(Caso
de Maduro, los políticos venezolanos, y el grueso de la sociedad venezolana)
Sin
duda que lo que más llama la atención en nuestro país, (aparte de la cuestión sobre cómo teniendo tanto dinero, terminamos en
la miseria), es la muy evidente sumisión colectiva a las circunstancias: No
solo se trata de un presidente flotando en la “nada” resultante de un país
arrasado económica y moralmente; también es el contemplar a toda una sociedad
“inmóvil” en esa “nada” sin que reaccione en alguna dirección, como si de un
Karma silente que hay que soportar se tratara, y que donde todos estuvieran
claros en que deben soportarlo para trascender a una vida mejor más allá de la
muerte que aquí les espera. (…)
Ahora,
como sabemos que la gente desconoce que es esa cosa del “Karma”, y no dominan
en muchas de las cosas que ocurre o el por qué de éstas, hemos de terminar
buscando la génesis de todo esto en estratos mucho más profundos y retorcidos
de nuestra propia sociedad, amalgamada luego de las guerras de independencia y
federales, con el petróleo que brotó entre nuestros abuelos y nosotros.
Con
respecto al Maduro de hoy y de siempre, no
hay nada que decir en el contexto de la política venezolana de los últimos años;
es como el cuero seco de un animal que murió hace tiempo, y que el viento aún
no termina de arrancar de sus huesos expuestos al viento.
Sobre
el resto de los políticos venezolanos, divididos en el presente entre llamar a un
referéndum que no pueden controlar, o las ideas sobre unas enmiendas tan
extemporáneas como las hechas por Chávez, pasando por los políticos que contra
todo pronóstico, aún juegan a dejar a Maduro hasta el 2019 disque para que “se termine de desgastar políticamente”, como si no
importara nada más en la vida del país, como si asesinatos, las muertes por
enfermedades que no hay con qué atender, o la inflación y escases inducida por
el contrabando que nos desangra con más
fuerza cada día, para entonces “ahí sí”,
salir del a todas luces incapaz presidente actualmente en ejercicio, dándole con
ello “vía libre” a los mismos personeros que estuvieron dispuestos a inmolar a
su propia gente en una innecesaria espera de tres años adicionales a los ya tristemente
transcurridos.
La
sociedad ha entrado en una peligrosísima inamovilidad conceptual; solo aguantan
por aguantar, y en el proceso toleran lo injustificable, incapaces de encontrar
una alternativa a lo que viven permanentemente.
Es
como el que atormentado por su concepción de la vida, no se decide entre romper
con todo lo anterior o suicidarse, viendo en el ínterin, como se le pasa la
existencia en medio de la futilidad, entre la miseria de solo comer, dormir y
defecar.
Como
individuos, en Venezuela hay luces brillantes que describen con entusiasmo el
camino que debe tomarse como sociedad y como nación, pero como colectivo, la
verdad es que nos hemos vuelto como los personajes “zombies” de esas películas retorcidas
y baratas del género de terror, pero con
la casi penosa diferencia de que en vez de andar juntos aunque sea para comer
cerebros, solo nos quedamos parados ahí, muertos
e inútiles, haciendo una “cola circular y eterna”, en medio del apocalipsis
de la humanidad.
Somos
como maíz para cotufas, con la temperatura adecuada para explotar, pero sin
ningún espacio para hacerlo dentro de la paila tapada.
El
que todos los servicios colapsen en las grandes ciudades no parece ser tampoco
motivo para buscar o mucho menos exigir un cambio; no importa que quizás el complejo
hidroeléctrico del Guri se quede sin agua, o que los embalses de las
hidrológicas se queden vacíos de agua potable por mala planificación,
mantenimiento y falta de rigurosidad en el cobro de lo justo: simplemente el
país se cae a pedazos, pero parece que todos se fueron de vacaciones en Semana
Santa.
Oficialismo y oposición
se toman sus “merecidos” días libres, mientras los demás se acostumbran a tener
el excremento ya a nivel del cuello en este peregrinar diario por subsistir.
“Alegría
de tísico”, dicen en mi tierra, pues los que más, se felicitan a sí mismos cuando
consiguen un producto de la cesta básica a buen precio, sin que hubieran “bachaqueros”
o colas, o cuando en un chat de whatsapp, hecho expresamente para el truque de
productos, consiguen la alegría de cambiar un paquete de jabones, por una
botella de salsa de tomate “Kétchup”.
Alguna
vez escribí que me sentía como quien observa una gran e inútil pelea desde la
ladera de una montaña, mientras los demás se mataban allá abajo en el valle de
la estupidez y yo aguardaba por aquellos que despertaran a la sensatez; ahora
comprendo que la pelea hasta derrumbó esa ladera sobre la que me sentaba sin
que me percatara del peligro, y como un idiota terminé rodando cuesta abajo y
metido de lleno en el valle donde la estéril pelea sigue su curso, con todos
los protagonistas acostumbrados a la violencia fútil, como si esa fuera la
razón de la existencia misma.
Hoy
escribo sintiéndome como si estuviera gritándole a una pared, porque esa
estructura no se decide a hacer algo para cambiar su rígida condición.
Escribo
un poco para que sepan que aún estoy vivo, y que lo hago en “modo de
supervivencia”, mientras lucho dedicando mis esfuerzos a lograr algún nivel
“decente” de sustento para mi familia, en tanto contemplo como los
puercos que nos han gobernado desde la salida de Pérez Jiménez, han
destrozado miles de oportunidades de grandeza, llevándonos con nosotros de las
manos, -mansos y como descerebrados-, hasta el crudo presente donde un
incapaz, hijo de los errores de otro parido en medio de la inequidad
social, se dedica casi que creyéndose verdaderamente como el “ungido de la
patria”, a destruir con su incompetencia -y la de los que le rodean-, lo que incluso
hasta el presente ha servido como el destartalado vehículo que nos ha traído al
medio de un desierto: La soberbia.
Hay
signos por doquier de lo mal que van las cosas: Una frontera cerrada desde hace
meses, y la gente no hizo más que acostumbrarse; un dólar paralelo que “pulveriza”
al gobierno, sin que este de pie con bola; una burocracia que no cesa de crecer
y hacerse golosa con el poder con cada “motor” y ministerio u oficina creada;
una sociedad dividida entre los que tienen dinero y los que son asalariados
(que en Vzla significa apenas poder sobrevivir), sin que se cree tensión suficiente
para accionar un mecanismo de cambio; hasta el vestir de la juventud deja ver
la realidad, con sus actuales faldas cortas y entalladas, que van en contra de
las teorías de Desmond Morris acerca de la longitud de las faldas dependiendo
de las crisis sociales que se vivan: largas para malos tiempos, y cortas para
los buenos.
Un
gobierno y una sociedad que mientras se va alegremente de vacaciones a la playa
o a la montaña, con sus maletas llenas de papel higiénico, jabón y pasta
dental, -porque saben de la escases allá a donde vayan-, mientras reclaman
estar entre los primeros puestos de los países más felices del mundo, no puede
ser peor indicativo de la estrafalaria mentalidad que nos está azotando como
nación.
NOTA:
Me pregunto: ¿Cuántos funcionarios estarán a estas horas del inicio de la semana santa
venezolana, en Aruba, Curazao, Florida, o algún otro paraje idílico para el turista
millonario?; ¿Cuántos de ellos pasarían una auditoria de sus ingresos?
Los
periódicos se quedan sin papel (como nuestras salas sanitarias), y apenas ello
estimula un discreto voltear de cabeza a ver qué pasa; el máximo tribunal de la
republica se llena de magistrados electos de forma irregular e ilegal, y eso
apenas sirve para que la gente se encoja de hombros; El ejecutivo reniega de
cualquier indicación legal emanada de la asamblea nacional, y todos los poderes
salen a justificarlo mientras la asamblea misma reacciona con la agilidad de
una Pereza de la selva amazónica. La velocidad de la expansión inflacionaria en
el país deja en pañales al “Big Bang” que dio origen al universo, y la gente
solo atina a salir más temprano para conseguir mejores puestos en las colas de
los productos regulados, a ver si le ganan a los bachaqueros (contrabandistas).
Mientras, los que menos, esperan con comentarios entre dientes a que una fuerza
armada de un golpe que rectifique a la vieja usanza las cosas, ignorando el
hecho de que los militares están muy cómodos y gordos, jugando con sus puestos burocráticos
y los juguetes bélicos que el gobierno no se cansa de regalarles, mientras los
reorganiza eternamente en nuevas y más “eficaces” estructuras estratégicas y tácticas
por toda la nación, aunque sin que ello toque ni de cerca, las áreas de
influencia del gobierno de Guyana, de las guerrillas importadas, las “endógenas”,
y los cotos mafiosos que pululan por doquier.
Hermanos
y hermanas, solo sincerándonos podremos comenzar a buscarle una verdadera solución
a esta debacle “pluripolar” (como decía el hombre de las oportunidades
perdidas; nuestro dicharachero Hugo Chávez); no tiene por qué ocurrir un
episodio aun más terrible para que comencemos a bajarle a la prepotencia de la
que hacemos gala como sociedad dividida, para resolver hacer algo al respecto.
La delincuencia, la escases y la falta de medicinas, deberían ser suficientes
motivos para comenzar a enmendar todo lo malo acumulado por décadas; las mafias
solo se desmontarán con mucha oferta de trabajo atractivo económicamente, justicia
y un brazo armado civil poderoso y recto, que también haga visible y evidente a
esa justicia en acción mediante cárceles hechas con cerca de ciclón y carpas
militares, sin beneficios adicionales, y donde los “privados de libertad” por
haber sido delincuentes durante sus funciones públicas (de presidente para
abajo), puedan ser monitoreados mediante cámaras, y así cada quien pueda verse
reflejado ante esa realidad, y comenzar a comprender que “la cosa va en serio”.
El
“bachaqueo” solo se desmontará con precios liberados y protección a los
verdaderamente desposeídos, en conjunción indisoluble con un paquete político/económico
justo y equilibrado que acabe con la pérfida inflación, incentivando una vez
más el ya mencionado trabajo económicamente
atractivo. La falta de ética en la función de gobierno solo se acaba con
castigos ejemplarizantes y auditorias continúas de la cosa pública. La vuelta a
los cuarteles del componente militar de la sociedad, solo se logra liberándolos
de las responsabilidades administrativas en lo civil.
Debemos
entender que con cada día que pasa sin un accionar coherente (como ocurre en estos fechas de “semana santa”,
donde como decíamos, obviamente todo el mundo se va de vacaciones, incluyendo
el gobierno), el hueco donde estamos se hace más profundo, y llega entre
nosotros el momento en que nadie a ciencia cierta podrá decir si existe un
camino razonable de retorno, sin pasar por una guerra interna, una dictadura, o
una intervención extranjera venida de la hipócrita UNASUR, o de la ONU.
El
estado fallido no se hace una idea
descabellada cuando vemos que NADA NI NADIE ACCIONA para enmendar el entuerto
nacional. Con más de 25.000 muertes por año, no es necesario declarar un estado
de guerra real (no imaginaria, como la
que inventa el gobierno para justificar su estupidez económica), para
entender que el concepto de estado
fallido se nos hace muy semejante a
lo que vivimos:
¿Acaso
la incapacidad para controlar zonas del país, o de las ciudades a manos de la
delincuencia y las mafias, o la inflación desatada, o los ingresos económicos
que de inmediato se van en pago de deudas mal adquiridas o a manos de los
delincuentes de cuello blanco, o el trafico bidireccional en la frontera, o los
movimientos incontrolados tanto inmigratorios como emigratorios, o la expedición
de cedulas o pasaportes sin auditoria posible, no son pruebas irrefutables que
eslabonadas como cadenas, demuestran la existencia de un camino preciso y duro
hacia el estado fallido, lastrado por todos sus vicios sociales, políticos y económicos?
Lo
hemos dicho una y otra vez: No hay alcohólico que salga de su adicción, sin
reconocer que llegó al fondo y que necesita ayuda y apoyo.
En
el caso de un país como el nuestro, la ayuda vendrá del sacrificio que
todos estemos dispuestos a realizar, a
condición de que cada delincuente de cuello blanco, que cada mafioso, y que
cada malandro, pague su acto contra la sociedad, de forma pública y notoria.
El
apoyo vendrá
desde todo aquel ente nacional o internacional, así como de todo recurso
repatriado que en sana justicia logremos obtener.
Insisto: No habrá solución hasta tanto todos
nos desnudemos, y admitamos que “izquierda y derecha”, “oficialismo y oposición”,
son solo adjetivos utilizados para dividir, despreciar y discriminar al otro.
Solo como NACION; solo como SOCIEDAD, solo como VENEZOLANOS podremos extenderle
la mano al que lo necesite, castigar al que se haya equivocado, y construir un
legado sobre el cual puedan crecer y construir a su vez, las próximas generaciones.
El
daño lo hicimos nosotros, todos los vividos desde la caída de Pérez Jiménez o
durante el tiempo para llegar hasta el presente, -siendo hoy mayores de 18 años-;
todos
debemos hacer entonces el sacrificio para que no termine esta década, sin
comenzar a ver luz al final del túnel.
Hombre
y mujeres, civiles y militares, funcionarios públicos y comunas; ateos y
practicantes; consejos comunales y asociaciones de vecinos, venezolanos y extranjeros
en esta tierra, TODOS han mostrado que no hay solución incorruptible, si no
existe la verdadera y cristalina constitucionalidad de las instituciones
llamadas a ejercer el control y monitoreo de una sociedad organizada como republica,
administrada por funcionarios y funcionarias temerosos de una justicia
rigurosa, como piso de soporte de una verdadera justicia social.
La
lección que se niega a aprender se vuelve la más dolorosa, en tanto que el
tiempo disponible para el cambio, se agota inmisericorde.