Y
es que pasado este período de tiempo en silencio, la pregunta sigue en
mi opinión, siendo saldada con la misma respuesta en su forma y fondo: ¿Realmente
hay en Venezuela alguna “elección” a la vista de nuestra sincera mirada, que vaya a cambiar las cosas?
Permítanme
decirlo de otra manera, más detalladamente:
¿Con esta oposición +
oficialismo + FFAA dominando absolutamente el panorama político y económico venezolano, realmente hay alguna “elección” a
la vista que valga para un cambio concreto -y real-, en Venezuela?
¿En esas hipotéticas próximas “elecciones”, podrán ir a votar sin miedo a nuevas listas Tascón, los venezolanos en el extranjero -sin importar el país donde estén-?
¿Podrán votar todos los que se quieran registrar en el
registro electoral, sin impedimentos y sin encontrar a última hora que han sido
reubicados en centros electorales sin ninguna conexión real con sus domicilios?
¿Para el momento de esas “elecciones”,
habrá sido purgado de toda irregularidad el actual registro electoral, o por el
contrario, podrán seguir votando extranjeros ilegalmente cedulados, en maquinas electorales instaladas
irregularmente en casas de políticos afiliados al régimen?
Ustedes
díganme además:
¿Habrá cero ventajismo
por parte del gobierno?; No coartarán a la gente para obligarles a votar?
¿Podrán los resultados
ser verificados y contrastados con los boletos en papel emitidos, mediante un
CNE transparente y neutral?;
¿Las FFAA se limitarán a
custodiar, sin opinar ni abusar de su autoridad?
Y
finalmente:
¿Evitaría el régimen el manipular nuevamente a la oposición (sea con dinero,
inhabilitaciones arbitrarias como el caso de María Corina Machado, o la selección del candidato "opositor idóneo" que los
enfrentará)?
¿Gente como Guaidó,
Leopoldo, Cabello, o ese conjunto enorme de miserables que se han alimentado del
dinero público de la nación, serán confrontados y sometidos a juicio?
Creo
que estaremos de acuerdo sobre que la respuesta corta y áspera para todas estas
preguntas, sigue siendo un rotundo “NO”, porque votar en
nuestro país se ha vuelto únicamente la “versión
adulta de escribir una carta a los reyes magos”, con similares resultados a
los obtenidos en nuestra infancia: la entrega de un juguete para que nos
entretengamos hasta que llegue el siguiente, mientras seguimos creyendo en personajes que resuelven con magia las cosas para nuestro provecho.
Qué
lejos estamos entonces de ser una sociedad temeraria y clara en lo que quiere, capaz de decir sin miedo: “o cumples lo que prometes en base a los
lineamientos nacionales requeridos, o te derrocamos y enjuiciamos”.
A
consecuencia de ello es que estamos en una situación que se siente ya permanentemente
como estar en un “circo” de tercera
categoría a la orilla de un pueblo olvidado, (con música rayada y carpa remendada), cuyos payasos sin chistes
nuevos lucen cínicos y fastidiosos, mientras que los espectadores se quedan
sentados y languidecen junto con todo lo que conocieron, porque no tienen –o no saben- cómo hacer algo más.
No
tenemos como comunidad una determinación al cambio, porque no existe tal
comunidad ciudadana; sólo seguimos siendo una variopinta agrupación de intereses dispersos aún incapaces de conjugar en una sola acción, derrocamiento, juicio y enmienda, ante
el mas mínimo aviso de que las cosas no van por buen camino.
Es
esa carencia social la que permite una y otra vez esos odiosos episodios como el de un Nicolás Maduro dictando
sin rubor ni consecuencia para él y su círculo de poder cada 1ro de Mayo, qué es lo que se gana
y qué no en un salario mínimo, o el del bochornoso y decepcionante episodio de Juan Guaidó con su fracaso político y su posterior (y conveniente para él) escape hacia ese refugio de
corruptos y testaferros en el que se ha convertido EEUU, tras haber robado dinero y dilapidado la oportunidad de cambiar las cosas.
Todos esto es posible porque una sociedad que carece de la capacidad para mostrar músculo organizacional y ser capaz con ello de ejecutar el derrocamiento de cualquier mal gobierno, seguido esto de un juicio rápido y justo de los culpables, y de una enmienda de lo hecho mal, tampoco tiene la capacidad para decirse libre por sus propios actos.
Por eso seguimos igual, porque insistimos en justificarnos.
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