domingo, 26 de junio de 2016

Solo si trascendemos los arquetipos de la cuarta y la quinta republica, seremos libres.

Como en una cosecha, necesitamos aprender a recoger solo lo bueno.
A lo largo de estos años, hemos precisado la condición que han personificado, primero los que fueron gobierno durante la “cuarta república” (AD, COPEI y el Chiripero restante), y luego a los que viniendo del vientre de ese periodo (más o menos de 1958 a 1992), dieron origen a una “quinta república” (MVR, PSUV y su respectivo “Chiripero”), caracterizada por ser como un “espejo” del primero (pero con los colores y los personajes invertidos), pues estaba constituida por personeros que resultaron educados en, o conversos por, ese periodo cuartorepublicano, llevando esto como resultado al levantamiento y caída (una vez más), de otro periodo de gobierno a expensas fundamentalmente del buen precio petrolero y de la consecuente capacidad para inyectar recursos económicos en una sociedad que ha permanecido incapaz de exigir y aprovechar estos dineros entregados (con las respectivas “alcabalas” de intereses grupales de poder por medio), en una construcción que resultase coherente hacia el futuro, más participativa y honorablemente representativa.
Ahora, cuando estamos a todas luces de pie entre los escombros de una sociedad y un país, mientras que los últimos locos que la llevaron a este estado las cosas (gracias a nuestra tolerancia infinita a la mediocridad), se hace necesario mirar hacia adelante para planificar y así marcar una línea divisoria entre el presente y el pasado, para comenzar a construir un futuro coherente y comprobable con cada hito que se marque en esa dirección.
Las evidencias que caminan entre las mayorías depauperadas de hoy muestran que el futuro que deseamos no se puede construir con las mismas actitudes del presente; tampoco con esta sensación omnipresente de impunidad (cual sensación de “muerte” que se siente al oler la descomposición de la carne a la distancia), que flota entre nosotros, al saber que los culpables de la debacle, disfrutan intocables e incólumes las mieles obtenidas de la corrupción.
Es por eso que algo tan elemental para cualquier cambio, como lo es la puesta en práctica del dialogo, en el caso de tener a Maduro como presidente y auto proclamado “moderador y parte” de estos, resulta que aunque declare una y otra vez con su actitud de “teletubbie” que “solo a través del dialogo pueden buscarse los caminos de paz” (El Nacional, viernes 24 de junio de 2016), lo cierto es que sus palabras terminan siendo siempre letra muerta sobre un papel, pues su pasado inconsistente y prepotente, ha demostrado una y otra vez su incapacidad para avanzar en algo constructivo, por lo que se hacen necesarios nuevos protagonistas de comportamiento imparcial como moderadores, y partes representantes únicamente con la constitución y las leyes como viaducto para transitar en lo que inicialmente se prevea sea un arduo camino.
Un dialogo medianamente creíble, pasa por condiciones previas que el gobierno, como protagonista que tiene “el sartén agarrado por el mango” por su poder militar y policial, amparado por un TSJ parcializado con quienes detentan el poder ejecutivo, necesariamente debería cumplir al menos con concesiones como estas: 1.- El reconocer a la Asamblea Nacional con sus mayorías y minorías, sin condicionamiento alguno; 2.- Declarar como medida de resolución hacia el dialogo, actuaciones gubernamentales ajustadas al derecho de los demás, como la de permitir la libre manifestación en cualquier punto de la nación por el bando que sea, aplicando la ley a quien atente contra esas manifestaciones y no a los manifestantes; 3.-Llamar a la conformación de un verdadero y apolítico consejo federal de gobierno (no confundir las políticas públicas con la política del partido gobernante).
Ahora bien, como sabemos que ESO NO PASARÁ con casi total y lamentable certeza, lo que veremos en la realidad es que muy en el fondo, (allá donde lo “medular” duerme el sueño de los justos en espera de la sociedad venezolana), ambos bandos seguirán disparándose sus “tiros” entre sí, mientras caminan por una ruta que no es la que la mayoría quiere seguir.
Con sus actitudes, Maduro y todos sus secuaces políticos, (al igual que los oposicionistas a ultranza), son piedras en el camino para el dialogo, y como tales, hay que molerlas en la molienda de la arrogancia, para hacer con ellos polvo que resulte en nuevos ladrillos que permitan a su vez construir algo distinto. El Referéndum Revocatorio era (y es) la “molienda” natural y constitucional (aparte de la renuncia voluntaria y posterior  enjuiciamiento político o penal del presidente renunciante) para lograr estos cambios en relativo control de la situación (las asonadas militares solo reinician el ciclo pérfido del muy largo camino social hacia la rectificación por las malas).
La sistemática lentitud  adrede que exhibe la directiva del CNE para impedir el cumplimento de forma directa y rápida con este mandato constitucional revocatorio (en abierta parcialidad política, claramente definible como hecho punible), logrando con ello posponer el inicio de la solución a tan drástica debacle socio económica y política, no ha servido para otra cosa que para crispar el ánimo social y paradójicamente, poner en evidencia PRIMERO: La verdadera intención del CNE inmerso en el trafico de poder, y SEGUNDO: La cada vez más efectiva organización de la MUD en apoyo a la gente que ha querido firmar para revocar a Maduro. (Ni lo uno ni lo otro era necesario que emergiera en el panorama político, pues en una nación republicana sensata, bastaba con que el “Soberano” hablara para que las instituciones actuaran en los tiempos previstos)
Vista así las cosas, irreductiblemente debemos volver ante todo al asunto de enfrentar lo verdaderamente medular, para luego pasar a la aplicación de una serie de medidas no del todo convencionales, al estar estas “casadas” con la necesidad de actuar de manera distinta sobre aquellos aspectos realmente críticos que pueden quebrar los arquetipos republicanos del pasado. Nuevamente surge por ello la idea del “decálogo” como la directiva necesaria a seguir.
Es requisito indispensable establecer junto con el marco legal vigente, un conjunto de indicaciones fáciles de divulgar y aprender por todos. Estas eran las que postulaba el 19 de Junio del 2012 en este mismo blog:
EL “DECALOGO”:
1.- No podemos hacer nada fuera de la constitución y la venezolanidad manifiesta en ella, por tanto, nuestra máxima meta es el bienestar colectivo mediante los más altos valores individuales del hombre/mujer de Venezuela: Dios, amor, honor bolivariano, verdad libertaria y justicia nacional, con dos ideas básicas desde todo comienzo:
     I.- “Dios, Justicia y pueblo”;
     II.- ¡Las leyes son para cumplirlas!
2.-No pueden gastarse dos Bolívares (y prestar otro adicional), si no se tiene más que un Bolívar disponible para gastar”. Debido a nuestros abundantes ingresos petroleros, estos serán los únicos proveedores de “crédito” para nuestros planes nacionales de desarrollo, sin que ello signifique bajo ningún termino convencional, gastar más de la mitad de dicho ingreso en ello, guardando el resto para posibles etapas sucesivas o extraordinarias, lo cual incluirá la protección de los planes de desarrollo ulteriores para la siguiente generación de venezolanos.
3.- Sólo el gasto social racionalmente necesario y el de desarrollo técnico industrial nacional, puede justificar inversión sin ganancia monetaria neta, a condición de que no viole el segundo postulado. (De allí que lo mejor es acumular riqueza para luego usarlas como base para “créditos nacionales”). Con ello se ejercerá la verdadera soberanía alimentaria, medica, electrónica y metalmecánica básica, estimulando y propiciando el diseño y la producción autóctona, con el consecuente fortalecimiento de la autoestima como nación, siguiendo una estrategia nacional y de consenso claramente diseñada y aceptada por todos.
4.- Únicamente al satisfacerse adecuadamente los cuatro pilares básicos venezolanos de la estabilidad socio familiar (salud, educación, seguridad laboral y marco jurídico) en el marco de un tiempo razonable a futuro, se podrá considerar el invertir (más no obsequiar) recursos en el extranjero, con fines humanitarios y de desarrollo fuera de los acuerdos legalmente ya suscritos por la nación y tomados en cuenta por la misma constitución.
5.- Cada hombre o mujer relacionada con la administración pública, responsable de uno o más delitos y/o penurias colectivas o individuales en nuestro territorio, una vez debidamente juzgado, se le registrará públicamente su acción e identidad, para nunca ser olvidada. Ha de ser incorporado como clausula, dentro de cualquier contratación o asignación de cargo público.
6.- Nadie podrá pasar necesidad en los cuatro pilares básicos, al estar amparado cada ciudadano y extranjero/visitante por los derechos humanos suscritos por la nación, para lo cual también el estado asistirá y garantizará la manera en que esa persona asistida pueda compensar al colectivo, mediante su voluntario y valioso aporte laboral (Necesario es sembrar la noción de que nada es gratis, aparte del amor). Deseamos una sociedad de colaboradores, no de vividores.
7.- Ante la injusticia y culpabilidad social en el manejo de la nación durante las últimas 7 décadas, una gran etapa de amnistía nacional será aplicada, exceptuando a aquellos cuyas acciones implicaran la muerte comprobada y premeditada de otros, o la dilapidación de extraordinarios recursos económicos.
8.- Todo menor de 18 estudiará así trabaje, y todo mayor de 18 trabajará así estudie, salvo los casos excepcionales establecidos por las leyes. El estado garantizara esto a través de todo funcionario asignado para el cumplimiento de este mandato, so pena de ser suspendido del cargo público. Tan importante como aprender la venezolanidad, es que se aprenda el valor del trabajo digno, como elemento clave de progreso personal, y colectivo.
9.- Los trabajos relacionados a las labores de Medicina/salubridad, policía/defensa, educación y justicia, implicados a su vez estratégicamente con los cuatro pilares mencionados, serán los mejores remunerados, fiscalizados y reconocidos, desde el mismo momento en que comience el proceso de estabilización nacional. Todo individuo tomado prestado para la administración pública, se le garantizará su reinserción exitosa al campo no político nacional, una vez terminada su función, a fin de evitarle “tentaciones de hurto y corrupción” durante su labor publica. Su disponibilidad a la orden de los consejos nacionales de asesoramiento a crear en el futuro, será una de las recompensas para algunos de los más destacados individuos observados en estas y otras disciplinas fundamentales de la sociedad venezolana.
10.- Ningún cambio constitucional tendrá efecto hasta el siguiente periodo de gobierno, donde su influencia sobre los proponentes no sea mayor que para el resto de la población.

¿Tienen algunas mejores ideas?; ¡pues propónganlas!; para eso debe ser el dialogo y el acuerdo producto del consenso nacional.
Recuerden lo siguiente, porque debe ser explicado a cada ciudadano en tanto se compruebe que la “sonda anal” de la dependencia y el sometimiento al gobierno de turno, le es retirada voluntariamente:
Si alguien logra meter de contrabando en las negociaciones para la “Venezuela 2.0”, los viejos vicios de la cuarta y la quinta república, todo se volverá a caer o cuando menos, volverá más pronto que tarde a someternos a los escarnios de la crisis devenida del error social que habríamos nuevamente generado, indicando con ello que el “tiempo” de la quinta república aún no ha terminado.
NOTA: No lo olviden: Con impunidad, no hay cambio posible. Necesariamente la “sexta república” será una de transición, de deslastre, de liberación y por tanto, de construcción, no exenta de sacrificio y dolor, pues esas cosas deberán pasar si queremos llegar a una “séptima república” universal, equilibrada y prospera.
Hay muchas cosas buenas que salvar de la cuarta y la quinta, porque en ellas a pesar de los errores y las oportunidades perdidas con cada actor que tuvo oportunidad de hacer algo, se apuntalaron algunas políticas públicas fundamentales para la correcta atención de la sociedad, mediante el entramado de deberes y derechos que la sustentan en lo constitucional. No es cuestión de alcahuetear ni estimular la dependencia por el aparato burocrático que más bien debe ser disminuido al máximo, -como bien decía el maestro Arturo Uslar Pietri-, sino de hacerle entender a los ciudadanos la imperiosa necesidad de que con cada mano extendida para pedir, ha de estar la otra dispuesta a trabajar y compensar por lo recibido en el contexto de una sociedad justa. Si no hay equilibrio, (como en un bote donde todos se colocaran del mismo lado), casi ineludiblemente este se voltearía, arrojando a las embravecidas aguas de la estupidez, a todos los que estuviéramos a bordo, (aun si no estábamos en desacuerdo con las mayorías capaces de elegir una y otra vez a un Barrabás como presidente, gobernador, diputado, juez, o funcionario a fin).
Lo curioso de la vida de las sociedades, es que casi siempre hay chance para cambiar las cosas, aún si el fin de todo llegara y estuviera precedido por terribles guerras o conflictos menores pero igualmente sangrientos.
Siempre el viejo axioma, (con palabras más, palabras menos), vuelve a darnos lección desde el pasado: “Las sociedades hacen la guerra y ponen sus muertos, pero son los vivos quienes deben firmar la paz”

Al fin, Mientras haya más gente honesta que corrupta, el cambio del paradigma republicano será posible.

La pregunta inevitable en este tiempo donde necesitamos trascender los envejecidos e inoperantes arquetipos de la cuarta y la quinta república es:


¿Hay más gente honesta que deshonesta en Venezuela?

domingo, 19 de junio de 2016

Venezuela con Maduro: Más riqueza (sin justicia), es más corrupción.

En el proceso inevitable de la debacle nacional (dado que las verdades aún no se han dicho y ello se mantendrá así en tanto exista un resquicio de interés de no “herir” susceptibilidades por el interés de ganar los votos precisamente de los susceptibles), es bueno aprovechar al menos una estupidez de las soltadas por Maduro para aclarar un punto clave en cualquier cosa que pretendamos hacer para salir del entuerto republicano y existencial en el que nos estamos ahogando:

Maduro dice que hay que generar más riquezas, y yo digo que se equivoca.

Voy a comenzar con unas simples preguntas: ¿Si genero más riqueza en medio del cuadro político, jurídico, ético y económico actual, no se va seguir gastando y robando exactamente en lo mismo y por los mismos?
¿O aún hay alguien que diga lo contrario y necesite unos años más quizás de otra “bonanza petrolera”, para descubrir que realmente todo se lo robaron y dejaron que otros también robaran?
Y a propósito de esto último, les hago otra pregunta: ¿Cuándo se den cuenta de que en efecto, TODO se lo robaron (y TODO el que tuvo oportunidad robó), lo que se va a comenzar a decir es: “Aquí lo que hace falta es un tipo con pantalones y botas militares para que arregle esto”?
¿Va a ser así?;
¿El viejo y nauseabundo círculo de “la debacle - el golpe - la bonanza - la corrupción – la impunidad y un nuevo golpe”, girará otra vez alrededor de nuestros cuellos ya estrangulados por la realidad que nos pisa sin misericordia?

Todo esto viene al caso porque al contrario de lo que dice el “científicamente” comprobado incapaz de Nicolás Maduro, No hace falta generar en este momento más riqueza, pues de lo que se trata es de ADMINISTRAR LA RIQUEZA QUE YA SE TIENE.
No podemos perder las perspectivas: En Venezuela hay demasiado dinero y recursos, solo que se ven empequeñecidos ante la avaricia y el derroche constante del que hacemos gala como Nación y República. Nunca ha tenido sentido que un país petrolero que le entra dinero a manos llenas por la venta de ese recurso y de paso mantiene un enfermizo control cambiario por más de diez años, adicionalmente se endeude mediante créditos, -unos tras otro y cada uno más grande que el otro-, en una orgía de recursos a los que finalmente hay que inventarles destinos y beneficiarios inescrupulosos; eso por si solo es evidencia de la incapacidad que se ha manifestado con los años para que nosotros mismos administremos y auditemos nuestros recursos con sabiduría, y eso tiene que cambiar, si queremos seguir siendo medianamente independientes.
Si lo que entra al fisco no alcanza para el nivel de gasto que se tiene (habida cuenta que existen pruebas suficientes que demuestran que hay gastos y desviaciones de recursos injustificados), pues sencillamente (aunque resulte duro e implique sacrificios temporales), debe dejar de gastarse lo que se tiene más allá de lo prudente.
Debemos volver a lo tantas veces manifestado en este blog: “Si ganamos un Bolívar, no podemos gastar dos”
La relación es sencilla, pero durísima de asimilar.
Ciertamente será difícil dejar de gastar más de lo que ingresa, aunque más duro resultará el evitar que el dinero sea desviado y robado (lo que es tan malo como cuando es despilfarrado), antes de que terminemos (como lo hacemos ahora), pagando con los dineros de la República, la deuda extranjera que termino siendo generada por nuestros propios ladrones políticos y conectados a estos.
Contrario a lo que sostiene Maduro, la diversificación del ingreso llega sola cuando las políticas son las correctas y equilibradas; esa riqueza se crea cuando el marco jurídico se estabiliza y da muestras de rigurosidad al aplicar la Constitución y las Leyes; de allí surge precisamente toda la fuente que restablece la confianza y la credibilidad en el sistema republicano hoy vapuleado y destruido en su superestructura.
Verán que al restituir la República a través de una “Venezuela 2.0”, hasta el dinero robado por bandidos que comienzan a caer en las garras de la justicia, iniciará el largo pero seguro camino de la repatriación. Por simple decencia propia, no podemos permitir que ni una casa comprada en USA o España, Costa Rica o Panamá, se mantenga a nombre del corrupto o el testaferro que la compró. Nuestras buenas relaciones diplomáticas incluso tendrán que depender de ello; pasar por ese crítico filo de justicia, ansioso de demostrar a sus conciudadanos, que la impunidad no será más.
Insisto: La riqueza monetaria que ingresará o será repatriada, debemos entender que solo puede ser consecuencia de la extinción de la impunidad como expresión regular de la inmoralidad, y ello DEBE pasar por la necesaria exposición pública y notoria de los culpables de corrupción, de sus botines, de sus juicios, y de su posterior encarcelamiento sin beneficios ni indultos. (Necesario será crear el canal por cable “Cárcel TV”, para que cualquier venezolano pueda comprobar por el mismo que la justicia está en movimiento y ejercicio)
No puede haber dialogo si ello implica acuerdos innombrables; no puede haber trato alguno que signifique perdonar a quien se sabe que es culpable de corrupción y robo de dinero, por no decir aun menos si por sus negligencias, inocentes murieron en las calles u hospitales, sin dejar a un lado lo casos aun más graves de entrega de soberanía y territorio, por acción u omisión, y que califican (esos sí y verdaderamente), como “traición a la patria”.
Si queremos un nuevo modelo, este debe partir de cosas nuevas y nunca vistas en el país como formas de demostrar que no habrá más oportunidad para el robo y el comportamiento anti ético sin castigo.
Mientras un solo ex presidente, ex ministro, ex militar, ex juez, ex alcalde, o en definitiva, cualquier funcionario/comunero a cualquier nivel, salga impune de un señalamiento por corrupción comprobables, NADA en realidad habrá cambiado, y muy probablemente TODO siga igual en la esencia misma de lo que nos condena a caminar en círculos de subdesarrollo y miseria.

Si en esta equilibrada y deseada perspectiva política para el país, logramos que “por cada Bolívar obtenido, impedimos que se roben o desperdicien diez”, veríamos como la riqueza material (distinta y necesariamente diferenciada de la riqueza republicana en lo moral y ético), se hace suficiente y hasta en exceso.

Una cosa es procurar un sistema de gobierno equilibrado (ya contemplado en la constitución, -y para nada con espacio para alternativas improvisadas y personalísimas, plagadas de clichés ideológicos que ocultan por igual a los que ambicionan poder-), buscando evitar que la injusticia arrolle a las personas en medio de sus desventuras sociales, y otra cosa muy distinta es pretender mantenerles una “sonda anal” insertada a cada ciudadano hasta el cerebro para que dependan todos juntos económica y mentalmente del Estado y de los que tras ello, impulsan esas políticas populistas llenas de “etapas necesarias pero premeditadamente concebidas para el bien social”, a fin de mantenerse ellos mismos como elementos necesarios, irreductibles e inseparables del poder  de la nación, en aras de la supuesta “felicidad social”.
Creo que aún hay algunos millones de venezolanos y extranjeros cedulados como nacionales, que no están preparados -y por tanto no dispuestos-, a soltar la cuerda de la que sus respectivas concepciones de país justo, penden del entramado revolucionario que Chávez construyó y procuró imponer sin resistencia alguna, al no existir una alternativa que aún anidando en la oposición, argumentara un camino distinto, por lo que esos millones aún no están preparados para lo que considerarían como una “exposición voluntaria” de sus propias yugulares políticas, ante lo que pareciera ser un enorme vacío conceptual alternativo real, tangible.
Esta última realidad es la que parece sugerir que aún como sociedad (fragmentada y cada vez más resentida/crispada), no se está listo como para exigir y al mismo tiempo auditar, los cambios requeridos en la República.
Debido a esto, el camino de la “representatividad” posiblemente siga predominando como estrategia de trabajo en tiempos que forzosamente serán agitados y rápidos, (como estos han sido lentos y reprimidos), posiblemente en detrimento del concepto participativo que quisiéramos, y ello casi inevitablemente ante la poquísima confianza/credibilidad de los personeros que en la Venezuela actual, se levantan como políticos más o menos sensatos. (No doy nombres, porque no los he conocido aún), pero por sus huellas y frutos, les conoceréis…

Como en una trillada y barata historia de fantasía épica para leer un domingo, sigo viendo a Maduro y a los que él representa (el resto de los depredadores políticos; no al pueblo), en el papel del “destructor de mundos”; esa la criatura torpe pero maligna necesaria para que la historia tenga sentido, al crear la adversidad extrema que finalmente hace que los héroes dejen sus diferencias a un lado, y trabajen juntos…

Medio país voto por poner a Maduro en el poder, creyendo que la bonanza imaginaria seguiría; ahora todos pagamos el alto precio de aquellos que fueron incapaces de buscar en el consenso, el destino bueno de la República de Venezuela.

No siento dolor por aquellos que sufren conmigo y que nos hacen mayoría sumidas en la subsistencia; siento impotencia por lo que siendo menos, se han llevado todo para disfrutarlo, ante nuestra mirada descoordinada.

martes, 14 de junio de 2016

¿Qué pasa en Venezuela?

¿Será cierta esa Venezuela toda bella que pintan sus gobernantes “revolucionarios”, al mejor estilo de los “noventosos” Teletubbies?: 
“Prados verdes, cielos azules, quizás con una bandera hermosa y soberana, ondeando con el viento de la esperanza por lo bien hecho, entre criaturas coloridas y bien alimentadas que solo gozan de la suprema felicidad social…”
¡Puras mentiras!.



El necesario final de la “Venezuela 1.0”
El cierre de un ciclo que debe iniciar con el primer revocado de la historia.
¿O será que prefiere ser derrocado?; ¿Pero acaso puede haber una rectificación política y ética a través del estamento militar, existiendo una cúpula ministerial de la Defensa tan comprometida con el actual manejo de poder y del cual ellos mismos disfrutan y se benefician?;
¿Será por estas reincidentes conductas en la historia venezolana el por qué las asonadas militares son dadas por los por mandos medios?
¿Dentro del necesario final de lo trágicamente actual, es en realidad requerido un final marcado por un cliché militarista?; ¿O el grado de control obtenido mediante la distorsión del concepto “cívico-militar” gestado por Hugo Chávez y reforzado por Nicolás Maduro, es precisamente garantía de que ello nunca ocurra?
Y si ello no ocurrirá, entonces, ¿Cuál es la alternativa para salir del atolladero moral y ético?
De lo que no tengo dudas es que ya no se trata de estar ante un Estado-nación fallido, y ni siquiera de estar ante la idea de que el país se descalabra; el asunto es que ya está deshecho; ya es una nación disfuncional, con un jefe de estado profunda y negativamente afectado e incapacitado por el poder y la manera en que llegó a éste, resultando en una “nación” incapaz hasta hoy de ejercer coordinadamente fuerza alguna en una dirección de progreso dada bajo el apalancamiento de un mandato constitucional.
No hay Republica en Venezuela, y esto, por muchas explicaciones o argumentaciones que algunos quieran ofrecer para desmentir lo que afirmo, no servirá de todos modos para cubrir la realidad inobjetable de un país que no es capaz de operar ya como tal, dentro de una estructura legal ni siquiera medianamente acatada, y ello ha traído una consecuencia nefasta: Difícilmente alguien puede hoy hablar de la realidad y ser capaz al mismo tiempo de ofrecer un conjunto de directrices sobre lo que hay que hacer, sin pasar por estupideces como el “dialogo entre ciegos y sordos”, el “perdón de lo imperdonable”, y quién sabe qué otros epítetos cada uno más alcahuetas y diplomáticos que el otro, -para nada transparentes-, que no hacen más que dificultar el ver las acciones simples y éticas (pero duras y exigentes), que deben tomarse por la calle del medio, alejadas de las conveniencias de los antiguos bandos que se han alternado el poder hasta hoy.
Seguir hablando de las estupideces y sin sentidos de un “pervertido y ahora embriagado por el poder heredado” como Nicolás Maduro, o del vicepresidente, o de la canciller, o del hermano de la canciller, del defensor, de la fiscal, o de las disque “autoridades” del CNE, o en definitiva, de cualquiera de los testaferros operadores políticos, judiciales o militares que abundan en el entorno de poder instaurado desde hace rato de manera inconstitucional en Venezuela, estructurado en un régimen dictatorial “light” (que descubrió que pararse con la cachucha militar con cara grave frente a una cámara de TV, al estilo siglo 20 ya no es necesario para gobernar bajo la egida de los intereses de quienes mandan), es ya definitivamente perder el tiempo, es “llover sobre mojado”, y en todo caso, es convertir las explicaciones redundantes y repetitivas en una especie de “Medidor de perdición nacional”, pues en cuanto más gente necesite aún que expliquemos el por qué los que gobiernan perdieron representatividad y legalidad desde el momento mismo en que Chávez manipuló el segundo referéndum consultivo en los años dos mil, es porque tanto más tiempo necesitamos entonces seguir sufriendo en este infierno producto de la torpeza de las masas no sujetas a la visión republicana y de la ambición de los que tienen y disfrutan el poder político o económico.
Ya todos aquí en Venezuela sabemos que el gobierno y quienes lo lideran y apoyan directamente tras bambalinas, son inútiles mercenarios de la miseria que merecen únicamente un juicio justo y la muy probable sentencia que deberían pagar frente a nuestros ojos, en cárceles con cerco de ciclón y cámaras de TV que nos permitan ver que siguen presos, mientras que nosotros nos aguantamos (al menos con el aire del consuelo que surge de saber que la justicia si renació y es aplicada), los sacrificios necesarios para lograr enmendar en un tiempo razonable y con hitos de revisión y logros, los entuertos y sufrimientos, los muertos y las injusticias, que nunca debieron ser necesarias para llegar al mismo punto donde tenemos que decidir implementar una corrección y progreso real y medible no cada 6 años con el majadero que se siente en Miraflores, sino anualmente con el premio del reconocimiento o el castigo del revocatorio automático a quienes gerencian las soluciones; nuestras soluciones.
No puede seguir la nación siendo gobernada como si de un partido político de pocas voces en un país bananero en desarrollo se tratara. O damos muestras de nación con pensamiento desarrollado, capaz de planificar el propio futuro de su sociedad a través del consenso y el respeto entre todos, o nos resignamos a vivir en el infierno que de a poco estamos construyendo en Venezuela.
Cuando la capacidad para creer en los políticos se acaba, (como ocurre hoy en Venezuela), es porque el tiempo de cambiar llega, y sin posibilidad de postergación.
No teman: el “vacío político” no existe; no creer en el Gobierno (ni en la oposición que sobreviviendo aún hoy, fue también progenitora de los personajes de la revolución “quintofijista” que resultó ser el movimiento chavista), no implica que falten hombres y mujeres que quieran poner la ética y las buenas costumbres por delante de todo, sin estar atados a los orgullos y arrogancias de creerse con la razón absoluta que no necesita oír, ni dar, ni pedir permiso a los demás.
El mayor peligro hoy, es el mismo que existía antes del “Caracazo” y del golpe de estado frustrado de los que acompañaban a Chávez en el 92: La costumbre de ver a las mismas caras gobernando sin importar los desaciertos que arrastraran consigo. (Como un mal razonamiento en manos de quien no se quiera a sí mismo: “Mejor malo conocido, que bueno por conocer”).
Aunque el referéndum revocatorio tarde en llegar, no olviden dos cosas: 1: No sería fácil hacerlo en un entorno dictatorial light como el presente (las pruebas ya están entre nosotros); 2: Aunque fuera el año que viene, es decir, en el 2017, (y no en el 2016 donde legalmente corresponde y es lo constitucional hacerlo, independientemente de los argumentos levantados por quienes por cierto perderían), igual este no resolvería con su ejecución inmediata, ninguno de los problemas existentes, de un momento a otro, sin primero andar un poco por un camino no libre de dificultades y sacrificios.
Lo importante es dejar en claro que Maduro debe salir del poder ejecutivo y pasar a la historia primero, como el primer presidente revocado de la historia de Venezuela, y segundo, como el presidente juzgado directamente por traición a la patria, por continuar con las entregas de soberanía, territorio y recursos, iniciadas con premeditación y alevosía por el gobierno de Hugo Chávez.
Mientras, como ironía del destino, quienes más se beneficiaron de los mecanismos apaciguadores creados debido a los “miedos” de la revolución a los alzamientos populares, (la comida barata, las misiones tras misiones y las exoneraciones en el racionamiento eléctrico mientras el resto del país se comía “las verdes”), Caracas y sus alrededores como Capital sobrepoblada en un país centralizado hasta los huesos, y levantada –llegado el caso-, contra un gobierno para derrocarlo, serán quienes deban derramar posiblemente la mayor cuota de sangre, en el caos inicial del proceso de cambio que pudo (y por pocos instantes aún, puede ser), por la vía democrática, nacional y electoral, a fin de prescindir de los servicios de tan mal gobierno actual, como de tantos cómplices sobre los que se mantiene en pie.
No deberán temerle al armamento anti manifestaciones (comprado a China en cantidades industriales con el mismo dinero que ellos nos prestaron), ni temerle a los grupos de civiles armados que aliados del gobierno han armado hasta los dientes.
Sin dudas queremos salir de ellos (de todos), por la vía democrática y pacífica, porque aún hay tiempo, pero si no es así, solo una pregunta les puedo hacer:
¿Se aguantarán toda esta tragedia hasta que ustedes se mueran enfermos o de viejos y la hereden a sus hijos, (mientras los hijos de ellos florecen en la abundancia de lo robado), o buscarán concretar una tercera vía como salida sin importar cual sea  el costo que como sociedad y país podemos pagar?
La lógica es clara: Si la solución pacifica no se concreta, su espacio será ocupado por las opciones violentas.

¿Es necesario llegar allí cuando aún la paz puede tener oportunidad?