Hace
unos días, y en el ámbito de su legislación, Ecuador ha dado el visto bueno a
la enmienda que permitirá reelegir indefinidamente a los cargos de elección
popular. Como se que “nadie escarmienta
en cabeza ajena”, como decíamos en mi tierra, desde Venezuela lo que nos
queda es ver como en Ecuador, desean con ansias políticas emprender un camino
del cual luego difícilmente saldrán intactos (me refiero en particular a las “ansias” de aquellos que quizás estando
ya en el poder, o próximos a estarlo, maquinan sus propias estrategias de
permanencia en el cargo).
Los
ecuatorianos tienen que entender que el permitir la reelección, supone asumir dos
cosas como ciertas e inalterables, Quizás más cercanas a la utopía que a la realidad (con humildad les
digo esto, y siempre desde la pequeña óptica de estar en Venezuela):
Primero, que
las cosas funcionan como legalmente se supone que sea; es decir: 1.-
Que es imposible que alguien abuse de su cargo para alargar su estadía mediante
el tráfico de influencias y de recursos del mismo estado; 2.- Que no hay manera
de que algún partido tome ventaja por estar administrando el poder para el que
fue originalmente electo su candidato, y 3.- Que la ética predomina a toda
prueba, y en toda instancia social concesible.
Segundo, el aceptar la noción un poco
arriesgada de que “nadie” puede hacerlo “mejor” que el funcionario electo que se
encuentra en el poder, (llegado inicialmente por la acción del mismo voto).
Esto implica de facto la entrega irrestricta de la institucionalidad, en un mero
acto de confianza sin garantías sobre un individuo electo, o en todo
caso, sobre algunos pocos igualmente electos.
Insisto:
Permitir la reelección no es “darle oportunidad a una buena persona para
que siga gobernando como lo viene haciendo”: es entregar toda la
estabilidad institucional de una nación, a unos pocos individuos, que después
de llegados al poder pueden coordinarse para mantenerse en él por la razón que
sea, (pero siempre razón anti constitucional), mediante el ardid de la
administración de las influencias construidas. De allí en adelante, solo queda
la permeabilización de toda la estructura del Estado a este vicio,
imposibilitando luego el accionar independiente de las mencionadas instituciones.
Ese
ha sido el camino que Venezuela cándidamente eligió al confiar ciegamente en
una sola “buena persona” para
resolver las cosas, sin detenerse mucho a ver los otros ángulos del asunto político-social.
Creo
en la autodeterminación de los pueblos, y por eso solo puedo decir desde aquí, sin desprecios, que “allá ellos los ecuatorianos” con sus pasiones políticas, tal como en
Bolivia también ansían hacerlo, engolosinados con un presidente al que parece
que no le necesitan encontrar otra “buena persona” que le reemplace para seguir
gobernando con calidad y desde una perspectiva nueva y revigorizada quizás con
la experiencia que los gobiernos anteriores han dejado en el colectivo social.
Ustedes mediten si no está allí el germen principal del nacimiento de la división
social/política, y de la frustración de quienes no se sienten representados en un
instrumento político que fue fundamentado precisamente bajo esa elemental noción: La rotación del encargado.
Así
quizás comenzaron los reinados, ¿No?
¿Se
han dado cuenta que los políticos y funcionarios que proponen la reelección
indefinida, jamás dicen, sin tener la intención de aprovecharlo: “y de ser aprobado,
solo será ejercida esta opción en el siguiente gobierno, cuando yo me vaya”?
¿Serán los ecuatorianos los testigos de la primera "excepción a la regla"?
¿Se lanzarán en esa apuesta donde todos son el pago?
¿Serán los ecuatorianos los testigos de la primera "excepción a la regla"?
¿Se lanzarán en esa apuesta donde todos son el pago?
El
derecho a meter la pata, en definitiva, lo tienen todas las naciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario