domingo, 14 de octubre de 2012

Gana Chávez; gana el continente.


Esto con lo cual título esta entrada,  no lo digo definitivamente en apoyo a la reelección del Presidente Hugo Chávez o en desagravio a la derrota de Capriles, y allí mismo al referirme al continente, no lo hago con alegría. Lo digo únicamente como una respuesta irónica a propósito de lo que recientemente expresara el  candidato ganador, en función de la derrota de su oponente, durante su primera reunión con la prensa internacional:



"Nosotros no sólo derrotamos a Capriles sino a una coalición internacional"
EL UNIVERSAL
Martes 9 de octubre de 2012  01:56 PM
Caracas.- "Si alguien quiere ver una democracia vigorosa, sólida, venga a Venezuela". Así inició Hugo Chávez la rueda de prensa con los medios internacionales en el Salón Ayacucho del Palacio de Miraflores, a dos días de haber sido reelecto como Presidente de la República.

Yo pregunto: ¿Cuál democracia, Sr. Presidente?

La Wikipedia nos dice de la Democracia:
Democracia es una forma de organización de grupos de personas, cuya característica predominante es que la titularidad del poder reside en la totalidad de sus miembros, haciendo que la toma de decisiones responda a la voluntad colectiva de los miembros del grupo. En sentido estricto la democracia es una forma de organización del Estado, en la cual las decisiones colectivas son adoptadas por el pueblo mediante mecanismos de participación directa o indirecta que le confieren legitimidad a los representantes”

En lo que resta de esta entrada al blog, trataré de explicar por qué lo expresado por Chávez en referencia a una “coalición internacional”, y sobre una “democracia vigorosa”, es simplemente proselitismo político, solo posible en Venezuela por el estado de deterioro republicano existente.

Necesito, en beneficio de mi salud mental,  parafrasear al Sr Presidente,  y decirle lo que debió   en sana verdad, expresar sobre su  triunfo:

“Nosotros no ganamos solos; lo hicimos con una coalición internacional”

Sé que esta afirmación no es sencilla de digerir, y menos aún separarla de la velocidad  y dirección con que los acontecimientos desde las elecciones presidenciales han sucedido. Es solo ahora que reconozco poder ver un poco mejor la escena completa que se presenta frente a mí, y les digo que esa frase tiene mucho significado. Encierra el camino que ha tomado la nación; refleja lo que la oposición no ha terminado de entender. Sugiere el conjunto de factores que han influido; oculta una verdad que insinué en la pasada entrada, escrita mientras masticaba mi impotencia humana al saber que por ahora, las cosas seguirían iguales, o casi…

No quiero entrar en detalles sobre esto, sin antes comentar lo que ha ocurrido en estas elecciones, de manera muy simple y directa, para que cualquiera entrando al blog desde donde sea en este mundo, entienda lo que pasó:
Primero: El mecanismo de elecciones utilizado en Venezuela fue hoy más avanzado y tecnificado, pero no más claro, pues se siguió basando en un registro electoral viejo y amañado,  no exento en todo caso, de componendas políticas. 
Segundo: Las elecciones fueron dirigidas y dinamizadas, no por los votantes, sino por las maquinarias partidistas; es decir: No fue un acto 100% espontaneo y libre, carente de presión alguna.
Tercero: Las elecciones se hicieron sobre una premisa ilegal para una de las partes: la reelección indefinida. Esta modificación a la constitución no podía plantearse nuevamente en el mismo periodo presidencial donde fue ya hecha, y como en efecto se hizo argumentando un ardid jurídico (2006-2012).
Cuarto: Chávez mintió en el 2000, luego de la aprobación de la nueva constitución, cuando dijo que 12 años eran suficientes para gobernar, y que más tiempo seria una distorsión a lo posible.
Quinto: El presidente no mostró pruebas desde alguna fuente neutral médica, que garantizara que no está enfermo como para cumplir efectivamente con 6 años más de gobierno.
Sexto: Totalmente adrede, el gobierno decidió dividir en tres partes las elecciones, cuando bien pidieron hacerse dos: Presidente y gobernadores; luego Alcaldes y concejales. Esto se hizo con la única intención de que todos los partidarios, -incluyendo autoridades regionales y nacionales-, no se “distrajeran” con sus propias elecciones, en perjuicio del candidato presidencial.
Séptimo: Todos los recursos del estado se concentraron ilegalmente en darle ventaja a Chávez: Cadenas, propagandas, material impreso, radio, televisión e internet.

Ahora, deteniéndome en lo primero, pese a la vergüenza que me produce de cara a quienes lean esto en el exterior del país,  digamos que la “fortaleza” del mecanismo electoral actual, obedece tristemente en realidad a la tracalería de la que somos capaces, si en una mesa, en cualquier centro de votación, algún testigo se ausenta o no va, dejando el campo abierto al contrincante para modificar los resultados, al más puro y viejo estilo del “acta mata voto” utilizado cuando la votación era a papel.
Simple y crudo, pero cierto.

Con respecto a lo segundo, nadie puede negar que como buen alumno de los viejos partidos políticos venezolanos, el PSUV se graduó con honores en esto de utilizar sin medir ética ni pudor alguno, los recursos privados y estatales, así como a los empleados, para conseguir un absoluto control de sus miembros y simpatizantes, no solo convidándolos a votar, sino llamándolos telefónicamente para hacer el seguimiento respectivo, y llevarlos a sus centros de votación de ser necesario, en función de las tendencias que por sondeos en tiempo real, se fueran observando.
El resultado fue el visto en Venezuela: Fundamentalmente, unas elecciones limpias en sus procedimientos, pero no en su proceder.
Me cuesta creer que esta no sean las elecciones con la campaña electoral más cara de la historia en Latinoamérica, por no decir sin validarlo primero, que  del mundo.

No hubo reparo alguno en usar y abusar de los empleados públicos, de los vehículos gubernamentales, y de una colosal cantidad de dinero, salido de las mismas empresas públicas, (PDVSA, CORPOELEC, Ministerios, etc.), para mover todo lo que fuera necesario de cara a garantizar el triunfo de Chávez.
 Nada existía en la administración pública, más importante que eso. Todos los demás aspectos de la vida nacional pasaron a segundo plano. Nadie podía reclamar nada, aunque su derecho fuera claro de acuerdo a las leyes; cualquier acto reivindicativo en esos días era automáticamente tomado como acto contrarrevolucionario y de traición a la patria, ganándose quien osara a ello, el calificativo de escuálido o majunche.
Así las cosas, no pude observar un proceso de elecciones libre y pleno de conciencia. Fue el voto de los que les convenía mantener a Chávez, por razones emotivas, ideológicas o económicas, contra los que deseaban castigarlo por lo que consideraran una mala gestión, así como por antipatía o por convicción ideológica contraria, aglutinados en una heterogénea oposición.

Ahora bien, no ganamos (o perdimos) solos
Esto lo digo con total convicción y dolor: El voto de no menos de  quizás dos  millones de extranjeros cedulados indiferenciables de los venezolanos por nacimiento, -particularmente amigos colombianos-,  decidieron el triunfo del presidente.
En otras breves y tristes  palabras: Estas fueron unas elecciones internacionales. Latinoamérica votó.
No fue determinante el voto de los venezolanos, (que no significa en lo absoluto, que la mitad de ellos no esté con el presidente). Ante esta situación sin embargo, no bastaría el voto de los oposicionistas, ni de los que utilizaron el voto como castigo. Muy en el fondo, la desvenezolanización logró  actuar en toda su extensión y cúmulo de consecuencias: Fue determinante el sentimiento de agradecimiento del extranjero ahora hermanado con nosotros,  (incapaces de encontrar un discurso realista que les conviniera en la voz de Capriles, lo cual no es extraño debido a lo poco profundo de su propuesta), para que Chávez obtuviera este triunfo.
El presidente,-como su oponente ahora perdedor-, saben esto, pero no lo dirán. (¿Por qué creen que el presidente de Colombia es “nuestro nuevo mejor amigo”?; ¿Por qué creen que los candidatos de oposición se reunieron con Santos?)
Duro fue también en esos días de desilusiones ante la cruda realidad republicana que vive Venezuela,  ver como el ministro del interior decía que por motivo de las elecciones, habían “cerrado” la frontera. ¿Qué frontera?; la de Venezuela no es: Miles de toneladas de contrabando y gasolina pasan semanalmente entre ambos países, y lo mismo ocurre con la permanente corriente de personas que transitan libre e impunemente. No es difícil imaginar ese domingo pasando gente por los caminos verdes (y no tan verdes) hacia Venezuela, solo para votar. El transito es libre e indiscriminado.
Estemos claros desde ya, (para evitar sobresaltos xenofóbicos), que mientras no tengan antecedentes delictivos, todos los amigos que vienen del exterior de Venezuela tienen derecho a ser ciudadanos del país, pero siguiendo para ello, -obviamente-, un esquema que los integre a nuestra cultura y leyes, garantizando que sean individuos que construyan y aporten, (incluso prestando el servicio militar y con ello estar dispuestos a derramar su sangre por esta nueva patria), y no lo que pueden terminar siendo, con el método que el presidente autorizó hace años, donde con solo una carta de residencia, (lo he visto con mis propios ojos), autenticada por una agrupación de vecinos, es suficiente para justificar su nacionalización y cedulación (y también lo he visto con mis propios ojos). El resultado de esto ha sido la incorporación sin ningún tipo de tapujos, de todos aquellos que de esta manera no se integran a un modelo de venezolanidad, sino que arrastran consigo sus propios valores y culturas.

Traten por favor, sin apasionamientos, de observar la imagen de las recientes elecciones en toda su plenitud:  Una de las más bajas abstenciones; el mayor control posible por parte del PSUV sobre sus miembros y cautivos; la campaña con mayor cantidad de recursos económicos por parte de un Estado que se hizo uno con el gobierno de turno, hasta ese momento pretendiente de otro mandato; una oposición aún ingenua, capaz de creer que tras 14 años, todas las misiones no serian suficientes para atornillar al presidente en su silla, contando para ello únicamente con un candidato opositor que no pudo  ofrecer mucho más que lo mismo de Chávez, con lo que finalmente no fue capaz por ello, de estructurar una alternativa con beneficio para todos, más allá de lo visto hasta ahora, y sobre todo para los aún más desposeídos.
Ni Capriles ni nadie más, fueron diligentes en demostrar que las misiones se habían convertido en una “carpa de pernocta en medio de la nada” donde quedarse a vivir, en vez de ser utilizadas como prácticos puentes para transitar desde la ineficiencia reinante desde hace décadas, hacia una estructura  de gobierno y servicios realmente funcional.  Seguramente esa fue la intención inicial de las misiones, pero los dividendos políticos que produjeron fueron simplemente demasiado novedosos y tentadores para los políticos de turno, y fue así que se institucionalizaron en el tiempo, como prueba viva del “interés de los gobernantes por su  pueblo”.
Una doble burocracia había nacido. Doble gasto; doble ineficiencia.
¿Qué mejor idea para crear empleos artificiales,  “oportunidades” de “negocios” y la ilusión de tener control popular para aquellos que de todas maneras siguen viviendo en barrios sin servicios ni seguridad?
Creo que muchos políticos de oposición cayeron en  la trampa de proponer como alternativa a estas cosas, planes y propuestas más acordes a países desarrollados que al nuestro. No comprendieron que quisieron vender maravillas del primer mundo, en una nación sumergida en el tercer mundo.

Es un hecho ya a mi entender, que los opositores y ejecutores del voto castigo (IMPORTANTE: que no apoyan a Capriles, aunque votaron por él), no son suficientes para ganarle a Chávez y a los 5 o 6 millones de venezolanos que lo apoyan (No, no es un error de matemáticas: la diferencia de votos la ponen los extranjeros cedulados).
Tampoco hay manera, durante la revolución “misionera” actualmente en curso, de sacar de la comodidad a esos mismos amigos, al momento de hacer su elección electoral.
Tenemos que entender que no es culpa de ellos. Es nuestra.
Ellos no desean invadir terrenos para construir un rancho de lata, pero lo hacen como cualquier venezolano desposeído, sabiendo que casi seguramente no hay castigo, -ni opción alguna a ello-. Al contrario: las misiones llegarán en su auxilio, cambiando algunos ranchos por casas, hambre por comida barata, y salud a cambio de nada. En un país como el nuestro, donde lo elemental resulta ser como un lujo inalcanzable para muchos, no podemos esperar algo distinto que la derrota sistemática de la oposición al actual presidente. Por lo menos, mientras no convenzan de que ofrecerán garantías de algo mejor, y no solo la promesa de devolverle la señal de RCTV, a sus acaudalados dueños.
Pero antes de maldecir al presidente, los mayores de 30 años deben preguntarse el por qué no hicieron nada por evitar que estas cosas de ahora, nacieran como respuesta a las profundas injusticias de los 70, 80 y 90. ¿Por qué no protestaron a los políticos que permitían el crecimiento desordenado de las ciudades, la inmigración desmedida, los caminos verdes, el contrabando, la falta de educación, la inflación, el matraqueo, o la vida ilusoria de querer ser opulentos “Made in America”, sin las leyes y reglas de los gringos?;
¿Cómo podíamos tener éxito, sin aplicar nuestras propias reglas, para lograr aquel necesario estado de cosas donde NADIE esté por encima de la constitución y las leyes?

La REVENEZOLANIZACIÓN.

Ahora no veo otra opción; la Venezuela que quieren los de oposición y otros, más allá de personalismos, de líderes imbatibles o de sociedades incoherentes, no se encuentra ya en nuestros recuerdos, ni mucho menos en el presente, aunque sin entenderlo, estemos caminando hacia ello. Quiero decir que la oposición nunca podrá ya volver a lo que era la nación, de la misma manera en que los chavistas nunca llegarán a aquel país prometido a través de una revolución que se alimenta a sí misma de esperanzas, sin que por ello arribe a  puerto alguno.
Una muestra de esta situación contradictoria que vivimos, podemos palparla muy bien en lo que el presidente decía hace poco:
Aquí estoy parado firme. Mándeme el pueblo, que yo sabré obedecerle. Soldado soy del pueblo, ustedes son mi jefe
Sabemos que si se refiere al “pueblo”, tendría que hacerle caso a 8 millones que votaron por él, mas 6 millones que no lo hicieron, aparte de otros 14 millones sin derecho a voto por su edad. Sabemos que esto no es así. Si yo como elemento del pueblo le planteo algo que vaya en contra de sus designios o acciones, rápidamente encontrará la manera de reducir mis planteamientos a la nada, o seré victima de discriminación política por la osadía de mis palabras. Entonces, ¿Cómo puede el presidente afirmar eso, y no estar dispuesto a cambiar ni un ápice su actual proyecto político, incluso ante las peticiones de millones de venezolanos?; obviamente, esa llamada hecha al perdedor, -Capriles-, donde se mencionó la palabra dialogo, no significa para nada que lo vaya a haber; cuando más, el “dialogo” se reducirá a escuchar, pero no a concretar, si ello supusiera cambiar la base del proyecto político, y eso es comprensible; como mínimo, para 8 millones de habitantes, aunque con ello desnude la realidad que nos aleja precisamente de aquella temprana definición de democracia que les mencionaba.

Estas cosas Chávez definitivamente no las visualiza. Por eso la paradoja que nos muestra a un presidente dispuesto a reacomodar todo alegando la prosperidad de las futuras generaciones, siendo quizás el hombre más atado al pasado que existe en Venezuela; muy pocos por eso logran ver más allá de la actual polarización resultante de esta muy real “miopía política y conceptual” que vivimos, mientras que la inmigración libre y sin guía, de a poco y sin pretenderlo, socaba todo aquello que nunca fue tema serio de consenso nacional, en la conciencia difusa de nuestra sociedad.

Quiero proponerles que consideren la REVENEZOLANIZACION, como única manera de tomar la sindéresis y la coherencia que necesitamos. Tenemos que aceptar nuestras limitaciones y errores, para poder valorar nuestros aciertos y nuestras potencialidades.
Ninguna decisión correcta en nuestro país será tomada si no logramos que por mayoría venezolana, se tome una decisión política.
Solo una mayoría contundente, cercana en una votación a ese mítico 10 millones de votos irónicamente tantas veces pedido por el presidente para sí mismo, logrará cambiar el rumbo; eso y un proyecto político distinto al actual oficialista y oposicionista.
Ignoro si será un llamado a una constituyente, o si obedecerá a la presencia de un nuevo candidato, nacido en las cenizas de ambas tendencias y métodos de manejo político vividos. Ignoro si ello será posterior a algún evento traumático nacional. Quizás obedezca a una secuencia de hechos, que no impliquen sobresaltos colectivos. Simplemente, no sé.

De lo que si estoy seguro, es de que es la única manera: saltando ambos estilos de hacer política y de cometer errores. Tenemos que llegar a un estado de cosas, donde podamos buscar y castigar a todos los corruptos, sin que parezca una cacería de brujas de la cuarta o de la quinta republica; es necesario el castigo a los delitos; es menester dar el ejemplo, pues solo así la sensación de que la ley y la constitución, están por encima de todos, permitirá cohesionar en una sola sociedad, a nuestro pueblo.

Tenemos muchas virtudes; enfrentamos un futuro brillante incluso si luego miramos a latinoamericana. Hay mucho por hacer, pero solo cuando aceptemos nuestra mediocridad hoy omnipresente, y nuestra impresionante capacidad para marañar y excusar atajos e infracciones a lo legal, a lo ético, a lo honroso.
Bolívar aún cabalga delante de nosotros, pese a estar muerto, y eso debe ser motivo de vergüenza para todos, pues su deseo era que lo superáramos; que fuéramos capaces de ver sobre sus hombros, hasta donde el mismo no fue capaz de ver. La existencia humana se centra en ese fenómeno, que deja tras de sí, solo historias escritas de pueblos que allí donde fueron sensatos, obtuvieron glorias y reconocimiento, y donde fueron ciegos y necios, debieron conformarse con rechinares de dientes.

Esta elección presidencial fue un trago muy amargo, tomado de un vaso aparentemente cristalino. No hubo ética; no hubo recato. Todos los políticos, con sus caras hipócritas, lo saben.
No tiene por que ocurrir de nuevo. 
El registro electoral debe ser hecho de nuevo, pero esta vez con foto, cédula y partida de nacimiento de venezolano en la mano. La nueva cedulación deberá exigir pruebas irrefutables de nacimiento en el país, de manera que a los nacionalizados, podamos legalmente identificarlos y hacerlos nuestros conciudadanos, aunque debamos diferenciarlos y apartarlos de las únicas cosas donde no pueden participar por ahora, dada nuestra frágil identidad nacional: Constituyentes refundadoras, referéndum nacionales, elecciones presidenciales y elecciones de gobernadores en estados fronterizos.

Todos podemos ser ganadores, si descubrimos como librarnos de la soberbia que nos intoxica hoy en día como nación, fragmentada y débil, más allá de lo que logramos entender.
Aún hay tiempo.

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