domingo, 27 de septiembre de 2009

Brasil: la próxima potencia mundial, o el nuevo aprendiz de imperio.

Salvando las distancias con países como India o Pakistán que mas por poder nuclear que por prosperidad de sus sociedades, son consideradas potencias emergentes, Brasil aspira con intensidad ser, como mínimo, una opinión obligada a consultar en el escenario mundial.

Éxito han tenido, sin duda; la aplicación lógica de una estrategia a largo plazo, independiente de quien preside el gobierno de turno, pone de manifiesto el primer aspecto que la madurez como nación muestra ante el mundo.

Otra cosa es la injerencia que necesariamente, como nación con poder, se supone que debe mostrar ante el colectivo internacional, y eso es justo lo que ha hecho en Honduras. Con una inversión mínima, pero con una planificación digna de mención pese a las fallas de forma y fondo, ha logrado resaltar con contundencia en una situación donde Venezuela solo ha hecho ruido y dilapidado dinero.

Mucho se ha hablado de Brasil últimamente, y no solo por ese ejercicio diplomático no ajeno a ciertas torpezas como decíamos: las compras de armamentos, que por cierto, cuando de un país grande se trata, siempre se antojan al ojo pequeño, como desproporcionadas por la gran inversión ejecutada. Su insistencia, y posible éxito a mediano plazo, de un puesto permanente en el anacrónico consejo de seguridad de la ONU; la cada vez mayor influencia a nivel suramericano para mover la balanza, -sobretodo la comercial-, a su favor, y la entrega de su sociedad al éxito mercantil por sobre la prosperidad del colectivo, son algunos de esos factores para que una nación, aún con millones de gentes pobres, sueñe con poder militar, nuclear y comercial, al mas puro estilo del clásico patrón capitalista.

¿Visión simplista?; no lo creo; lo que pasa es que si no vemos el conjunto a un nivel básico, insisto, no seria posible entender como se interconectan los valores sociales, los valores éticos-morales, en esa delicada y a veces traicionera intersección con lo constitucional de cada país, los intereses económicos que estén dispuestos a seguir, y las masas de colectivo que las jerarquías gobernantes estén prestas a sacrificar o ignorar.

¿Suena socialista-comunista todo esto?; tampoco lo creo. Justo al formular esta pregunta, cualquier persona entra en la dicotomía capitalismo/socialismo, de donde se sale generalmente con la cabeza cargada de paradigmas y teorías que usualmente solo justifican a las revoluciones y a los gobiernos que desean ser eternos, -tanto como su líder, por lo menos-.

Brasil esta caminando en dirección a ser una potencia, pero una potencia que maneja la injusticia y la injerencia con tanta naturalidad como los ingleses, franceses, estadounidenses, chinos y rusos lo saben hacer.

Honduras es un ejemplo del manejo hipócrita que desde Brasil, y de las demás “potencias”, se hace de la no menos siempre hipócrita diplomacia actual.

“Imperio” es una palabra que asociamos de manera informal a aquello que una nación hace a costa de otros, buscando influir a lo interno para su propio y desconsiderado beneficio; visto así, hasta nosotros los venezolanos entramos ahora en esa repartición de estiércol, al mover “hilos tras bambalinas”, para lograr metas políticas que nos favorezcan o convengan, puesto que, admitámoslo, a estas alturas del juego en aquel querido país centroamericano, aun nadie en la escena internacional se ha detenido a preguntarle a los hondureños, que desean en verdad como mayoría, en estos momentos, para si mismos, respetándoles con ello su voluntad, en el mas puro apego a la autodeterminación de los pueblos, inspirada en la aún mejorable carta de la ONU. Al depuesto presidente, pocos lo han evaluado en su contexto real, y todos se han limitado ha darse golpes de pecho, apegandose de manera falsa, a lo estrictamente juridico: "no importa si el tipo es malo y el pueblo quiso sacarlo; lo importante es que se mantenga hasta que la honorable ley lo diga". Dificil es ser juez y parte...

Una vez más, como a nivel personal sucede muchas veces, de manera egoísta: no importa tanto lo que otros piensen, sino lo que nosotros pensamos…

Eso esta bien para decidir cosas justas en nuestras vidas, pero es muy malo cuando lo colectivo, y lo nacional queda a discreción de nuestra siempre conveniencia.

Así las cosas, y volviendo a Brasil, de seguir ese camino, al llegar a la meta deseada por los brasileños, también estaremos llegando todos en Latinoamérica, como espectadores, al fracaso en el intento de dar a luz a una potencia, pero no de prosperidad a costa de otros, como actualmente se levanta, sino de prosperidad por su búsqueda de Dios, su anhelo de justicia, y su sentido de pueblo para repartir lo bueno.


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