio en el valor de ese instrumento social.
Veamos:
I:
El problema de la falta de opciones para volver a ser una nación mediante el ejercicio
de la soberanía con pragmatismo y visión geopolítica.
Estemos
claros que María Corina Machado (“MCM” en
lo sucesivo) se ha quedado enfrentando todo y a su entender y capacidad, donde
los demás huyeron, se acomodaron o se afiliaron directamente a las formaciones políticas
o militares del chavismo-madurísmo; eso le da un merito que no puedo ni deseo quitarle.
Ahora bien, la pregunta es la misma que con Chávez en su momento: pareciendo
ellos la solución a ciertos problemas nacionales, en el caso de MCM, ¿quién la
controla y le pone la cadena corta si resulta en una intención de cambio de
rumbo excesivamente acorde a los intereses de otros agentes foráneos?
Estamos
en esta situación: o no está nadie agarrando de raíz los problemas, -atendiendo sus orígenes-, o alguien está
callando a propósito las medidas radicales que hay que tomar y que tomará (y por supuesto, no me refiero a Maduro, pues
éste es tan inútil como Guaidó a la hora de cambiar algo para evitar
prolongarlo).
¿Nos jugamos el futuro
en esa apuesta que no controlamos con el comportamiento que nos ha
caracterizado hasta ahora, eligiendo y “esperando” a que hagan lo que la
mayoría ni siquiera sabe que hay que atender y hacer?
Sin
dudas que con un supuesto triunfo del candidato de oposición, algunas cosas cambiarían,
pero: ¿lo harían en la dirección correcta?;
¿vamos hacia una construcción soberanista clara, o solo hacía la sucursal territorial
mansa y genuflexa que desean otros países que nos miran con desprecio?
(Insisto: olvídenlo; ningún país nos
quiere fuertes y soberanos; NINGUNO).
No
me señalen de ser negativo; sólo procuro ser realista y arriesgarme a vuestro
odio por atreverme a verificar que ustedes están pensando por sí mismos, porque
observo que la brecha entre lo que debe
ser, y lo que creemos que debe
ser, solo se ha ensanchado, en nuestra contra por ahora, por supuesto...
II:
El barco escora hacia la derecha con la actual oposición venezolana, como si el universo se tratara solo de izquierdas y derechas; nada de
equilibrio en el horizonte.
Mientras
el Sr. Edmundo afirma que estamos en proceso de retomar “el rumbo correcto en
nuestra democracia” (sugiriendo con ello
que nunca hemos estado fuera de ella y por tanto, justificando en esa misma medida
al “democrático” régimen de Chávez y de Maduro), MCM afirma sin rubor que
mudará la embajada venezolana en Israel a Jerusalén de ganar las elecciones, en
abierta contradicción con la ONU, pero en alineamiento perfecto con Israel y
EEUU; ¿Medida táctica conveniente para
contar con los servicios secretos israelíes a su favor en este proceso
eleccionario que puede tornarse violento, o franca sumisión a los mandatos de
unos protagonistas mundiales, como ha hecho Javier Milei en Argentina?
El
problema de fanatizarse (parcializarse)
en una u otra dirección política, es que se tiende a despreciar todo lo que haya
hecho el “oponente” (falla grave en una nación
donde todos deberían estar “empujando” en la misma dirección), aun si fuera
política o estratégicamente correcto (aunque
mal llevado).
Recuerden:
No somos soberanos en la medida en que nos doblegamos a las tesis estratégicas estadounidenses
o de cualquier otro país, aunque como estamos geográficamente y hasta
socialmente bajo la influencia geopolítica de los Estados Unidos de NA, eso nos
ha puesto una venda a todos en los ojos, como sociedad.
III:
¿Y si Nicolás Maduro retorciese y negase el resultado electoral?
Por
último, lo más perturbador por el miedo que infringe en la masas: ¿Y si el actual líder del régimen, -ilegalmente
encumbrado como presidente desde el mimo inicio tras la muerte de Chávez-, cumple
sus bravuconadas y suelta a los perros de la violencia y la ignorancia a
masacrar a la gente?; ¿es posible
esto?
Sin
duda que para el caso de un déspota y una hipotética leal cúpula de mando
militar, ello sería la oportunidad perfecta para sacar del juego a todo adversario
u opositor, y lograr así la fundación definitiva y abierta de un régimen mafioso
bajo fachada socialista y de falsa bandera soberanista.
El
asunto aquí lo definen solo dos elementos: 1.- La decisión de la cúpula militar
venezolana tras el acto electoral, en una dirección u otra, y/o 2.- La
determinación social a sacrificar lo que sea con tal de darle termino a la
etapa “5ta republicana” / chavista-madurista.
La
manera fácil es la “1”, que sólo exige sumisión al que venga al poder; la
manera cruenta es la “2”, que requiere de determinación y de una claridad que
está por verse que poseamos;
La
primera manera no depende de nosotros; la segunda sí;
La
segunda nos exige esfuerzo y vigilancia tras el acto de levantamiento y
actuación; la primera nos requiere solo de hablar en voz baja y ver si nos
llevan al país que deseamos (suponiendo –insisto-,
que lo tengamos claro en el imaginario colectivo).
Si
toda la feria electoral se reduce a una simple aunque tensa elección presidencial,
con breve crisis y cambio de régimen, habremos podido ganar un respiro, pero no
la respiración completa, porque en ese instante, -aunque hayamos cambiado de dirección política-, también habremos ratificado
-si no levantamos la voz de la
autocritica decidida a cambiar las
cosas-, que estos pasados 25 años de “revolución”, fueron totalmente “democráticas”,
y ese será el primer paso para de facto estar corriendo nuestra propia “arruga
social” del reconocimiento de los errores que cometimos, y por tanto estaremos
ante el triunfo temporal del conformismo, que eventualmente podrá escribir
nuestro epitafio en caso de que no rectifiquemos: “No supieron ser libres y
mantenerse así”.
Decidamos
y luchemos. No hay otra manera digna. Los tiempos del temor al ejercicio de la
violencia en aras de la libertad deben quedar atrás. No hay otra manera para
que los bandos nos tengan miedo, por nuestra resolución apasionada a ejercer la
justicia entre nosotros.
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