En algo habíamos tocado este tema anteriormente; sin embargo, bueno es detenernos en ello una vez más:
Basta con que algo nuevo suceda, para que perdamos la conexión con aquello que nos ocupaba incluso moralmente, solo hace un rato.
De esta manera, por ejemplo, las decenas de asesinatos que se suceden, casi diariamente, las hacemos anónimas, como si de una victima real y gente emocionalmente desvastada no habláramos.
Es triste, pero así estamos operando. Por esa razón, es que cualquier gobierno malo, o cualquier político negligente o corrupto, pueda pasar de un cargo a otro, o el gobernante improvisador, pueda ser reelegido sin problema alguno. ¡Le perdonamos a nuestros políticos, más errores, imprudencias y torpezas que a nuestros mismos seres queridos!
Así las cosas, saltamos como si gallinas hambrientas fuéramos, agolpándonos, empujándonos y picoteándonos, de un lado a otro del corral, conforme alguien decide donde nos lanza puñados de maíz en un sitio u otro.
Aun no mostramos la capacidad de pararnos ante lo injusto e incluso grotesco, para protestar al unísono. Alguna experiencia hemos tenido en ello, como el proceso de salida del Gral. Marcos P Jiménez, las inmensas marchas antes del 2002, o las masivas presencias en varios procesos electorales pasados; sin embargo, todo ello quedo atrás. El miedo a las consecuencias negativas individuales, pudo más que nuestra necesidad de ser la autoridad suprema en lo que a los asuntos nacionales incumben.
Aún carecemos como colectivo, de la capacidad de “hilar” eventos en un hilo continuo de sucesos que necesariamente deben tejer lo que nosotros planifiquemos, y no lo que particularidades e intereses ajenos, planifiquen.
Si alguien se pregunta en voz alta, el por qué se altera la estructura institucional sin autorización constitucional de la población, inmediatamente alguien con poder, lanza un puñado de maíz, y la algarabía de los que comen, ahogan la pregunta que, rápidamente, es olvidada…
Nadie predijo, por ejemplo, las consecuencias de la lucha entre los clásicos sindicatos cuartos republicanos, y los bolivarianos en la industria ferro minera, petrolera o eléctrica; nadie predijo que estos últimos sindicatos, al final, tendrían posiblemente que doblegar los intereses sociales de la masa trabajadora, a favor de los intereses particulares del líder que seguían.
Nada de eso importa, increíblemente, como en los gallineros que mencionábamos, pues otro puñado más de maíz, distraerá nuevamente a la masa de “aves”, y así, el ciclo de “engorde” continuará, hasta que…
¿Saben?, el lado “bueno” de todo esto, es que podemos estar descubriendo que como colectivo, somos eficientes trabajando bajo presión. Lo digo porque siempre vivimos en la coyuntura, en el cuello de botella, donde la tensión es máxima, y de donde salen a veces, muy buenas improvisaciones, y hasta chistes que alegran el ánimo de quienes sufren lo que normalmente, no logran hilar los eventos.
Llevamos como nación, el bolsillo trasero de nuestra ropa, roto, y el dinero aparentemente interminable de nuestra renta petrolera, se nos sale del mismo, y nosotros, como almas hipnotizadas por la estupidez, no hacemos otra cosa mas que seguir adelante, sin que se nos ocurra reparar el bolsillo, o cambiar el dinero de este. Proyecto tras proyecto, ilusión tras ilusión, invertimos y despilfarramos el dinero en las manos de la negligencia y la corrupción, sustituyendo en nuestras mentes, un escándalo mal disimulado, con otro escándalo peor disimulado…
Recuerdo que ese sentimiento de impotencia, incomprendido a nivel del conciente colectivo nacional, pero patente en los corazones de los venezolanos, fue lo que llevo al poder al actual ciudadano presidente.; sin embargo, ¿por qué ese sentimiento ha ido volviendo con mas agudeza, si las cosas se suponen, iban a marchar tan bien?
Cada quien, -como debe ser-, debe responderse estas cuestiones en lo personal; la emisión de una opinión clara al unísono, es lo que logrará luego darle forma y vida a la llamada “opinión nacional”, y esa voz, compatriotas, es la que se escuchará y acatará en verdad.
No podemos dejarnos guiar; nadie tiene esa potestad y menos el derecho para hacerlo. Para eso escribimos la constitución, para no tener que estar con la “discutidera” cada vez que algo importante aparece, olvidando lo importante que hasta hace un instante, ocupaba nuestra atención; el vivir a espaldas de esta realidad es lo que posibilita que la mano llena de maíz, nos guíe como animales sin conciencia…nacional.
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