La destrucción de lo que conocemos como Venezuela,
no es un acto que esté de manera inminente por ocurrir; de hecho, en
realidad ya ocurrió, pero como pasa con las cosas cuando las vemos en
la escala de lo Nacional, los acontecimientos ocurren frente a nuestros ojos
como en “cámara ultra lenta”, de
manera que con todos nosotros inmersos en ella, pocos perciben que nos
encontramos en el aire, siendo proyectados entre escombros, metralla y llamas, a
medida que los gases de la explosión se expanden y destruyen.
En esa realidad
que difícilmente se ve, ya Maduro no
gobierna, ni Guaidó cogobierna, porque todos estamos inmersos en la
poderosa dinámica de la explosión ocurrida.
Ya no hay
retorno.
I
Sobre políticos.
El tema de la
recuperación socioeconómica de Venezuela no podríamos desarrollarlo con la
profundidad requerida, si no comprendemos primero el alcance del trabajo que ello
implica y si no se entende antes de ello que la clase política existente
mayormente en el país mostrará fuerte resistencia frente a cualquier idea que
amenace con no entrar por el aro que
ellos mismos sostienen frente a nosotros.
Ustedes saben que lo
digo porque será un trabajo cuyo alcance incluso hoy se mantiene fuera de la
comprensión de muchos entre nosotros (como la explosión), toda vez que existen sectores que aún hoy
siguen resueltos a permanecer políticamente fieles a lo único que les dio
sentido social en sus vidas (*), -independientemente
de su condición económica-, y ello como consecuencia directa del agobiante vacio
conceptual y moral que políticos de toda índole permitieron nacer y desarrollar
en el país al clientelizarlo y hacer de la coima, la moneda más aceptada en
circulación.
(*): La “revolución” que consiguió cabeza
oportuna en Hugo Chávez, por ejemplo, o la sumisión de miembros de un “partido
político” cualquiera frente a la estructura rígida de mando.
Tal ha sido
el vacío conceptual, moral y emocional existente, que se nos ha hecho
difícil el entender que los políticos
que sobrevivieron al periodo entre los años ochentas y noventas, han
estado operando en todo este tiempo como
incompetentes sistémicos, reacios a ejecutar
cualquier cambio en el paradigma construido en los lujuriosos años del dilatado
periodo “cuarto y quinto republicano”.
Esa dificultad
para comprender nosotros lo que ocurre, también nos nubla la vista frente al
hecho de que ese mismo stablishment había alentando el nacimiento de nuevas “camadas” de políticos que como en palabras
del vicealmirante (ret) venezolano Carratú Molina, han resultado ser “jóvenes que nacieron viejos” en lo
político, refiriéndose a que aún cuando fueron engendrados en medio de una
crisis social sin parangón que ofrecía la apertura a nuevas concepciones, fue
voluntariamente que se dejaron abrazar más bien por lo más rancio de la vieja política
venezolana y sus modos de operación, adosándose con ello al modelo de “dar servicio al poderoso, en vez de poner
el poder al servicio del ciudadano”.
Por estas
cosas es que les digo:
Necesitamos de consciencia ciudadana, y no de imposición al ciudadano;
Necesitamos reconocer las señas de los que vienen con intenciones
ocultas tras rimbombantes proyectos de “sociedad civil”, sólo para mostrar
luego que la intención es la de decirnos qué es lo que debemos hacer;
Necesitamos que el anhelo por la ley venga del corazón y sea practicada
con la razón, por una mayoría nacida del consenso, y no del aplanamiento por
una minoría;
Olvidémonos de
formar a la sociedad para que sea toda “feliz
y prospera”; la inteligencia no fue repartida por igual, como tampoco la
imbecilidad. Más bien concentrémonos en crear una sociedad que ofrezca las
mismas oportunidades a todos, aunque no
todos las aprovechen, y hecho eso, procuremos un equilibrio que nos permita
movernos juntos en una sola dirección de prosperidad general.
Necesitamos una sociedad que
dirija sus esfuerzos también a que las armas sean usadas para corregir
las injusticias (manifestadas estas a través del delito y los ataques a la Soberanía
Nacional) y no para imponer dogmas a la fuerza, pues mientras que la primera se
logra en una sociedad democrática, la segunda solo se alcanza en sociedades
secuestradas, vulnerable a las leyes no
de la mayorías, sino de los que detentaran en el poder.
La necesaria habilidad
para escuchar, reflexionar y armar un concepto superior entre muchos de
nosotros -que no entre todos-, nos resulta difícil de practicar en la
actualidad, solo porque seguimos sometidos a los viejos programas conductuales
de la política del siglo pasado, y que en la forma de sus políticos menos talentosos
para servir, -pero si muy hábiles para delinquir-, insisten aún hoy, por
acción o por omisión, en actuar como si fueran “sanguijuelas chupa voluntades”, debilitando con ello nuestra capacidad
de generar una ruptura con esa minusvalía política que hemos insistido en asumir
artificialmente y en exhibir.
Esa “minusvalía”
nos ha privado de conseguir entre nosotros a hombres y mujeres probos que sean administradores y no burócratas; servidores,
y no ladrones.
Esa misma “minusvalía”
nos ha impedido entender que las
diferencias son naturales entre los humanos, pero que aprovecharse de ellas no
lo es, pues obedecería nada más a la ambición de tener más poder que los
demás, aún cuando sea a expensas de estos.
Insisto en que
no se trata todo esto que hablamos de un
“aplanarnos” bajo un solo dogma
dictado por alguien más, como si de otra forma extrema amenazante de “socialismo” o “derechismo”
que se nos quiere vender convenientemente disfrazado bajo las voces cautivantes de una supuesta “era de justicia” por venir. Definitivamente no es eso lo que queremos.
Hablamos de lograr
compartir un ideal sano, justo y libre, a través del cual podamos construir y compartir
de forma natural, una noción lo más clara posible de lo necesario que es el
ejercicio del ordenamiento legal que resolvamos tener, y el sometimiento voluntario
y sensato a una sola idea: la de que
nuestros derechos terminan donde comienzan los de los demás.
En otras
palabras: hablamos de un equilibrio entre derechos y deberes capaz de ser
mantenido porque ambos valores nazcan del consenso alrededor de valores humanos
fundamentales: esos que van desde el derecho a decir lo que se quiera (con responsabilidad), hasta el de tener
una idea, poder materializarla y si es dentro de la ley (esa misma que me permite comprender cómo no abusar de los derechos de
los demás), hacerme millonario
y disfrutarlo sin temor, porque lo haría sin
abuso.
Hablar de valores humanos es referirnos a ideales elementales del
individuo, que por su ejercicio nos hacen asertivos y gregarios: La búsqueda de
la verdad y el ejercicio de la rectitud para prosperar, y todo ello porque se percibe
al amor como la esencia de todo lo que genera invariablemente paz, al alejarnos
del egoísmo, el conflicto y la violencia.
Cuando comencemos a vernos como individuos con derechos y deberes
genuinos y dignos, cuando veamos que la familia es un ideal hermoso sin
importar cómo esté compuesta, y que la sociedad puede ser una gran alianza por
la extensión natural de esos mismos valores humanos para entonces arroparnos y cuidarnos como nación, la
necesidad de sometimientos a dogmas, minusvalías o a la idea de un “gran
hermano” desaparecerían, liberando nuestra energía entonces para construir en armonía
con nosotros mismos y los que nos rodean, libres de cadenas del pasado, de miedos
al futuro, y de pretensiones egoístas, pues la transparencia asumida sería
nuestro propio control.
¿Hablamos con todo esto de una utopía?; yo sinceramente
creo que no, porque definitivamente este asunto cuando lo razonan con la mente
y el corazón en calma, ven que depende mayormente de la visión que tengamos y de lo que
decidamos en justo valor humano que es factible de hacer.
Yo creo que podemos llegar lejos, ¿Y tú?
II
Sobre economía nacional y políticas: La posible trampa de la dualidad Izquierda – Derecha frente a nuestros
ojos.
El tema con el
que necesariamente debemos continuar a partir de este punto, nace del
convencimiento ya explicado de que requerimos mantener presente que lo que
acordemos hacer como sociedad ha de ser por consenso, y no por lo que unos pocos
puedan indicar, porque se trata de hacer una visión de sociedad, y no de una donde nos dejamos arrollar por la imposición
de otros.
Basta con que entendamos que el consenso surge naturalmente de una
sola manera: comunicándonos: Cuando hago este esfuerzo de escribir y
publicar, estoy haciendo también un acto consciente de comunicación (además de un acto de fe), pues aspiro
de ustedes solo la reflexión y el enriquecimiento entre todos, buscando así acuerdos
mínimos pero realizables, para una actuación como sociedad tras la ocurrencia de la explosión vivida.
Ese es el reto
mis hermanas y hermanos: lograr ponernos
de acuerdo y no matarnos en el intento. Los personajes nefastos que ya
conocemos son los que se han aprovechado de esa vulnerabilidad para doblegarnos
y secuestrarnos: se apalancaron incluso en nuestra propia altivez como
herramienta para obstruir hasta los más pequeños intentos de acordar algo.
NOTA: Si tienen dudas acerca de
esto último, les sugiero que se detengan un momento y observen el espacio de la
“Venezuela tempestuosa” existente en Twitter, y como básicamente, el país allí es
un inmenso archipiélago virtual de pequeñas islas vulnerables.
Allí la gente llega con la misma
facilidad a amarse y a reflexionar, como casi también a matarse y escupirse
tratando de ser quienes tengan la razón, dándole nombre incluso a los que
tienen éxito en una cosa u otra, bajo el calificativo de “influencers”, y donde los
“seguidores”, “likes” y “retuits”, pesan tanto como los “robots”, “cuentas falsas” y “trollers”,
todo por tan sólo 250 caracteres de
opinión o de egoísmo arrojados a ese
tormentoso océano, donde también encontramos a grupos con disimulados intereses,
maniobrando como si de un juego “online” se
tratara, capturando “seguidores, territorios,
prisioneros, esclavos, soldados y privilegios” de cara a la reorganización del país a sus medidas…
Por todas estas
razones (las de la constante manipulación política
tras fachadas de apoyo y ayuda), es que es oportuno abordar el espinoso
tema de las tendencias políticas que de a poco se van poniendo de “moda” en Venezuela cuando hablamos de
supuestas salidas a nuestros problemas: la Izquierda y la derecha.
Sé que este
tema creará roces y heridas, pues algunos dependen de ellas para sobrevivir o para
surgir en el mundillo de la política y la influencia económica; también sé que abordarlo
resultará sanador para muchos, y lo digo porque en el extremis social y existencial
que atravesamos, las posiciones radicales afloran de forma natural (¡porque somos humanos!), y por lo que de
la “izquierdosa” situación reinante en
Venezuela al presente, podemos pasar sin darnos cuenta a una “derechosa” tendencia igualmente extrema que no supondrá un beneficio
neto, si dejamos de tener en mente los siguientes hechos:
- Identificar a un político como de “derecha” resultaría ser peligroso sin abordar primero las nociones que pueden defender e implicar, y que van desde el Capitalismo puro y duro, centrado en el beneficio de quienes sean capaces de invertir e influir, pasando por el modelo conservador del control total del Estado interventor (en la línea filosófica del Keynesianismo en sus variantes y combinaciones), para llegar finalmente al modelo liberal y la escuela económica austriaca (con un Estado más bien arbitro).
- En la Venezuela presente, en lo que Maduro salga del poder, la llegada de un modelo de libre mercado sin restricciones de ningún tipo por parte de un gobierno que se instaure en ese momento sin tomar en cuenta la opinión de la gente (y si la de los que dicen ser la consciencia de la gente), podría permitir el arribo a nuestro territorio de una enorme cantidad de personajes y testaferros que serían representantes de cientos de intereses, políticos y operadores económicos hasta ese momento a salvos en el exterior luego de que amasaron fortunas tras el robo de la cosa pública en el país, y que al “invertir” lo robado acá, se apoderarían de los grandes proyectos de recuperación nacional, lo que probablemente apalancaría el control de pocos sobre la vida de muchos, a través de las consabidas coimas y clientelismos que rápidamente veríamos prosperar frente a nuestro ojos encandilados, ya no como expresión de una agonizante etapa nacional presente, sino como de una engañosa fase de recuperación posterior.
- El actual reclamo de ciertos sectores en el país por la construcción de nuevos partidos políticos de derecha, en sustitución y prohibición de los de izquierda, puede terminar, a pesar de lo tentador y retaliador que suene, más bien reforzando la estructura partidista que al pasar del tiempo se ha evidenciado en Venezuela como el principal lobbie de clientelismo, beneficios económicos y competencia desleal existente, al hacer uso de ventajas alejadas de cualquier ética inspirada en valores humanos.
- Por último, no podemos despreciar el hecho de que el aparato derechista que puede montarse en el país, bien podría convertirse en la “sucursal nacional” de la extrema derecha a nivel mundial, (como de hecho lo han sido hasta hoy los partidos de izquierda, socialistas y comunistas en Venezuela, a través del Foro de Sao Paulo, la Internacional Socialista y otros escenarios igualmente dogmáticos), con lo cual dariámos entrada a grandes corporaciones que controlan el poder económico y político en Occidente, de la mano de personajes como George Soros, Warren Buffet y tantos otros multimillonarios y operadores que en línea con estrategias de producción de capital inorgánico (impresión de dinero), transacciones financieras que no generan trabajo ni producto, (como ha ido ocurriendo en la EEUU tutelada por los lobbies en el congreso americano bajo la guía de Wall Street, y con lo cual ese país ha ido perdiendo independencia económica a favor del capital especulativo), y que en el caso de dominar el panorama político de Venezuela, (como ocurre progresivamente en Argentina, por ejemplo), nos convertirían -otra vez-, en meros espectadores de la distribución de las riquezas, -como lo ha sido con la izquierda socialista y comunistoide de hoy-, aún cuando se dijera en defensa de esa derecha, que “con ellos se vive mejor”, pues no se trata de vivir mejor o peor, sino de hacerlo con dignidad y justicia.
Lo que quiero
decirles es que no es sano ni aconsejable caer en la tentación de abrazarnos
con posiciones extremas (ni siquiera con izquierdas
pragmáticas como la china, ni de derechas feudales como la estadounidense, aun
cuando en ambas se señalen “bondades” innegables) y esto implica la
necesidad entonces de liberarnos de varios "parásitos mentales" para así entender
que el libre mercado y la libre iniciativa ciertamente si son necesarias, pero
bajo un monitoreo razonable por parte de una sociedad a través de su Estado como árbitro, que evite el monopolio excesivo,
la extracción de riquezas sin medida o en definitiva, de prosperidad, tanto del país como de sus
trabajadores propietarios (*) o de los trabajadores que sean dependientes como
empleados.
(*):
Vamos, no seamos mezquinos: el dueño de una empresa legalmente fundada y
éticamente levantada, también es un trabajador, solo que goza de beneficios
adicionales por haber tenido la visión para aprovechar una oportunidad
comercial. Que lo haga sin abusos, es lo determinante. “Al César lo que es del
César, y a Dios lo que es de Dios”.
Y es que
alejándonos de esos extremos, vemos que resulta natural que cada quien tenga
derecho de disfrutar de su producto y riqueza, siempre que estas sean bien
habidas, fruto de la inversión, el trabajo y el desarrollo, (y no fruto de influencias mal habidas, la
recompra de acciones especulativas bursátiles, del dinero fácil imprimido sin
control en bancos centrales partidocráticamente politizados, o de la inflación
de ganancias y sueldos para quienes se encargan de operar y dirigir tan
aberrante e injusto sistema de proceder) y todo esto debe ser bajo la
supervisión preventiva y correctiva, como decíamos, de un Estado en esencia arbitro, y no interventor, redimensionado hacia lo
pequeño y eficiente, operado por administradores y no por políticos, que pueda
ser auditado, que se base en impuestos razonables y relativamente bajos (ningún impuesto deberá ser dedicado a otra
cosa que no sea el beneficio del colectivo, no pudiendo nunca ser utilizado
para ayudas internacionales, burocracia inamovible y no dada al servicio
público eficiente, o a coimas políticas frente a otras naciones a cambio de
favores, como tampoco para el armamentismo innecesario), al contar Venezuela
aún con importantes regalías propias de los recursos que si bien sean administrados por el
Estado venezolano, podrían ser explotados y desarrollados adecuadamente (*) por
terceros.
(*):
En el marco de la constitución y las leyes.
Hablamos de un
Estado que no pueda usar el dinero recaudado para promocionar a los mismos
funcionarios ni a sus partidos políticos; de un Estado que se base en que el trabajo
del individuo y la asociación de estos (cumpliendo
con la premisa de que sus “derechos terminan donde comienzan los de los demás), deben ser resguardados de abusos de propios y foráneos.
Hablamos
también de un Estado donde el uso de criptomonedas sea aplaudido, pero no como vía
de riqueza ilícita mediante la especulación de su precio o la minería que se
aproveche de condiciones ilegitimas creadas por regímenes mafiosos dentro de un
país (*).
(*):
Las criptomonedas deben ser reconocidas constitucionalmente, para así proceder
penalmente contra quienes hayan delinquido en esta área, pudiendo ser
extraditables y sus bienes confiscados y asumidos por el Estado.
En ese Estado,
el oro adecuadamente extraido del suelo o recuperado de cuentas en el exterior, necesariamente debe convertirse (*) en el único sostén del valor
de la moneda venezolana, a través de un Banco Central autónomo y reducido en
funciones, incapaz de salvar banqueros o bancos, pero sí a ahorristas y
deudores legítimos (de manera que dicho
BC solo se dedique a arbitrar el capital en consecuencia generado, y no a la
impresión inorgánica de dinero a instancia y solicitud del gobierno de turno),
en tanto se crea un sistema mundial de divisas no especulativas ni sujetas a
criterios de intereses hegemónicos, que bien puede ser política de Estado en
Venezuela de cara a crear una matriz de opinión favorable a nivel internacional.
(*):
Hasta la aparición de criptomonedas solidas y de valor estable (no
especulativa).
Sería un
Estado que no se derrumba frente a las apetencias de un gobierno en particular,
como tampoco frente a fluctuaciones económicas externas (como la del Petro al depender del precio del petróleo), donde no se
permitirían impuestos abusivos (como el
emblemático IVA), ni aquellos que se pudieran solapar bajo tecnicismos
impositivos que solo busquen tapar los agujeros fiscales causados por una
negligencia gubernamental que se pasee impune.
Hablamos de un Estado saneado y sensato, reflejo de una sociedad que
alaba a lo justo y castiga ante lo injusto, donde si sea posible que un funcionario renuncie por cuestiones éticas.
Solo bajo un
escenario como el que describimos,
totalmente plausible y posible, podremos encarar la idea de que cada quien pueda
tener igual derecho a ser millonario si las oportunidades honestas y el actuar
ético están frente a él, como lo tiene a ser un asalariado satisfecho con su
paga, reconocimiento y ambiente social de trabajo, disfrute y vida familiar, siempre y cuando ambas
cosas -insistamos en ello-, no sean producto de la especulación y el
abuso de unos, o de la esclavitud de otros.
¿Suena a revolución?: pues les digo que no lo es; es únicamente poner los
pies en la tierra y admitir que ha habido errores históricos que nos han hecho perder oportunidades, producto del abuso
de unos contra otros, y que nos han
llevado precisamente al presente en explosión en el que vivimos, porque es que el socialismo y el comunismo, no “nacieron solos”: siempre ha habido una profunda condición de explotación previa antes
del surgimiento de “algo”, sea una revolución como la francesa, o un manifiesto desfasado como el de Marx. Así es como vemos que la izquierda no nace sin un
capitalismo que la inspirara previamente, y las “derechas” no se crecen sin que existan “izquierdas” abusando
siempre de todo lo que se pueda abusar en un territorio y en una sociedad dada. Es un circulo vicioso.
Requerimos de
un equilibrio desapasionado,
donde usualmente encontraremos a la verdad esperando por nuestra capacidad para
llegar a acuerdos que beneficien a todos, menos a los inmorales.
El capitalismo
sin controles, vendido como la panacea en forma de la “verdadera derecha” que Venezuela necesita,
puede ser solo el discreto “canto
de sirenas” de quienes se saben capaces de aprovecharse de un
entorno económico sin más regulaciones que las que ellos mismo se pondrán una vez
llegados al poder.
No es eso lo
que deseamos, y no lo deseamos porque ya sabemos que podemos esperar más, sin
perder nada.
Podemos evaluar una muestra de lo que el capitalismo sin control puede hacer, en cuanto la “frontera” entre lo administrativo del
Estado y su guía política en forma de Gobierno, desaparece, haciendo que el
comportamiento económico se aproxime demasiado a un keynesianismos duro y
salpicado de claros visos de innecesaria y asimétrica distribución de los
recursos de una nación, mediante la identificación de eventos económicos específicos ocurridos en
los EEUU desde los años 70´s:
- La liberación del dólar de su anclaje al patrón oro en los años setentas, a instancia del gobierno de turno, permitiendo con ello la impresión de dinero que se daba valor a sí mismo, con lo que también pasó a ser de uso como herramienta de presión geopolítica, al tiempo que como factor de recuperación de empresas insolventes aunque éstas no fueran productivas, mediante la emisión e inyección de dinero público impreso, llevando a una situación en la que hay más dolares disponibles por impresión directa de billetes, que por recaudación de impuestos.
- La autorización para la recompra de valores en el mercado bursátil por los mismos emisores desde los años ochentas, disparando hasta hoy los índices bursátiles incluso cuando el mundo y EEUU sucumben frente a una pandemia que detiene economías;
- La privatización casi total del sistema de salud y farmacéutico, sin posibilidad de libre competencia real que regule el valor de los servicios y bienes a favor del consumidor;
- La privatización del sistema educativo universitario, obligando a la financiación mediante créditos estudiantiles con tasas de interés abusivas en ese nivel educativo;
- La tercerización de la producción de bienes hacia países donde las condiciones de trabajo se conocía que eran inferiores, injustas y más baratas, aumentando con ello el margen de ganancia de los mercados de bursátiles propios, aunque desplomara los niveles de empleo propio;
- La reducción de tasas de interés hasta valores "cero" o negativos;
- La generación masiva de letras o bonos del tesoro americano.
Como ven, la “derecha” y la “izquierda” no necesariamente debemos contextualizarlos como una simple polarización entre “el bien y el mal”, o el “blanco y negro” de la política o la economía,
pues los matices que conseguimos en ellas (entre las izquierdas
y entre las derechas) van a depender de las circunstancias globales y siempre e
invariablemente, de las ambiciones de quienes pretenden el poder corporativo o
nacional a través de su ejercicio.
Ese paroxismo
surgido tras el advenimiento de la Guerra Fría al comenzar la era de las armas
nucleares, con la creación de la noción político-económica del “Este – Oeste”, y el segmento de los “No Alineados”, solo constituye un
artificio fácil de asumir por aquellos que siendo socialistas o derechistas, toman el poder para sí haciendo añicos
cualquier corriente filosófica económica,
-incluso la keynesiana-, bajo el peso de sus propios intereses.
Los
extremistas nunca van a aceptar que lo importante es que
todo emprendimiento económico (origen de
la política misma), debe seguir el camino más probo aunque sea al mismo
tiempo el más duro: Ese donde nadie salga perjudicado cuando las oportunidades comerciales son
aprovechadas por quienes las saben ver y generar con ello ganancias sobre la
base del trabajo, la producción y la libre competencia, y no definitivamente, sobre la mentira que
supone la manipulación de los mercados, la explotación y la especulación.
En definitiva,
ambas corrientes políticas extremistas en su necesidad de imponer su modelo una
vez instaladas en el Estado a través de un Gobierno, usarán eventualmente el
monopolio de la violencia, la represión y a veces de las leyes reformadas a
tales efectos, para hacer valer la idea que les acompañe, y eso aún cuando nos
ofrecieran o hicieran llegar “bondades”
que parecieran ser prosperidad para todos (sobre
todo en comparación con lo que se tenía antes), ya hemos visto que en
realidad sólo son migajas a las que no debemos acostumbrarnos si es que queremos
vivir con la frente en alto y con la convicción de que será posible dejarle un
mundo digno a nuestros hijos.
Puntualicemos para recalcar esto que es importante: los abusos economicos han
existido con izquierdas y con derechas; ambas pueden llegar a ser igual de déspotas,
sea por la vía de la dictadura (caso de la
derecha con Pinochet en Chile, levantandola de una crisis economica generada por el socialismo de Allende, o para la izquierda con Fidel Castro en Cuba y el aislamiento y misería resultante),
o también por la vía de un régimen que permitiendo toda clase de elecciones al
estilo de un gobierno “democrático”, igual fuerza el resultado siempre a su
favor (caso de la revolución de Hugo
Chávez y otros en América Latina).
IMPORTANTE: Ambas se
apalancarán en las miserias dejadas por el otro para justificar su propio
ascenso al poder. Siempre será reducido este asunto frente a los que menos
entienden, a una confrontación del bien
contra el mal, y aunque ciertamente con la derecha extrema se puede "vivir" (término relativo) mucho mejor que con la izquierda extrema, ambas se distancian en el ejercicio de los valores humanos de los que si podríamos disfrutar en un ambiente de libertad y paz mediante el ejercicio de un gobierno de CENTRO (un concepto que en Venezuela NO EXISTE, y que no se relaciona con gobiernos autodenominados de centro en Europa. Anotemos también que la Derecha como tal no ha EXISTIDO en el país más allá del pensamiento y la practica empresarial).
Los "lideres" que comienzan a pulular en las redes (que no en la calle), los van a
querer endulzar: Si un político se vende como de derecha, a través de un
partido político “de derecha”, pero ofrece
ayuda a la gente con medidas que no son capitalistas (como los subsidios, que sabemos son necesarios por simple lógica en un
principio en el caso como el de Venezuela, pero que contradecirían la postura
real de un derechista ortodoxo vendido como tal frente a sus electores),
nos encontraríamos una vez más ante un charlatán que nos habría manipulado para
llegar al poder, -tal como ocurrió en el país con los izquierdistas y los centro
izquierdistas en su momento- a fin de montar sus propios negocios y
alianzas comerciales nacionales e internacionales.
Definitivamente
lo que se requiere es de un equilibrio carente de colores políticos condicionantes,
pues solo así se demuestra que se aspira es a reposar sobre el filo de lo justo;
es esa actitud la que da forma a la congruencia entre lo que se dice y lo que se hace, e implica honestidad desde
el primer momento, no dudando en explicar con palabras diáfanas lo que pasó, lo que está pasando y lo que pasará,
en función de las necesarias medidas que tras un consenso, se opten como
correctas y justas.
Es decir:
Venezuela no
necesita de políticos que hagan marketing
bajo la suposición de que son de izquierda o de derecha: necesita de administradores
honestos que estén posicionados en el centro, y que por tanto al no tener más
interés que el bienestar de los ciudadanos, tengan la transparencia necesaria
para explicar las medidas pragmáticas pero justas a ejecutar, al tiempo que
detallan, proponen y acatan planes y fechas de finalización para las ayudas que
en forma de subsidios auxiliarán a la población en las primeras etapas de la
reconstrucción, mientras se restablece la oportunidad igualitaria para trabajar
y el valor del trabajo como único camino honorable para el progreso social
hasta donde sus mismos individuos sean capaces de llegar.
El control por
parte de pocos, de los recursos y
servicios de muchos, no puede ser
permitido a menos que imprudentemente se quiera sembrar otra vez lo que sería la
semilla para la próxima miseria social que arrasase con todo, como ha ocurrido ahora
en el país tras su explosión.
Venida de la Izquierda o de la Derecha, el abuso del poder siempre
lleva a la misma encrucijada histórica, y ello ocurre hasta tanto la población aprenda, rectifique y actúe.
III
El decálogo
como regla que condicione la política
real.
Es lo que necesitamos; un contrato con clausulas
claras sobre cómo se va a hacer y en qué plazos de tiempos;
Un instrumento que nos permita detectar y prescindir
rápidamente de quien no cumpla su función, porque se trata de un conjunto de
reglas configuradas como un “contrato ético”, con ideas bien
definidas.
En lo personal
no veo otra manera de establecer parámetros justos y comprensibles por todos, que
no sea a través de un instrumento tan sencillo y directo como éste, contentivo
de reglas
que
han de ser inviolables tras su aprobación.
Podríamos
decir que ese papel debería tenerlo la Constitución con sus postulados, pero no
lo puede hacer en este instante porque carece de la suficiente claridad en sus
preceptos, pues ha creado en sus líneas y su modo de aplicarse un vacío en lo
referente a la esencia de lo que es “ser venezolano y vivir en Venezuela”.
Los políticos
y constituyentes que elaboraron la última carta magna vigente (*), dejaron esos
graves vacios de interpretación en ella, y ante la premisa de que “todo político es culpable hasta que se
demuestre que solo es sospechoso”, hemos de concluir que lo hicieron adrede
para posibilitar mediante las convenientes interpretaciones posteriores de
parte de personajes afectos al gobierno, el espacio para adoptarla a las
conveniencias de quien detentara el poder centralizado que finalmente se
construyó en el país.
(*):
Existen señalamientos referidos a que el instrumento aprobado en la
constituyente, no fue la misma que se divulgó y aprobó finalmente en referéndum
soberano, lo cual le restó “soberanía” al mencionado acto aprobatorio, y
consecuentemente ha podido dejar a la nación en un grave vacío jurídico durante
dos décadas. El asunto debe ser investigado y probablemente quede resuelto
mediante la necesaria Asamblea Constituyente que deberá llamarse.
Lo que
necesitamos ahora es algo que no requiera de interpretación de
terceros, al establecer reglas que garantizarán que los mencionados postulados
constitucionales se cumplirán, consiguiendo con ello al mismo tiempo la
certeza de que nos libramos de la influencia de todo aquel que adversando a lo justo, buscará seguramente
manipularnos.
No podemos
volver a ser tan crédulos y a la vez sumisos.
Este decálogo o libro de las 10
reglas al que lleguemos finalmente, es
la vía más expedita para apasionarnos y enamorarnos del proyecto de vida y
prosperidad que estaríamos ejecutando a través del marco legal vigente, ahora
sí, como ciudadanos, sin más recelo que aquel que se puede sentir por
quien vaya en contra del bienestar colectivo en un ambiente de posibilidades, justicia
y derecho legitimo e irrevocable para gozar de la recompensa honrosa producto de
las iniciativas y el trabajo ético.
Les digo que sí es
posible llevar esto a feliz término, porque no estamos hablando con
esto de “aplanar” a la gente, (insistamos
en ello), sino más bien de no dejarnos “aplanar” por quienes permitamos que
asuman el poder a través de un gobierno electo, pues lo deben asumir en
nombre de nosotros, y no de ellos.
El decálogo no
es un anacronismo; este instrumento es como una subrutina necesaria
dentro del programa a ejecutar en el país, (como si de un software se tratara), porque lo que tenemos por delante
precisamente, es una tarea específica.
Nuestro
trabajo –no lo duden-, es especifico,
en cuanto y tanto con tan solo salirnos de ese critico punto de equilibrio en
los términos políticos a los que nos hemos referido en este articulo del blog,
las cosas se irán al traste.
Ejes estratégicos y Decálogo (gráficos 1 y 2). Versión más reciente del plan de desarrollo
mediante los cuatro ejes estratégicos, y del instrumento reglamentario nacional propuesto.
Un contrato
que establezca las reglas generales del juego, con claridad para todos no es
algo a tomar a la ligera, porque si no lo han visto aún, se trata ni más ni
menos que de las normas de convivencia que necesitaremos tras la salida del
actual régimen del poder, y el advenimiento de algo sobre lo cual podremos volar, o
bajo lo cual podríamos enterrarnos en un nuevo oscurantismo político
lejano del sentimiento libertario del cual tenemos sed y hambre…
El decálogo
nos da las pautas para aplicar la estrategia de los cuatro pilares
fundamentales de reconstrucción nacional. Así de simple, sin postulados ni
manifiestos comunistas, como tampoco con directrices de libre capital puro y duro; hablamos es de
sensatez, de sentido común, porque mis queridos amigos, por una vez en la vida
debemos darle el beneficio de la duda a lo que pareciendo subjetivo, en
realidad guarda dentro de sí la sabiduría que los siglos han ido acumulando en
el ser humano, así éste no lo quisiera: Necesitamos del
sentido común, meditando con el, lejos del calor de las muchedumbres y de las crucifixiones.
Nuestro
sentido común nos dice que necesitamos tomar el control del país a través de un
Estado que actúe como árbitro honesto, y que usando a un gobierno rotativo y
cada vez de más breve existencia, se dedique exclusivamente a hacer cumplir lo
que está escrito y lo que la experiencia nos vaya sugiriendo que podemos y
debemos mejorar.
Gobiernos de 5 o 6 años solo nos han llevado a un juego de “cara o cruz”
en la política venezolana, haciéndonos girar sobre el mismo punto muerto, como
cuando dos remeros reman en sentido contrario estando en el mismo bote. Ya
vimos que los referéndum revocatorios pueden quedar inutilizados por las
manipulaciones del gobierno que sea blanco de la consulta, cuando éste influye
sobre el resto de los “poderes” del Estado; por esa razón la permanencia en el poder
gubernamental no necesita exceder los
dos años, revocables a los seis meses, si nos encontrarámos bajo un
sistema de gobierno que siga planes estratégicos nacionales de 5, 25 y 50 años, al
no depender del político o mesías de turno, sino de la planificación nacional
producto de ese estructurado, centrado y calmado sentido común.
Si lo piensan
bien, se dan cuenta que conforme vamos avanzando como sociedad, tanto
menos es necesario la instauración de gobiernos conformado por políticos,
pues necesitaremos en cambio más de los gobiernos de hombres y mujeres competentes,
sometidos por completo a la ley de la República, y conscientes de que vienen con
el reto de administrar (*) no de la misma
forma que los anteriores, sino más
eficientemente en función de la realidad que para el momento se viva, en
conexión intima con lo aprendido del pasado y lo vislumbrado para el futuro
mediante la planificación que siempre deja puerta abierta a la opinión de las
siguientes generaciones.
NOTA:
(*): Al hablar de administradores, no debemos confundir el término
necesariamente con “empresarios”; un
profesional altamente calificado no deja de ser un excelente administrador
idóneo para una función pública solo por el hecho de que fuese en su vida un
asalariado en justa medida.
Estemos
claros que la denominación de “empresarios” puede seguir siendo en el mundo de
los 2020, contentiva de figuras aun muy casadas con los viejos modelos de
gestión de influencias y coimas, y si dudan de ello, miren hacia Chile y su actual
presidente “empresario”.
Entiendo que
había ofrecido explicar más el contenido de cada una de las reglas de este
decálogo (cosa indicada en la entrada
anterior del blog), pero me ha parecido más adecuado en vista de lo
importante del tema, ahondar más en las implicaciones de dicho instrumento que
está llamado a estar en manos de la gente, condicionando a los que elijamos
como miembros del periodo de transición. Por esa razón continuaremos en los
próximos días con dicho desarrollo.
IV
Una opción muy
probable en el horizonte: la transición moderada, sin llegar a lo que deseamos.
No pretendo
echarles un balde de agua fría ahora tras todo lo que hemos hablado, al decirles que a pesar de las mejores intenciones
que se puedan plantear acá, lo cierto es que no hay manera de que este modo de
pensar nos augure un éxito seguro si termina caminando en solitario apenas como
una anécdota en la red, o siendo palabra
de una minoría porque el asunto no pasara de algunos de nosotros.
Por eso lo
crucial de divulgar, para enseñar otras opciones de pensamiento no partidistas
(*), pero sí ciudadanas.
NOTA:
(*): Entendamos que los partidos políticos no tienen por qué ser malos; el
problema es cuando la inmoralidad y la falta de ética se hacen dueños de ellos,
al crear cúpulas de poder y de decisión. Al convertirse en eso, poco a poco van
convirtiendo también al país en guetos políticos.
Como la novela de Orson Wells (1984), el aparato del Estado secuestrado
por los partidos políticos y su “gran hermano”, finalmente impuso sobre la población el método
del “doble pensar”, que cambiaba el significado de muchas palabras claves en el
ideario colectivo para poder estructurar la adecuada critica a lo injusto, tal cual como nos pasó a nosotros, vendándonos los ojos y tapándonos las bocas. Así,
“democracia” se convirtió en “partidocracia”, y la disensión se volvió "traición"...
Y visto todo esto, ¿Cómo evitar quedarnos a medias
entre nuestras “altas” esperanzas y las “bajas” ambiciones de 99% de los
políticos en Venezuela?
En estos
tiempos en los que nuestro sentido común está tan divorciado de
la concepción que tienen la mayoría de los políticos venezolanos, no resulta
descabellado el temer que bajo las actuales circunstancias, pueda
ser más fácil que nos impongan un modelo de transición, a que nosotros le
impongamos el nuestro a ellos (es
decir, a los que asuman la figura de gobierno transitorio y luego el gobierno
electo), porque aceptando primero que existe ese abismo entre los políticos
de hoy y la población a la que ellos en teoría pertenecen y representan, tenemos también frente a nosotros la
necesidad de asimilar la idea de que los mecanismos convencionales de
participación ciudadana han quedado agotados (y pendientes de recuperar), a través de un trabajo premeditado
que comenzó el oficialismo, y al cual por una suerte de “simbiosis espontanea” se unió la burda oposición que ha reinado en
el país desde…siempre.
(¿Recuerdan aquella famosa consulta que hizo la oposición en la que
supuestamente les decíamos lo que debería ser la hoja de ruta de su trabajo en
la Asamblea Nacional, y que nunca acataron?).
(¿Recuerdan el arribo al poder “virtual” del diputado Guaidó con su
gobierno paralelo al estilo de la dividida Libia post-Gadafi, y como este
presidente encargado “de nada” (más que de la confianza que muchos pusieron en
él), se fue disolviendo entre el barro político de personajes tóxicos de la
vieja política y las ambiciones de los llegados en los últimos 20 años al mismo
escenario de la manipulación y el engaño, y que aún denominamos “oposición”
venezolana?)
No lo duden: la
política reinante hasta hoy ha contado cuidadosamente con nuestra separación social
(es decir, nuestra incapacidad para
fundirnos alrededor a un solo ideal) y con la consecuente incompetencia que
hemos demostrado como mayoría para interpretar los mecanismos de
ocurrencia de los eventos con lo que nos ha causado progresivamente todo este
enorme daño.
Por estas
cosas es que les digo a ustedes que la educación y la reflexión se vuelven
acciones de capital importancia a incentivar entre nosotros mismos, porque solo
el empoderamiento real de estas nociones ofrece la oportunidad de deslastrarnos
de quienes como titiriteros han deseado (y
conseguido en muchos casos), manipularnos.
Sencillamente
nos hemos vuelto “alérgicos” a la verdad; nos causa “roncha” que se diga algo que vaya en contra de nuestras
particulares formas de ver las cosas, y en consecuencia toda nuestra estructura
social y de Estado, padecen de los mismos puntos ciegos y vulnerabilidades de
nuestra mente colectiva, proyectada desde la individual.
¿Y cómo no ser
ciegos, si no habíamos entendido hasta hoy ni siquiera el por qué o el cómo
hemos sido tan vulnerables?
La falta de
una educación equilibrada que estuviera carente de manifiestos políticos pero
si decididamente cargada de profundos valores humanos, nos ha puesto frente a nuestros ojos el por
qué no hemos sabido decidir adecuadamente en cada coyuntura que ha llegado, y en
cada “intercepción de caminos” que
hemos tenido delante, entre la
posibilidad del éxito y la del desastre: Sencillamente sin educación adecuada, no hemos sido capaces de
elegir el mejor camino, monitorearlo, y rectificarlo sobre la marcha.
Esta manía
persistente entre nuestros pueblos de dejarnos encandilar por imágenes épicas
de guerrilleros
asesinos que son puestos como “paladines
de la justicia” por los políticos de Izquierda, o por multimillonarios todopoderosos
de Occidente puestos como “adalides del
éxito a seguir” según los políticos de Derecha, nos tiene definitivamente contra el piso, sin criterio propio y
por supuesto, sin autoestima. ¿Y quién puede dar amor si no es capaz de
amarse?
Imagen: La deificación en la educación administrada por un gobierno más que por un Estado, impones dogmas y barreras tan graves para el ciudadano, como lo es para un eunuco su condición.
Por esa falta
de autoestima es que reaccionamos tan
violentamente en cuanto alguien pone en duda nuestras ideas, actuando entonces
en consecuencia con esta usual atomización social que nos pone indefensos en
las manos de quienes han sabido asociarse para delinquir o abusar.
Es la falta de
autoestima colectiva -y particularmente la
que es muy “visible” entre los políticos radicales, que no aceptan opinión
contraria a la de ellos-, la que hace que el que se pare en el centro como
concepción de equilibrio, sea tildado de “contrarrevolucionario”
por un izquierdista sin autoestima, o como “pro-socialista”
por todo aquel derechista con la misma carencia emocional...
Por eso
necesitamos acostumbrarnos a aprender a analizar, y no a que nos regalen el “análisis” hecho ("deporte nacional" entre influencers y encuestólogos en Venezuela);
Aprender a obrar con maneras equilibradas que puedan ser medidas y
evaluadas de cara a su mejora continua es tan crucial como lo es saber leer y
escribir.
Necesitamos
dejar el “copia y pega” al que nos
han acostumbrado los políticos de vieja escuela; necesitamos comprender lo
necesario del pensamiento libre basado en los valores humanos más nobles (no conservadores o liberales; solo los más
humanos).
NOTA:
La educación en Venezuela debe seguir unos parámetros aceptados por consenso
para ser aplicados por el Estado en calidad de árbitro, mas no en el papel de
operador exclusivo de la educación en el país; la libertad de educación es tan importante como la libertad de culto,
a condición de que no viole en ninguno de los dos casos el bienestar de la
sociedad y la nación (es decir, que no violen los valores humanos).
Toda esta
reflexión que quizás les parezca atípica (porque
ya lo saben, no soy más que un ciudadano común hablándole con la verdad en la
mano, sobre aquello que es capaz de comprender), nos lleva a la pregunta que
es crucial aquí y origina el subtitulo de esta parte:
¿Cómo evitamos
que nos manipulen en este primer periodo comprendido entre los preparativos
frente a la salida del poder de Maduro con todo su círculo de poder, y la
aparición del gobierno electo tras el periodo de una Junta de Gobierno ajena a Guaidó
y los demás políticos corresponsables del actual estado de las cosas?
La respuesta a
esta “peliaguda” pregunta pasa por
una estrategia (si, una vez más, por una acción de planificación que debe nacer del
consenso y de la voluntad para implementarla), constituida por CINCO
palabras claves e igual número de líneas de trabajo apuntando al mismo
propósito:
- COMUNICACIÓN: Acordar como población que ha sido víctima de tantos atropellos y censuras, que todos hemos tenido “un poco de razón, así como un poco de error”, y en consecuencia, que escuchar y expresar genuinamente, será nuestra forma de precisar dónde está la razón y dónde no, usando métodos de recolección de información comprobables científicamente (consultas a través de referéndum, por ejemplo).
- EDUCACIÓN: Enseñarnos entre todos a analizar los hechos; a Identificar la verdad mediante metodologías técnico-científicas (análisis generales de causa-efecto, matrices FODA, análisis CAME, y un largo etc.); aprender a conectarnos con nosotros y con todos (empatía), entendiendo que el pensamiento libre solo puede darse en ambientes igualmente liberados de dogmas políticos, centrados así constitucionalmente solo en el contexto de los mencionados valores humanos elementales.
- CONCILIACIÓN: Lograr acordar, convenir no solo ideas, sino también los recursos estratégicos para una ejecución simultánea y auditada, logrando el cumplimiento de etapas sin excusas ni postergaciones. Lograr el beneficio de todos a través del ejercicio férreo de la Justicia.
- CONSENSO: Establecer las acciones que se acometerán (por ejemplo: si se deciden los 4 ejes estratégicos, decidir qué aspectos se acometerán en cada uno de ellos primero, cuáles de segundo y en qué plazo, y así sucesivamente) y quienes provisionalmente las llevarán a efecto.
- PARTICIPACIÓN de todos nosotros: En el cambio de gobierno; En la presión para que se cumpla lo acordado; En el establecimiento de la Junta de Gobierno, de un Tribunal de “Núremberg” (*), y de los Ejes Estratégicos de trabajo y las Reglas a aplicar.
(*): Núremberg: ciudad alemana donde se instalaron los
tribunales que fueron creados por los Aliados tras el fin de la 2da Guerra
Mundial, con la intención de hacerle juicios a los responsables de los crímenes
de guerra demostrados, lo que en nuestro caso obedece a la necesidad (ya
planteada), de tener tribunales de emergencia que instauren el imperio de la
ley de forma rápida y veraz, para
posibilitar la construcción de la fe de que en efecto, estamos cambiando y
progresando.
Mapa mental
expresando la relevancia de los cinco aspectos estratégicos a considerar para
la implantación del modelo de desarrollo elegido, y la consecuencia de su no
aplicación (graficas 1 y 2).
Entendamos que
con todo esto lo que se busca es el evitar
caer en la tentación de comenzar a crear “a
lo desesperado”, "comités sobre
comités", con miembros, suplentes, "suplentes del suplentes", asistentes con sus
respectivas suplencias, (y así hasta el infinito…), solo para terminar
creando una grosera estructura burocrática inútil y retrograda; tampoco se
trata de tenerle aversión a los
políticos de “oficio”, y que debido a ello comencemos a elegir como alternativas
no muy sensatas, gente a ciegas, -a
bastonazo limpio-, usando para ello criterios e indicadores tan infundados
como el del “número de seguidores que
tienen en Twitter”, “el brillo que
tengan como empresarios”, “la cantidad
de videos que tiene en YouTube”, “el
número de iglesias que pastorea”, “la cantidad de cargos que ha tenido en
la administración pública”, o “lo bonito
que escriba” en internet.
De hacerlo
así, sería el comienzo del fin anticipado; el inicio de otra tortuosa etapa que
quizás era innecesaria…
Necesitamos
gente que además de haber mostrado congruencia en lo que han expresado en los
últimos años (porque no sirve que
escojamos a paracaidistas llegados mágicamente de EEUU o Europa, que sólo hayan
ido por ahí expresándose de acuerdo al viento del oportunismo político o
económico que soplaba, pero siempre a favor de ellos), también nos deben
demostrar con claridad (entiéndase,
mediante “contrato” firmado), que aceptan el ser relevados de las funciones
asignadas una vez cumplidos sus muy
definidos plazos de trabajo en el proceso de reconstrucción (o cuando muestren incompetencia,
imprudencia o negligencia; lo que ocurra primero), pues en caso de que
permitiéramos esas desviaciones (a través
de concesiones que ya lastimosamente hemos repetido en el pasado), sólo estaríamos
caminando en círculos, obviando con ello que lo fundamental como sociedad
inclusiva que queremos ser, es demostrar que partiendo de la premisa de ser un
proceso socio-económico fundamentado en valores humanos elementales, todos
somos necesarios sin que haya nadie irreemplazable como líder.
Y es que hay
que repetirlo hasta que se nos grabe entre ceja y ceja: La historia humana ha
estado llena de líderes, dictadores,
conquistadores, reyes y príncipes, porque precisamente han habido pueblos
enteros que han delegado por una razón u otra, el ejercicio de sus soberanías
en la sola interpretación de un individuo, en la sola voz de una persona, y
consecuentemente, en los errores y desatinos de un solo ser mortal como
cualquier otro.
La
consecuencia es inevitable: la sociedad sometida a la voluntad de uno,
desacelera su desarrollo y establece un ritmo de vida dependiente de aquel que
le mande. Algunos pueblos han visto breves épocas gloriosas bajo esa
mentalidad, pero en todos los casos, eventualmente la gloria fue sustituida por
el desgaste, el desaliento, la corrupción y la pobreza que a su vez los hizo
vulnerables a las apetencias de otros pueblos.
El camino más retador
es el de la Democracia, y lo es porque requiere de participación activa, con
delegación mínima y ninguna suposición ni interpretación de terceros.
La pereza es característica
de los pueblos fácilmente oprimibles.
Pedir libertad,
-en vez de luchar por ella-, es también carácteristica indeseada de esos mismos
pueblos.
Hemos cometido
el error de asumir que la Democracia "que no hemos ni siquiera logrado aplicar", es inviable y que debe ser sustituida por
modelos “exitosos socialistas” o por
“verdaderas democracias de derecha”,
obviando con todo ello que lo que realmente hunde a cualquier sistema, es lo
que sus funcionarios, dirigentes y población estén dispuestas a tolerar fuera del
marco de las reglas establecidas como exaltación de la condición humana.
Los políticos
son criaturas que deben redefinirse a medida que van naciendo nuevas
generaciones de estos; es necesario salir del cliché de que la Democracia
funciona es con los partidos políticos y con los políticos venidos de estos;
necesitamos entender que la razón de existir del político como tal, ha ido quedando
en desuso frente a la evolución ciudadana de las últimas décadas, requiriéndose
ahora, con la elevada capacidad de
comunicación en tiempo real que tenemos, la de hombres y mujeres que con
espíritu de empatía por el bienestar social, estén dispuestos a asumir
funciones públicas sin más remuneración que la establecida por la constitución
y las leyes al tiempo que con las necesarias garantías de su reinserción laboral y reconocimiento
en cuanto terminen sus funciones públicas.
Winston
Churchill lo decía: “Nadie finge que la
democracia sea perfecta o absolutamente sabia. De hecho, se ha dicho que la
democracia es la peor forma de gobierno… excepto todas las demás formas que han
sido intentadas”.
Tiene que
agotarse en algún momento esa manera de pensar que justifica a un político nada
más por su “capacidad para atender los
asuntos de política”, como si con esa expresión tan vaga estuviéramos refiriéndonos
a personajes infalibles, tal y como
aquellos jerarcas religiosos que en la edad media, se identificaban como las
únicas autoridades de Dios en la Tierra.
Siempre habrán
visionarios incomprendidos pero cuyas palabras quizás inspiren nuevas visiones y
sueños que calen positivamente con los años, y eso será casi en la misma
proporción en que existirán personajes retrógrados que apelarán a las cosas “buenas y seguras del pasado” para
proponer nociones dejadas atrás que solo exaltarán el conservadurismo del statu
quo alcanzado por algunos en detrimento de los que irónicamente, llevan a los
políticos al poder: los votantes y a toda la población menor de edad del país.
Por esa razón,
nosotros de la manera más razonable
posible podemos elegir buscar la verdad más sólida para construir puentes que
nos lleven a avanzar en el ejercicio de los valores humanos.
No hay otra
opción más que enfrentar las posibilidades y opciones que tenemos, frente al
escenario de que en realidad, la “Sexta
República” que puede llegar tras la caída del actual régimen, termine siendo un
largo peregrinar de quizás 20 o 25 años durante los cuales logremos trabajosamente
atravesar ese desierto del que deseamos salir, hasta llegar finalmente a un
territorio de posibilidades morales y éticas firmes donde declarar la llegada
de una “Séptima República”, tan
inimaginablemente distinta a lo que podemos concebir hoy, que resulta una
arrogancia no dejarle ese trabajo a nuestros bisnietos y los hijos de estos.
Nada de esto
lo podremos ver nosotros; sólo calmados y sentados en el equilibrio de un
gobierno de justicia y libertad (lejos
aún de nosotros que seguimos nadamos en el excremento de nuestras propias
fallas), imaginaremos lo que podrá llegar una vez extintas las
generaciones e ideas que nos llevaron a este laberinto conceptual en el que
vivimos.
No sería
necesariamente un periodo intrínsecamente malo; podría haber debate y error,
pero seguramente los aciertos poco a poco se irían acumulando y erigiendo como
puntales de algo nuevo a construir. Nos dolerá en algún momento el ver que
pudimos cambiar las cosas más profunda y rapidamente, pero que quizás no estuvimos a la
altura del reto histórico enfrentado. (Así
lo percibo yo, a pesar de que les digo que podemos hacer estas cosas ahora).
Si hoy cayera
Maduro, no es difícil imaginar quiénes asumirían el poder ante el vacío que
nosotros mismos abríamos dejado.
La pregunta
es: ¿Hasta
cuándo dejaremos ese vacío?
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