Más
que una explicación o una reflexión a lo ocurrido el 6-D como una primera reacción temprana, considero que necesario ha sido
dejar pasar el tiempo para ver las cosas con la retrospectiva del caso, a fin
de evaluar con evidencias en la mano, lo que sucede.
La
gran encrucijada hacia donde marchamos, me obliga a dirigirles varias
preguntas para que establezcamos entre todos, un marco común de incertidumbre
ante el futuro:
¿Por
qué si Maduro y toda su gente ha sido negligente e incapaz hasta la médula para atender cuanta cosa se le asigna en responsabilidad, siguen al mando del
gobierno?
¿Por
qué se sigue asociando erróneamente la permanencia de un presidente en su puesto, con
la estabilidad misma de un sistema de gobierno?: ¿No es acaso esa señal
signo inequívoco del nivel de “presidencialismo” (y no de institucionalidad)
que reina en Venezuela?
¿Por
qué en el país cuesta tanto hablar de la “inamovilidad laboral” que se le
otorga al presidente de turno?; ¿Es que acaso no hay nadie en el PSUV o la oposición aunque sea menos inútil que Maduro, capaz de sustituirlo?
¿Hay
realmente necesidad de todo este “aguante” de parte de las mayorías, cuando la
tragedia tienen que soportarla precisamente aquellos con un salario que no da
para llegar ni a fin de mes?
¿Cómo
una nación puede estar políticamente dividida en dos o tres fútiles “tajos” de opinión y acción, y
no ver la debilidad estructural que ello supone para la estabilidad misma de la república?
¿Qué
elemento psicológico colectivo está haciendo que el país se esté cayendo a
pedazos y aún así casi nadie exija la renuncia del gobierno, el procesamiento
penal de quienes delinquen y la implementación de medidas reales, simultáneas y
coherentes socialmente (no bancariamente) para salir del infierno económico en
el que mansamente hemos entrado?
¿Cuánto
puede estirarse el tejido social sin romperse, o sin ser “reventado” por algún factor
desestabilizador?
¿Cuál
será el factor que finalmente lo haga: el factor militar, o el factor gubernamental?
Veo
que las reacciones de personajes políticos de relevancia dentro las “ruinas
gubernamentales” dejadas por Chávez, (a
su vez construidas sobre los despojos dejados por los adecos y copeyanos),
desde el mismo 6-D están demostrando (o reiterando, como deseen verlo), la
gravísima falla estructural de naturaleza social que padecemos persistentemente como colectivo venezolano:
Esa división de la que tanto hemos hablado, y que explica el por qué de la
debilidad del concepto de republica democrática que manejamos, y la consecuente
vulnerabilidad y hasta facilidad con la que somos manejados por
terceros, incluso si se encuentran allende a nuestras fronteras.
Ya no se trata de un "misterio recién descubierto" el hecho de que
el país necesita de una guía de la que carece, y con carácter de emergencia;
necesita con desesperación casi de consenso, y exige (casi implora) para
comenzar cualquier empresa seria de común acuerdo, de un entendimiento básico
de lo que ha ocurrido, de lo que ocurre, y de lo que inevitablemente debe
suceder para iniciar un verdadero cambio en el paradigma venezolano.
El cambio va más allá de la vieja oposición,
de sus sectores acostumbrados a una dinámica política, del esquema de confrontación
bipolar al que irónicamente nos hemos acostumbrado, aun pese a las proclamas (de la boca para afuera) "pluripolares" promovidas por Hugo Chávez en su momento.
Paradójicamente para
llegar a esto será necesario la liberizacion del estigma del personalismo que
irremediablemente arrastra a quienes han cifrado en nombres particulares la concepción
misma de sus líneas de pensamientos
más personales, en una suerte
de proceso de metamorfosis que los lleve eventualmente a entender que será
necesario aprender de ellos, más que
depender de sus visiones, siempre limitadas y atadas por el contexto de sus momentos históricos.
Sé que es difícil decir eso cuando como
personas, (y a veces como grupos de personas), hemos usado las palabras y
reflexiones de estos personajes como suficiente aval para dejarles subirse en nuestros
hombros, más allá de nuestras propias criticas, en un momento en el que precisamente la
aspereza de los tiempos que vivimos comienzan a
exigir de un entendimiento nuevo.
Necesitamos
con urgencia repasar el concepto mismo de democracia que hemos dicho abrazar
dentro de la constitucionalidad que decimos defender; los “miedos” a los
arquetipos debe desaparecer junto con estos, aun enraizados en percepciones mas
de los años 70 que de cualquier otra época, y que son la génesis de la estrategia
divisionista que tan "buenos" y "malos" resultados al mismo tiempo han dado en la
sociedad venezolana, para un bando y otro.
Capitalismo
y socialismo existen al presente solo como retoricas huecas utilizadas por bando y
bando para administrar sus conveniencias; como extremos en una misma línea
recta con un punto de equilibrio en el medio siempre despreciado por estas justamente a media distancia de las estridencias extremas, se condenan a sí mismas al
extremismo propio de lo que representan, difuminando la realidad entre ellos: Les digo que no
hay nada más justo en el fondo, que la democracia que tanto buscamos en una
sociedad unida aunque pluripolar en pasamientos, aunque sometida voluntariamente
a la dictadura de la constitución creada ex professo.
Deslástrense
de los anacrónicos preceptos de Marx que centraliza todo, y del maquillado
concepto democrático de los estadounidenses que entregan el poder a pocos allá
donde esté la mayor concentración de capital: La democracia es
de por sí y de manera natural, el concepto de justicia social que administrado por las mayorías, atiende
igualmente las necesidades de las minorías, manteniendo el balance mediante el
respeto a los acuerdos republicanos preestablecidos, que son auditados por todos, y se mantienen a su vez basados en los derechos que hemos consagrados universalmente.
Ese
concepto de democracia que nos llama a su ejercicio en la actualidad,
representa el punto medio de aquella línea cuyos extremos son el socialismo (muy "capitalista" en Venezuela) y
el capitalismo (muy empresarial), y que absurdamente nuestros políticos manipular sin cesar,
buscando a su vez el manejo de todos nuestros criterios.
(Por eso ustedes no oyen hablar de "ideologización republicana", sino de bandos acusándose de querer ideologizar al otro con tesis socialistas o capitalistas; es decir, con una especie de "remake" de la estupidez europea de los 80 y 90, que los ha sumido en el insulso y patético estado de las cosas en aquel continente al presente).
(Por eso ustedes no oyen hablar de "ideologización republicana", sino de bandos acusándose de querer ideologizar al otro con tesis socialistas o capitalistas; es decir, con una especie de "remake" de la estupidez europea de los 80 y 90, que los ha sumido en el insulso y patético estado de las cosas en aquel continente al presente).
Hoy
los acontecimientos que se están desarrollando no deberían extrañarnos; tampoco deberíamos sorprendernos por la cara dictatorial que asuman sin pudor, tras débiles fachadas jurídicas; cada una de estas aberraciones son consecuencias directas de
todos los hitos acumulados. El comportamiento rebelde mostrado por el gobierno
instaurado en el país a punta de nuestras propias debilidades, vicios (e
irónicamente, de nuestras propias esperanzas), no podían hacernos esperar otra
cosa de personeros políticos engordados en las riquezas e influencias obtenidas,
acomodados ahora en inmorales posturas que reaccionan compulsivamente ante el súbito
movimiento brusco de aquellos que sostenían antes sin chistar, el entramado de
gobierno que accedimos a que construyeran, mientras esperábamos el ofrecimiento
utópico hecho a la población.
No hay perro que siendo
libre, no se revuelque ante el collar que ahora lo limita, y así están los personeros políticos
del oficialismo en Venezuela, que ven por primera vez amenazada su hegemonía de
poder; mientras, los políticos de la oposición comienza a interpretar erradamente
la mayor soltura de su “collar”, como señal “inequívoca” de su próxima
liberación, para restablecer sus cotos de caza y reproducción, cual manada de
animales enmarcados en su propio sistema de reglas y castas sociales.
Al final no
hay aún beneficio neto y justo para nosotros las mayorías, mientras se sigua fraguando el duro desenlace que la torpeza nos adelanta sin sentido.
Permítanme
decirles que no se trata de ser pesimista; es
más bien cuestión de dejar de ser optimista con lo incorrecto.
La
verdadera desgracia que se nos viene encima es espoleada por el hecho de que sigue faltando una clara
señal dirigida hacia los políticos venezolanos, indicándoles que deben cambiar, buscar el consenso, y ser honestos, y este dilatar en el tiempo puede dar pie a atajos peligrosos a
los constitucionalmente descritos. RECUERDEN: Los políticos
nos tienen controlados, y no al revés.
No
se ha concretado una corriente social que indique esta realidad, o que alcance
a ser interpretada y ratificada en este sentido. Ello implica entonces que la
crisis continuará, seguramente retorciéndose cada vez mas, hasta tanto llegue el momento en que la
coyuntura lleve a las masas orientadas ahora si por verdaderos luchadores sociales (y hemos descrito las características de estos
en el pasado), a establecer la definitiva ruta de trabajo necesaria para
instaurar una nueva etapa republicana y social.
Necesario
serán sin embargo, los vaivenes que nos sugerirán al aproximarnos a los extremos ilegítimos,
de manera alternativa, como ha sucedido
hasta el presente con “x” años de “cuarta”, y “x” años de “revolución”
No
puedo decir más por ahora. Sé que las cosas no lucen bien, y quizás no terminen
de la mejor manera dado el nivel de arrogancia manejado por lado y lado, pero
ello no significará la desaparición de Venezuela como nación; cuando mas, la transformación
de esta, cuando aligerada por el derribamiento de los enquistados paradigmas,
emerja la luz de toda aquella iniciativa por años callada en el corazón de miles
de nosotros.
No
se exalten con los acontecimientos por venir. Prevean su llegada como avatar
del destino ante la ceguera de las mayorías que se arrojaron al redil para ser
inmolados como ofrenda inútil.
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