Quisiera afirmar que las cosas están bien, pero saben que mentiría si lo hiciera.
Que los eventos vayan por donde más nos convienen para finalmente lograr
que las mayorías comprendan la realidad y la manera de mejorar, es otro asunto,
y otra historia que parece por ahora, difícil de explicar. Sencillamente una
parte importante de la población que vive en Venezuela, (fíjense que no digo
venezolana…), no es aún capaz de entender lo que ocurre, a la luz de las
últimas décadas vividas; no es desprecio ni soberbia; es la necesaria
sinceridad con la que hay que trabajar estas cosas primero, si deseamos hacer
un cambio real; es justamente la sinceridad que quienes han gobernado no han
querido tener, por razones estratégicas y electorales a su conveniencia. Por
eso un político nunca nos dirá que el sacrificio es necesario ante los errores
cometidos; por eso un político no nos dirá que aceptar nuestra condición, -como
lo debe hacer un alcohólico-, es necesario para poder corregir el rumbo; por
eso es que un político no nos dice la verdad que por omisión le facilita a él y
a su entorno, aprovechar las “bondades” económicas y de estatus, de tan altos
cargos. Un luchador social, si lo
diría.
Mientras todo esto ocurre y se calla, el país, -por las malas-, se
convenció del fallecimiento del presidente, sin que exista un acta de defunción
real y creíble de por medio, con una descripción rigurosa y verificable de las
causas del deceso, y la fecha de la misma; no hay manera de creerle a quienes
dicen que murió ese día, y a esa hora. Estoy convencido que con los años, (dada
la cantidad de personas involucradas, los documentos secretos existentes y lo
poco dado que es el latinoamericano a guardar secretos), se mostrarán las
mentiras y cosas ocultas que hoy revolotean sobre nuestras cabezas defecando
alegremente.
Al día de hoy, la principal alarma que suena en el país es la del gobierno
interino impuesto en medio de una conveniente confusión jurídica, más que por
la constitución clara y llana en sus indicaciones. Los herederos políticos de
Chávez, decidieron asumir también como herencia, el poder que solo debe venir a
través de un gobierno electo en un proceso comicial presidencial.
Con la arrogancia del ignorante que fue sorprendido con una herencia
millonaria inesperada de un pariente lejano, los ahora autodenominados como
gobierno encargado, se jactan de glorias prestadas, y del dinero que es de la
nación toda, para pretender arrollar en unas elecciones totalmente llenas de
dudas, más que de verdades. En el otro lado (de este escenario que hemos dicho,
no debería tener lados, sino un solo ambiente central y equilibrado), Capriles
se enfrenta al reto, no de ganar unas elecciones, sino primero de conseguir dentro de sí, al líder
que logre parecerse más a un luchador social, que a un político. Reto nada
fácil para Barrabás Jr, y sin destino cierto.
Del candidato inmaduro oficialista, erigido sobre una constitución
ultrajada, no espero más que el posible momento en que el pueblo, en “soberana
asamblea popular”, y al calor de la imprudencia, como lo fue en tiempos de
Jesús, lo nombren como el sucesor legitimo y ungido del Barrabás ya fallecido,
víctima real del momento político que le toco vivir, más que victimario de una
felonía hacia todos y todo.
En el hilar de este tejido nacional que de a poco sigue creciendo, cinco
hilos corrompidos se están encajando profundamente en el telar, dañando lo que
debería ser una tela fuerte y limpia, y quiero nombrarlos, aún a riesgo de muchas
cosas, para por lo menos, no verlos atravesando mi conciencia con pérfidos
hilos que pretenden coser hasta mis labios y mis manos.
VERDAD NUMERO UNO: Más que el cáncer desarrollado con los
años, a Chávez lo que lo mata finalmente es su decisión de retener el poder
nuevamente, basándose para ello en la modificación irregular de una
constitución que el mismo alababa como perfecta e “innecesaria de modificar por lo menos durante 200 años”, más de 10
años atrás. Los lamentables eventos relacionados a la salud del presidente, los
precipitan igualmente a su desenlace final, la
decisión de cada venezolano al secundar con su voto, la reelección
indefinida solicitada con insistencia, -sin importar derrotas, mandatos y
dineros invertidos en referéndums-, por el mismo Chávez. Sus 14 años de
gobierno no fueron ni siquiera suficientes para conseguir a algunos que
continuaran la revolución por la vía del consenso y de elecciones inobjetables,
fundamentadas en argumentos debatidos y puestos a prueba. Fueron necesarias las
mentiras sin sonrojo de su parte y de los que le rodeaban acerca de su salud,
para buscar un tercer periodo presidencial. Un sin sentido se levantó frente a
todos nosotros, sin que ello de señas aún de querer ceder en sus propósitos ya históricamente
inútiles.
Ahora resulta obvio que por lo menos la mitad de las declaraciones de Maduro y de su
entorno ministerial sin base legal, (como aquella diciendo que había hablado
hasta 5 horas seguidas con el presidente, o que firmaba con fuerza y precisión
usando su “rabo e´cochino”, cuanto documento le ponían en frente), deben ser
falsas o cuando menos, inmoralmente exageradas.
VERDAD NUMERO DOS: El presidente de la asamblea nacional
debió asumir la presidencia de la republica desde el 10 de enero del presente
año a falta del candidato ganador, y ello
debía ocurrir hasta tanto se realizaran las elecciones presidenciales, una vez
declarada la ausencia absoluta del candidato elegido y nunca juramentado (Hugo
Chávez). Todo lo demás ha sido desde ese momento, irregular y sin precedentes
legítimos que puedan calmar conciencias o soportar decisiones, decretos, resoluciones
o pactos firmados. Maduro, los jueces involucrados y hasta el mismo Diosdado
Cabello, como presidente activo y elegido de la asamblea nacional, son cómplices
de una situación totalmente anormal y repudiable hoy y siempre. No hay
justificación para dos meses sin fe de vida del presidente electo; no hay
justificación para tantos días sin gobierno y presidente, condición que se
erigió permanente desde los mismos días posteriores a las elecciones
presidenciales.
VERDAD NUMERO TRES: La pretendida deificación del fallecido
presidente, colocándolo sin reparo alguno a la altura del mismísimo Jesucristo,
mientras que su círculo colaborador más cercano (el mismo responsable de los fracasos a la hora de implementar y seguir
todas las propuestas del presidente), autodenominándose como los
“apóstoles” (“Iscariotes” seguramente),
de Chávez, lo exaltan como el único, -aún
estando muerto-, capaz de llevar a la revolución a buen término (mientras que “convenientemente” ellos se
mantienen en el poder), no hacen más que reforzar la idea de que, ido el
presidente, la nitidez de los propósitos inmediatos revolucionarios, han
comenzado a perderse de la mano de los altos jerarcas que nunca entendieron a
la verdadera revolución planteada, y con ello, emerge el cuestionamiento acerca
de la idoneidad de los erigidos como gobierno sin legitimidad clara, pese a la
unción de Maduro por parte de Chávez en diciembre, (no como presidente
encargado, sino como candidato a unas elecciones presidenciales, en caso de su
ausencia permanente; léase correctamente). De a poco, y también de la mano del
mismo Maduro y de los ministros no designados por nadie, al pretender elevar al
presidente fallecido a las alturas del Chimborazo, codo a codo con Bolívar, no
hacen más que banalizar su discurso,
-tal como a su vez hizo el gobierno con el del mismo Libertador, (salvando claro,
las enormes distancias y abismos entre Chávez y Bolívar en lo que a las intenciones
de Maduro respecta), haciéndolo útil para detentar, “en nombre de todos y todas”, y “por
el bien del pueblo”, (anónimo y mansamente guiado, útil para lo que
convenga a los que detenta el verdadero poder político y económico), mientras
terminan de fragmentar a la sociedad venezolana, totalmente desorientada de su
propia identidad nacional, en medio de un país que perdió su rumbo, sin
siquiera sospecharlo.
Nicolás Maduro, en su posición de presidente encargado sin asidero constitucional,
desprecia con sus superficiales, arrogantes e irreverentes declaraciones,
(quizás motivado a sus creencias hinduistas no cristianas, asociadas a gurús, y
en todo caso, totalmente respetables para quien esto escribe), la santidad de
Jesucristo, y el profundo significado divino de éste, al colocarle a su
diestra, “como un Cristo más”, a un hombre del que desconocemos siquiera, si en
su lecho de muerte, se arrepintió de sus pecados: Hugo Chávez.
Igual existe un abismo entre lo que dice Maduro, y su pretensión de igualar
a Chávez con Bolívar: Este último jamás pretendió revestirse en poder, ni buscó
cambiar ley alguna para retenerlo indefinidamente con el fin de imponer su
interpretación del mundo por el liberado. Nunca tuvo tantos recursos como el
primero, y aún así, no se murió sin dejar tan pocos resultados concretos como
este, pese a durar el periodo de independencia, lo mismo que los dos gobiernos nacionales
del hoy fallecido Chávez.
VERDAD NUMERO CUATRO: El estado ha sido incapaz de administrar lo
jurídico y lo económico con transparencia y con una estrategia clara y solida
de desarrollo nacional, pese a los ingresos petroleros y fiscales ya inmedibles de estos 14 años, al
tiempo que se denotó como profundamente negligente para diligenciar a un sector
productivo, privado y público, que
estuvieran ajustados a las leyes laborales y la distribución justa de riquezas
y ganancias, con lo cual en vez de estimular la iniciativa e inventiva privada
y pública técnico-industrial y productiva, más bien la acorraló y asfixió. La
beca y la ayuda económica cruda, sin propuestas y metas a corto y mediano
plazo, transfiguraron las políticas de incentivos, en meras copias sin sentidos
de aquella tarjeta “mi Negra”, (ofrecida por Manuel Rosales durante la campaña
presidencial antepasada) como manera de hacerle llegar directamente a la
población, la ganancias del petróleo, en una clara acción populista
distorsionadora de la concepción de nación trabajadora, estudiosa y capaz de
afrontar retos y sacrificios que debíamos ser.
Fronteras desdibujadas en medio de reclamos territoriales olvidados, invasiones
y expropiaciones llevando la bandera de Venezuela como si de conquistas
legitimas se tratara; deudas externas innecesarias, traslado de las
dependencias de unas naciones extranjeras hacia otras, identidad nacional hecha
añicos a favor de la integración latinoamericana a su imagen y semejanza, así
como pobreza fronteriza convertida en contrabando desmedido como vía de
enriquecimiento, entre muchas otras cosas nefastas, cuelgan del pecho de Chávez,
como cuentas en su rosario rojo y sectario.
El presidente se concentró en trasladarnos de una dependencia yanqui, a una dependencia más domestica (aludiendo a Latinoamérica),
pero al fin de cuentas, igualmente dependiente y corrosiva para nuestra
identidad y soberanía.
VERDAD NÚMERO CINCO: Más que eliminar la miseria extrema, se
subsidió la pobreza en general. Como quien cuelga sobre un caldero hirviente,
el gobierno cayó en la trampa de justificarse a través de números y
estadísticas macro, festejando la baja de unos puntos en la pobreza extrema,
mientras que finalmente, la más miserable de todas las pobrezas, -la que nos
ahoga a todos en medio de injusticias, inflaciones continuas, impuestos como el
IVA, devaluaciones sistemáticas y regulares, desempleo real, servicios públicos
y gasolinas estancadas en sus precios desde hace más de dos lustros y que en
algún momento estallarán en nuestras narices con aumentos muy fuertes, así como
niveles de inseguridad y asesinatos galopantes-, nos ahogan a todos por igual,
en la única cosa que se distribuye equitativamente entre todos los que no somos
millonarios, políticos o traficantes: La miseria.
En beneficio de una visión política muy particular de las cosas (rehacer a
la sociedad venezolana de acuerdo a un modelo de desarrollo humano basado en un
socialismo internacional, sin soberanía real frente a los supuestos aliados que
nos ayudan, en un “necesario plazo de tiempo cercano a los 20 o 30 años), se ha
institucionalizado la dadiva continua frente a los problemas sociales, mientras
que los orígenes de tales problemas (y de esas miserias que nos afectan), son
premeditadamente dejados a un lado, en aras de algunos objetivos primarios de
control social por parte del aparato gubernamental.
Valores fundamentales como la ética, el honor, la venezolanidad, la patria
como hogar colectivo, la justicia social inspirada en las leyes de Dios o la
ayuda al más necesitado, (para que no necesite mas), son meras retoricas que
nunca terminan de materializarse como ejes fundamentales sobre los cuales
construir los cuatro pilares esenciales de la familia y la sociedad: Educación,
Trabajo, Salud y Justicia.
Tener héroes es bueno; tener ídolos, es malo. No hay de otra. La vía es la
del consenso, la de la constitucionalidad, la de la libertad de expresión y
pensamiento, mientras que estos no
atenten contra la venezolanidad constitucionalmente descrita. El llamado a
la unidad no puede ser un exhorto; la unidad debe ser consecuencia del
entendimiento de lo que nos fortalece, y de lo que nos debilita.
Ser venezolanos, viviendo en Venezuela, no es un “soplar y hacer botellas”;
es un trabajo monumental, que seguramente construirá héroes y líderes
comunitarios que descubrirán el verdadero poder popular de los uno, (es decir,
cada ciudadano en esta tierra venezolana), siendo como “uno” al unísono, en lo
que se refiera a las cruciales decisiones que crean y construyen, o dividen y
destruyen.
Elijamos pues, entre dejar atrás el subdesarrollo de las conciencias, o
revolcarnos como cerdos en el fango que los que detentan el poder, dejan tras
de sí al pisotear y vomitar la tierra venezolana con sus excesos y ambiciones.