Esto con lo cual título esta entrada, no lo digo definitivamente en apoyo a la
reelección del Presidente Hugo Chávez o en desagravio a la derrota de Capriles,
y allí mismo al referirme al continente, no lo hago con alegría. Lo digo únicamente
como una respuesta irónica a propósito de lo que recientemente expresara el candidato ganador, en función de la derrota
de su oponente, durante su primera reunión con la prensa internacional:
"Nosotros no sólo derrotamos a Capriles sino a una coalición internacional"
EL UNIVERSAL
Martes 9 de octubre de 2012 01:56 PM
Caracas.- "Si alguien quiere ver una democracia vigorosa, sólida,
venga a Venezuela". Así inició Hugo Chávez la rueda de prensa con los
medios internacionales en el Salón Ayacucho del Palacio de Miraflores, a dos
días de haber sido reelecto como Presidente de la República.
Yo pregunto: ¿Cuál democracia, Sr. Presidente?
La Wikipedia nos dice de la Democracia:
“Democracia es
una forma de organización de grupos de personas, cuya característica
predominante es que la titularidad del poder reside en la totalidad
de sus miembros, haciendo que la toma de decisiones responda a la voluntad
colectiva de los miembros del grupo. En sentido estricto la democracia es una
forma de organización del Estado, en la cual las decisiones colectivas son
adoptadas por el pueblo mediante mecanismos de participación directa o
indirecta que le confieren legitimidad a los representantes”
En lo que resta de esta entrada al blog, trataré de explicar por qué lo expresado
por Chávez en referencia a una “coalición internacional”, y sobre una “democracia
vigorosa”, es simplemente proselitismo político, solo posible en Venezuela por
el estado de deterioro republicano existente.
Necesito, en beneficio de mi salud mental, parafrasear al Sr Presidente, y decirle lo que debió en sana
verdad, expresar sobre su triunfo:
“Nosotros no ganamos solos; lo hicimos con una coalición internacional”
Sé que esta afirmación no es sencilla de digerir, y menos aún separarla de
la velocidad y dirección con que los
acontecimientos desde las elecciones presidenciales han sucedido. Es solo ahora
que reconozco poder ver un poco mejor la escena completa que se presenta frente
a mí, y les digo que esa frase tiene mucho significado. Encierra el camino que
ha tomado la nación; refleja lo que la oposición no ha terminado de entender.
Sugiere el conjunto de factores que han influido; oculta una verdad que insinué
en la pasada entrada, escrita mientras masticaba mi impotencia humana al saber
que por ahora, las cosas seguirían iguales, o casi…
No quiero entrar en detalles sobre esto, sin antes comentar lo que ha ocurrido
en estas elecciones, de manera muy simple y directa, para que cualquiera
entrando al blog desde donde sea en este mundo, entienda lo que pasó:
Primero: El
mecanismo de elecciones utilizado en Venezuela fue hoy más avanzado y tecnificado, pero no más claro, pues se siguió basando en un registro electoral viejo y amañado, no exento en todo caso, de componendas políticas.
Segundo: Las
elecciones fueron dirigidas y dinamizadas, no por los votantes, sino por las
maquinarias partidistas; es decir: No fue un acto 100% espontaneo y libre,
carente de presión alguna.
Tercero: Las elecciones se hicieron sobre una
premisa ilegal para una de las partes: la reelección indefinida. Esta modificación
a la constitución no podía plantearse nuevamente en el mismo periodo
presidencial donde fue ya hecha, y como en efecto se hizo argumentando un ardid
jurídico (2006-2012).
Cuarto: Chávez mintió en el 2000, luego de la
aprobación de la nueva constitución, cuando dijo que 12 años eran suficientes
para gobernar, y que más tiempo seria una distorsión a lo posible.
Quinto: El presidente no mostró pruebas desde
alguna fuente neutral médica, que garantizara que no está enfermo como para
cumplir efectivamente con 6 años más de gobierno.
Sexto: Totalmente adrede, el gobierno decidió
dividir en tres partes las elecciones, cuando bien pidieron hacerse dos:
Presidente y gobernadores; luego Alcaldes y concejales. Esto se hizo con la
única intención de que todos los partidarios, -incluyendo autoridades
regionales y nacionales-, no se “distrajeran” con sus propias elecciones, en
perjuicio del candidato presidencial.
Séptimo: Todos los recursos del estado se concentraron
ilegalmente en darle ventaja a Chávez: Cadenas, propagandas, material impreso,
radio, televisión e internet.
Ahora, deteniéndome en lo primero, pese a la vergüenza que me produce de
cara a quienes lean esto en el exterior del país, digamos que la “fortaleza” del mecanismo
electoral actual, obedece tristemente en realidad a la tracalería de la que
somos capaces, si en una mesa, en cualquier centro de votación, algún testigo
se ausenta o no va, dejando el campo abierto al contrincante para modificar los
resultados, al más puro y viejo estilo del “acta
mata voto” utilizado cuando la votación era a papel.
Simple y crudo, pero cierto.
Con respecto a lo segundo, nadie puede negar que como buen alumno de los
viejos partidos políticos venezolanos, el PSUV se graduó con honores en esto de
utilizar sin medir ética ni pudor alguno, los recursos privados y estatales, así
como a los empleados, para conseguir un absoluto control de sus miembros y
simpatizantes, no solo convidándolos a votar, sino llamándolos telefónicamente
para hacer el seguimiento respectivo, y llevarlos a sus centros de votación de
ser necesario, en función de las tendencias que por sondeos en tiempo real, se
fueran observando.
El resultado fue el visto en Venezuela: Fundamentalmente, unas elecciones limpias en sus procedimientos, pero
no en su proceder.
Me cuesta creer que esta no sean las elecciones con la campaña electoral
más cara de la historia en Latinoamérica, por no decir sin validarlo
primero, que del mundo.
No hubo reparo alguno en usar y abusar de los empleados públicos, de los
vehículos gubernamentales, y de una colosal cantidad de dinero, salido de las
mismas empresas públicas, (PDVSA, CORPOELEC, Ministerios, etc.), para mover
todo lo que fuera necesario de cara a garantizar el triunfo de Chávez.
Nada existía en la administración
pública, más importante que eso. Todos los demás aspectos de la vida nacional
pasaron a segundo plano. Nadie podía reclamar nada, aunque su derecho fuera
claro de acuerdo a las leyes; cualquier acto reivindicativo en esos días era
automáticamente tomado como acto contrarrevolucionario y de traición a la
patria, ganándose quien osara a ello, el calificativo de escuálido o majunche.
Así las cosas, no pude observar un proceso de elecciones libre y pleno de
conciencia. Fue el voto de los que les convenía mantener a Chávez, por razones
emotivas, ideológicas o económicas, contra los que deseaban castigarlo por lo
que consideraran una mala gestión, así como por antipatía o por convicción ideológica
contraria, aglutinados en una heterogénea oposición.
Ahora bien, no ganamos (o perdimos)
solos…
Esto lo digo con total convicción y dolor: El voto de no menos de quizás dos millones de extranjeros cedulados indiferenciables
de los venezolanos por nacimiento, -particularmente
amigos colombianos-, decidieron el
triunfo del presidente.
En otras breves y tristes palabras: Estas fueron unas elecciones internacionales.
Latinoamérica votó.
No fue determinante el voto de los venezolanos, (que no significa en lo
absoluto, que la mitad de ellos no esté con el presidente). Ante esta situación
sin embargo, no bastaría el voto de los oposicionistas, ni de los que
utilizaron el voto como castigo. Muy en el fondo, la desvenezolanización
logró actuar en toda su extensión y cúmulo
de consecuencias: Fue determinante el sentimiento de agradecimiento del extranjero
ahora hermanado con nosotros, (incapaces
de encontrar un discurso realista que les conviniera en la voz de Capriles, lo
cual no es extraño debido a lo poco profundo de su propuesta), para que Chávez
obtuviera este triunfo.
El presidente,-como su oponente ahora perdedor-, saben esto, pero no lo
dirán. (¿Por qué creen que el presidente
de Colombia es “nuestro nuevo mejor amigo”?; ¿Por qué creen que los candidatos de oposición se reunieron con Santos?)
Duro fue también en esos días de desilusiones ante la cruda realidad
republicana que vive Venezuela, ver como
el ministro del interior decía que por motivo de las elecciones, habían “cerrado”
la frontera. ¿Qué frontera?; la de
Venezuela no es: Miles de toneladas de contrabando y gasolina pasan
semanalmente entre ambos países, y lo mismo ocurre con la permanente corriente
de personas que transitan libre e impunemente. No es difícil imaginar ese
domingo pasando gente por los caminos verdes (y no tan verdes) hacia Venezuela,
solo para votar. El transito es libre e indiscriminado.
Estemos claros desde ya, (para evitar sobresaltos xenofóbicos), que mientras
no tengan antecedentes delictivos, todos los amigos que vienen del exterior de
Venezuela tienen derecho a ser ciudadanos del país, pero siguiendo para ello,
-obviamente-, un esquema que los integre a nuestra cultura y leyes, garantizando
que sean individuos que construyan y aporten, (incluso prestando el servicio
militar y con ello estar dispuestos a derramar su sangre por esta nueva patria),
y no lo que pueden terminar siendo, con el método que el presidente autorizó
hace años, donde con solo una carta de residencia, (lo he visto con mis propios
ojos), autenticada por una agrupación de vecinos, es suficiente para justificar
su nacionalización y cedulación (y también lo he visto con mis propios ojos).
El resultado de esto ha sido la incorporación sin ningún tipo de tapujos, de
todos aquellos que de esta manera no se integran a un modelo de venezolanidad,
sino que arrastran consigo sus propios valores y culturas.
Traten por favor, sin apasionamientos, de observar la imagen de las
recientes elecciones en toda su plenitud:
Una de las más bajas abstenciones; el mayor control posible por parte
del PSUV sobre sus miembros y cautivos; la campaña con mayor cantidad de
recursos económicos por parte de un Estado que se hizo uno con el gobierno de
turno, hasta ese momento pretendiente de otro mandato; una oposición aún
ingenua, capaz de creer que tras 14 años, todas las misiones no serian
suficientes para atornillar al presidente en su silla, contando para ello únicamente
con un candidato opositor que no pudo
ofrecer mucho más que lo mismo de Chávez, con lo que finalmente no fue
capaz por ello, de estructurar una alternativa con beneficio para todos, más
allá de lo visto hasta ahora, y sobre todo para los aún más desposeídos.
Ni Capriles ni nadie más, fueron diligentes en demostrar que las misiones
se habían convertido en una “carpa de pernocta en medio de la nada” donde
quedarse a vivir, en vez de ser utilizadas como prácticos puentes para transitar
desde la ineficiencia reinante desde hace décadas, hacia una estructura de gobierno y servicios realmente funcional. Seguramente esa fue la intención inicial de
las misiones, pero los dividendos políticos que produjeron fueron simplemente
demasiado novedosos y tentadores para los políticos de turno, y fue así que se
institucionalizaron en el tiempo, como prueba viva del “interés de los gobernantes por su
pueblo”.
Una doble burocracia había nacido. Doble gasto; doble ineficiencia.
¿Qué mejor idea para crear empleos artificiales, “oportunidades” de “negocios” y la ilusión de
tener control popular para aquellos que de todas maneras siguen viviendo en
barrios sin servicios ni seguridad?
Creo que muchos políticos de oposición cayeron en la trampa de proponer como alternativa a
estas cosas, planes y propuestas más acordes a países desarrollados que al
nuestro. No comprendieron que quisieron vender maravillas del primer mundo, en
una nación sumergida en el tercer mundo.
Es un hecho ya a mi entender, que los opositores y ejecutores del voto
castigo (IMPORTANTE: que no apoyan a Capriles, aunque votaron por él), no son
suficientes para ganarle a Chávez y a los 5 o 6 millones de venezolanos que lo
apoyan (No, no es un error de matemáticas: la diferencia de votos la ponen los
extranjeros cedulados).
Tampoco hay manera, durante la revolución “misionera” actualmente en curso,
de sacar de la comodidad a esos mismos amigos, al momento de hacer su elección
electoral.
Tenemos que entender que no es culpa de ellos. Es nuestra.
Ellos no desean invadir terrenos para construir un rancho de lata, pero lo
hacen como cualquier venezolano desposeído, sabiendo que casi seguramente no
hay castigo, -ni opción alguna a ello-. Al contrario: las misiones llegarán en
su auxilio, cambiando algunos ranchos por casas, hambre por comida barata, y
salud a cambio de nada. En un país como el nuestro, donde lo elemental resulta
ser como un lujo inalcanzable para muchos, no podemos esperar algo distinto que
la derrota sistemática de la oposición al actual presidente. Por lo menos,
mientras no convenzan de que ofrecerán garantías de algo mejor, y no solo la
promesa de devolverle la señal de RCTV, a sus acaudalados dueños.
Pero antes de maldecir al presidente, los mayores de 30 años deben
preguntarse el por qué no hicieron nada por evitar que estas cosas de ahora, nacieran
como respuesta a las profundas injusticias de los 70, 80 y 90. ¿Por qué no
protestaron a los políticos que permitían el crecimiento desordenado de las
ciudades, la inmigración desmedida, los caminos verdes, el contrabando, la
falta de educación, la inflación, el matraqueo, o la vida ilusoria de querer
ser opulentos “Made in America”, sin
las leyes y reglas de los gringos?;
¿Cómo podíamos tener éxito, sin
aplicar nuestras propias reglas, para lograr aquel necesario estado de cosas
donde NADIE esté por encima de la constitución y las leyes?
La REVENEZOLANIZACIÓN.
Ahora no veo otra opción; la Venezuela que quieren los de oposición y
otros, más allá de personalismos, de líderes imbatibles o de sociedades
incoherentes, no se encuentra ya en nuestros recuerdos, ni mucho menos en el
presente, aunque sin entenderlo, estemos caminando hacia ello. Quiero decir que
la oposición nunca podrá ya volver a lo que era la nación, de la misma manera
en que los chavistas nunca llegarán a aquel país prometido a través de una
revolución que se alimenta a sí misma de esperanzas, sin que por ello arribe a puerto alguno.
Una muestra de esta situación contradictoria que vivimos, podemos palparla
muy bien en lo que el presidente decía hace poco:
“Aquí estoy parado firme. Mándeme el
pueblo, que yo sabré obedecerle. Soldado soy del pueblo, ustedes son mi jefe”
Sabemos que si se refiere al “pueblo”, tendría que hacerle caso a 8 millones que votaron por él, mas 6 millones que no lo hicieron, aparte
de otros 14 millones sin derecho a
voto por su edad. Sabemos que esto no es así. Si yo como elemento del pueblo le
planteo algo que vaya en contra de sus designios o acciones, rápidamente encontrará
la manera de reducir mis planteamientos a la nada, o seré victima de discriminación
política por la osadía de mis palabras. Entonces, ¿Cómo puede el presidente afirmar
eso, y no estar dispuesto a cambiar ni un ápice su actual proyecto político,
incluso ante las peticiones de millones de venezolanos?; obviamente, esa
llamada hecha al perdedor, -Capriles-, donde se mencionó la palabra dialogo, no
significa para nada que lo vaya a haber; cuando más, el “dialogo” se reducirá a
escuchar, pero no a concretar, si ello supusiera cambiar la base del proyecto
político, y eso es comprensible; como mínimo, para 8 millones de habitantes,
aunque con ello desnude la realidad que nos aleja precisamente de aquella
temprana definición de democracia que les mencionaba.
Estas cosas Chávez definitivamente no las visualiza. Por eso la paradoja
que nos muestra a un presidente dispuesto a reacomodar todo alegando la prosperidad
de las futuras generaciones, siendo quizás el hombre más atado al pasado que
existe en Venezuela; muy pocos por eso logran ver más allá de la actual
polarización resultante de esta muy real “miopía política y conceptual” que
vivimos, mientras que la inmigración libre y sin guía, de a poco y sin
pretenderlo, socaba todo aquello que nunca fue tema serio de consenso nacional,
en la conciencia difusa de nuestra sociedad.
Quiero proponerles que consideren la REVENEZOLANIZACION, como única manera
de tomar la sindéresis y la coherencia que necesitamos. Tenemos que aceptar
nuestras limitaciones y errores, para poder valorar nuestros aciertos y nuestras
potencialidades.
Ninguna decisión correcta en nuestro país será tomada si no logramos que por mayoría venezolana, se tome una decisión
política.
Solo una mayoría contundente, cercana en una votación a ese mítico 10
millones de votos irónicamente tantas veces pedido por el presidente para sí
mismo, logrará cambiar el rumbo; eso y
un proyecto político distinto al actual oficialista y oposicionista.
Ignoro si será un llamado a una constituyente, o si obedecerá a la
presencia de un nuevo candidato, nacido en las cenizas de ambas tendencias y
métodos de manejo político vividos. Ignoro si ello será posterior a algún
evento traumático nacional. Quizás obedezca a una secuencia de hechos, que no
impliquen sobresaltos colectivos. Simplemente, no sé.
De lo que si estoy seguro, es de que es la única manera: saltando ambos
estilos de hacer política y de cometer errores. Tenemos que llegar a un estado
de cosas, donde podamos buscar y castigar a todos los corruptos, sin que
parezca una cacería de brujas de la cuarta o de la quinta republica; es
necesario el castigo a los delitos; es menester dar el ejemplo, pues solo así
la sensación de que la ley y la constitución, están por encima de todos,
permitirá cohesionar en una sola sociedad, a nuestro pueblo.
Tenemos muchas virtudes; enfrentamos un futuro brillante incluso si luego
miramos a latinoamericana. Hay mucho por hacer, pero solo cuando aceptemos
nuestra mediocridad hoy omnipresente, y nuestra impresionante capacidad para
marañar y excusar atajos e infracciones a lo legal, a lo ético, a lo honroso.
Bolívar aún cabalga delante de nosotros, pese a estar muerto, y eso debe
ser motivo de vergüenza para todos, pues su deseo era que lo superáramos; que
fuéramos capaces de ver sobre sus hombros, hasta donde el mismo no fue capaz de
ver. La existencia humana se centra en ese fenómeno, que deja tras de sí, solo
historias escritas de pueblos que allí donde fueron sensatos, obtuvieron
glorias y reconocimiento, y donde fueron ciegos y necios, debieron conformarse
con rechinares de dientes.
Esta elección presidencial fue un trago muy amargo, tomado de un vaso aparentemente cristalino. No hubo ética; no hubo recato. Todos los políticos, con sus caras hipócritas, lo saben.
No tiene por
que ocurrir de nuevo.
El registro electoral debe ser hecho de nuevo, pero esta vez con foto, cédula y partida de nacimiento de venezolano en la mano. La nueva cedulación deberá exigir pruebas irrefutables de nacimiento en el país, de manera que a los nacionalizados, podamos legalmente identificarlos y hacerlos nuestros conciudadanos, aunque debamos diferenciarlos y apartarlos de las únicas cosas donde no pueden participar por ahora, dada nuestra frágil identidad nacional: Constituyentes refundadoras, referéndum nacionales, elecciones presidenciales y elecciones de gobernadores en estados fronterizos.
Todos podemos ser ganadores, si descubrimos como librarnos
de la soberbia que nos intoxica hoy en día como nación, fragmentada y débil,
más allá de lo que logramos entender.
Aún hay tiempo.