lunes, 22 de noviembre de 2010

El presidente es grande.

No, no es una ironía oposicionista, ni una loa chavista.

Llegado este momento en los eventos nacionales, yo no tengo ninguna duda al plantear tal afirmación, como no tengo dudas tampoco sobre las pasiones y conflictos en colisión que levanta esta afirmación, que pese a ello, les digo, se mantendrá inmutable, posiblemente aún incluso pasado su presente periodo presidencial, y ello hasta tanto quizás un personaje más grande que él llene el imaginario colectivo, con su elocuencia, carisma, obras y legado.

Así de simple, crudo y dichoso/doloroso, (en orden alfabético), según seas sus preferencias políticas.

Pudiera ser que, la otra alternativa a esto sea que de tantas bofetadas con la verdad, el colectivo nacional comprenda su realidad y pierda la admiración, -que no el respeto-, por los que han sido grandes.

Me imagino que el titulo de esta reflexión en el blog le resultará a más de uno en extremo “repulsivo”, y les pido clemencia por ello, pues me he divertido con imaginar la cara de quienes lo adversan a rabiar, razón entre otras por la que no puedo evitar la tentación de titularlo así.

Fuera de dudas, sin embargo, está el hecho de que no podemos minimizar tampoco la figura presidencial solo porque no le guste a algunos quien en un momento dado lleve el cargo. Tengo observaciones a la gestión actual, pero tampoco me gustaba en lo absoluto ver a los adecos y copeyanos pasando alegre y alternadamente al poder presidencial y legislativo, con profundo desatino estratégico en ambos, mientras que el país sembraba vientos y castraba a las generaciones nacientes.

Pero volviendo al titulo, la reflexión gira en torno a lo grande que se hace algo, cuando toda la atención se centra en eso, minimizando (empequeñeciendo) o ignorando, a veces peligrosamente, todo lo demás.

Así como no hay nada peor que sentarse a “masticar” aquello que creemos nos hace “infelices” en medio de una depresión, detenerse a contemplar únicamente al presidente y cada uno de sus gestos, palabras, aciertos y errores, es desviar innecesariamente la atención de lo que verdaderamente nos aqueja y hemos descrito en detalle desde el comienzo de este blog: La falta de venezolanidad, con el valor, el honor y sentido de justicia que ello conlleva.

Insisto: El ciudadano presidente es grande, porque los demás se hacen pequeños frente al reto colectivo, y solo de entrada, alguien más grande podrá dejar atrás, como siempre ha sido (en eso que llamamos historia), el periodo de tiempo en el que influyó directamente.

Píenselo: Al ciudadano Marcos Pérez Jiménez muchos no lo olvidaron nunca, y hasta más de una vez lo invocaron, no porque durante su periodo dictatorial todo fuera color de rosa, sino porque los gobiernos que lo sucedieron, no supieron superar integralmente los logros de su gestión, por muy ilegal que fuera esta.

Lo mismo ocurre actualmente, y les aseguro en el mismo sentido, que el Pérez Jiménez de las próximas décadas será Hugo Chávez, si no logramos mediante una presidencia superior, y un cúmulo integral de logros, bañados todos con las aguas de la venezolanidad sana y bien llevada, por lo menos tres periodos gubernamentales casados unos con otros con una estrategia común, por encima de la mediocridad típica que hemos demostrado hasta ahora, con lo cual en ese imaginario colectivo, el individualismo de los grandes y carismáticos (pero aislados en su propio universo) lideres nacionales, daría paso a una conciencia fuerte, orgullosa y coherente.

El asunto importante que actúa como “traba”, no es que existan sectores del colectivo deseosos de “borrar” los hechos asociados a Hugo Chávez, sino que no queremos reconocer que por simple evolución natural de las cosas, debemos seguir “subiendo” esta escalera nacional que nos lleva a todos hacia una sociedad venezolana mas avanzada, en los futuros por venir.

Asunto nada fácil, pero no imposible. No hay nada más inútil que tratar de ocultar realidades históricas; no busquen los que aun insisten, en minimizar lo que ha sido grande, porque como decíamos en el pasado reciente, las respiraciones de una nación, y las transiciones entre estas, ocurren en tiempos distintos a los nuestros.

Paciencia, respeto y humildad. Esa es la vía que menos resistencia crea, y la que más profundamente conseguirá llegar a donde queremos. Enfrentarnos por creencias políticas personales es inútil, cuando con esto pretendemos zanjarlo por la vía de la reducción y el sometimiento del otro. Eso no funciona. Decirle al otro que esta equivocado es lo mas inútil que puede haber. Ridiculizar a los otros por cuestiones de forma y no de fondo, es tremendamente contraproducente. Lo hemos dicho ya en el pasado. Por esa razón es que “en una discusión de tres en Venezuela, cuatro terminan con rabia, y nadie de acuerdo”

Debilidad que nos etiqueta y condena.

Pese a las cosas descritas, ¿Saben que es lo mas grande de todo esto?: Que todo esta por hacerse en Venezuela, y que nada más hasta ahora, hemos estado acumulando los “materiales” correctos para ese arduo, sacrificado pero positivo trabajo que está pendiente.

Nada más nos estamos “ejercitando”, a manera de “calentamiento”.

Recuerden que la constitución de nuestra nación es el espinazo del cual se soportarán todos los esfuerzos por hacerse. Quiten esa columna, o defórmenla con continuas y politiqueras enmiendas, y verán un cuerpo nacional deforme y gelatinoso, sin capacidad para valerse por si mismo.

Indefensión, que viene a ser el no poder valerse por si mismo, es lo que necesitan los líderes de sus pueblos subdesarrollados, para convertirse en figuras míticas, ilusoriamente heroicas, deseosas sin éxito de emular a quienes si fueron hombres por sus acciones y no dudaron en dejar paso.

El presidente es grande, y lo seguirá siendo mientras nosotros nos sentemos a esperar a uno más grande que él, o mientras nos sigamos comportando insistentemente como pequeños.

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