domingo, 26 de diciembre de 2021

Cerrando el 2021, toca recordar las soluciones, y no los problemas (II)

El decálogo, o la única manera de resumir lo que podemos hacer, ante la opción de seguir dejándonos llevar al matadero:



Cerrando el 2021, toca recordar las soluciones, y no los problemas.


No hay ciudadanía sólo de derechos; tampoco sólo de deberes.

Mientras no encontremos el equilibrio entre ambas nociones, deambulamos en el rol de meros habitantes, y no en el de ciudadanos, con todas las vulnerabilidades e injusticias que ello acarrea y que hoy en día padecemos voluntariamente.

Hasta tanto no exijamos el ejercicio común de la soberanía ciudadana, no habrá manera de refundar una Republica llamada Venezuela.

Necesitamos librarnos del cautiverio político, y para eso necesitamos de reglas sencillas y universales a nuestra idiosincrasia; sirva para eso entonces, recordar la guía del ciudadano político venezolano:


UNO:La política es la expresión constitucional de tu visión de los asuntos públicos al calor de la ley, orientada al bien común, y en consecuencia, debe ser atendida con tanta valía como la de todo ciudadano apegado al marco jurídico venezolano"

DOS: “Un ciudadano en ejercicio político, es una mujer o un hombre capaz de argumentar ideas en beneficio de todos, alinearse u organizarse con otros y mostrar probidad, para así tener el derecho a optar por cargos administrativos de profesión, a cargos electos para un periodo determinado sin repetición en el mismo y sin dependencia financiera de ese puesto, más allá de su justo salario”

TRES: “La expresión política no tiene que estar condicionada a una adhesión partidista o de una ONG; El ciudadano defenderá su derecho mediante la unión con los demás, consciente de que si pierden contacto con sus valores y con la realidad social debido a esas organizaciones, darían pie a la intervención de terceros que llevarán objetivos y fines distintos a los de la sociedad que queremos cultivar”

CUATRO:El político de oficio (que lo es por ser hombre o mujer sin profesión, oficio o trabajo estable y auditable), es de facto, aquel quiere vivir nada más de expresar su opinión política, ser escuchado y volverse imprescindible para así ocupar un cargo por tiempo preferiblemente indeterminado, mientras es remunerado o es dejado con acceso a nodos influyentes, -éticos o no-. 

Por esa razón su existencia como figura del viejo modo de hacer política, debe ser progresivamente eliminada y altamente auditada en tanto es retirado del proceso político venezolano”

CINCO: “Todo político de oficio que lo es por ser sin profesión, oficio y trabajo estable o auditable, es sospechoso de delito contra la cosa pública hasta que se demuestre que es inocente en cada ocasión, particularmente si se corrobora su colaboración con partidos y/o ONG´s que intentan a su vez alinearse políticamente al poder de turno. En cambio, el ciudadano político que trabaje honrosamente por el bienestar de todos, será reconocido y protegido."

SEIS:Al político no se le sigue ciegamente, no importa lo que prometa, y ni siquiera lo que logre concretar; se puede valorar su trabajo, pero no coloca a la sociedad en minusvalía frente a su figura a causa de ello”

SIETE:Es mejor elegir para cargos de Gobierno a hombres y mujeres capaces de administrar, y no de partidizar, porque el partidismo enferma a los Gobiernos y envenena al Estado, conforme busca remodelar a la República para su propio beneficio”

OCHO:Los partidos políticos y ONG´s relacionadas a la promoción política, no deben estar relacionados luego con los funcionarios contratados o elegidos para los cargos públicos con cuyo fin fuera hecha tal promoción; estos deberán renunciar públicamente a cualquier activismo, participación o entrega de información sensible que no sea lo autorizado por la Constitución y las leyes de la República, desde el momento mismo en que se postulen. Los gobiernos tendrán sus cuerpos de asesores independientes y cuyo único beneficio será el reconocimiento público de la sociedad. No se requerirá de la asesoría partidista o ONGista"

NUEVE:Los partidos políticos no son requeridos para el ejercicio democrático, porque en su lugar si lo son las coaliciones de carácter político entre diversas organizaciones sociales, no vinculantes con la obtención de cargos contratados o electos y por tanto, no sospechosas de buscar el poder por el poder mismo"

DIEZ:Los militares no deben tener participación política ni partidista, como tampoco derecho al voto; son ciudadanos altamente valorados y recompensados por la sociedad, debido a la naturaleza del trabajo para el cual se preparan, aunque a causa de ese manejo del poder de las armas, no pueden tener injerencia política, ni los políticos sobre ellos, en términos que deben estar claramente establecidos por la Constitución y las leyes”.


Busquen más allá de lo simple, honesto y directo, y sólo encontrarán el camino retorcido del político que busca a toda costa accesar al poder y utilizarlo breve o permanentemente, para su lucro personal.

viernes, 17 de diciembre de 2021

Tener libertad, no es tener derechos; tener derechos, no significa tener libertad.


Hablando del título de esta entrada, es en el filo de esa navaja que camina el reducto distópico de lo que somos hoy como sociedad en Venezuela, y eso ha dado como resultado un corte profundo en nuestra capacidad de vivir con dignidad, al tiempo que nos ha expuesto el padecimiento de una hemorragia que ya sólo ha ido dejando apenas sangre para poder mover la cabeza en señal de sumisión y de aceptar lo que le impongan.

Eso es lo que ocurre cuando una sociedad elije lo estático como forma más segura de existir.

No importa que esa manera “segura” sólo sea una ilusión; igual se insiste en quedar en el mismo lugar todo lo que se pueda, aunque con ello finalmente nos ocurra como cuando estamos a la orilla del mar, y que con cada ola que nos golpea, nuestros pies se entierran un poco más en la arena al permanecer en el mismo sitio; el movimiento trae el cambio, y lo que no se mueve, es erosionado, hundido, y eventualmente olvidado.

En ese olvido estamos como sociedad; nos estamos olvidando a nosotros mismos, porque la inconsciencia nos tiene aturdidos.

Les digo todo esto porque es obligatorio el precisar que nada de esto ha sido " de a gratis": los políticos de oficio (y entendamos que en esa categoría entra toda la oposición, el propio Chávez, los militares activos en este régimen y  cuanto venezolano y extranjero oportunista que consiguió un hueco aquí para delinquir), están todos aliados bajo la sombra de la mentira, y han hecho su trabajo: ponernos a los unos contra los otros, mientras ellos se ponían los unos junto a los otros.

Aprendieron a sacar de nuestra imaginación colectiva la noción elemental -y esencial-, que nos hacía intuir que la distancia más corta para progresar, era la que seguía el sendero de la honestidad y la dignidad.

Se valieron de nuestra vulnerabilidad, de la necesidad que teníamos de gobernarnos mediante algunos elegidos, para que el resto nos pudiéramos dedicar a trabajar y a existir. Rápidamente aprendieron que en esa situación de entrega y dejadez por nuestra parte al dejarlos sin control y auditoria severa, que a ellos en vez de construir puentes entre nosotros, les resultaba de mayor beneficio construir muros, para que la distancia que tuviéramos que recorrer hacia la verdad, fuera de manera imperceptible cada vez más larga y desalentadora, hasta tal punto que fuese mejor que creyéramos que era mejor que ellos pensaran y decidieran por nosotros; así nos fueron encerrando con nuestro torpe consentimiento en un laberinto de condiciones, prerrequisitos y coimas para lograr cualquier cosa, con lo que finalmente nos llevaron a vivir en un gran círculo imposible de describirse como tal.

Ellos, los políticos de oficio, hechos burócratas nada mas llegaban al poder sin importar la tendencia "política" de la que vivieran o dijeran venir, lograron que cada ley, que cada reglamento, que cada decreto y que cada ordenanza, se levantara como una pared más en el laberinto existencial donde nos enseñaron que debíamos vivir y hasta agradecerles; descubrieron que cuantas más leyes y regulaciones, más paredes y recovecos tendría el laberinto y más fácil sería extraviarse en el para nosotros. Nos acostumbraron a esperar sus instrucciones para supuestamente saber por dónde ir, haciéndonos creer que nos llevaban a la salida, a la tan esperada y prometida “prosperidad” de la que ellos mismos y siempre con cuidado y discreción, nos apartaban.

A las fuerzas armadas de la nación, las convirtieron en la gran cegadora que volaba la cabeza a quien tuviera la idea de ponerse de acuerdo con alguien para subirse en sus hombros buscando ver más arriba y más allá de las paredes para descubrir la verdadera salida.

Nos distrajeron del camino; nos hicieron olvidar la esencia; los más incautos creyeron en sus historias y murieron por ellas. Sin ser capaces de admitirlo, buscamos enmendar nuestras debilidades apoyándonos en la ambición de quienes nos ofrecieron “villas y castillos” sin prueba alguna en la mano, y lo peor, sin que tuvieran que pagar luego por sus mentiras y promesas incumplidas. Así, quienes deseaban el poder por el poder mismo, se hicieron de éste, y con ello, del país, hasta convertirnos en gentes sin derechos, y sin libertad.

Hemos dejado de ver que los gobiernos como están, autojustifican la apropiación de aquello que no les pertenece, resumiendo la existencia a robar o dejar que te roben.

 

“La distancia más corta para progresar, por ruda que parezca o llegue a ser, es siempre la que sigue el sendero de la verdad”

Nos hemos dejado infiltrar por la creencia cuasi religiosa de que las doctrinas izquierdistas o derechistas, -según el ojo que la vea o la moda de turno que prevalezca, alimentado por el desespero y la ignorancia-, son la solución a todo los males, cuando en realidad, el mal es en sí toda creencia que nos aleja o distraiga del camino más corto al progreso y el bienestar: El del ejercicio de la verdad y la honestidad, en amor.

La única revolución real a la que podemos aspirar hoy en día, es a la de vivir con la verdad y la honestidad basada en los más excelsos valores humanos, comprendiendo que todos ellos están forjados en la fragua eterna del amor.

Cuando como mayoría entendamos que al robar la dignidad de nuestras propias acciones, abrimos también el camino para robar la de los demás, y que si nadie pudiera robar lo público, ni robar lo privado, ni adueñarse de la autoridad que por naturaleza radica en la soberanía de la población como sociedad, sin ser sometido inmediatamente a la investigación, el juicio y el castigo, sin duda, el mundo sería en esencia, un mundo de amor.

Las situaciones más complejas, desesperanzadoras, apremiantes y áridas, todas, absolutamente todas, comienzan a cambiar con sólo una decisión. Una sola.

Esa decisión es la que tenemos que tomar, y para que nunca más nos manipulen, ese punto de inflexión en nuestras historias tiene que pasar por una única puerta: la de hacer del robo en cualquiera de sus formas, motivo de diligente y proporcional castigo al robo realizado.

Entiendan que sobre este mundo, al amor, se le contrapone el robo.

Entendamos qué nos hemos dejado robar, y en ese momento el país cambiará; será como una descarga eléctrica que nos atravesará a todos y nos hará levantarnos en pies de dignidad y consciencia.

Necesitamos entender que la tolerancia ante el robo socavó todo lo digno que podíamos tener, dejando que la figura del político de oficio, -del burócrata-, emergiera entre nosotros como cimiento de las paredes que conformarían a la larga, nuestro laberinto y prisión.

 

Execremos la noción del político de oficio, de ese burócrata con "linaje por derecho propio a gobernarnos", y estaremos execrando de la sociedad al primer actor que pone en marcha las ruedas del ventajismo, de la componenda y de la coima.

Necesitamos administradores de lo público: gente cuya recompensa sea la seguridad social que les brindemos con dignidad, y el reconocimiento nacional que les daremos como héroes por apegarse al camino de la verdad.

Esta es la única manera de mantener en nuestras manos las riendas de la sociedad que deseamos ser.

No busquemos en las ideas rebuscadas y las estrategias que sólo unos pocos entenderían -y donde pueden colarnos cualquier engaño-, la solución a nuestro problema raíz: la tolerancia al robo; ENTIÉNDASE: al robo material, al robo espiritual, al robo de toda estructura proba de prosperidad.

En definitiva, les convido a que hagamos del “no al robo en cualquier manera o forma”, la frase que nos defina como venezolanos.

martes, 14 de diciembre de 2021

“No vine a guiar corderos; vine a despertar leones”

Tras las truculentas, -pero predecibles- elecciones regionales de Noviembre de 2021 en el marco de un régimen totalmente derrapado en su descaro, con una oposición absolutamente desencajada a causa de la corrupción y la complicidad que comparten, nada más comienzo a escribir estas reflexiones y ya me siento obligado a hacer un suspiro profundo seguido de una pausa, porque es mi convicción que para enfrentar y cambiar lo adverso nacido de nuestra propia inconciencia o la de otros a los cuales seamos vulnerables como seres humanos, siempre es necesario -aunque haya que partir desde un golpeado corazón-, el aceptar la realidad imperante antes de poder modificarla para mejor.

Sé que comprenden que esto lo digo porque es necesario continuar haciendo el esfuerzo de reconocer lo que nos está pasando como sociedad, -y, en definitiva, como nación devenida en colonia-, si queremos en verdad cambiar.

Nada ni nadie se abre al cambio, sin antes aceptar lo que hasta el momento ha sido. Nada.

Por esa razón pienso que sería una insensatez insistir en dejar de ver lo que ya es tan brillante como el Sol mismo: que ante el absoluto dominio del régimen que nació con Chávez y ha sido mantenido por la cofradía mafiosa liderada por Cuba, Maduro y las FANB,  literalmente todos los políticos de oficio venezolanos de oposición, -en el interior de nuestras fronteras permeadas o en el exterior del país-, incluyendo a los “asesores” y “opinadores” que les secundan y actúan en complicidad, sólo han sido hombres y mujeres que en esencia, (y en contraste con la afición por la violencia sistemática utilizada por el régimen), le temen a todo lo que suponga el uso de la fuerza y de la contundencia, actuando en consecuencia siempre para no invocarla.

Ellos le temen al poder del consenso, al poder de una población en la calle sin vuelta atrás, y al poder de las armas dirigidas no a oprimir, sino a liberar, y esto es así, porque reconocen que ellos mismos no podrían garantizar sus propias supervivencias políticas si se colocan del lado de la transparencia y el ejercicio de una justicia totalmente imparcial a partir del uso de esa fuerza.

Es por eso que en esencia, los políticos venezolanos que estaban llamados a propiciar un cambio que supusiera el destierro del régimen que terminó gobernando al país, sólo han liderado la sumisión y el fracaso durante más de 35 años.

Un fracaso monumental, sólo tan grande para erigirse como lo hace frente a todos, como grande ha sido el pedestal que nosotros mismos le hemos construido poniendo las espalda, -dóciles y rendidas pese a nuestros alardes de arrogancia fútil-, para que semejante traste rígido y muerto, amalgamado con nuestro sudor y la sangre de miles de víctimas, se mantenga en lo más alto de todo, para señalar la dirección que como territorio sin ley republicana alguna, hemos elegimos por acción u omisión soportar, como quien obligado a llevar un dildo en su ano sin rechistar, suda frío de indignación pero se dedica a disimular, en vez de simplemente sacárselo.

 

Ahora que cierra el 2021 con una revolución cebada y su oposición descansada aunque esté totalmente acéfala cuando buscamos virtud y rectitud (mientras que el poder sigue en las manos de quienes son intocables ante la falta de una amenaza creíble), nos corresponde desenmarañar lo que podemos esperar a lo inmediato, de no cambiar nosotros mismos con una acción fulminante, al próximo año 2022.

 

Percibo que llegado el fin del teatro electoral de Noviembre, la lacerante realidad se mantiene ahora inclemente, golpeando a quienes quedan levantados con la esperanza de que la “Democracia y las Instituciones del país” sacarán al actual “gobierno”, quedando estos ahora ante virtualmente el único escenario factible que valga advertir, y que obedece casi exclusivamente para su ocurrencia, a los propios intereses que puedan tener quienes detentan el poder: El referéndum revocatorio presidencial.

Esta posibilidad sin embargo, hay que verla con cuidado y tomarla con pinzas como todo en Venezuela; muchos no estamos de acuerdo con que la salida a esta tragedia sea por esa vía, porque ha dependido exclusivamente, (ante la falta de amenazas reales), de que el propio régimen quiera “retirarse” a disfrutar de sus fortunas personales, (como hizo desde hace poco el ahora ex gobernador Omar Prieto, -de la Gobernación del Estado Zulia-, quien tras su terrible gobierno saliente, dedicado a la mafia y a minar Bitcoins durante su mandato, ahora opta por “disfrutarlos”, impunemente).

Para nada va a depender de la cantidad de votos que se puedan lograr en ese referéndum, dado que para nadie es un secreto la alta manipulabilidad del sistema electoral vigente, sea por la vía de la reorganización de los votos a conveniencia, por la extorsión a los votantes, o por la manipulación mediante el aparato judicial venezolano, que tiene puerta abierta para modificar lo que quiera y cuando quiera; agreguemos a eso que al aceptar esto (el referéndum) como única vía para salir del régimen, supone también una especie de espaldarazo al status quo, al no achacarle atisbo alguno de ilegalidad a una situación que de por sí y desde hace rato, debería justificar un alzamiento popular.

 

Aunque esperar hasta la fecha “legal” para reclamar el ejercicio de un referéndum era inadmisible a mi modo de ver, (ya que postergaba lo que de facto podíamos haber hecho de inmediato -el levantamiento-), lo cierto es que guste o no, la llegada ahora del período señalado por “la ley” para solicitarlo, nos pone en la oportunidad, más que de activar un mecanismo legal, en la de:

1: Darle chance al régimen para que se vaya si ya es lo que quiere, como lo habíamos mencionado (con lo que nosotros los dejaríamos ir sin exigir justicia, en tanto que los políticos de oficio se matarían ansiosos por agarrar lo que iría quedando), y

2: Ponernos en la situación de intentar al menos activar este mecanismo que, aunque casi nunca funcionó para nada, al menos serviría para que, si nos lo vuelven a negar, poner en evidencia que insistimos en ser unos auténticos eunucos incapaces de fraguar nuestra propia libertad.

 

Tengo que reconocer que desde hace tiempo no sé qué más decirles sobre esta etapa ruda de desgaste final que hemos vivido, porque todo sigue aún el mismo guión aberrante, mientras que el régimen se continúa adaptando y aprendiendo a usar la desgracia de todos nosotros como ex ciudadanos, para fundar y extender sus propias empresas de lucro y abuso.

Sé que es durísimo lo que voy a decir, pero hay que aceptarlo de una vez por todas:

Hemos sido una sociedad carente de fe real en algo que consideremos propio como comunidad humana organizada bajo el amparo de algún ideal nacido, -y no impuesto-, porque si lo piensan, jamás nos dimos cuenta de que hemos vivido de herencias, de epopeyas ajenas, y de héroes del pasado. En ningún momento nos empeñamos con rigor a construir algo, sentirlo como propio, y conservarlo. Nunca.

Hasta hoy.

Ahora por asunto de supervivencia tenemos que hacerlo, o seremos testigos de nuestra muerte como sociedad, tal como lo hizo la Venezuela que habíamos heredado y que finalmente por acción y por omisión, -insisto-, le dimos mesiánicamente a Chávez para llevarla a la funeraria de la historia.

Sé que la verdad es muy incómoda, incluso si la digo en mis propias palabras y con la humilde visión de las cosas de alguien que se mantiene anónimo.

Hasta ahora hemos preferido morir de pie con nuestra arrogancia, -así se lleve por delante a nuestras propias familias-, que aceptar la equivocación y enmendar el rumbo.

Ahora un referéndum que probablemente no dependa de nosotros en su resultado, puede que sea la única salida, -aunque deshonrosa-, de esta etapa que mansamente hemos aceptado vivir.

Lo digo porque si no es por la vía del referéndum, ya solo nos quedará -insisto, nos guste o no-, para derrocar este régimen y a esta mentalidad de vivir, la vía del alzamiento popular, la del golpe militar con apoyo extranjero, o la de un terremoto u otra pandemia que deje en pañales a esta que nos dejó en el suelo desde el 2019, mientras infecta y mata a quienes detentan el poder y a quienes los dejaron hacer y deshacer.

La violencia; esa que nos ha acompañado indiscretamente desde el 2002 y casi siempre a cuenta gotas, con la suficiente “suavidad” como para que nos justifiquemos ante el espejo cada mañana desde hace décadas al no hacer nada exitoso para detenerla, en de hecho una hemorragia continua pero lenta, para la gente que optó por rechazar la contundencia de la acción de todos, al dejarse someter por la ambición de pocos.

Entendamos (insisto), que bajo las circunstancias actuales donde el régimen NO TIENE AMENAZA CIERTA QUE ATENTE CONTRA SU SUPERVIVENCIA, nada cambiará, a menos que los mismos protagonistas del dominio, decidan irse por su propio beneficio y resguardo.

(Es decir, los que gobiernan, incluyendo al caído en desgracia Juan Guaidó, quien habiendo podido pedir, organizar y coliderar la intervención militar extranjera y el levantamiento popular, optó en cambio por los cantos de sirena de la vieja guardia adeca que aún desde la misma Venezuela y desde España, lo controlan).

NO HAY AMENAZA cierta. NO LA QUEREMOS SER AÚN, y no hay político ni líder aquí o afuera que lo sea; no nos constituimos al presente como peligro para ellos, y ya ni siquiera como parte de instrumento alguno para alcanzar o mantener el poder por parte de terceros grupos interesados.

Nos hemos convertido en descartables, porque es el sistema de gobierno y modelo de nación que nuestra propia apatía y falta de cohesión permitió nacer y prosperar, ya no sólo entre nosotros, sino por extensión también sobre nuestros hijos, el que se auto sustenta y depreda todo a su paso.

Esto no lo digo como sentencia condenatoria para todos los que estamos unidos por Venezuela; lo digo desde la más pura intención de dejarnos de una vez por todas desnudos y sin excusa frente a la verdad que ha drenado lo mejor de esta nación oprimida, para dejar únicamente una especie de concentrado toxico y dañino de sumisión, envasado en un oscuro contenedor de arrogancia y prepotencia, que fue etiquetado con el rojo de la revolución, luciendo con el azul de la oposición, escritas sobre ella las falsas palabras de “soberanía”, “libertad” y “justicia social”.

Es que todo es falso, queridos compatriotas; hemos reducido la existencia republicana misma a un enorme tinglado de suposiciones, mentiras y orgullos deformes, sin ley o juez alguno en quien creer.

Hay amor, sí, y dignidad, sí, pero se mantienen atomizados, dispersos, latentes, sabiéndose insuficientemente unidos y repartidos como para marcar un nuevo rumbo aún, aunque van haciendo lo suyo, imparablemente, con paciencia.

Desnudarnos; hacerlo para dar el paso definitivo;

No creer en que se puede, sino hacerlo porque ya no hay opción; ese es el gran motor de la supervivencia, cuando ya sin medir consecuencia más allá de la libertad y la justicia misma que se desea alcanzar para ejercerla y conservarla, se pone en las manos prestas a construir y transformar, lo que antes sólo se llevaba en el corazón: el amor por la dignidad humana bajo el amparo de los cielos.

Suena como un salto al vacío hoy en día, -lo sé-, al carecer de figuras públicas decentes que no estén contaminadas con alguna dosis letal de esta historia decadente en la que casi todos hemos sido participes o cómplices por guardar silencio, y sean en consecuencia capaces de liderar el nacimiento de una nueva era; aun así, ese es un salto necesario, porque si no eliminamos lo tóxico, no dejaremos jamás espacio para la transformación y posterior manifestación y ejercicio de lo decente.

El periodo chavista fue muestra fehaciente de lo que no debe repetirse: el dejar infiltrar desde el principio a cualquier iniciativa de “renovación nacional”, con el extracto pérfido y casi siempre heredado del interés de pocos, porque es condenar a la revolución que nace viciada entonces desde el principio, a girar en círculos descendentes, -como avión con el ala quebrada-, impregnada y marcada en la frente por el miedo a reconocer la verdad, dando espacio en consecuencia a que bizarras figuras como hoy, en nombres como Maduro, Diosdado, Guaidó, Leopoldo, Cilia, Capriles, Rosales y miles más como ellos, pululen y prosperen, arrastrando lo que aún no haya quedado abatido en el país.

 

Mientras no nos decidamos a poner en cargos públicos a personas que sólo se dediquen a administrar y liderar el ejercicio de la ley, y que puedan ser investigadas, verificadas sus vidas y pertenencias, removidas de sus cargos en los tiempos máximos preestablecidos, sin ningún tipo de reelección o prorroga posible, y castigables nada más se detecte el delito, -a ellos y a todos los familiares y amigos que disfrutaran conscientemente de lo robado-, nos estaremos condenados a seguir girando en esos círculos funestos, como bueyes amarrados a una pesada piedra de molino, mientras convertimos en polvo de oro para otros, lo que pudo ser en justo orden y responsabilidad, un país de bien para todos, ahora muerto y esperando por su entierro, como única manera de dejarle espacio a esa nueva nación que aún debe germinar y crecer con nuestro cuidado.

 

No tengamos miedo a escribir el epitafio de esta Venezuela que cumplió su ciclo; no tengamos miedo en señalarnos para decirnos que no supimos dejar “hijos dignos” (como sociedad, a lo largo de las décadas transcurridas desde los 50´s), capaces de mantener y prevalecer con algún sentido de dignidad y pudor, obteniendo en consecuencia, únicamente sucesivos gobiernos que nos llevaron de fracaso en fracaso. Tampoco tengamos miedo a reconocer que de esto se trata la vida: de errar, de reflexionar, de elevar la consciencia y de finalmente, corregir y progresar.

Jamás se trata de rendirse y perecer.

Es que no hay tiempo perdido ni ganado, cuando se trata de la vida y de los pasos necesarios por el destino para aprender.

Somos un inmenso conglomerado disímil de perspectivas y consciencias diversas, heridos, confundidos e incapaces aún de coordinarnos bajo un ideal que alcanzar, pero eso cambiará, y cuando nos decidamos de manera espontánea, -o premeditada, mediante la organización-, podremos antes de lo que creemos, estar festejando un cambio profundo y duradero.

Recuerden: no hay guerra eterna: Hasta el holocausto más grande, deja sobrevivientes y entre ellos la semilla del cambio positivo.

 

Nos duele descubrir que estábamos en el “paraíso” (por lo natural y rico, no por los gobiernos y las actitudes que teníamos), y ver que nos lo dejamos quitar de a poco, entre los pliegues que nuestra propia obesidad mental nos ocultaba.

Ahora que estamos desnutridos y raquíticos, no debe haber sitio donde ocultar nada, a menos que insistamos tercamente en hacernos pliegues al doblar otra vez nuestras espaldas y piernas para arrodillarnos y hacerle reverencia a ese extracto puro y sucio que en forma de minoría mafiosa tras el disfraz de “gobierno”, “oposición”, “fuerzas armadas” y “amigos internacionales”, nos dominan y escupen.

Tenemos que dejar de aceptar esta violenta manera a cuenta gotas de sacrificarnos sin sentido; el cambio es ya, si lo decidimos, y ahí sí, cualquier sacrifico estará justificado y será recompensado.

No crean en líderes de Twitter ni de red social digital alguna. Crean en quien haga en rectitud y transparencia, lo que como sociedad, no hemos podido hacer pero anhelamos en silencio.

Cortemos el cordón umbilical que nos ata a estos serviles gusanos de oficio que, en género masculino o femenino, hemos llamamos “políticos”; démosle espacio a los que quieren servir y honrar, a quienes quieren brillar por el mero brillo de la honestidad a toda prueba.

Aun podemos. Es todo lo que tengo para decirles.

Los métodos y las formas, bajo la idea de “hojas de ruta”, “decálogos de honestidad”, “lineamientos estratégicos y tácticos para el ejercicio de la soberanía”, y hasta la “guía del verdadero ciudadano”, aguardan ya en decenas de páginas de este blog por todos ustedes, sin necesidad de que sepan quien los hizo, más allá de que fue alguien como ustedes, que tan sólo le puso palabras a lo que todos presentíamos.

Sirva entonces la imagen con que acompañé esta entrada al blog (hecha en Argentina para Javier Milei, economista y ahora diputado del congreso argentino), para ilustrar el leitmotiv de cada palabra que dejo aquí para ustedes con devoción por la verdad: “No vine a guiar corderos; vine a despertar leones”.

 

Despierten.

Aún podemos. La Providencia así lo dispuso.

sábado, 20 de noviembre de 2021

En cada paso hacia la “nada”, nos acercamos más a una realidad resistida a aceptar.

Sé que suena extraño el titulo que escogí, más acaso: ¿No es esta situación la de un país que lo tuvo todo (menos lo necesario para autocriticarse y reencausarce), y que ahora no tiene casi nada, (salvo en esencia, gente y miseria para exportar), algo que también suena, -cuando menos-,  “extraño”?

Porque díganme ustedes: ¿Qué le va quedando a lo que es hoy “Venezuela”?;

¿Quizás riqueza?, pero de qué tipo, y quién la disfruta?;

¿O quizás le queda Orgullo?; y si es así, para qué sirve, o a qué está sujeto?;

¿Prepotencia será?; ¿Le es útil?;

¿O se trata más bien de la suficiente vanidad como para no admitir mal alguno en su sociedad de mentira, aún carcomida por una insaciable necesidad de individualismo entendido como la capacidad de aplastar al otro sin tener consecuencia para sí mismo?;

¿Es que acaso la consecuencia de todo esto no se ve?

 

Discúlpenme si soy rudo al llegar acá con ustedes después de meses sin comentar cosa alguna diciendo ahora una verdad que no tienen la obligación de escuchar ni de asimilar; aún así, prefiero ser yo ahora, -quedando con la consciencia tranquila-, y no esperar a que un político de oficio que al final tan solo les dirá lo que le convenga a él mismo decir, (y siempre matizado por un lenguaje más propio del que habla con débiles mentales, que de alguien que se dirige con respeto y dignidad a una sociedad de ciudadanos), sea el que tome el escenario.

Pero claro, antes de seguir hablando de ciudadanos, tenemos que preguntarnos casi con sarcasmo: ¿Y es que realmente hay ciudadanos en Venezuela?

¿Somos como mayoría, un derroche de civilidad y compromiso como republica?

Vamos, no lo reconozcan entre dientes: Para ser ciudadanos, hay que tener ante todo una convicción visible y defendible ante un ideal común de valor humano innegable, y que a partir de ello, hayamos mayoritariamente aceptado un conjunto de normas bajo las cuales cohabitar en el marco de unos derechos y unos deberes que no atentaran contra los mencionados valores mismos.

Eso, queridos compatriotas, no es algo que caracterice a nuestra “sociedad”: somos más bien “súbditos” en una sociedad mafiosa cuyos cabecillas, -en forma de una corporación con los intereses más mezquinos y bizarros que pudiéramos imaginar nacer entre nosotros-, administran esta "Colonia" donde optamos por vivir sin cambiar nada, salvo nuestra propia capacidad mayoritaria de adaptarnos en dirección de la minusvalía y la carestía, mientras un grupúsculo refina cada día el arte de aplastar a los demás.

 

 

Temo que quizás algunos se acercaron a este blog en busca de leer un análisis quizás más o menos inteligente de lo que ocurriría en las elecciones del 21 de noviembre del 2021 en esta Venezuela apabullada, pero les evito la molestia de leer extensamente en esta oportunidad, pues en un nuevo ejercicio de hábil manipulación mediática, demostrando que ellos tienen tomado "el sartén por el mango", me basta con citar a dos lideres del régimen mafioso administrador, que dijeron en pocas palabras, -casi como sentencias-, a modo de bofetada para quien no lo esperaba, (es decir, a los que como candidatos o electores, estaban determinados a ejercer su “derecho” al voto con alguna genuina -pero inofensiva-, esperanza de algo.

Sin más, aquí en estas dos graficas está el resumen:


No importa lo que haya dicho algún personero del régimen conformado por el oficialismo (y su oposición hecha a imagen y semejanza) en el pasado reciente; aquí en Venezuela o el exterior, pues todo, absolutamente todo, queda claro en una nueva (pero predecible) y magistralmente ejecutada macabra estrategia:

1.-El rector del CNE, indica con claridad, libre de toda duda, que cualquier opinión en contra de lo que se haga o se dé como resultado en esas elecciones, es incuestionable, incluso por los que se digan observadores, veedores y demás personajes que pretendan fungir como validadores de los mencionados comicios.

2.-Nicolás Maduro dice que cada participante en las elecciones, convalida no solo a la elección misma, sino al “gobierno”, a la autoridad electoral, y a la Asamblea Nacional.

 Aquí no hacía falta emular la campaña y las recientes elecciones hechas en Nicaragua, y ni siquiera la brutalidad con la que fueron manipuladas; aquí, en la cuna de la perversión política, los resultados ya están cantados, porque en esta ocasión no se trata de quién gane o de quién pierda, sino del hecho apabullante de que en el mencionado proceso electoral, ningún cargo que pudiera cambiar el rumbo político del país, está en juego, ni lo va a estar, -en este proceso o en otro-, en tanto los que detentan el poder no se sientan verdaderamente amenazados por nuestra reacción colectiva e imparable ante lo injusto y castigable.

 

Amo a Venezuela, pero más que verla como una "madre", les digo que hay que verla como un "hijo" del cual todos hemos sido padres; uno que sigue el camino que nosotros hemos facilitado, con los valores que le hemos logrado inculcar.

Nos hemos equivocado al dejarnos vender la idea de que estábamos ante una “madre”; ese concepto es un error en sí mismo y por fuerza de naturaleza, porque en esencia, una madre vive en el pasado con relación al hijo, con un final que invariablemente llegará antes que el del propio “hijo”, pues porque de eso se trata la vida: de la sucesión, y en el caso de los seres humanos, del progreso y el bienestar, cuando se organizan, se toman las decisiones correctas y estas son apoyadas por una mayoría no coercionada por una minoría que apunta en otra dirección, distinta a la de los valores humanos de amor y dignidad originalmente cultivados.

Visto así, -como hijo-, y a la luz de la "perdición" sembrada y de la "enfermedad" terminal que padece luego de tanto abuso y vicio, ya el único remedio es dejarlo ir (al hijo); entender que ya hizo su vida y decidió el camino a seguir, y que nos queda ahora sólo limpiar el hogar que él (nuestra sociedad) destruyó, para dejarle espacio sano, más reflexivo y sabio, al próximo hijo que vendrá para que criemos.

En otras palabras: Nos toca admitir los errores, rectificar el camino, fundar una nueva nación y aplicar justicia ciega -pero con corazón-, sin jamás olvidar lo aprendido ni a quienes cometieron los delitos y los crímenes de lesa humanidad.

 

El domingo muchos irán a votar, pero sepan que para lo único que servirá, será para que una parte (ni siquiera todos) de ellos mismo, despierten más adelante a la cruda realidad: que seguimos siendo un país reducido a colonia, no por el poder o la inteligencia de ellos, sino por nuestros miedos, por nuestras dudas, y por la incapacidad de cohesionarnos bajo elevados valores, que aún insistimos en abrazar como individuos y no como sociedad de ciudadanos.

Una nación no es una suma de individuos jalando cada uno para un lado distinto; lo es cuando todos acuerdan hacer el esfuerzo en la misma dirección: en la de un acuerdo de valor y dignidad en principio para todos, y desde donde cada uno puede explorar su propia individualidad creativa, revitalizando así al colectivo que por naturaleza formamos.

El cambio vendrá cuando dejemos a un lado el terror a enfrentar nuestros propios demonios; cuando dejemos a un lado el miedo a enfrentar nuestra irreverencia ante las leyes, nuestra arrogancia frente a quien se atreva a decirnos que estamos equivocados, y nuestra avaricia por ser los dueños únicos del saco de la verdad, aunque sepamos en el fondo, que el saco y su contenido, son falsos.

 

El 21 de Noviembre de 2021, en Venezuela sólo se elije la continuidad de la mentira, y con ello paradójicamente, se abre la oportunidad que muchos aún rezagados se autodescubran, dentro del laberinto existencial en el que hemos como temerosos conjunto manipulable de individuos, estado existiendo. No lo olviden.

 

Nunca la libertad, -la verdadera-, nos llegará sin hacer el esfuerzo supremo y propio de lograrla, y eso jamás ocurrirá si no nos unimos bajo una sola convicción, que nada tiene que ver con la sumisión de ir a votar bajo las condiciones y resultados preestablecidos de quienes ya no nos temen ni respetan. 

Nunca.

lunes, 10 de mayo de 2021

Venezuela al cierre del primer trimestre de 2021; situación y retos.

Escribo esto porque hay que salir del letargo si queremos sobrevivir; lo escribo también porque la verdad tiene que ser abordada y no ignorada, animándonos entre todos a saltar los dogmas que nos enceguecen, pues siento y visualizo que Venezuela (es decir, nosotros), podemos sincerarnos y dejar que de una buena vez, que nuestra intuición -allá donde se resguarda desnuda, pero por encima de cualquier temor-, tome con firmeza el control de las acciones que se deben acometer en consenso.

 

I.- LOS HECHOS:

Ha pasado penosamente el primer trimestre del 2021, con la “bola de paja existencial” en la que nos hemos convertido, rodando aún cuesta abajo de la mano de la más negligente y dañina corporación de mezquinos intereses y personajes que jamás se haya visto reunidos en un sólo propósito en esta tierra venezolana, y ante ello se hace necesario reconocer entonces que hoy, el resumen de la situación nacional es como mínimo, calamitosa.

No le demos muchas vueltas más, ni dejemos de ponerle el “cascabel al gato” sólo por no "lastimar" a alguien: digamos entonces las cosas como son y cómo las estamos tolerando que ocurran:

1-       La oportunidad “Guaidó” nunca fue real y hoy luce gris y desmantelada aunque acaudalada con los dineros nacionales y muchos de sus protagonistas en el extranjero;

 

2-       La estructura del régimen que opera y gobierna al país, en sus “departamentos” oficialistas y opositor, siguen estancados en todo sentido, pero no por ello dejando de dominar casi totalmente el escenario, con la población en el territorio (y en ultramar) cautiva y sólo con el “derecho” de negociar con la mafia (es decir, en el rol de mantener el uso de las apariencias republicanas) para subsistir callados, o en caso contrario, saltar del barco como las ratas y sobrevivir, cuando éste se hunde;

 

3-       El país consolida su entrada en el 2021 como un colonia regentada por el crimen organizado y liderada por un capo con doble nacionalidad, dejando el mote de “República”, estacionado en el discurso del "departamento" opositor del régimen y para el uso en los trámites burocráticos; el objetivo de estos regentes sin resistencia ni enemigos en las cercanías, no es en modo alguno la prosperidad nacional, sino la explotación y extracción de todo lo que de valor vaya quedando explotable sin el uso de tecnologías afectadas por las sanciones;

 

4-       El “Covid” y las mencionadas sanciones internacionales (la primera porque llegó sin la cura de la mano, a un país devastado, y las segundas por no lograr ejecutar cambios en la gobernanza del país), se mantienen como tapadera para la administración criminal del poder, que ven en medio de su control absoluto comunicacional, la oportunidad adicional de distraer a la gente con la propia muerte de la población y su deterioro, ante la depauperada realidad del sistema de salud y del poder adquisitivo, en una economía reducida a la de una colonia del siglo XVIII;

 

5-       El dólar asumió casi totalmente su función monetaria ilegal (*) en la depredada economía del país, con la planificación y visto bueno del régimen, que ve con ello la posibilidad perfecta para recibir y traficar ingentes capitales grises desde el extranjero (vía “repatriación voluntaria” de dineros robados por testaferros y políticos ahora en el exterior, o vía delincuencia y tráfico de drogas), para ser lavados y legitimados en Venezuela. Nadie se pregunta de dónde salen los dólares, ni el por qué la moneda americana es un negocio en sí mismo; sólo las usan, como los usan a ellos mismos, en calidad de colonizados;

(*): De circulación ilegal, porque no existe acuerdo alguno con EEUU para su uso, ni hay control sobre el origen de dicha moneda, ni la manera en que sus dueños se hicieron con ellas, y como las negocian en el mercado colonial venezolano.

 

6-       El “Bolívar” como moneda nacional fue desplazado, tras ser progresivamente devaluado y despreciado socialmente, tras su destrucción ininterrumpida por más de 30 años de inflación inducida por el régimen cuarto y quinto republicano hasta el presente;

 

7-       El “PETRO” como criptomoneda nació atrofiado, ya que al estar anclado al precio del petróleo, -que es fijado por los mercados internacionales, sin influencia venezolana-, nunca tuvo soberanía real de tipo alguno, con lo cual pasó a ser evidente su uso propagandístico, -más que económico-, ya que el régimen lo viene usando con el mismo propósito del que le da a la impresión de dinero inorgánico, -Bolívares-; el resultado: obtención de capacidad de compra y pago a lo interno de la colonia, pero con igual o peor efecto inflacionario al conseguido con la impresión de los mencionados Bolívares;

 

8-       La población civil pasó irreversiblemente a ser un “estorbo” que se tolera pero a la que sistemáticamente no se le ayuda de manera decisiva: tras salir la gente de la ecuación de poder y por tanto, el no ser requeridos ya sus votos para mantener a los actuales actores en el control de la colonia, su mera existencia es irrelevante;

 

9-       Sin amenaza interna o externa creíble en el corto plazo, el régimen no se ha visto ante ninguna razón para dialogar, negociar o en todo caso, dimitir a la administración del poder que disfruta sin resistencia de parte de la población, y que llegó a sus manos tras las manipulaciones del ciclo histórico AD-COPEI y la consolidación del modelo clientelar chavista, como paso previo a la instauración de facto, del modelo colonialista;

 

10-       Colapso del país petrolero, que se observa atónito a sí mismo sin combustibles ni infraestructura vigente para producirlos o comercializarlo a precios reales, tal como ocurre con la electricidad y el gas, tras décadas de celebrar su población en general, los bajos costos y el robo impune de estos;

 

11-       Las más recientes “irrupciones” de algunos actores “invitados” desde hace ya dos décadas por la corporación de la mafia regente, que ahora reclaman y enfrentan al régimen exigiendo el “respeto” a sus cuotas de poder y territorio en la frontera con Colombia y a lo interno del territorio venezolano, enfrentando cuando ellos lo han considerado necesario, a las actuales FANB (Frente Armado de Nicolás y su Banda);

 

12-       Se reduce casi totalmente la producción interna de literalmente todos los rubros necesarios para una sociedad activa (metalmecánico, electrónico, eléctrico, alimenticio, farmacéutico, entre otros), a causa de la intervención gubernamental corrupta, en beneficio de la exportación a discreción de los regentes de la colonia y de sus cuadros de intereses.

 

 

II.- LA SITUACIÓN:

Destruidos o no, sobreviviendo o no, todos los que vivimos en esta situación nacional estamos ante la necesidad de evaluar con urgencia, como personas y bajo la “forma” del colectivo social que aún seamos (que no como ciudadanos, pues ni ejercemos dicha condición, ni el régimen pretende que la ejerzamos…) lo que está ocurriendo. Para esto hay que asimilar primeramente la idea de que no hay liderazgo alternativo (la triada Guaidó/Leopoldo/Allup lo han demostrado sobradamente), y luego, (más grave aún), aceptar que no sabemos el cómo darle espacio a un líder alternativo, conociendo que todo ese "espacio" está saturado y sometido por el régimen a través de sus departamentos oficialista y opositor. 

A estas alturas, la gravedad y lo patético de la situación nos obliga a decir sin cortapisas, que tenemos un puñal enterrado en el abdomen, y que nos hemos negado tan siquiera a mirarlo, con la idea de que así “no podrá” matarnos, cuando en realidad de a poco nos ha ido desangrando y quitando la vida.

La existencia misma como seres humanos está esperando a que reaccionemos ante lo que vivimos y que se antoja contemplar como una inmutable consecuencia de esa incapacidad existente hasta hoy para crear alguna afiliación social basada en valores. (puesto que no nos sentimos relacionados a nada a partir de lo que podamos confiar los unos en los otros, y muchos menos en los que han dicho y dicen aún “representarnos”, en esas dos caras de la falsa moneda que insistimos en llamar "política venezolana", y que no es tal).

Nos estamos acostumbrando obstinadamente -como en muchos otros sitios del planeta-, a ser sólo una inmensa masa de gente irritantemente estructurada en lo superficial (conductual), pero siempre acomplejada, que se niega -más por miedo que por conciencia-, a darse un puesto más realista y congruente frente al panorama que el conocimiento colectivo nos ha llevado en teoría a enfrentar en el contexto del Universo todo. 

Lo digo ahora y no antes, porque siento que estamos en lo que podemos denominar como la consolidación indudable de esa especie de entrada a la “etapa” más oscura de nuestra sociedad; aquella donde la premisa que domina es: “sigamos con nuestras vidas como podamos”, y esto hay que abordarlo desde la óptica del profundo control que hemos permitido que tenga el régimen, lo cual se manifiesta con estridencia en este presente que vivimos a los mandos visibles del mismísimo Nicolás Maduro.

Insisto en esto porque ni siquiera con Hugo Chávez y Fidel Castro vivos y unidos  en una misma causa a través de esa vasta corporación de mafias coordinadas que crearon con profundos tentáculos multinacionales, pudieron juntos llevar el estado de las cosas a un nivel tan “deseable” (para los que detentan el poder sin ningún tipo de escrúpulo) como lo que exhibe actualmente el país con su cuadro gobernante.

Obviamente, hizo falta para llegar a esto, el desgaste producido por el periodo AD-COPEI hasta principios de los noventas, y la posterior demolición social ejecutada por Hugo Chávez tras llegar al poder a hombros de la vieja guardia cuarta republicana.

El resultado es lo que hemos descrito anteriormente en éste blog al referirnos a la Venezuela actual, -definitivamente distópica-, como un estado fallido, ahora colonizado.

Tenemos que retomar la pregunta elemental, que requiere una respuesta personal y grupal como venezolanos: ¿Qué nos pasó para llegar a esto?

 

III.-EL PRESENTE SITUACIONAL.

Aristóteles decía que los tiranos se rodean de hombres malos porque les gustan ser adulados, y ningún hombre de espíritu elevado les adularía; en nuestro caso los tiranos se fueron, más que rodeando, más bien "arropando" con la sociedad en general, bien sea porque esta no atinó a encontrar maneras de expresar su disconformidad y ser escuchados, o bien porque en la miseria en la que se encontraban, la opción de apostar todo a un mesías era mejor que seguir conviviendo con las mismas injusticias y desprecios más que comprobados de quienes siendo los políticos de oficio de la AD y COPEI del siglo XX, habían propiciado a su vez la irrupción de este nuevo dogma progresivamente llamado chavismo.

Todo esto ha ocurrido, -guste o no-, porque dentro de nuestra “sociedad”, la adulación mostró ser más efectiva como mecanismo hipócrita para acceder al poder, que la misma fuerza bruta de las armas o incluso de los votos que cabalgan a lomos de grupos y tendencias de moda, con sus propios intereses inconfesables.

Fue justamente de esta manera que hombres como Nicolás Maduro y otros ascienden al poder, mientras que los espíritus elevados a los que hacía referencia Aristóteles en sus sabias palabras, terminaron refugiados, exiliados o señalados bajo la cruz del estigma, porque al no unirse, (como si lo hizo la mediocridad que finalmente se hizo con el poder), terminaban también dándole la razón a Edmund Burke: “Para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada”.

Democracias enteras han perdido su camino tras caer presa de la adulación de aquellos sobre cuyos hombros endurecidos por el interés particular, se termina levantando todo el aparato del Estado, que eventualmente los reduce a una masa sumisamente controlada y descartable.

Ese mismo interés personal del que hablo, es el que como sociedad en deterioro y disgregada nos llevó a padecer una incontrolable "diarrea" de peticiones y exigencias, como ejercicio exclusivo de los “derechos”, mientras que los “deberes” a los cuales está atada toda sociedad de ciudadanos, fueron ignorados y sistemáticamente desprestigiado y hasta llegar a ser utilizados para calificar de “tonto” al antiguo ciudadano que se atreviera a diferir.

Una y otra vez la historia universal nos ha mostrado que el mismo mal termina destruyendo a todas aquellas sociedades que conciben y concilian una vida llena de dadivas con el acto de prescindir de los deberes más elementales en el proceso.

Insisto en esto: si el mal se apropia de toda la realidad, eventualmente esta -junto con la población condescendiente que se acostumbra a convivir con ello-, termina arrasada.

Esto es relevante mencionarlo porque a estas alturas sabemos muy bien que todo, -absolutamente todo- lo que podía ser tocado y mancillado por la corrupción de alguna forma en Venezuela, ya lo fue; por eso es que paradójicamente, estamos ante la evidencia irreductible de que el cambio (tras la oscuridad reinante), es inevitable, y que este llegará con más contundencia (por no decir “violencia”), conforme más se tarde la masa lerda en entenderlo.

Como país, nos encontramos disgregados mortalmente; a tal punto que ya la Venezuela “5.0” donde vivíamos (refiriéndonos con ello a la famosa “quinta república”), y nacida de la que fue su cuna -la “cuarta república”-, dejó de existir en la práctica, permaneciendo ahora en un limbo existencial que es insostenible, con lo cual estamos obligados a dar un salto al “vacío” (por ser una acción inédita para la sociedad venezolana), y pasar a la Venezuela “6.0”, si es que pretendemos salir del estado actual de las cosas, y eso sólo para así en un momento previamente contemplado y planificado, poder llegar a una Venezuela “7.0” en la que podamos decir efectivamente, que le estamos dejamos una real y responsable herencia a nuestros hijos y nietos en la forma de una nación congruente con sus valores y principios.

Sí, es cierto: estamos profundamente debilitados en términos de esos valores y principios, casi en la misma magnitud en que lo estamos anímicamente, por lo que la tarea no se hace fácil, cosa que no podíamos esperar que fuera de otra manera tras décadas de una permisiva actitud que nos ha llevado a un decaimiento generalizado. Confrontar el desierto existencial tras descubrir todos que el líder mesiánico que haga las cosas por los demás no llegará jamás, nos llevará también a darnos en la cara con aquello descrito por Hermann Hesse, cuando sentenciaba que “Aquellos que no pueden pensar o asumir responsabilidades por sí mismos, necesitan y claman por un líder”

El concepto de un líder todopoderoso es tan arcaica como inútil, pues constituye la acción de dejar en las manos de uno como nosotros, el destino de todos. En ello Chávez fue la escandalosa exhibición de nuestra carencia de amor propio como personas y sociedad, como luego lo fue la breve esperanza puesta en Juan Guaidó, por aquellos que aún buscaban creer en algo más allá de ellos mismos, pero sin conexión real con todos los que somos. A consecuencia de esto se levantó ante nosotros un país degradado en todo, que no cuenta con estructura de gobierno alguna, que no pase por el uso permanente de la fuerza para imponer sus conveniencias.

Entiéndase que una nación que lo dice ser (porque tiene leyes basadas en principios que por consensos son mantenidos y ejercidos por la mayoría), no necesita de la fuerza y la coerción para ejercer los diferentes mecanismos administradores de lo justo y transparente.

 

Miren, esto es crudo y rudo, pero directo: No podemos seguir viviendo de ideas “superiores a todos nosotroscuando estas son impuestas por las castas políticas; es inviable seguir creyendo en modelos que sin importar si son "derechistas" o "izquierdistas", sólo representan los intereses de pocos: los de aquellos que terminan llegando al poder -o aliados a éste-, y donde hasta el mayor de los revolucionarios, se vuelve burócrata y burgués.

Tenemos que dejar atrás el anacronismo del dogma mantenido por políticos de oficio, como si fuesen ellos sacerdotes custodiando una religión. 

Lo que requerimos es retomar los valores más elementales, y conjugarlos con la realidad humana en la cual existimos, si queremos manejar las cosas y no ser manejados. No hay romanticismo en esto, sino más bien una profunda sensación de que el progreso en paz está en ser tremendamente sinceros y capaces de detener cualquier desviación a la hoja de ruta política que nos planteemos para despejar nuestro panorama social y económico.

Dijo Winston Churchill: “La principal diferencia entre los humanos y los animales es que los animales nunca permitirían que los lidere el más estúpido de la manada”; leerlo es reconocernos a nosotros mismos en esa sentencia, al dejar una y otra vez que "los más estúpidos" nos gobiernes y manejen; darse cuenta es ver que nuestro “talón de Aquiles” es el no confiar ya en nadie, y eso significa también no confiar en nosotros, no lo olviden. 

Si lo detallan, ven que es un auténtico círculo vicioso, del cual sólo veo que podemos salir si acordamos manejar valores y controles comunes para todas las acciones que establezcamos como necesarias para dar el siguiente paso nacional. Entendamos que si no nos enfrentamos el hecho de que la política de oficio “es el camino para que los hombres sin principios puedan dirigir a los hombres sin memoria” (Voltaire), seguiremos escribiendo con nuestra sangre y la de nuestros hijos, el epitafio de todos los que en el camino van muriendo esperando soluciones venidas de todos lados, menos de nosotros mismos.

O nos levantamos, o perecemos como sociedad y país, porque lo que quede y dé paso a lo que vendrá, poco tendrá en común con lo que fuimos y llevó a este purgatorio.

 

IV.- LA DECISIÓN:

Postrarnos o progresar.

Es duro, pero tenemos que aceptarlo si queremos cambiar y avanzar, pues esta sociedad venezolana como está, no llegará a ver el amanecer ras la profunda oscuridad de hoy.

Tenemos que decidirnos a ser mejores, a entrar con solemnidad y sentimiento a la labor conjunta de construir una Venezuela mejor, que firmemente se aferre a no repetir ni posturas, ni políticas ni actores. Este mismo blog ha ofrecido sencillas herramientas para comenzar a hacer ese mapa mental que requerimos para dar el “salto cuántico social” que todos deseamos en mayor o menor grado de comprensión. Desde los decálogos hasta la hoja de ruta, las condiciones y las estrategias básicas, o la guía del ciudadano (*), todo está allí para ser desarrollado y divulgado, sin más intención que el crecimiento, partiendo de oportunidades al alcance de cada uno, en la medida de su propio esfuerzo e inteligencia para asociarse en el marco de los valores y leyes que como sociedad venezolana –ahora sí-, abracemos.

(*) disponibles en los artículos anteriores a éste, en el blog.

Y es que aunque sea por el egoísmo de la supervivencia, estamos ante la exigencia de abrazar el marco de ley y trabajo que acordemos ejercitar si en verdad queremos salir de la pocilga que este barro existencial ha propiciado, de la mano de cuantos “intelectuales”, "analistas", "influencers" “cultores”, “militares tapa amarilla”, “empresarios” y “políticos” han dicho tener la razón, y los demás no.

 

Al final, como en la vida, lo que nos queda es elegir, como lo hemos venido haciendo día tras día hasta hoy: despertar y crecer, o dormir en el letargo y terminar de desaparecer, primero como el reducto de sociedad que ya somos, y luego como país, colonizado y alienado hasta los tuétanos.

No tengo dudas de que la colonia mafiosa en la que se convirtió Venezuela -con la mayoría de nosotros dentro, y muchos otros de nosotros afuera-, eventualmente desaparecerá; el asunto es que lo haga de nuestra propia mano, y no de la de otros, porque sólo partiendo de los venezolanos mismos el impulso del cambio, es que estos podrán sostenerse en el tiempo con un nuevo rostro, un nuevo aire e invariablemente, con una nueva alma.