No me voy a resistir en esta ocasión a plantearles desde el mismo
principio, el punto central que en esta ocasión considero que hay que dejar
expuesto y sin tabúes, pues guarda tras de sí, una de las mayores injusticias
de la democracia que hasta el presente hemos construido.
Si las acciones consumadas, las decisiones
tomadas y los discursos escuchados y/o leídos en lo que va de año, salidos de
las entrañas del oficialismo y del oposicionismo, han dejado algo en claro de
cara al país, es que las cosas que llamamos justicias, no son tales, y que la
realidad en que vivimos no es lo que pensábamos construir, sino solo lo que
hemos aprendido a “amontonar” y tolerar en lo que ahora es nuestra dependiente (-por
no ser realmente autónoma-) vida nacional.
¿No es acaso la hipocresía, el espíritu de todo lo que políticamente nos
rodea?
¿Acaso los verdaderos luchadores sociales no están cercados e impotentes
ante la demoledora realidad dictatorial de nuestros propios vicios?
¿Dónde está entonces la consistencia que un verdadero político debe tener?
Estas cosas no las digo por el
presidente adjudicado Maduro, (que en mi
opinión sigue siendo un puesto a dedo, -independientemente de las elecciones
amañadas-, e integrante de la pareja más exitosa políticamente hablando desde
los tiempos de Jaime Lusinchi), sino por Capriles, que no puede negar su
condición de perdedor oficial de elecciones, a consecuencia directa de su errante
discurso político, en lo económico y lo social. Aprovecho para puntualizar
algo: María Corina Machado, Leopoldo López y los demás de la MUD, no son
mejores que Radonsky en este sentido, pues por lo menos este último, no se
retira tras bastidores cuando no le conviene el momento político.
Es duro, porque todos quisiéramos una
versión mejorada de nosotros mismos como candidato presidencial por quién votar,
pero lo cierto es que en el caso de Capriles como candidato de turno que fue,
no vimos a alguien que supiera decir lo que realmente entendía como nación.
Nadie ha sido capaz de explicar o
hacer entender que Chávez fue, el dictador sin dictadura; el hombre del
mensaje bueno y malo a la vez, pero siempre, el hombre de las oportunidades perdidas:
Si la Venezuela de hoy fuese como
un barril de excrementos, los logros de Chávez serían sin duda tangibles y
sólidos como rocas, pero se verían aislados entre sí en el interior de este, y
para tocarlos, necesitaríamos hundir nuestro brazo hasta el hombro dentro de ese
barril fétido, para que, tanteando a ciegas, encontráramos en su fondo lo que ahora yace inerte. Esas son las cosas
conseguidas por el ahora muerto e inalcanzable por cualquier juicio humano,
Hugo Chávez.
Como siempre, independientemente
de la experiencia, lo que cuenta es la lección aprendida, y ello si será para estos
15 años transcurrido en revolución, una importante base para el futuro.
Pero volvamos al asunto de esta
entrada al blog, y por ello vuelvo a preguntar:
Si una minoría introduce una petición
ante la asamblea nacional, o ante cualquier otra institución que atienda “al
soberano”, y estas solicitudes son generalmente escuchadas, pregunto yo:
¿Quién oye a la minoría, -esa aún
de mayor tamaño-, que resulta perdedora en una elección?
Nos han vendido durante décadas,
-sin importar el color político de quien lo haya dicho-, que el ejercicio de
hacer elecciones, es signo inequívoco de la salud de una democracia, (y que por
tanto, a más elecciones, con más partidos
de por medio, es más democracia); al mismo tiempo que se nos afirma, como
si de un axioma eterno se tratara, que la atención de las minorías, es tan
relevante como la atención de las necesidades de la mayoría, lo que ha dado
puerta franca con el tiempo, a la aceptación de nuevos paradigmas, (aún sin la
consulta de las mayorías), que no siempre han desembocado necesariamente en superiores
valores sociales. Sabemos que a veces un solo hombre o una sola mujer, han
marcado a la sociedad con una idea o con un trabajo contra toda creencia, pero
independientemente de esto último, -que no es lo que quiero discutir ahora-, el
punto central es:
¿Por qué atendemos tanto a una “minorías” para algo, pero las ignoramos e
incluso, las despreciamos y volvemos públicamente antagonistas de nuestros propósitos,
para otras cosas?
¿Ven la falla?
El caso de las minorías que
resultan nacer cuando uno o varios grupos de electores quedan fuera de la
carrera electoral, cuando aparece finalmente el ganador, -al igual que los
miles y miles de personas que hubieran preferido votar nulo, (con el fin de
expresar su desacuerdo con las opciones electoralmente disponibles)-, es donde
el camino de lo que socialmente se debería hacer justo y equilibrado, se
bifurca y en vez de proseguir por el sendero del sentido común y socialmente
aceptable, se va mas bien por el del interés particular del grupo ganador,
construyendo con ello el circo donde a expensas del desprecio a la
institucionalidad y la constitución, finalmente nos entretenemos y viajamos por
todo el país, derrochando con ello cuanta oportunidad de crecer se nos cruza
por el medio.
Tras todo esto, debería relucir la
obvia cuestión de cómo los intereses de pocos, son los que realmente terminan
prevaleciendo en contra de los de las mayorías, desnudando el asunto crucial:
No hay en Venezuela, una noción, un espíritu o una idea justa, más grande que
cada persona que habita aquí. No hay algo en que confiar y que logre inspirar
la suficiente voluntad para emprender un compromiso colectivo.
Es claro que la elevar mesiánicamente
a un ser humano, por sobre todos nosotros, no serviría.
Así las cosas, parece que la necesidad de
llegar al foso, antoja estarse escribiendo precariamente en las desvencijadas
bases de nuestros pilares nacionales.
No es fácil prepararse para algo
que dolerá y que sobretodo, anudará la garganta con el dolor de la impotencia que
emergerá cuando la realidad ya no pueda ser disimulada o ignorada, ante todas
esas oportunidades perdidas, o con la contemplación de la escena protagonizada
por todos aquellos que se aprovecharon impunemente de nuestros recursos,
soberanía, y gente buena.
No sé si atravesaremos un periodo
violento y traumático, o si por el contrario, nuestra idiosincrasia, (de a poco
metamorfoseada por la continua entrada ilegal y no canalizada de
colombianos a nuestra sociedad), ha permitido producir un desangramiento en
cámara lenta, que nos dejará salir de esta primera etapa (el verdadero final de
la cuarta republica, cerrada por Chávez-Maduro), solo con el suficiente
sufrimiento para comenzar a despertar a nuestra verdadera realidad y a los
retos profundos y sociales pendientes por enfrentar y atender.
Nuestra mayor falla es esa; es la
que justamente permite que quienes quedan como minorías políticas después de
unas elecciones (es decir, todos aquellos que no ganaron con el candidato
favorecido), o aquellos que quisieran expresar su opinión mediante el voto
nulo, para que los escuchasen, no vean en Venezuela como manifestar sus ideas y
propuestas, y que en todo caso, estas fueran consideradas.
Apartando entonces el hecho de que
realmente ni oficialismo ni oposicionismo tienen el conjunto completo de las
verdades necesarias a aplicar para avanzar, lo cierto es que ninguno de los dos
bandos tolera al otro, (más allá de la necesaria presencia de estos), -en sus
respectivas miopes “lógica política”-,
para usarlos de enemigos y culpables automáticos de cuanta cosa vaya a
dar al traste por culpa de las propias decisiones y acciones.
Sabemos que no existe una sana
contienda electoral, con exposición de temas, motivos y estrategias, donde
veamos que ocurrida ésta y elegido un ganador, este se dedicase a hacer
coalición de gobierno, recabando las propuestas y personajes útiles que el
contrincante ahora vencido, tuviera, lo que resultaría absolutamente natural en
una sociedad que valorara el bienestar colectivo como la consecuencia lógica de
vivir todos bajo un mismo cielo y una misma historia.
Permítanme volver a preguntarles: ¿Por qué la minoría nacida al perder una
elección, no es considerada y atendida con el mismo “celo” con que se atiene a
las minorías que son más bien minúsculas por el número de individuos
involucrados, comparativamente hablando?
Los errores del adjudicado
presidente Maduro como tal, no son accidentales; tampoco lo son las
consecuencias directas de estas carencias conceptuales en nuestro colectivo, y
que inevitablemente permitieron hacer
suya la visión, -forzosamente limitada por ser la de un solo hombre (Chávez)-,
de un líder que despreció sistemáticamente a toda la población que no votó por él.
Las medidas políticas, económicas
y sociales siguen obedeciendo a los intereses ocultos, y no a las verdades que
la población debe escuchar, por mucho “balde de agua fría” que sean, con lo que
postergan aquello que es necesario para enmendar.
La oposición no se salva de esta
ceguera reinante y persistente, y es por ello que no resisten estar
“mancomunados” en una MUD, aunque solo fuese para atender elecciones. La
convocatoria de algunos sectores MUD, (interesados en reposicionar a lo interno
sus piezas de poder), a asambleas y marchas resultan tan estériles como las
acciones equivalentes del gobierno, en
tanto ellas obedecen a los mismos errores políticos del pasado, -y estimuladas
por cierto por aquellos representantes del pasado-, nos mecen peligrosamente hacia caminos que
solo nos expondrían al dominio de otras fuerzas políticas y económicas internacionales
igualmente nefastas.
En definitiva, existe una
hipocresía intrínseca en nuestro sistema de gobierno, y no hay socialismo ni
revolución que valga a la hora observar esta contradicción interna: Las
minorías resultantes de la perdida de elecciones y del no conteo y
reconocimiento de los votos nulos (o blancos), simplemente son silenciadas y
convertidas en el “enemigo visible”.
Seguimos caminando hacia un vacio
doloroso, y muy pocos apuntan en la dirección correcta. Frente a los
protagonistas políticos en oficialismo y oposición, las cartas incluso
marcadas, parecen echadas.
Por estas cosas es que yo no apoyo
al oposicionismo y a su MUD, como no coincido ni simpatizo con el oficialismo y
su PSUV. Ambos son los lados de una misma desgastada y cuarta-republicana moneda,
necesaria de gastar para dar el siguiente paso, seguramente más cercano a un concepto
más avanzado y justo con todos los que vivimos aquí.
Solo la Revenezolanización, a
través de la valoración del alma escrita
de la nación (la constitución), abrirá nuevos y limpios caminos, con un futuro
constructivo por delante. La solución no pasa por la conciliación ni por la negociación
de las fuerzas políticas del pasado; pasa por darle oportunidad a los
luchadores sociales que somos la mayoría silenciada, que con gusto aprobaríamos
ser juzgados y señalados si desviásemos el camino; cosas que no harían estos políticos
de pacotilla actualmente al mando del oficialismo y el oposicionismo, que
cuando ya tienen planificado huir del barco, -hacia sus propiedades en Miami y
Europa-, (cuando se sientan inseguros aquí), aún con la existencia nefasta de
esta aberración que supone para una nación adolecente y soberbia como la
nuestra, la reelección indefinida.
Seguiremos esperando porque los
cambios reales se den. Una jornada como la vivida en ese reciente acuerdo
colombo venezolano, realizado en Maracaibo, a propósito del contrabando que no
conoce de frontera en este país puente, -y donde vimos políticos haciendo lo
que esperamos de ello, y con el lenguaje apropiado para un verdadero político-,
sería un magnífico ejemplo de lo que debería comenzarse a hacer para enmendar
este enorme entuerto que no tiene otra génesis que el interés por el poder, y
por el dinero.