Revisando
noticias, me topé con una imagen que resultó ser para la reflexión, al traerme
el recuerdo de una frase célebre: “Una imagen vale más que mil palabras”.
La
imagen que contemplé no se trataba de una que refiriera algún acto de violencia
en cualquiera de nuestras ciudades, como vemos a diario; no era tampoco una
grafica con motivo de la denigrante cantidad de colas para comprar alimentos que
dominan la vida cotidiana de la mayoría
en este país, pero no por ello definitivamente dejó de oprimir mi corazón el ver como Nicolás
Maduro celebraba su cumpleaños por todo
lo alto (literalmente, en el avión que Cubana de Aviación le sede
para cada uno de sus periplos intercontinentales), en las “alturas” de su
esfera política, rodeado de sus familiares y socios políticos, para que acto
seguido del respectivo cantar de cumpleaños, una enorme e insolente torta, (con
la bandera de Venezuela en ella, lista para ser ultrajada), fuera cortada y
repartida en trozos pequeños entres sus más allegados (menos dos de ellos que están de “tour” por el sistema judicial estadounidense).
¡Qué
imagen tan poderosa para mostrar lo que en realidad pasa en Venezuela!
¡Es
que así se han repartido en verdad el poder y la riqueza del país!
¡Riéndose
de todos nosotros mientras desde arriba ven la torta y la parten!
Y
son las migajas de esa “torta” queridos compatriotas, las que quedan para los más
necesitados, que resultan ser las mayorías depauperadas de siempre, hinchadas
ahora por el descontrol de la natalidad y la aparición de miles de barriadas producto
de la toma ilegal de terrenos, con el beneplácito de quienes ven en esos lugares
llenos ahora de improvisación y necesidades, la oportunidad de cedular e
instalar el “paquete popular” de las “misiones” entre las nuevas “comunas”
nacidas al calor de las invasiones, para que en el proceso de todo aquello, siempre
algunos logren cuantiosas ganancias producto de negocios turbios e inmorales nacidos
de la necesaria logística para hacer llegar a los nuevos territorios “conquistados” o “devueltos al soberano pueblo”, toda la parafernalia disque revolucionaria.
La
“torta
de Maduro”, en ese avión a miles de metros de altura, y en lo que
pareciera ser a millones de kilómetros
de la realidad venezolana (si, millones),
en un nuevo giro de la ironía existencial de este país, se vuelva poderosa
imagen de lo que el cinismo oficialista se ha vuelto entre nosotros: Una manera torpe de
hacer invisible el descalabro moral y ético de nuestra sociedad.
La
“torta
de Maduro”, no es un titulo casual para esta entrada al blog: Es una expresión
igualmente irónica, que hace alusión a “la nada” en la que se encuentra
Venezuela, flotando por allí, alegremente, como consecuencia directa de todos
aquellos que votaron por el actual presidente, por el estado de las
instituciones que perdieron sus independencias frente a todos nosotros, por los
militares que no supieron salvaguardar la integridad moral de la Republica, y
por una oposición que solo ha sabido
actuar como tonto útil de un gobierno, haciéndolo de paso tan mal, que a la
vista de unas elecciones, la gente pareciera creer en verdad que hay opciones
reales entre elegir a un “ladrón de
bancos” o un “ladrón de joyerías”,
para que ocupe un cargo en la asamblea, como si uno fuera a ser más honesto que
el otro; como si uno fuera la solución frente al otro.
La
“torta
de Maduro” es una representación grafica poderosa de la descomposición
social que vivimos, de esa falla estructural que ha sido responsable de la
debacle no económica, sino de la concepción misma que tenemos como sociedad.
Las
“Migajas” de la torta, repartidas durante casi 20 años y con las que sin
saberlo se han conformado las mayorías, ha sido el verdadero secreto del éxito de tan prolongado modo de gobernar
en Venezuela, pues mientras los verdaderos pedazos de la “torta” eran
repartidos entre un muy selecto grupo allegado al poder, eran tan solo las
migajas que “caían” las que permitían mantener toda la estructura reorganizada
en una sola figura centralizada, con el mando y control psicológico y físico de
toda la nación, incluso si había porciones de la sociedad en abierta oposición a
ello.
“Pueblo migajero”, y “castas lisonjeras”. ¿Qué más podía pedir alguien encumbrado en
el poder de esa manera?
Sin
duda alguna que al verlo en retrospectiva, solo la muerte no pretendida ni esperada podría separar a alguien encumbrado en ese poder, de
semejante paraíso zalamero, lleno de fantasía épica.
Venezuela,
el
país socialista más capitalista del mundo, ve toda su tragedia
reflejada en una sola imagen: La de su presidente repartiendo la torta entre
sus allegados.
¡Feliz
cumpleaños, Nicolás!, ¡Felicitaciones!;
Nadie
había llegado tan lejos, haciendo tan poco;
Nadie
había dañado tanto, en tan corto tiempo.
1 comentario:
Te refieres a que la oposición es igual de mala que el gobierno?, entonces, qué solución propones, votar o no votar?
o una tercera opción, por como yo lo veo solo existen esas 2, de verdad me gustaría recibir una contestación a mis interrogantes. Que tenga buena tarde.
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