¿Podremos arriesgarnos a
realizar un proceso electoral, pese a los hilos de poder que parecen moverse
desde todos lados para controlarnos?
Leía hace poco al buen periodista venezolano Miguel Salazar (Las Verdades
de Miguel), donde en uno de sus tweets proponía unas preguntas bien
interesantes:
I.-¿Quiere Ud. si o no que se repitan las elecciones?;
II.-¿Estaría de acuerdo con un referéndum consultivo sobre el tema?
Aunque resulta una empresa difícil de realizar, lo cierto es que no es
imposible, y lo hemos mencionado anteriormente en el blog. En principio, decía,
se trataría de una cosa de todo aquel que se considere “hombrecito”, dispuesto a poner el honor por
delante; luego, no resulta tan fácil, cuando pensamos que quien detenta el poder,
-secundado por el resto de la estructura del Estado-, no tendría por qué soltar
lo que ya tiene en las manos, menos para que quizás lo tomen sectores con
componentes ciertamente igualmente radicales en la oposición venezolana, y
donde no habría garantía de continuidad de aquello que Chávez muy
ineficientemente, logro comenzar a canalizar.
Por supuesto, esto último expresado sería negar que el pueblo venezolano haya
aprendido de todas estas variopintas experiencias, aunque hay preguntas que subyacen
detrás de toda buena voluntad en ese sentido:
¿En verdad el pueblo venezolano se reconoce como tal?;
¿Es capaz de autocriticarse y corregir mediante acuerdos donde todos
participaran?;
¿Podría manejar un sentido equilibrado de las cosas, manteniendo a los
extremos izquierdosos y derechistas bajo control?
Si las respuestas son negativas, tendríamos que preguntarnos si Venezuela merece
entonces un destino mejor que el que tiene, o el que tendría, en caso de un hipotético
gobierno de Capriles.
Estoy consciente que esto supone enfrentarnos a un vacio, -un precipicio si
preferimos denominarlo así-, frente a nosotros; eso no lo quiere nadie,
obviamente, pero… ¿Hemos hecho realmente
algo para controlar nuestro propio destino?
¿Hay manera en que la
palabra soberanía verdaderamente pese en el imaginario colectivo?
No es cosa fácil, cuando vemos como nos lanzamos a comprarle arroz con
pagos generosos a los guyaneses, cuando ellos se niegan a devolvernos el
territorio que no les pertenece (Guayana Esequiba), o cuando los
estadounidenses o los cubanos pueden estar detrás de otros intereses más
cercanos a ellos mismos que a los nuestros, en lo que a Venezuela se refiere, o
cuando nos endeudamos hasta el cuello con los Chinos, o cuando aceptamos
abiertamente opiniones injerencistas de parte de cuanto gobernante o personaje
latinoamericano, decida decir sobre Venezuela.
Mientras estas cosas ocurran, el termino “soberanía” resulta un concepto
ambiguo en lo que a las masas se refiere.
No dudo ni por un minuto que los últimos 14 años han servido para deshacer algo
de esta ignorancia al respecto, como no dudo tampoco, en que estamos quizás a
la mitad del camino en lo que a esto se refiere.
Así las cosas, proponer un referéndum, aunque resulta correcto, también resulta
riesgoso frente al peligro ignorado por muchos: El de nuestra desdichada
tendencia a aceptar “ayudas” de donde vengan, siempre y cuando “apoyen” a una
de las partes, -particularmente si es la que gobierna-, de las dos que tan bien
definidas están ahora en el país, y sin que cada una por su cuenta, deje de
entregar soberanía.
Lo decía al principio del blog: Dos
remando en un bote, pero en direcciones contrarias, solo logran dar vueltas
sobre el mismo punto, sin avanzar.
Estoy de acuerdo en que requerimos repetir elecciones, y no porque Maduro
lo esté haciendo bien o mal junto a su combo de “refritos” políticos, o porque
Capriles o su sequito de radicales que comienza con Julio Borges, pasa por María
C. Machado y termina con D. Arria, hayan acertado en sus señalamientos, sino
porque la credibilidad del CNE es tan baja por las razones que hemos mencionado
infinidad de veces en el pasado, que una diferencia de menos de 2%, no es
suficiente para decir que el ahora gobierno,
ganó sin hacer trampa.
Simple y crudo como suena, pero cierto.
El periodista Miguel Salazar es digno de respeto y reconocimiento por
lanzarse a decir algo que puede valerle la enemistad del alto gobierno en
ejercicio, pero lo apoyo totalmente, pues en un país republicano, el interés de
algunos, y ni siquiera el interés de la mitad de la población, -en
contraposición a la otra mitad-, puede anteponerse a lo ético, a lo correcto, y
a lo que la constitución en su esencia dicta hacer, inspirado en el ideal
Bolivariano. No hay nada más.
Maduro se está haciendo el pendejo con los grandes y apremiantes asuntos
nacionales, mientras dedica su tiempo a hacer gobiernos de calle, sin que las mayorías
se den cuenta de que con ello, tácitamente está reconociendo que solo “bajando”
él hasta la calle, se logra ver un gobierno a la “altura” de la gente, que sin
embargo, no escucha lo que la misma gente dice.
Pareciera que consolidar de alguna manera populista la endeble base de su
gobierno, resulta más importante que abocarse a realizar los correctivos que verdaderamente
lograrían mantener el bienestar y la justicia en el diario vivir de cada
ciudadano, protegido por un Estado humanista, claro de lo que es ser
venezolano, y capaz de hacer respetar nuestra voz en el contexto de las
naciones que nos rodean.
Insisto: Mientras creamos que la retención del poder justifica los medios
para lograrlo, estaremos engañándonos a nosotros mismos, aceptando con ello que
lo correcto y justo, abrazado de la verdad, no tienen cabida entre nosotros. El
fin de la republica comienza allí, donde la tiranía venida de donde viniere, se
comienza a abrir paso sin resistencia alguna.
Una Venezuela dividida en dos mitades políticas, no significa un atraso
para el chavismo, o un avance para la oposición; significa que la parálisis
comienza a afectar de manera peligrosa al país todo, y solo una medida sensata
y equilibrada puede destrabar a la nación de su inmovilidad. La repetición de
elecciones presidenciales es una de ellas.
Depende de nosotros.
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