Cada vez que un “libertador” se detiene a la vera del camino venezolano, sólo a hablar, distrayéndonos inútilmente, perdemos años valiosos de acción, a cambio de una más que dudosa “experiencia” que tercamente, incluso a final de cuentas, nos resistimos a aceptar y aplicar en las consecuencias que finalmente trae.
Por esa razón, hablábamos en la entrada anterior, la manera en que nuestra facilidad de olvido, ha logrado corroer nuestro propio empuje como nación.
Este “defecto” nos hace dejar a un lado con extrema facilidad, los hechos gubernamentales y/o sociales que nos hacen daño: los errores que provocan perdidas mil millonarias a nuestra economía, los presupuestos dilapidados por la ineficiencia y la profunda corrupción social y política, así como las vidas que se pierden cuando se abandona toda seriedad en el trato de los problemas medulares que producen el fenómeno de la delincuencia, la anarquía, y la impunidad jurídica.
El punto aquí, con el que titulamos, el de los “libertadores” que se detienen en el camino y con quienes nos detenemos también, nos arrastra inexorablemente hacia algo básico, que por ser una estrategia “novedosa” en Venezuela, (y no por ello útil: la del dogma socialista-comunista, distinto por cierto, al espíritu social de la democracia verdadera), ha calado con cierto éxito, por haber estado lejos de esos movimientos revolucionarios en el pasado: la aparentemente superflua diferencia entre adoctrinar, e inspirar; entre principio, y doctrina, y como estas definiciones mal asimiladas nos lleva a juicios errados de valores, que permiten a la postre, la insurgencia a veces hasta accidental, de “estadistas” y lideres a quienes seguir ciega o convenientemente, hasta el final,
No lo considero, para nada, un punto irrelevante; al contrario. De hecho, de ello depende la actitud que asumamos frente a cualquier alteración ilegal de la estructura nacional, (como lo seria la constitución), y a la larga, en definitiva, de ello también dependerá la manera en que como venezolanos nos veamos: como inspiradores de libertades, o como vendedores de rígidos pragmatismos ideológicos, no originarios en nuestra venezolanidad, y donde generalmente, pertenecer al poderoso partido gobernante, es para dicho dogma ideológico, lo que tener una tarjeta de crédito “American Express” es para el capitalismo...
Primeramente, hay diferencias entre adoctrinar y doctrinar. En muchos medios de comunicación, tanto del oficialismo, como del oposicionismo, los confunden a menudo en un peligroso juego de desinformación, que no por haber sido visto muchas veces en otras partes del mundo, debemos dejar que se implante aquí.
Pero volviendo al tema, ¿Qué es adoctrinar?; el diccionario de la Real Academia, nos dice que: “Adoctrinar es instruir a alguien en el conocimiento o enseñanzas de una doctrina, inculcarle determinadas ideas o creencias”.
Leía algo que escribió alguien hace unos años, y quería compartirlo con ustedes; el fondo, como siempre, es lo más revelante, por lo menos, frente a la forma:
“-El sentido común del vocablo “adoctrinar”, indica precisamente el proceso de transmitir, de prefabricar la ofuscación del intelecto, sea a través de sofismas filosóficos y políticos, o por los medios de comunicación informativos y educativos, artísticos o comerciales. En la lucha por la independencia de los pueblos el opresor influirá, predominará y seducirá a los vencidos comercial y culturalmente; es decir, “adoctrinadoramente”.-”
¿Quieren verlo de manera más simple?: Adoctrinar, es como programar computadoras: No importa el sistema operativo que tengas; lo importante es formatearte, reiniciarte, e instalarte el sistema operativo con el que le sirvas al estado.
En otras palabras, no importa lo que pienses, o si previamente estabas lejos, o allende a lo establecido por el mandamás de turno; lo relevante únicamente es lo que debes pensar para adaptarte y servir a la causa del que la lidera, sin importar su rectitud o desviación de lo correcto ante Dios, la justicia y el pueblo.
Por cierto, y sólo para dejar claro algo que pareciera igual, pero que no lo es:
Doctrina: “Enseñanza que se da para instrucción de alguien”. Esta se impartiría mediante la enseñanza: “Enseñar, comunicar sistemáticamente ideas, y conocimientos”.
Podrían a estas alturas, preguntarse también qué es entonces un principio; la Real Academia viene a nuestra ayuda:
Principio: Norma o idea fundamental que rige el pensamiento o la conducta.
Deténganse un momento aquí, para repasar lo que ya hemos hablado sobre nuestra venezolanidad, sobre nuestra alma escrita, y sobre lo que a nuestros hijos queremos enseñar para que labren su propio futuro…
Así las cosas, en resumen, podemos ver que:
Los principios inspiran doctrinas básicas (muchas planteadas en la constitución…es decir, el alma escrita de la nación), que a su vez, son enseñadas como un único acto de fe, que busca hacer hombres que exploren, y que pese a fallar y acertar en el proceso, -como ahora-, y de manera alternativa, siempre, empero, estarán evolucionado hacia su propio tiempo de existencia y concepción, marcando una etapa mas sensata en la nación.
Lo hemos visto durante la historia humana, y lo hemos mencionado antes en el blog: los humanos no son seres dogmáticos; son seres prácticos, guiados por el deseo de bienestar, y ocasionalmente (¡y cada vez con mas frecuencia!), dejándose llevar por la inspiración de un Dios de amor, y un anhelo irrefrenable de justicia para todos.
Que el bienestar lo asocien expresamente al dinero y al poder sobre otros, es una distorsión indeseable, tanto por lo menos como el del deseo cíclico en la cultura humana, en pequeños grupos o individuos convencidos de su suprema verdad, necesaria de imponer al resto del colectivo, para que vivan felices...
No es fácil, sin embargo insisto: “en lo difícil está el camino que se construye con losa sólida y dirección firme”.
Cuando hablaba de los problemas que arrastramos y que nos debieran causar vergüenza mayor, estaba el de nuestra tendencia –universal por cierto-, a buscar un solo hombre sobre el cual echar todo el peso de las decisiones, y a quien es fácil luego juzgar y matar si se equivoca, retrotrayéndonos esto a aquella entrada donde comentábamos como el líder, se convierte en su propia victima. (Julio, 2009: Cuando la culpa es de la nación).
Como aquel adolescente mencionado hace mucho, al principio del blog también, y que creo que recordarán aún, seguimos empeñados como nación, y mas como individuos, en buscar culpables siempre fuera de nuestras propias esferas de personalidad, seguras y cómodas.
El punto sigue siendo esa necia tendencia a detenernos en nuestro andar, cada vez que alguien a la orilla del camino, y a veces desafiantemente en el medio del mismo, se levanta sobre una piedra y habla de lo que nos espera adelante en la ruta, o del “atajo” que encontró, logrando sólo con ello, hacernos frenar el andar, y robarnos en ese proceso, la aventura, la gloria, y la sabiduría que el autodescubrimiento, basado en los principios fundamentales que como humanos tenemos e impartimos a nuestra descendencia con inteligencia, nos permite.
El camino es para andarlo, no para ver a otros andar y perderse en la distancia infinita de los horizontes que se funden con los cielos.