A propósito de Justificar el socialismo con el cristianismo, ¡O al revés!
Sabemos que un individuo que justifica su motivación personal en función de factores externos cambiantes, -de esos que flotan en el agitado mar de las modas y corrientes de pensamiento en boga-, inevitablemente modificará dichos valores propios con el paso del tiempo en casi la misma medida, limitando su capacidad para seguir un propósito primordial.
Ciertamente somos seres receptores de información; misma que nos permite pensar y sentir. Lo que hacemos con la información nos hace ser quienes somos. ¿O No?
Ahora, cuando lo espiritual lo introducimos en escena, el origen de nuestros pensamientos y sentimientos nos lleva a un trasfondo distinto, donde la información es reflejada y modificada por nuestras conciencias, en distintas y casi infinitas proporciones según somos cada uno de nosotros.
El punto político aquí es que fijando la atención de estas reflexiones en un individuo, que en este caso es el presidente, vemos que este no puede justificar sus acciones presidenciales en función de quien es como persona, sino de quien es como presidente, regido por una estructura político administrativa republicana previamente definida, y por tanto, ha de actuar conforme a ella. La persona política que nos vende una imagen y una visión, y que finalmente seleccionamos -vía una elección- para ejercer un cargo, solo ejercerá a su vez la administración presidencial que le es temporalmente concedida, con reglas claras y previamente definidas.
En el momento en que un hombre o mujer elegido como presidente de la república, decide asumir para la función encomendada -y con la indiferencia del colectivo-, la regla y medida de su propia vida, en ese instante literalmente lanza una piedra hacia arriba, amenazando con ello la integridad de la republica cuando esta es débil, y exponiendo su propia existencia a la debilidad que el egoísmo mimetizado y convertido en guía del espíritu, le hace creerse infalible en su interpretación de la existencia personal y republicana. Peligroso en extremo todo ello.
No necesariamente hay mala intención por parte de quien gobierna en esa situación; solo una incapacidad naturalmente humana para ver una realidad.
Venían estas reflexiones navegando “rio abajo” en mi mente, y se las hago conocer ahora a propósito de una reciente reunión que sostuvo el presidente de Venezuela, con un religioso brasileño. Buena oportunidad para meditar sobre las influencias resultantes de querer simpatizarle a todo el mundo.
El asunto no gira, sin embargo, en torno a lo que pudieron decir y hacer público a raíz de esa reunión, pues ya en anteriores entradas hemos resaltado que en principio, los gustos personales de un presidente no deben afectar a la republica, por lo que entonces aquí lo que nos llama la atención es ese extraño mecanismo de la mente humana que a veces se nos escapa en medio de la rutina del diario vivir, y que nos puede alejar del cuidado necesario frente a los fenómenos que pueden socavar las bases constitucionales.
Supongamos que alguien afirma que el socialismo, o la democracia, o cualquier otra “…cracia” o “…ismo”, resultan ser la base del cristianismo, por lo menos de aquel proclamado por Jesús en la antigua Palestina.
Quizás una interpretación contemporánea de esa filosofía cristiana, contrastada con el fenómeno socialista o cualquier otro fenómeno sociopolítico en general, pudiera hacer que tal interpretación tuviera sentido, con lo cual, se haría asimilable para una mayor cantidad de personas, la idea central transmitida por el proponente.
Es algo así como si yo les dijera que el proceso de desarrollar este blog, “guarda estrecha relación con la evolución del pensamiento de Bolívar”, previo al proceso independentista liderado por el en su tiempo, con lo cual, -les afirmaría totalmente convencido de ello, incapaz de ver cualquier otra realidad que esté un paso delante de mí-, que cada palabra mía, se convertiría a mi propio modo de ver, en una puerta a la verdad que deben seguir porque es beneficio de las mayorías.
Coincidirán conmigo en que posiblemente estaría errado. (Sí dirían eso, pero solo si yo no resulto ser un líder carismático, con eventos cuasi épicos a mis espaldas. Si fuera ese el caso, la admiración y el vacio de una identidad extraviada colectiva, los harían a ustedes permeables y hasta entusiastas a mis opiniones. ¿Me explico en el punto?)
Veamos uno de los trasfondos de esta afirmación, y que no es otro que nuestra necesidad de establecer paralelismos personales con procesos, personajes e hitos históricos.
Cuando esto ocurre aunado a la existencia de un escenario particular, con una sola “voz interpretativa” reconocida, (lo que hemos mencionado en el pasado, que justamente ocurre entre nosotros en el país), como por ejemplo, la mía en este blog si yo estuviera siguiendo esa creencia de grandeza que me asociara al pasado que pudiera estar admirando o seleccionando como importante, resultaría ser complejo y potencialmente dañino, al mismo tiempo que evidencia la miopía y limitación del colectivo que no se reconoce como tal, si incluso también esa misma voz lleva el liderazgo, así como el poder político y el poder administrativo en una nación, con lo que da pie en realidad finalmente, a cualquier cosa humanamente hablando. En este escenario, la minimización de la figura republicana, como reflejo de esa identidad nacional desvanecida, es casi ABSOLUTA.
Es un asunto pues, que tiene que ver con el colectivo, con los individuos, con la identidad nacional y con las distintas maneras de proceder frente a ideas y pensamientos venidos a ser convenientes herramientas a favor de nuestras aseveraciones, y que pueden no estar casadas con nuestras convicciones colectivas.
Las corrientes políticas a escoger, no pueden estar justificadas en episodios aislados históricos, sino en las lecciones universales que como humanos en estas tierras hemos ido desentrañando y que nos dan la capacidad de superarnos cuando la reflexión camina junto a la cordura y estas a lomo de la prudencia centrada y equilibrada.
Cuidado debemos tener cuando personajes importantes de cualquier corriente de pensamiento lleguen a nuestro país a hablar con el que manda (no precisamente el colectivo); cuando el espíritu es débil, cualquier moda en ese sentido, puede ser asimilada con entusiasmo.
¿Ven como el asunto sigue girando en torno a la falta de identidad y a la debilidad que exponemos para aplicarla?
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