martes, 24 de noviembre de 2015

La torta de Maduro.

Revisando noticias, me topé con una imagen que resultó ser para la reflexión, al traerme el recuerdo de una frase célebre: “Una imagen vale más que mil palabras”.
La imagen que contemplé no se trataba de una que refiriera algún acto de violencia en cualquiera de nuestras ciudades, como vemos a diario; no era tampoco una grafica con motivo de la denigrante cantidad de colas para comprar alimentos que dominan  la vida cotidiana de la mayoría en este país, pero no por ello definitivamente  dejó de oprimir mi corazón el ver como Nicolás Maduro celebraba su cumpleaños por todo lo alto (literalmente, en el avión que Cubana de Aviación le sede para cada uno de sus periplos intercontinentales), en las “alturas” de su esfera política, rodeado de sus familiares y socios políticos, para que acto seguido del respectivo cantar de cumpleaños, una enorme e insolente torta, (con la bandera de Venezuela en ella, lista para ser ultrajada), fuera cortada y repartida en trozos pequeños entres sus más allegados (menos dos de ellos que están de “tour” por el sistema judicial estadounidense).
¡Qué imagen tan poderosa para mostrar lo que en realidad pasa en Venezuela!
¡Es que así se han repartido en verdad el poder y la riqueza del país!
¡Riéndose de todos nosotros mientras desde arriba ven la torta y la parten!
Y son las migajas de esa “torta” queridos compatriotas, las que quedan para los más necesitados, que resultan ser las mayorías depauperadas de siempre, hinchadas ahora por el descontrol de la natalidad y la aparición de miles de barriadas producto de la toma ilegal de terrenos, con el beneplácito de quienes ven en esos lugares llenos ahora de improvisación y necesidades, la oportunidad de cedular e instalar el “paquete popular” de las “misiones” entre las nuevas “comunas” nacidas al calor de las invasiones, para que en el proceso de todo aquello, siempre algunos logren cuantiosas ganancias producto de negocios turbios e inmorales nacidos de la necesaria logística para hacer llegar a los nuevos territorios “conquistados” o “devueltos al soberano pueblo”, toda la parafernalia disque revolucionaria.

La “torta de Maduro”, en ese avión a miles de metros de altura, y en lo que pareciera ser a millones de kilómetros de la realidad venezolana (si, millones), en un nuevo giro de la ironía existencial de este país, se vuelva poderosa imagen de lo que el cinismo oficialista se ha vuelto entre nosotros: Una manera torpe de hacer invisible el descalabro moral y ético de nuestra sociedad.

La “torta de Maduro”, no es un titulo casual para esta entrada al blog: Es una expresión igualmente irónica, que hace alusión a “la nada” en la que se encuentra Venezuela, flotando por allí, alegremente, como consecuencia directa de todos aquellos que votaron por el actual presidente, por el estado de las instituciones que perdieron sus independencias frente a todos nosotros, por los militares que no supieron salvaguardar la integridad moral de la Republica, y por una oposición que solo ha  sabido actuar como tonto útil de un gobierno, haciéndolo de paso tan mal, que a la vista de unas elecciones, la gente pareciera creer en verdad que hay opciones reales entre elegir a un “ladrón de bancos” o un “ladrón de joyerías”, para que ocupe un cargo en la asamblea, como si uno fuera a ser más honesto que el otro; como si uno fuera la solución frente al otro.
La “torta de Maduro” es una representación grafica poderosa de la descomposición social que vivimos, de esa falla estructural que ha sido responsable de la debacle no económica, sino de la concepción misma que tenemos como sociedad.
Las “Migajas” de la torta, repartidas durante casi 20 años y con las que sin saberlo se han conformado las mayorías, ha sido el verdadero secreto del éxito de tan prolongado modo de gobernar en Venezuela, pues mientras los verdaderos pedazos de la “torta” eran repartidos entre un muy selecto grupo allegado al poder, eran tan solo las migajas que “caían” las que permitían mantener toda la estructura reorganizada en una sola figura centralizada, con el mando y control psicológico y físico de toda la nación, incluso si había porciones de la sociedad en abierta oposición a ello.
“Pueblo migajero”, y “castas lisonjeras”. ¿Qué más podía pedir alguien encumbrado en el poder de esa manera?
Sin duda alguna que al verlo en retrospectiva, solo la muerte no pretendida ni esperada podría separar a alguien encumbrado en ese poder, de semejante paraíso zalamero, lleno de fantasía épica.

Venezuela, el país socialista más capitalista del mundo, ve toda su tragedia reflejada en una sola imagen: La de su presidente repartiendo la torta entre sus allegados.

¡Feliz cumpleaños, Nicolás!, ¡Felicitaciones!;
Nadie había llegado tan lejos, haciendo tan poco;
Nadie había dañado tanto, en tan corto tiempo.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Te refieres a que la oposición es igual de mala que el gobierno?, entonces, qué solución propones, votar o no votar?

o una tercera opción, por como yo lo veo solo existen esas 2, de verdad me gustaría recibir una contestación a mis interrogantes. Que tenga buena tarde.