(Primera vez que escribo sobre esto).
Participé siendo soldado adscrito
a una unidad de infantería; estaba de permiso cuando escuché en la madrugada la
noticia por la televisión; al amanecer me fui al cuartel, en un impulso
irresistible de defender la constitucionalidad del país, aun a pesar de los
gobiernos cuarto republicanos de ese entonces, que no hacían mucho esfuerzo por
disimular ya sus arbitrariedades y acostumbramiento a lo incorrecto e indecente.
Mi intención de combatir el golpe
en progreso se vio abruptamente amenazada cuando en un puesto estratégico de
control vial de los que se habían alzados en armas, fui interceptado en el
camino y retenido contra mi voluntad junto a otros militares que habían intentado pasar minutos antes que
yo; (recuerdo a otros compañeros que llegaron luego, estando todos nosotros
precedidos por dos pilotos de la FAV que se dirigían a su comando y corrieron
la misma suerte que yo.
Las horas pasaron, al tiempo que
los eventos de aquel día permitían que quedáramos en libertad al deshacerse el
punto de control rebelde, y aún con suficiente tiempo para que todos avanzáramos,
pudiendo en lo particular, llegar a mi cuartel e incorporarme a la respuesta
que las fuerzas leales al orden constitucional estaban ofreciendo.
Lo demás es historia ya lejana y
de la que prefiero no caer en demasiados detalles: Los que alentaban el golpe
de estado, no lograron sus objetivos, y en mi memoria quedaron los intensos
recuerdos de un día de disparos, confusión, peligros y riesgos que solo pasados
los años, debí reconocer cuán cerca estuve de morir. (Una tanqueta pro gobierno
casi ametralla la unidad donde me desplazaba a medianoche de ese 4 que terminaba, al confundirme con los
rebeldes: ver que te apunten y amunicionen una browning calibre .50, a solo 10 metros,
no es cosa que se olvide, luego de haber estado todo el día con el traqueteo de
los “FALES” 7.62mm). No sé cuantas armas terminé cargando y guardando esa
noche; nunca más volví a ver un camión lleno de tan variada gama de armamento,
tirados unos encima de otros como si de ramas secas se tratara. Las municiones
se desparramaban a mí alrededor, y solo mi soñador honor impidió que algo
quedara en mis manos o bolsillos.
Al fin, una media noche para
darle paso al 5 llegó, y lo que más recuerdo es el silencio y lo solitario de las
calles por donde circulaba con mi salvoconducto; era como ver un día de censo
nacional, hecho noche y multiplicado por diez en la intensidad de soledad…
Los siguientes días fueron de reflexión.
¿Qué había pasado?; ¿Había sido un error,
o un acierto?; ¿Por qué fallaron?; ¿Por qué el gobierno estaba tan sorprendido
por los eventos; ¿Por qué las cosas que sabíamos debían hacerse para enmendar
la situación del país, terminaron pretendiendo imponerse por la fuerza?
No podía negar que simpaticé inicialmente
en los primeros meses que trascurrieron, con el arrojo de estos ex compañeros
de armas, que habían arriesgado sus vidas por un ideal; mi vida como soldado tan
solo con jerarquía de tropa, (pues estaba alistado en un pelotón de
reconocimiento mecanizado), también llegó a su fin y sin remordimiento, un año
después. En ese entonces las esporádicas muestras de propagandas que apoyaban a
los insurgentes, eran de discreta distribución, y recuerdo haberlas guardado
como muestras de material subversivo, aunque simpatizara con el arrojo inicial
de los protagonistas; simpatía que no incluía al que comenzaba a despuntar:
Hugo Chávez. Como militar que había sido yo, conocía su pobre papel en aquel
episodio, solo salvado por los errores comunicacionales del entonces presidente
Pérez, que le permitieron por cierto venderse como el adalid de los sueños de
una mejor patria. El camino sinuoso y peligroso comenzaba su recorrido en Venezuela,
y pocos lo entendían y muchos menos sabían denunciarlo.
Mi última muestra de interés genuino
por aquellos personajes murió el día que Chávez llegó por primera vez a la Habana,
y afirmó sin tapujos su pretensión revolucionaria. Enajenamiento insoportable,
en la misma escala y magnitud del de un Rafael Caldera aceptando al lado de un
presidente Clinton de visita en Caracas, su afirmación de que “todo aquí estaba chévere”.
Más de dos décadas han pasado, y
solo los zalameros de aquel periodo (del que vi el ocaso que lo precedió un 3
de febrero, para amanecer y crecer a partir de un 4 del mismo mes), han quedado
en el poder, como manada de perros caprichosos y salvajes sin dueño. Sus respuestas
ante el colapso generalizado, solo son ladridos desaforados y rabiosos, sin
ninguna posibilidad de raciocinio por la misma naturaleza que les dio vida.
Hace 24 años luché contra la
chispa insurreccional que dio origen a esto que ahora languidece, y pese a
poder decir que hice lo correcto a la luz de los sucesivos eventos transcurrido
en todos estos años, aún todo se me antoja como un recuerdo incomodo que como
piedra en fardo, he debido llevar sobre mi hombro, en un camino que se ha
mostrado cada vez más cuesta arriba, sabiendo que las ideas realmente valiosas
y necesarias, languidecían en el olvido de las conveniencias no reveladas.
Ahora en el crudo presente que no
cesa de abofetearnos usando nuestras propias oportunidades desperdiciadas como
base para forjar las manoplas que nos sacan sangre sin misericordia, pareciera también
que aguardamos, -como si de un pueblo
supersticioso de la antigüedad se tratase-, estando a la espera de aquel
cataclismo que anuncie definitivamente el presentido (y casi anhelado), momento
del fin del mundo, pero del mundo de la corrupción
y destrucción moral que como sociedad, hemos permitido en todo sentido existir
entre nosotros, y que muchos malinterpretan como nacido hace 24 años,
cuando en realidad, su germen había sido sembrado muchos años atrás, desde
aquel primer momento en que la insensatez, consiguió guarida entre nuestros políticos
ni bien comenzada la década de los setenta.
Y hablando de mala semilla, no me
olvido de ti, Nicolás Maduro. Tu éxito como zalamero mayor junto a tu pareja, devenido
en señor de la nada reinante, de lo
infame y opuesto a la más elemental ética, no puedo permitir que pase
en vano por la historia de este país. Hay lecciones importantes que sacar y
apreciar.
Seguiré escribiendo, aunque sé
que no necesitaré de otros 24 años para cerrar tu insulso capitulo. Ya hoy no
aguantas un referéndum revocatorio constitucional.
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