Definitivamente, pasaron ya las insípidas elecciones de gobernadores y
legisladores estadales, y con ello quedaron a la vista los dos protagonistas verdaderos
que protagonizaron, a pesar de no poder ser “vistos”: uno es el presidente de
la republica, que definitivamente, por la razón personal o médica que sea, parece
que se siente más cómodo y seguro en un hospital de Cuba que en uno de
Venezuela, y el otro, fue la abstención que rondó el 46%, sobre aquel total de los que en el
vetusto y muy objetable registro electoral, estaban inscritos y aptos para
votar.
Sé que en referencia al título de
esta entrada, (en términos humanos y físicos), la nada como tal no existe; sin
embargo, en lo que se refiere a este concepto en las esferas de nuestra
concepción nacional, pareciera que de existir, no hay en Venezuela material
suficiente para rellenar ese “vacío” con ideas, honestidad o alternativas
consensuadas, lo cual sin dudas amenaza nuestros “espacios” nacionales
internos; más aún en la medida en que somos testigos en estos días, de como la
derrota electoral de un sector de la nación, parece que solo favorece al otro, cuando en
realidad, acrecienta el daño al país, pues como si de viejos enemigos de territorios
distantes se tratase, parecieran estar combatiendo en una tierra de nadie
(Venezuela), por lo que esta puede ser ofrecida a los aliados de cada bando, en
ofrenda de alianzas, sin remordimientos...
Hemos comentado el cómo la
división, y la identificación del adversario político con el enemigo externo
que nos quiere dañar, ofrece un “simplificado” escenario desde donde sacar
beneficios políticos en la medida en que la percepción de la sociedad se
radicaliza en torno a esas ideas simplistas, concibiendo con ello la
posibilidad cierta de establecer bandos de apoyo, del mismo tipo de esos en los
que con las condiciones y recursos correctos, se desencadenan guerras civiles y
sangrientas, en algunas naciones subdesarrolladas.
Exclamaciones actualmente expresadas
de parte y parte en los bandos ya conformados (unos ganadores y otros vencidos
después de sucesivas y costosas elecciones), como las del vicepresidente Nicolás
Maduro, (más propias de un vicepresidente del PSUV que de uno de la nación, a
juzgar por sus declaraciones recientes, atacando y despreciando a aquellos
elegidos por la gente, distintos del PSUV, clasificándolos como los de la
legión del mal), o del también peseuvista Jorge Rodríguez, que sin medir
demasiado en el sentido común, afirma sin rubor que: “Unos minutos más y le ganamos en Miranda” (Según el CNE, la diferencia
final entre Jaua-Capriles fue de aprox. 47.300 votos), por lo que ante esto, lo
que queda es hacer la inevitable pregunta:
¿Tan impresionante es la maquinaria del PSUV, que se traerían por los
pelos a último minuto a 50.000 votantes para que sufragaran y así remontar la
diferencia con el que finalmente ganó?; ¿Es
así como entienden los actuales políticos, que se debe hacer política; a punta
de movilización de masas, a modo de “zombis electorales”?; ¿Fue por cierto, esa la misma maquinaría
zombi que permitió el triunfo de Chávez en Octubre?
Es posible por cierto, -viendo en
retrospectiva como hasta ahora el impacto de las maquinarias ha sido más que evidente, contundente-, decir que realmente después del 2006, Chávez no ha
ganado ninguna elección, sin la asistencia de la maquinaria invasiva y
manipuladora de su partido, (como en menor medida, dada la diferencia abismal
en la disponibilidad de recursos, se ha dado en cualquier otro partido político
en Venezuela , desde donde el mismo PSUV aprendió esas artes), creado exprofeso
desde los restos del MVR, a partir del descalabro de éste en el referéndum
consultivo del 2007, donde la iniciativa del presidente perdió.
Visto en frío, (Tan frío, que me acusarán de apátrida y
escuálido, sin serlo, al tiempo que un oposicionista pudiera frotarse las manos
suponiendo erróneamente que apoyo su torpe actuar de oposición), no ha
habido más voto conciencia desde entonces en las filas oficialistas capaz de
lograr determinar un resultado electoral favorable al presidente, por sí solo.
Todo ha dependido de la maquinaria,
y no de la reflexión y la introspección.
Es duro lo que afirmo, pero podemos
entender que todo esto es la consecuencia directa del giro que han tomado las
cosas hasta el presente, (y no me canso de buscar una manera nueva de
describírselos y decírselos), pues por un lado, las filas oficialistas pasan
todos sus esfuerzos por el filo de la aceptación de un único líder, mientras la oposición, que
no entiende que la postura contraria a
priori, (de ser la némesis de todo cuanto emerja del gobierno), no encierra la estrategia que es capaz de
superar las limitaciones del chavismo, sumido ya de por si en sus
“endógenas” e insalvables limitaciones, propias de toda aquella épica vivida a
través de la existencia de un solo hombre, por muy bueno o malo que resultase
ser.
Por estas cosas pintadas en el
lienzo nacional de hoy en día, es que en la pasada entrada les decía (y añado
ahora dos palabras al final):
“Pareciera que nadie ha entendido las premisas básicas
de la lucha inteligente, de la lucha que exige de resistencia: Hablar con la
verdad en la mano, y el honor en el corazón, sin violencia, sin arrogancia,
solo con humildad e integridad.”
Por esta
afirmación que me atrevo a hacer, es que creo
que muchos venezolanos, -por no decir que todos-, deberían
evaluar qué es lo que entendemos realmente por oposición:
¿Es esa “cosa” que insiste en ir en contra de quien
gobierne, alternando ese rol entre quien gana y quien pierda una elección?;
¿Es para el presente tiempo, no ser chavista?;
¿Es estar en contra del socialismo, o del comunismo,
o del capitalismo?, o debería ser:
¿Criticar todo lo que pueda mejorarse a la vista de
omisiones o de los errores cometidos, teniendo en la otra mano la solución por
consenso a plantear?
Sabemos que
cuando el gobierno es oposición (si; no se trata ni de lejos solo del PSUV
ejerciendo ese papel; -el partido es únicamente, -dada la senda asumida-, un
promotor de las ideas de Chávez, al tiempo que un garante de su reelección-:
Sabemos desde hace rato que la participación “activa” del aparato gubernamental
en ese rol es fundamental para mantener la idea de un enemigo culpable, siempre
externo y ajeno a cualquier decisión
errónea del mismo gobierno), la división artificial de la nación es un hecho. El
resultado de semejante estrategia básica desde hace más de 10 años ha puesto al
descubierto su riesgo principal: una Venezuela que se disolvió, y una que no
supo nacer. La indefinición y la falta de unidad, es el principal hándicap ahora.
Al presente, aún
con un futuro nacional inmediato borroso como nunca debido a lo ya expresado, a
la incertidumbre que rodea la salud del Sr. presidente, y a las medidas políticas
que deberían tomarse, buscando aguantar los desaciertos económicos que
inevitablemente vivimos, y que seguramente resultarán tremendamente impopulares
y odiosas para un pueblo acostumbrado a vivir de las postergaciones, al tiempo
que se ha conformado con las migas que
los altos jerarcas dejan caer bajo la excusa de la misión social, tenemos ante
todos la tarea de entender lo que se ha hecho bien, y lo que se ha hecho mal,
en los roles de gobierno y oposición, pues sigue siendo ello el principal por
resolver.
Es aún en este
mismo presente, (como viene siendo también en los “presentes” que se han
sucedido desde hace muchos años), donde los que han tenido a regañadientes que asumir el papel de oposición, no han entendido
en lo absoluto, lo que debía plantearse como alternativas a los errores
nacionales en estos poco más de dos últimos periodos presidenciales. Sus
acciones opositoras se han limitado a seguir “el librillo” político usado hasta
los años 90, decorándolo torpe e improvisadamente con medidas populistas tan
limitadas en su alcance real en lo social como las tomadas por el sector oficialistas,
confundiendo en ese proceso, a Hugo Chávez con la autoría intelectual de
aquella etapa de identificación de los problemas nacionales, cuando como
hemos dicho, el “autor” fue, y ha sido,
el consenso nacional que de a poco, entre pasillos y conversaciones de calle y
hasta de familia, fueron perfilando aquel conjunto de acciones necesarias para
de algún modo, ir creando el marco de referencia capaz de ir corrigiendo los
entuertos que en sucesión, se iban creando por desaciertos políticos de
gobiernos tras gobiernos, ante la
impotencia de las mayorías sociales. Eran esas acciones ya impostergables para
los mismos años 90, las que confundíamos en su necesaria fase ejecutoria, con el
“requerimiento” de que llegase “al poder”, un tipo con pantalones. Alguien que,
-sin exigirnos mucho a todos, ya que se supone que somos un país rico por
petrolero-, hiciera lo que decíamos, y no lo que él, (alojado en
Miraflores), interpretara, lo que constituye per se la génesis del proceso opositor que ha devenido en una
criatura lenta, ciega y torpe, que en realidad se ha manifestado incapaz de
actuar por un consenso que vaya mas allá del interés de quienes los dirigen y
lideran, cual chiripas siempre nerviosas, a la sombra de aquel que detenta la
presidencia en Venezuela.
Nada cambiará conforme
este patrón se mantenga. Mientras los partidos políticos sigan siendo clubes de
poder, y la política, instrumento distorsionado
que represe a los verdaderos protagonistas
de las luchas sociales honestas y consecuentes con sus ideas del progreso nacional.
Nada ha sido inútil; aún hay tiempo. En realidad es inevitable: Es cuestión de
trabajar con fe y estrategia, independientemente de los ganadores o perdedores
de hoy; el futuro se construye con los que aún no tienen edad para competir en
ese juego electoral amañado, de maquinarias partidistas forradas de recursos.
Son ellos los
únicos suficientemente inocentes, abiertos de corazón y de mente, como
para reunirse con todo aquel que en verdad quiera construir una diferencia, y
tomar lo mejor de todos los proyectos intentados en nuestro país hasta nuestros
días.
Feliz navidad
para todos los venezolanos, y los amigos que venidos de otras tierras, tratan
de encontrar entre nosotros, sentido a la vida.
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