Aprovechando las palabras del ciudadano presidente de la republica, sobre lo innecesario de estas empresas a las que el mismo les ha dado protagonismo, en sus “peleas con sombras” frente a las cámaras de TV, y dado que nadie más en el gobierno tiene voz propia para decir nada, como para poder analizarlas acá, reflexionemos un poco sobre la imprescindibilidad no sólo de unas empresas puntuales (aunque ignorando en realidad con ello el terrible daño por desempleo que supone para innumerables familias dependientes de dichas empresas privadas), sino también de los lideres y presidentes que pueden encabezar un gobierno o un proceso contemporáneo, independientemente de lo beneficioso, inocuo o dañino que resulten.
Ya estamos claros en que en la Venezuela de hoy, el empresariado no es un niño de pecho. La opción lógica sin embargo, para controlar y administrar, no necesariamente debe pasar por la expropiación a priori, sin una planificación seria, o sin una justificación real.
Es extremadamente contradictorio el hecho de que exista una necesidad de ponerle “el cascabel al gato económico venezolano”, y que sin embargo, la única manera que se le ocurre al gobierno para hacerlo, es cortándole la cabeza al gato, y luego sacar otra de una caja ensangrentada y cosérsela con todo y cascabel. ¡Ya veremos luego si sobrevive el gato!
La ironía es que con el paso de los años, imprescindibles se han vuelto estas empresas para el poder ejecutivo venezolano, pero para que personifiquen a los enemigos necesarios a quienes vencer, en una guerra imaginaria, con muertos reales: una sociedad denominada venezolana, aún pendiente de presentar y aprobar el examen de identidad nacional.
Imprescindible en definitiva, tampoco lo es presidente alguno, como ningún líder verdadero aceptaría serlo.
Cuando las panaderías, bodegas y abastos sean lo único “privado” como negocio, ¿A Quien culparemos?
¿Hemos evaluado con sensatez los diversos escenarios post privatizadores?
¿Y si después de privatizarlo todo, no resulta ser como querían las autoridades actualmente elegidas?
¿Y si la efectividad de todo este gasto no reviste un beneficio social cercano al menos al 50%?
¿Quién pagara luego el ominoso gasto realizado?
¿Quién pretenderá luego ser el “candidato inocente y buena gente” dispuesto a recomprar esas empresas?
¿Volveremos a caer como pendejos?
¿A quienes definiremos como imprescindibles en esta eterna lista de búsqueda de culpables fuera de nuestras propias conciencias aletargadas y cómodas?
¿Lo que un gobierno debe hacer en el sentido social, no es acaso estimular las cosas sanas que inspiran al individuo y al colectivo, con reglas y leyes venezolanas claras?
¿Suena sencillo y hasta simple de poner en práctica?; pues ojalá lo fuera. ¡70 años de parodia democrática aun no lo consiguen!
Diferenciar ahora también entre una centenaria ideología del internacional socialismo, totalmente aséptica de elementos venezolanos, que pareciera querer venderse como una religión intrincada y sin lugar a objeciones, con un gran sacerdote de decisiones incuestionables como guía, caminando hacia un Dios que no es tal ni importa como meta, pues el “camino” es lo que importa, es parte de los retos que ante nosotros, emergen sin aviso alguno, de entre las fétidas aguas del pantano por el que caminamos.
No caigan tampoco en las alabanzas y bellas imágenes de una Venezuela post Chávez que aquel cenáculo de oradores y vividores que se hacen llamar oposición, pretenden mostrarles y venderles. Será todo falso; será todo errado, fuera de la venezolanidad, la constitución y las leyes que en nuestros corazones, sabemos, debe ser el camino, aunque sea el más difícil de transitar.
La ya hartarte diatriba política, con visiones épicas sin fecha de ejecución, poco a poco deja de ser el polvo que a los ojos irrita e impiden ver. Poco a poco también va surgiendo ante nosotros la visión pacifica, pero de enorme esfuerzo y sacrificio, que debe a Venezuela guiar; aquella que ya tantas veces hemos mencionado, y que está entre cada línea escrita de nuestra constitución.
Por la falta de esto hasta el presente, es que estamos tan reacios a sacrificar hoy en día algo; cualquier pensamiento que nos haga sentir que con un sacrificio personal o colectivo, únicamente le damos tiempo de permanencia al presente modelo socio político deseoso de imponerse, o a los que a un lado de éste esperan como zamuros desnutridos, es suficiente para alejarnos de dicho sacrificio.
Hace unas semanas hablábamos de que como seres humanos, nuestras inspiraciones, nuestras motivaciones básicas estaban muy lejos de los paradigmas teóricos elaborados a lo largo de la historia humana misma. No somos seres de creencias rígidamente estructuradas por doctrinas de hombres; somos todo lo contrario: hombre y mujeres siguiendo instintos espirituales básicos, que tienen que ver con la prosperidad y seguridad de nuestros seres queridos, y de nosotros mismos, (aunque eso si, caminando a menudo como autómatas, siguiendo valores preconcebidos y ajenos). Como máximo, una vez conseguido este bienestar, es que nos volcamos a conseguir ese mismo beneficio para los demás. Más o menos.
De allí que nuestra aspiración, plasmada ya en la constitución de nuestra republica, sea la del máximo bienestar individual y colectivo, controlado únicamente por Dios, la justicia y las leyes que del alma escrita se derivan, a fin de preservar el orden estructurado que anhelamos para nuestro hogar mayor: Venezuela.
Imprescindible entonces no es ciertamente empresa alguna; lo imprescindible es velar porque quien tenga una idea empresarial productora de beneficio para el y sus trabajadores aliados, no cruce la delgada línea que separa el abuso y la subyugación, de la justicia y la prosperidad de un colectivo. Cualquier aventura empresarial gubernamental, que marche al ritmo improvisado de un hombre guiando y los demás esperando, probablemente fracasará, dejando huesos limpios que roer a los chacales que aguardan en el foso de las oportunidades perdidas: los verdaderos empresarios oportunistas; los verdaderos parias a combatir en el futuro.
El gobierno de la Republica Bolivariana de Venezuela debe limitarse a eso: a ser gobierno, con la expresión máxima a diario, de la honestidad y majestad que el alma escrita de nuestra nación, aguarda por manifestar en nosotros.
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