Comencemos
con lo triste, y luego terminemos con lo esperanzador:
Hasta
la publicación del presente artículo (que
será la primera parte de cinco en total), lo que ha pasado en Venezuela tengo que afirmar que ha
sido muy rudo, aplastante y demoledor, aunque al verlo en retrospectiva y ojo
frio, se antoja que fuese necesario y definitivo para propiciar un cambio:
Como sociedad, hemos salido
humillados de este episodio electoral y
ello ha sido debido a nuestra hasta ahora inalterable incapacidad para reclamar
y modificar de manera contundente lo que ha venido siendo un cada vez más deteriorado
estado de las cosas en todo sentido, todo ello sin que mediase la necesidad de
contar con un líder a la cabeza.
(En el caso de las elecciones del 28J “parecía”
haber una líder, aun no siendo el candidato ganador de la presidencia, pero
que una vez más no llamó a tomar la calle irrevocablemente mientras ella ejercía
un rol indiscutible de dirección, haciendo en el ínterin, el ejercicio legitimo
del artículo 350 de la Constitución).
La
resultante fue que el régimen que se tambaleó por un momento, tomó aire
torpemente y ello llevó a la autoproclamación ilegal como ganador de un Nicolás
Maduro desencajado y nervioso, apoyado ahora por cómplices militares que habían
estado esperando hasta ese momento el resultado de aquel episodio de levantamiento
gallardo pero solitario que protagonizó la población que por un momento brilló,
pero que tras su desactivación masiva a instancia de su propio líder opositor
con un “llamado a la oración y al recogimiento familiar”, terminó hundido, reprimido,
encarcelado y neutralizado.
El
balance fue devastador: Unas elecciones robadas, y más de dos mil compatriotas
encarcelados, muertos y desaparecidos; un movimiento opositor totalmente
desnudo, con un presidente electo en huida hacia España, una embajada (Argentina)
acorralada y una María Corina Machado nuevamente con el “hoy no fio mañana si”.
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Necesito
explicarles qué nos está pasando sin escatimar en las palabras requeridas, y es
por eso que les digo que cada parte de este artículo causará incomodidad,
porque es inevitable el comentar la
cadena de errores que nos llevó como población, a dejar una vez más nuestro
destino al alcance (y disfrute) de la
minoría autócrata y poderosa formada por
los menos preparados y por cierto, los más inescrupulosos entre nosotros, quedando
al descubierto debilidades incrustadas entre la mayoría social depauperada que seguimos siendo.
Este
asunto nunca lo vamos de desenredar si no lo dilucidamos sin el miedo a lo que
encontremos y tengamos que hacer para corregirlo.
Tenemos que acabar con
esa noción enfermiza de querer dejarle a Dios, al Universo, o a las fuerzas
armadas de EEUU por su propia iniciativa, lo que podemos hacer si entendemos cómo.
Entiéndanme,
antes de que algunos pocos comiencen a vociferar y rasgarse las vestiduras
frente a lo que he dicho, es necesario que entendamos que no es lo mismo pedir
iluminación y fuerza al Altísimo para que nuestros músculos no desfallezcan en
el esfuerzo titánico que debemos hacer juntos para ser libres y mantenernos
en libertad, que la mera actuación pasiva de dejarle todo el trabajo a Él, bajo
la forma de milagros incomprensibles, mientras nos hacemos los que resistimos
heroicamente, cuando en realidad solo juntamos los restos y las sobras del país
a nuestro alrededor para luego decir arrogantemente, que “sobrevivimos con éxito”.
Comencemos
entonces por lo más difícil: Nos ha matado como sociedad el no tener una
estructura de valores que defender y que fuera reconocida por todos, aunque no
la practicasen todos. Confiar en los políticos y líderes de turno fue como un
cáncer que queríamos curar con remedios caseros y oraciones vacías de contenido
y convicción. Nos hemos conformado con la capacidad de administrar los restos
que ha demostrado el régimen de Maduro, mientras cerramos los ojos ante la
cruda necesidad de construir algo desde las cenizas, que debe ser por cierto, totalmente
distinto a lo que nos llevó a esto (entiéndase,
a “la cuarta y la quinta República”), y eso en el remoto caso de que
entendamos como mayoría, que no podemos repetir los errores del pasado.
Insisto: Sin cambiar las cosas desde la médula,
todo seguirá igual y por tanto, el cadáver del país en el que permitimos que se
transformara Venezuela, seguirá siendo nuestro “hogar”, con idéntico resultados año tras año, elección tras
elección, con lo que nos iremos degradando paulatinamente a permanecer en un
cada vez más improvisado refugio existencial, donde la vida se va simplificando
y nuestra descendencia va quedando en una condición de consumistas pasivos, no
muy distintos a los insectos que siempre a la sombra, pasean bajo la cocina.
Nos
resistimos románticamente a soltar la imagen que aun guardamos de ese viejo país
que nos llevó a esto, y con ello nos negamos a nosotros mismos a su vez a “desempaquetar”
los tacos (como LEGOS) de la Venezuela
que podemos armar bien y vivirla.
Este asunto una vez más ha quedado circunscrito por los hechos a cuatro pilares fundamentales, y hay que abordarlo así progresivamente en consecuencia:
Nuestra imagen social en el marco de un país aun demasiado joven, engañado y disperso;
La realidad geopolítica que nos tocó vivir por estar Venezuela donde está en el contexto americano y mundial;
La arrogante resistencia de nuestra parte a aceptar que nos equivocamos todos.
El liderazgo político venezolano como hijo legítimo de la sociedad que somos;
Este
blog ha sufrido los embates de mi propio desierto existencial, no muy distinto
al de miles que en el país -o fuera de él-,
buscan tan solo proseguir con sus propias supervivencias, o en el mejor de los
casos, entenderse para comprender -aunque
sea por reflejo de sus ideas en el espejo que constituyen otras experiencias-,
sobre lo que llevó al país a su autodestrucción.
Si,
tienen que reconocerlo: No fue culpa de alguien de afuera; el país se destruyó
social, militarmente, institucional, económica y políticamente de la mano de
sus propios pobladores. No hay una capa, un estrato, un segmento en nuestra
realidad social, que no esté mancillada y descompuesta. NINGUNA. En todas hay
retazos de decencia, de lo que debe ser correcto, pero solo eso, sin capacidad
para prevalecer, salvo que se aísle a sí misma del resto.
No
hay una idea buena que no esté hasta el cuello sumergida en el barril de
excremento de una mala praxis institucionalizada; No existe entre nosotros la
humildad que da el poder de lo correcto, sino paradójicamente, la arrogancia
que da la debilidad de creernos “superiores”
“El mejor pueblo del
mundo”; “el mejor país”, etc.; ¿Lo han escuchado?; ¿Lo han celebrado en cada
propaganda y cada mensaje positivista que ven sobre Venezuela en TV o en la red?;
¿Celebramos esas estampas donde siempre salimos cantando bonito y con la algarabía
que nos “caracteriza”, y que es la misma que nos impide disfrutar de una playa
en los Cayos, sin tener que pasar por un rio de basura, vulgaridades, “bajadas
de mula”, yates escandalosos y abusos visuales y grotescos por doquier?.
He
pasado meses sin escribir, porque rechazo mantenerme escribiendo lo mismo una y
otra vez, dado que nada cambia -salvo la
profundidad de la miseria misma-.
No
me interesa mantener activo el algoritmo del “ego social” que nos ha llevado a creer que el que está hablando
todos los días, por todas las redes (de
acuerdo a la moda de cada una de ellas), es el que debe tener la razón.
Cuan
equivocados vivimos en ese sentido. Eso no es más que vivir en la
superficialidad que otorga el no querer leer más de 250 caracteres por vez, o a
lo sumo algún titular que seguramente no es más que una trampa para capturar la
atención, mientras que cualquier descalificado nos habla, escribe y mira sin cesar,
buscando que su versión sea la única
versión, haciéndole honor al carnicero alemán del siglo XX, Joseph Goebbels.
Dividiré
entonces este articulo en 4 partes como lo mencioné anteriormente, para
facilitar su “digestión” mental; por eso será corta esta entrada al blog,
mientras que cierro afirmando que estamos absolutamente extraviados, en ese “cadáver”
que cargamos sobre nuestros hombros (insisto,
estemos adentro o afuera del país), y que se deshace y llama la atención de
cuanto “buitre” vuela sobre nosotros, al tiempo que como tontos, muchos (no todos, obviamente) de los que están
en Venezuela solo hablan para justificar su estadía, en tanto que los que se
fueron (una vez más toca decir, “no
todos, obviamente”) hablan para explicar su logro por haber escapado.
Todos
vivimos impotentes antes la incómoda realidad que nos aplasta física o espiritualmente.
Vamos,
no frunzan el seño; aceptemos que el país fracasó de tal manera, que toda su
estructura de poder ha sido confiscada en beneficio de la minoría más corrupta,
en tanto que muchos del resto no terminan de asimilar el trauma de ver como les
robaron sus vidas (trabajos, hogar,
familia, futuro).
Tanto
es el bloqueo existencial que tenemos, que muchos leerán esto que escribo y
pensarán en lo equivocado que estoy, en lo mucho que escribo, o en lo poco que
se entiende todo esto, invariablemente señalándome como el modelo típico del venezolano
confundido que no entiende la verdad que por cierto, todos los demás si
entienden y proclaman.
En
la sociedad que nos convertimos y que aun vivimos como retazos de lo original
que nos trajo al presente estado de las cosas, muchos quieren a un “padre” que
les mantenga mientras no les lleve la contraria.
Por eso nos está costando tanto entender algo; por eso no hay ni rastros de una
intención de aceptar alguna noción de sacrificio, si ello conlleva a algo mejor
bajo el imperio de la ley y si es guiada por alguien creíble que aun no existe
en el horizonte; por lo mismo es más fácil desde el principio pedirle a Dios
que resuelva todo, ya que al fin y al cabo, Él solo se “conformará” con que le
demos las gracias, mientras nada más voltear la cabeza, no nos inmutaremos para
agredir a quien atente contra nuestra zona de confort.
No
hemos salido del infantilismo en el que nos acunaron con historias épicas de un
pasado en el que no nos hemos sabido detener para cuestionarlo y poder entonces
a partir de allí entender (a la luz de lo
que debería ser nuevo conocimiento), su veracidad; por el contrario, nos
hemos ido deshaciendo, como lo hacen las páginas de un viejo libro que se hojea
una y otra vez sin leerlo.
Pero,
¿Saben algo?: Después de todo lo que hemos revisado en este escrito (y lo que vendrá), lo maravilloso de esto es
que siempre vamos a estar a tiempo de enmendar y cambiar, dando con un esfuerzo
mesurado y mayoritario el siguiente paso, para así subir el próximo y natural escalón,
aunque todo ello requerirá primero soltar el miedo visceral al cambio y al
ensayo-error.
Esto
es necesario si queremos en verdad, experimentar la viva misma.
No
se atormenten en vano queridos compatriotas; no se juzguen con dureza, aunque
tampoco se permitan ser indulgentes para justificar la pereza frente a lo
necesario por hacer; el cambio y el estancamiento son parte de nuestro crecimiento;
es natural, y no duden que vendrán nuevas coyunturas, llegado el tiempo de
estas; por eso les digo que más bien hagamos esfuerzo por un buen motivo:
remodelarnos y construir una nueva realidad para satisfacción de nosotros, y que
sea además, tierra de posibilidades reales para nuestros hijos y los hijos de
estos.
Próxima
parada: “Nuestra imagen social en el
marco de un país aun demasiado joven, engañado y disperso”