Olvídense
de atajos: En tanto seamos un Estado presidencialista, estaremos ante la situación de que sin la confianza en “algo”
y en “alguien”, nada cambiará como resultado de un accionar de las
masas que en consecuencia se mantendrá dispersa.
Esto se debe a que al prevalecer la sensación de que no todos compartimos una
misma visión (al menos general, en lo referente a lo necesario para funcionar como un pais digno) y ni siquiera manejar un mismo camino para conseguirlo, esa sociedad pierde su sincronía motora, paralizándose todo aquello que actua como filtro y contención contra lo inapropiado como nación. Luego entra en escena el elemento representado por la figura de autoridad nacional (El presidente) que al no existir en términos eticos y de aquellos valores esenciales que deseamos cultivar, viene a completar junto con lo anterior, las dos "ruedas de molino" necesarias para pulverizar a un pais y a todos los que viven en el.
Veámos el por qué ha ocurrido esto a través de las palabras de G. Michael Hopf:
“Los tiempos difíciles
crean hombres fuertes;
Los hombres fuertes
crean tiempos fáciles;
Los tiempos fáciles
crean hombres débiles;
Los hombres débiles
crean tiempos difíciles”
Nosotros
estamos en tiempos difíciles, a causa de hombres débiles.
Este mundo donde nos encontramos nos obliga a ser testigos de cómo EEUU se disuelve en
su “sopa” de lo “políticamente correcto”, sin dejar de
empuñar el arma del fin del mundo; de cómo una envejecida Europa se va marchitando mientras no deja de mirarse al
espejo, enamorada de su propia imagen de “criatura celestial eurodivina”, mientras China, Rusia y en general Asia y la mayoría de
los países del medio oriente (excluyendo
a Japón e Israel), van fortaleciendo sus estatus económicos, políticos y sociales conforme
le dan fuerza a sus propios modelos estratégicos de crecimiento tras decadas de sometimiento a factores externos, en tanto que África
y Latinoamérica parecieran insistir en lucir divididas, errantes y dispersas en medio de unas letanías de corrupción
que no parecen tener fin.
Esas palabras de G.
Michael Hopf no hacen más que describir las coyunturas en tiempos simultaneos que podemos ver en el planeta que
vivimos, en el que unos están en “tiempos
de hombres fuertes", y otros lo están
en “tiempos de hombres débiles", y como era de esperar, nuestra tragedia tiene lugar en medio de ese ciclo social perverso que no hemos sabido leer adecuadamente para tomar nota y corregir, y
que ahora nos posiciona rudamente en los "tiempos
difíciles a causa de hombres débiles", ...al menos hasta tanto no lleguemos al estado de la sociedad fuerte y sus lideres probos.
1.- “Puedo
soportar cualquier dolor siempre que tenga significado”
Estas
palabras escritas por Hakuri Murakami reflejan el momento que cruza nuestra propia vivencia;
sólo hay que saber leerlas:
En este caso, la palabra “significado” vendría a ser lo mismo que
el “algo”
del que les hablaba al principio: Ambas definiciones vemos que dejaron de tener sentido y contenido en nuestro
país cuando nos detenemos a pensar en la necesaria confianza social que debe haber para convencernos de que una vez realizado un sacrificio
individual y colectivo por una meta clara, este esfuerzo no será utilizado finalmente sólo para
colocar sobre nosotros a nuevos miserables tan inescrupulosos como los que se pretendían derrocar.
Justamente
la repetición de este pérfido ciclo de desengaños que conseguimos estampado en las palabras de Hakuri Murakami, es lo que ha llevado al
traste a nuestros mejores esfuerzos y a
nuestra mejor sangre, derramada en aquellos intentos realizados desde el año 2000 para
cambiar la dirección de Venezuela sin contar con un liderazgo político efectivo.
Entendamos que no hay opciones políticas para un cambio real en el panorama
político en tanto no haya un liderazgo coherente, integro y real
sobre el terreno en la propia Venezuela, y que en su ausencia, sólo se mantiene fértil el terreno
para la aparición de incontables e infinitos charlatanes.
Tan
dañino y determinante ha sido este fenómeno, que el enorme entramado chavista-madurista, pese a sus desaciertos, delitos, muertes y abusos desde 1998, no ha visto
mermado su control territorial y social a través de la extensa red corporativa
de mafias y sobornos que han establecido en el país, a tal punto que resulta
imposible el no creer en la complicidad plena y premeditada de cada elemento
opositor en la política venezolana que a guardado silencio.
Ya
es escandalosamente evidente que las palabras “bonitas y politicamente correctas” de los políticos venezolanos (hombres y mujeres) han demostrado ser inservibles cuando no han
estado acompañadas de hechos y persistencia que les den congruencia y credibilidad como contraposición al
desgastante drama de una sociedad que se fue diluyendo frente al abuso de
quienes llegaron al poder político, militar y económico, sólo para aniquilar toda
noción práctica y unificada de ciudadanía y soberanía.
Mark
Twain dijo: “Los principios no tienen ninguna fuerza real
excepto cuando se está bien alimentado”, y esto es algo que entendió tempranamente el chavismo a partir de las experiencias ejecutadas
por la dupla AD-COPEI en las décadas anteriores, y es lo que permitió que toda una sociedad fuese llevada
a una permanente hambruna material e ideológica para traer como consecuencia directa y sostenible en el tiempo el que poco se haya podido coordinar y
materializar en la calle en los momentos de querer concretar un cambio.
Es
por esa razón que desde hace rato no importa la verborrea política vacía y sin
raíces de cualquiera de los políticos que
ocasionalmente surgen tras periodos convenientes de “hibernación y desaparición”, y eso lo saben los del régimen: no
importa porque nada une a los políticos con la “hambruna” (la realidad)
que padece la sociedad en general (*)
(*):
Hablamos de los pobres y de la clase
media que literalmente desapareció y alteró con ello el balance de poder por
completo, redefiniendo exitosamente para el régimen la orientación de los
movimientos políticos que quedaban en el país, con una población también execrada
y dispersada por el continente, -a causa de su propia incompetencia y acefalia-, de
la ecuación de poder convencional.
2.-
Aparece un candidato, mientras otros revolotean y confunden.
Esto lo digo como una alerta a considerar y vigilar: En esta lenta, simplificada y torpe dinámica instaurada desde hace rato en la política de oposición venezolana, las señales que se leen en la rutina colonial del país apuntan a que se "cocina" la construcción de una candidatura presidencial de la mano del gobernador del Estado Colonial del Zulia, Manuel
Rosales; éste parece despuntar como la opción a liderar la candidatura presidencial opositora
de cara a una elección presidencial patrocinada por el régimen y que eventualmente
podría darle rostro a una iniciativa que permitiría insertar a toda una nueva
fauna política y testaferra en la estructura de poder del país, contando esto de
facto con la coordinación discreta de los actuales regentes del gobierno
nacional, quienes pueden ver en una transición controlada por ellos mismos, mediante un candidato ganador dócil, la posibilidad cierta del
establecimiento de un paraíso jurídico y fiscal para sus intereses futuros en
nuestra propia tierra.
Sé
que hay una variopinta fauna de pretendientes al estatus de candidato
presidencial con vistas a aquel parapeto electoral que se avecina en el
imaginario político; algunos ya desde hace rato incluso se mueven sin que muchos se
pregunten de dónde sale el dinero y la paz de transito para poder movilizarse
por el país en sus precampañas de cara a las primarias (o quizás con la
intención de pasarle por encima a las referidas primarias); también sé que sólo
una mujer despunta entre todas estas criaturas
políticas, por lo que a estas
alturas podrían estarse preguntando: ¿Y María
Corina Machado (MCM), tiene alguna opción real de resultar electa como
candidata presidencial?
Considero necesario detenernos aquí porque ella es la única mujer, -y uno de los
políticos que “menos torpemente” ha mantenido algún grado de coherencia-,
que ciertamente tiene chances presidencialistas, aunque la respuesta a esto está encerrada también entre
las bambalinas de aquel escenario que ha ido permitiendo la construcción de una
imagen de éxito y logros por parte del gobernador Manuel Rosales (MR), en tanto que MCM no tiene “hechos tangibles”
que demostrar en los últimos años (ya luego de haber sido execrada y lanzada a
los “leones” por la asamblea donde era diputada).
De poco serviría denotar que con todo y sus logros, la de Manuel Rosales es una trayectoria de gobierno que ha sido posible sólo por estar supeditada a los lineamientos macros del
régimen colonial nacional dispuesto por el gobierno central para dicha gobernación zuliana.
En
síntesis, pese a mostrar uno de los discursos más claros y críticos, MCM puede
ser víctima de su propia falta de iniciativa para asumir los riesgos definitivos
al no confrontar más directamente y de forma continua a todo el aparato politico
y sus protagonistas (en oficialismo y
oposición).
Luego de bajarnos de la nube candidatural, es necesario aclarar que no
podemos pensar ni por un segundo que el régimen podría ser “sorprendido” en una elección “limpia
y justa”, “perdiendo
inesperadamente” frente al candidato
principal de la oposición, para tener entonces “pacíficamente”que entregar el susodicho poder que han amasado en los últimos casi 25 años.
Esa
fantasía electoral ha sido cuidadosamente alimentada por todos los sectores políticos
con fines de distracción pública, mediante el uso de reuniones lujosas en el exterior, y
discursos grabados ya sin espectadores suficientes para hacerlos creíbles; Ellos entienden que es necesario mantener el control a toda costa sobre lo que sea el foco de
atención de la gente porque en otras condiciones (es decir, con la gente unida entorno a una idea clara y con un liderazgo realista),
podrían removerlos rápidamente a todos del poder.
Por
eso el control del que hacen gala frente a nuestras narices, y todo ello fue posible en cuanto como sociedad soltamos la vía de la calle y la violencia irrefrenable para restablecer el
orden constitucional.
Soltar
el liderazgo de la masa fue también el error garrafal de todos los políticos
venezolanos que ahora o están en el exterior (no sacrificando su comodidad), o que están aquí y no hacen nada para así
evitar el riesgo que supone el estar como preso político (o como político muerto).
3.-
No, Guaidó nunca tuvo oportunidad de nada, ni la tendrá.
Hablar
de Juan Guaidó es hacerlo sobre el último gran trauma decepcionante de una
parte de la sociedad venezolana (y antes
de él, lo fue Capriles, y luego López, este último quizás el más pragmático a
la hora de tejer hilos de poder a su alrededor), y con quien la población
opositora al régimen había elegido guardar un aliento final de esperanza por un
cambio de gobierno como la salida a una crisis.
Sobre
la mesa, Guaidó parecía tener todas las cartas para jugar y lograr un cambio en
el país: el apoyo circunstancial de decenas de gobiernos a nivel mundial; el
torrente de dinero sin auditoria alguna llegado de las confiscaciones internacionales
y las entregas de empresas como Monómeros y CITGO que permitirían en teoría, -y con el visto “benevolente” del gobierno de
EEUU-, la contratación de empresas mercenarias para propiciar el
derrocamiento del régimen en Venezuela, sin dejar de mencionar la simpatía que
millones de venezolanos le guardaban precisamente por el gesto simbólico de
haberse levantado -en apariencia
solitario, al estilo de aquel Boris Yeltsin en la Unión Soviética noventosa que se caía a pedazos,
pero con la apariencia física de un Barak Obama latinoamericano, dispuesto en apariencia a luchar contra el brutal Goliat que
representaba el régimen venezolano, aunque nada de esto mostró a la postre ser
decisivo para generar un cambio.
Guaidó
rápidamente adoptó la vía de la no confrontación riesgosa, como también al pie de la letra la estrategia de políticos como Allup y López,
disolviendo con ello (entre cruentas
represiones a la población que se atrevió a protestar apoyándolo inicialmente al buscar un
cambio político), las cartas que en sus manos se pusieron, con lo que él mismo se rebajó paulatinamente a la condición de títere que es hoy, y del que todo político oportunista (como Ramos Allup) que guardan la ambición de
entrar en el “próximo gobierno” que
se imaginan sucederá tras aquellas elecciones patrocinadas por el mismo régimen
que se darían en el 2024, buscan mantener ahora “distancia”
para no ser asociados con el fracasado (Guaidó)
liderado por Leopoldo López como su representante en venezuela.
4.- No
hay salida real en Venezuela, sin esto.
Hablábamos al principio de que podíamos olvidarnos de atajos, pues sin la confianza en “algo”
claramente constitucional, y en “alguien” a la altura de la dignidad que se quiere rescatar sin que la
promoviera pasándola por el aro de su propia conveniencia, definitivamente nada cambiaría realmente en el país sin que se
produjese el necesario accionar de las masas que estarían entonces convencidas de
conseguir un final que valdría el sacrificio a realizar en el proceso.
Esta
doble carencia (de algo y de alguien) es el meollo del asunto social que ha ido
desangrando a Venezuela.
Si,
es cierto, deberíamos poder motivarnos individualmente (ergo, también colectivamente), con la sola presencia en nuestros
corazones de ese ideal utópico plasmado en el preámbulo de la constitución, y que nos empujara a todos hacia adelante, pero es
claro a la luz de la historia contemporanea vivida, que ello sólo ocurre en contadas conjunciones de
factores que suenan mas a accidentales que a cosas capaces de permanecer en el
tiempo, y que definitivamente no nos ha pasado a nosotros.
Hay
que asimilar que al perder ese “algo”, hemos quedado vulnerables, y
los que consiguieron en ese vacio la oportunidad para enriquecerse y hacer una
vida opulenta a salvo de cualquier sentido de justicia, actuaron y crearon tras el velo inicial de una epopeya falsa, una nación colonia ahora
llena de capas infinitas de mentiras que se autoprotegen y nos aislan.
Intuir
esta realidad y no lograr nada para cambiarla nos ha ido corroyendo el alma social y nos ha introyectado entre
nosotros mismos la necesidad de resguardarnos en nuestras burbujas existenciales
(individuales o familiares), mientras
que aquellos que están libres de pudor, regentan desde hace años el país ya sin
amenaza cierta a la vista en el horizonte.
Ahora necesitamos reconocer que el “algo” que requerimos, es la
convicción nacida de la certeza de saber que todos compartimos una misma visión
y un mismo camino para conseguirlo, y que esa “visión” queridos compatriotas, está condensanda en nuestra Constitución, con todo y sus defectos y cosas alteradas.
Les
diré que en esto no necesitamos intérpretes ni iluminados para
comprenderlo, aunque si mucha humildad para aceptarlo.
Sin
esto, lo que nos queda es o bien la
sumisión incómoda que aún así permite vivir la vida de cada quien como pueda, siempre y cuando se someta a las limitaciones del régimen, que no le permitirán ejercer la ciudadanía de ninguna manera significativa, o bien, la rebelión desordenada, que por
azares del destino propicie la caída del régimen y posiblemente a nuestro pesar, tambien la instauración de todos
aquellos que estando en la oposición que hemos tenido hasta el presente, generen
un régimen mafioso pero que ahora sería títere quizás de EEUU, y no de Cuba.
Mientras
sigamos creyendo que Dios va a arreglar esto sin mover nosotros un dedo,
seguiremos viviendo con la viga metida en el ojo mientras nos entretenemos
criticando la paja en el ojo del vecino.
G.
Michael Hopf dijo también: “No se trata
sólo de pensar cómo conseguir algo, tienes que actuar, hacer, y eso necesita
acción y paciencia porque las cosas geniales no vienen instantáneamente, vienen
a través de tiempo y esfuerzo”.
Allí está el meollo del asunto: Actuar. Entendamos que el “algo” que nos falta y el "alguien" que haga fuerza con nosotros, es tambien lo
que nos impide actuar.