Esto
que escribo lo hago con mucha responsabilidad, a sabiendas del trance político
que está radicalizando el sentir de un país en toda su extensión, torpedeado
sin cesar por la negligencia que nos rodea, y que nos ha llevado a la oscura y
perturbadora coyuntura de la confrontación, donde las victimas con nombres y apellidos,
familias y amigos, van quedando en el camino tras cada choque asimétrico entre
un gobierno cada vez más cómodo con su postura dictatorial a lomo de militares
cebados, y una oposición disminuida por el raquitismo resultante de la falta de
ideas distintas a las de la pérfida cuarta/quinta república.
Sin
importar dónde cae un venezolano victima de la intolerancia en cada
manifestación, todos tienen en común el ser parte de esa gran mayoría que en
medio de la estupidez política resultante, ha quedado metido de lleno en la
tragedia, mientras que como quien se ahoga, busca desesperadamente una bocanada
del valioso oxigeno libertario que le permita seguir viviendo.
Cuando
las marchas se vuelven el único camino de protesta, el sendero del desgaste también
queda abierto, y como en las guerras, el tortuoso sendero de la paz únicamente puede
ser escrito y acordado por los sobrevivientes. Ninguna marcha que busque
protestar por la opresión del régimen, puede terminar con éxito, si no cuenta en
sus filas con el balance entre las masas que antes pertenecían a bandos
diferentes, pero que bajo el ideal de una visión republicana superior a ellos
mismos y al pasado, -debidamente encaminada por el liderazgo que surja de sus
propias filas-, termine pidiendo con contundencia soberana, el mismo clamor de
justicia, progreso y libertad decente de expresión.
No
hacerlo así, predispone el escenario para que cada participante actúe como
carne de cañón que puede verse inmolado allí donde la intolerancia de las
fuerzas involucradas arrase con la cordura o con la crítica.
NOTA: En los actos donde los
acontecimientos terminan en choques, ha de considerarse con cuidado el
protagonismo adquirido por los extremos políticos (derechistas o izquierdistas),
pues obviamente estas minorías no manifiestan mediante marchas, ya que ellos
solo promocionan y apuestan por el conflicto final y la aniquilación de la otra
parte, en una suerte de ojo por ojo y diente por diente, y todo ello como una
consecuencia directa de estar algunas minorías atrapadas en medio del juego
político que se evidencia atascado en todas sus manifestaciones
socio-institucionales pacificas (jurídicas) concebibles.
Por
estas cosas es que las marchas del oficialismo, que desde hace tiempo son convenientemente fabricadas en las mismas
fechas que las declaradas por la oposición para su propia marcha, son
orquestadas sin ningún tipo de escrúpulo con la única finalidad de anular y
desanimar al adversario político, en vez de buscar la conciliación que la letra
constitucional exige del pueblo; en el otro lado de esta “moneda”, aunque la
oposición se ha lanzado cada vez con mayor coherencia a manifestar en la calle,
pasando sus organizadores a un papel más protagónico al frente de las mismas, no
han acertado aún todos sus supuestos protagonistas en lo más elemental para el
éxito rotundo de cualquier marcha: lograr como decíamos, un mensaje que esté
más allá de ellos mismos, y que logre aglutinar en el proceso y en un solo
movimiento civil, una manifestación de calle incesante y no asociada al
aposicionismo, donde conjugados líderes críticos antes de ambos bandos, puedan
exigir con coherencia constitucional, sin ser constantemente avasallada en el
proceso por la GNB y la PNB.
Del
gobierno transformado en dictadura incipiente sabemos que no podemos esperar ya
nada distinto. Están absortos con el
poder heredado y no quieren soltarlo. Sin referéndum, ni elecciones de
gobernadores y alcaldes (aunque con
capacidad de ser reelegidos hasta el infinito), ya poco importa si hay
elecciones como tal, o si el gobierno dice que habrá elecciones presidenciales,
puesto que una simple reflexión lógica nos permite entrever que mantenida la
crisis económica inducida por las propias decisiones gubernamentales, la consecuente
“emergencia económica” se mantendrá mas
allá del 2019, y con ello el pretexto adecuado y “perfecto” para postergar la
mencionada elección.
(Maduro
parece estúpido, pero no lo es: Sabe
que si va a unas elecciones, llega “detrás
de la ambulancia”, o dentro de ésta).
Quizás
a consecuencia de todo esto, de la MUD hay que decir también lo siguiente:
Siguen encasillados en manejar un mensaje rígido, (en “blanco y negro”), que no tiene manera de penetrar efectivamente
en el pueblo hasta hace poco chavista, porque como están dichas y escritas las
cosas, la oposición venezolana en su mayoría se antoja casi como una secta religiosa, que pide mediante el
acto del “arrepentimiento por los pecados”
y el “exorcismo de sus viejos líderes”,
a que los “conversos” del chavismo asistan a su manifestación en muestra de
sumisión a la “palabra divina” de la misma MUD, y simplemente así no sirve;
no se puede pedir eso, porque la oposición hoy no representa una alternativa
incuestionable, sino más bien meramente el “otro lado” en la concepción
miniatura y sin salidas de la misma “moneda falsa” que desde la caída de Pérez
Jiménez, se nos ha vendido como revolución y como contrarrevolución, ambas
siempre “dueñas de la verdad absoluta y
del mayor cúmulo de bienestar posible para todos”. (No olviden que
tanto adecos como chavistas, han manejado desde hace décadas el término
“revolución” para identificar sus movimientos y acciones de gobierno).
Esto
es justamente lo que hace -y precisamente
no las acciones del oficialismo, pese a todo-, el que generalmente las
marchas de oposición no terminen más que cansadas y heridas por tanto darle
vueltas a Caracas, mientras las “autoridades” les lanzan indiscriminadamente
bombas lacrimógenas y violencia desmedida, sin que se pueda llegar a ninguna
parte en concreto (aunque con cada una se
exponga aún más el carácter dictatorial y represivo que ha elegido el régimen);
es justo eso lo que los tiene divagando en el desierto de las ideas y los
liderazgos en el país, sin que por mucho esfuerzo que se le ponga, y ganas
honestas de que cambien las cosas, se concrete lo anhelado.
La
cosa es simple: No podemos aceptar que el pueblo ponga los muertos y los
liderazgos dizque políticos, pongan el dialogo y los acuerdos de última hora, como quien clava puñaladas por la espalda.
Así ha sido siempre, pero puede dejar de serlo si lo decidimos.
Aquí
nadie en general ha deseado un golpe de estado u otra salida violenta (por aquello de que finalmente alguna minoría
extremista probablemente le tomaría también gusto al poder conseguido). La
inmensa mayoría silente, (nosotros, que
salimos a marchar, o a escribir, o a pintar o difundir por la red alguna
consigna), lo que hemos deseado es el uso y ejercicio del derecho a elegir
por la vía del voto para cambiar las cosas, y
admitamos por cierto que no porque seamos precisamente un pueblo elevadamente “democrático
y pacífico”, sino más bien porque el individualismo que nos ha caracterizado
como sociedad debido al establecimiento del reino de lo impune e injusto, ha
empujado a toda la nación a la sobrevivencia, lo cual está en directa
confrontación con la idea de un pueblo cohesionado que se levanta para proponer
y poner un orden superior en su propio país, a costa de lo que sea. (Quizás el hambre que padecemos termine por
cohesionarnos y obre “milagros” en la masa expectante, aún a pesar de las
mediocridades de sus líderes…)
Es
una diferencia muy sutil pero sin embargo profunda, la que separa ambas
concepciones sociales; una pared traslucida, que se ha mostrado imbatible hasta
hoy, consiguiendo con ello el mantenimiento del statu quo de lo injusto y a las
minorías en sus lugares privilegiados, a
hombros siempre de una mayoría que actúa más con mansedumbre, que con
convicción de ser la garante de la soberanía del propio conglomerado social que
hace.
Dificilísimo
se antoja el camino que permita construir una alternativa distinta a las dos
opciones simples y primitivas que en primer lugar se le presentan a las sociedades;
la izquierda y la derecha terminan
siendo como lo vemos en Venezuela, antagonistas que se odian aunque se
necesiten en copula permanente para mantenerse oscilando alternativamente en el
poder.
Pero
eso es solo una ilusión: solo es tan difícil como lo es para cualquier ser
humano, comenzar a hacer algo distinto.
Es
necesario decirle a las mayorías, a gente
como ustedes y como yo, que padecemos “aparentemente” por separado las penurias
de los desaciertos de tan pocos amarrados al poder, que debemos marchar
juntos, no para quitar a Maduro y poner
a uno de la oposición; no para decir que vamos a arrasar con todos, sino que
vamos juntos a exigir el cumplimiento de la palabra de la ley para que los que
delinquieron, paguen por sus fechorías; no para decir que vamos a pedir
elecciones anticipadas para elegir a un nuevo presidente, sino que vamos a
llamar a constituyente para elegir una junta de gobierno que canalice en el
plazo de un año o un semestre nada más, la restitución del verdadero hilo
constitucional que en realidad nunca se puso en práctica, mientras la asamblea
constituyente corrige los entuertos que se permitieron incorporar en la
constitución, al tiempo que detallamos los mecanismos de accionar de los
referéndum, del artículo 350, entre otros.
No
hay otra forma de cambiar las cosas; no quiero aceptar que la actual “moneda”
con sus dos caras falsas y devaluadas, vuelva a girar en el aire para decidir
en aparente acto de fortuna, el rumbo que Venezuela tomará en los próximos
años.
El
país requiere de una decisión, y no de una precisamente escondida en medio de
una elección reducida a las dos opciones “menos malas”. El equilibrio de las
cosas esta siempre mas allá de las partes, concentrándose indefectiblemente en
el centro donde yace el balance de lo moral, de los ético y por tanto de lo
justo para un pueblo. Lo demás es fantasía distractora que arrastra a los
dispersos e incautos; una especie de habitante de Venezuela que en pleno siglo
21, ya se antoja obsoleta y en vía de extinción.
Elijamos
un cambio real, y no meramente arrojar la moneda al aire para decidir nuestros
destinos.
Mi
sentido pésame a las familias que en el día de hoy, 19 de Abril del 2017,
perdieran a un ser querido, en medio de este conflicto fratricida que deberá
tener culpables y condenados en justa ley.
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