Es
simple: contemplar el resto de un periodo presidencial en Venezuela, con una
persona como Nicolás Maduro al mando, que no es capaz de inspirar confianza,
legalidad o justicia, es inaceptable por lo contraproducente que resulta.
Lo
digo estando consciente de que decir o escribir esto es un riesgo en Venezuela:
Nicolás Maduro, su poderosa esposa y el círculo
de parcelas políticas alrededor de ambos, no pueden ofrecer nada más, y deben
renunciar. El juego terminó. Solo la ingente cantidad de dinero que sigue
entrando al país, pese a los bajos precios del petróleo que se reflejan hoy en día
en el presupuesto nacional, ha mantenido el statu
quo de las cosas, entreteniendo a una sumisa y “cuidadosa” población,
(acostumbrada a la “supervivencia individual del más apto”), que no quiere ver
ni actuar mas allá de las necesitarías colas para comprar cualquier cosa.
Sea
oposicionista, chavista o un improbable moderado como tercera vía, (preferiblemente de profundo sentido social
pero pragmático en lo que a economía y manejo de las finanzas se refiera), es
claro que el cambio político es necesario para comenzar a obtener distintos
resultados a los que con cada día que amanece y termina en este país, vemos desarrollarse
inútilmente sin hacer absolutamente nada.
El
artículo 350 quedó como una curiosidad constitucional, inoperante debido a que
la gente le cogió miedo a la protesta. Nadie quiere sacrificarse por lo que ve
a su alrededor. Ni políticos, ni la gente de la calle.
Ciertamente
se vienen las elecciones parlamentarias, pero en medio de una gran decepción
nacional que no termina de ser analizada o comprendida, ni muchos menos canalizada por liderazgo alguno, por inexistente y embrionario, más que por el esperpento que
tenemos por “oposición” al gobierno chavista y madurista, montado en la batea
del dinero sin dueño aparente; ante esa falta de humildad para reconocer los
errores de parte y parte en el mudillo político venezolano han cometido,
terminamos en las manos del perjudicial circulo formado por el CNE, tan
desprestigiado y acostumbrado a dejar dudas sobre su actuar y proceder, que una
vez más administrará un proceso electoral jugoso en contratos de maquinarias de
votación y publicidad vacía, pero fútil frente a lo que debería ser acto de
devoción republicana. En manos de las mismas caras complacientes con el poder
quedarán los venideros procesos, en lo que más bien debería ser un camino de
esperanza en ruta al referéndum revocatorio presidencial del 2016, que solo con
una aplastante tendencia al “SI, quiero
que Maduro se vaya”, podrá superar la adversidad.
Mirar
desde una distancia prudencial a la política y a los políticos acomodados o que
buscan acomodo en el aparataje gubernamental venezolano, es no encontrar novedad
desde hace tiempo; Chávez mismo dejó de ser novedoso al año de estar en el
poder; todo pareciera ser ahora una inmensa pintura envejecida, colgada en la
pared de una casa ruinosa y mal oliente; no hay movimiento; no hay luz emergiendo
al final de un túnel; NO HAY GENTE DESPERTANDO. Únicamente se ve a las personas
adaptándose, como si estuvieran tratando de acomodarse para seguir con vida
sobre el borde de una cornisa ruinosa que se desmenuza y cae, pese al rugir
constante del pozo petrolero que no deja de escupir su apestosa y jugosa riqueza
justo al frente del edificio nacional que amenaza con caerse.
Nicolás
Maduro tuvo su oportunidad de oro solido obsequiada por Chávez; que las
elecciones de aquel 2013 las ganara o perdiera en el terreno era lo de menos:
los procedimientos para garantizar el nombre del “vencedor”, estaban diseñados
y practicados desde hace tiempo, producto de optimizar hasta la desfachatez
aquellos métodos creados en tiempo de la cuarta republica por AD y COPEI.
Estamos
en medio de una dictadura y para confirmarlo basta con apelar al diccionario y
buscar el significado de esta palabra. Los derechos humanos en manos del
gobierno, son como el pasto entre los dientes de una vaca: Pueden tragarse y
regurgitarse tanto como sean necesario para sacarle provecho político, aunque
al final sea excretada.
La
pérdida de autonomía de las instituciones fue jugada maestra del propio Chávez
en la búsqueda de la hegemonía necesaria para poder instaurar un modelo político,
social y económico que no era apoyado por la mayoría necesaria, y que se
lanzaba de frente de la misma constitución apadrinada por él; por eso poco vale
la palabra de cualquier funcionario del alto gobierno, (defensor del pueblo incluido),
al momento de descalificar o defender cualquier cosa.
Dictadura
y régimen antidemocrático es aquel no por la existencia o no de elecciones,
sino mas bien por la forma en que estas
son llevadas a cabo, en el marco jurídico y practico en que lo son; misma situación
reafirma la condición dictatorial el hecho de las desapariciones, la de
corrupciones sospechadas por todos, pero que no logran llegar concretar ningún
acto judicial. Imposible resulta ver el cambio de un alto funcionario, a menos
que sea porque cayó en desgracia dentro de su propio círculo de poder, y sea
removido. Solo en dictadura los enrosques de funcionarios son cosa del día a día;
solo en dictadura los parientes más cercanos de un político de alta jerarquía
pueden estar en el poder junto a este. Solo en dictadura puede alt6erarse la constitución
basada en un llamado a referéndum fuera de tiempo; solo en dictadura un
diputado puede decir que el presidente no es venezolano por nacimiento, y nada
pasa.
Claro
es que ambas agrupaciones políticas han cometido errores imperdonables, como
claro es que grandes aciertos se han producido, y que estos últimos son los
necesarios de rescatar y cultivar, mientras que los primeros son juzgados y
condenados como único camino para cimentar las necesarias bases de la confianza
en el sistema republicano.
Pareciera
que lo peor está por venir, y ese se ha convertido en el sello oficial del gobierno de
Maduro, como expresión final de lo que el camino político equivocado permite
que ocurra. Los chavistas tienen por delante hacer acto de constricción y dándose
con una piedra en los dientes, admitir los errores y desviaciones permitidas,
toleradas y alcahueteadas tanto al líder supremo, como al asignado a dedo por éste para sucederlo. Para la oposición y el oposicionismo necio y ciego,
largo y triste es el camino de la aceptación de sus terribles errores, que incluye el de constituirse con premeditación o no, en los “garantes” de la perpetuidad de Chávez, quien pudo así seguir intacto hacia
adelante, pese a las fallas garrafales.
Ambos bandos terminaron siendo crías de la misma camada, como un irónico ejemplo de lo que en realidad somos: Una nación sin rumbo ético claro.
En
un país donde mis palabras serian repudiadas por oficialistas y oposicionistas,
la reacción visceral y furibunda contra quien esto escribe seria precisamente
medida directa de la intolerancia y arrogancia reinante, pese a la miseria
presente hasta donde da la vista en el horizonte; miseria que se esparce con el
viento, en el desierto moral y conceptual en que hemos convertido la república venezolana.
Nicolás Maduro ha
fracasado como presidente, y su renuncia debe ser solicitada.
Yo formalmente la
pido por esta vía, como única manera de comenzar a hacer las cosas de manera
distinta.
No esperes
el referéndum Nicolás; no necesitas salir por la puerta de atrás. Podemos
garantizarte una pensión justa, en reconocimiento a tu postrero acto de valor,
al decidir hacer renunciar a tu círculo de poder, y hacer lo propio al renunciar
irrevocablemente.
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