La nación está de luto. No hay duda de eso. Hemos
perdido sin ningún sentido, gente del país. Niños mujeres y hombres, cayeron
abrazados por el impacto del infierno desatado. Solo Dios puede darles, -y
darnos- consuelo.
No pensaba escribir aun mayor cosa en el blog,
porque los dos individuos que se pelean por la piñata presidencial no hacían nada
fuera de lo ya hablado por este medio. Sin embargo, llegado este triste evento,
y vista las reacciones, los comentarios y hasta las cadenas por celulares a propósito
de ello, creo ajustado al momento hacer un comentario, meramente como reflexión,
como llamado a la prudencia, y a la necesidad de sacar lecciones que se
apliquen para honrar a los caídos y heridos, que quizás nunca se curen de las heridas
que las quemaduras dejarán en sus cuerpos y rostros.
Simplemente es muy pronto para decir que falló.
No se puede afirmar aún que fue falla en los protocolos de mantenimiento o de
calidad; tampoco se puede hablar aún de saboteos, o de descargas eléctricas, o
de iguanas o zamuros llegados al sitio equivocado. No podemos señalar a ciencia
cierta, sin la debida forénsica aplicada con rigurosidad.
Tampoco se puede descartar, o apuntar, según le
convenga a algún actor político, que hubo fuga de gas detectada con suficiente antelación
y aun así no atendida por algún procedimiento de emergencia.
Lo que sí se puede establecer con suprema
claridad y con la luz que arroja el más elemental de los análisis, es que había
gente viviendo dentro del radio de acción de una explosión como la que ocurrió,
y ello no tenia por que suceder.
Una primera falla resulta obvia: las
autoridades, sean cuales sean las encargadas de esa situación de presencia de
pobladores dentro del radio de acción de esa explosión, son corresponsables de
las víctimas que estuvieran fuera de la cerca del complejo petroquímico.
Misma situación se presentó con la explosión en
la fábrica de CAVIM meses atrás, y misma potencial situación se presenta de
seguro, en incontables lugares del país hoy en día, por la misma razón de siempre:
la falta de voluntad para hacer cumplir las leyes.
No sé si se trata de buscar cabezas que cortar
ante esta terrible situación; conseguir responsables no sería fácil, en
instalaciones y poblaciones levantadas a sus alrededores desde hace décadas seguramente.
El punto de honor es sacar lecciones, como les decía,
para evitar que suceda nuevamente, sin necesidad alguna, pues estas cosas no
tienen justificación. Una es que ocurra un accidente dentro de una instalación,
mueran trabajadores e incluso personal que combata el incendio ocurrido, pero
que además, muera gente a la que se le permitiera vivir justo al lado de depósitos
de gas o de cualquier producto altamente flamable, de los que se conoce el
alcance de la onda explosiva y calórica, así como de escombros en el peor de los
casos, es intolerable.
Como siempre, (aunque espero
equivocarme), el gobierno insistirá en que fue un accidente sin causa alguna, -como
si fuera una acción sobrenatural del mismísimo demonio-, sin ningún responsable
a quien nombrar, salvo que sea un opositor político, mientras el oposicionismo a
Chávez determinara rápidamente que la culpa es del presidente de la republica,
sin medir que tan profundo tengan que caer en la estupidez para ello.
Si al final de cuentas, ninguna acción concreta
se toma para eliminar este tipo de situación en otras partes del país, y en
Amuay mismo, seria porque en realidad, todos habremos decidido vivir en el
mismo agujero de estupidez y miseria donde acostumbran pulular nuestros políticos
más avezados. Dios nos proteja, porque los políticos no lo van a hacer.
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