Les debía
esto: Una nota de prensa publicada hace varias semanas, -que bien pudo haber sido publicada ayer, hace una hora, o que lo será
mañana, sin ningún tapujo-, referida a la “recuperación en un 100%” del Sistema Electico Nacional (SEN).
Es mentira.
A estas
alturas creo que todos sabemos que lo es (una
mentira), pero como puede quedar alguien sin comprender el por qué de tan
fuerte “presentimiento” nacido de oír
o leer cualquier declaración salida de la
boca o mano del régimen administrativo de la "Colonia Bolivariana de Venezuela",
mencionaré algunas cosas puntuales.
En esto
debemos partir de lo eminentemente técnico: Ningún sistema tecnológico que
falla, puede ser devuelto al 100% de su operatividad sin haber primero sido
sustituida la parte dañada o defectuosa por una nueva y de idénticas o
superiores características en función del trabajo que va a desempeñar, y ello
sólo luego de un extensivo y honesto análisis causa-efecto, que permita tras
concienzudos contrastes estadísticos y de ingeniería, determinar a ciencia
cierta las opciones correctivas o de mejoramiento requeridas, en función de los
presupuestos cuidadosamente diseñados con antelación.
Obviamente, no
es el caso de Venezuela ni de su empresa eléctrica: CORPOELEC.
El “100%” manifestado por el funcionario político
de turno (que de paso, en este caso detenta la administración
política -nunca técnica, que se encuentra en su mínima expresión histórica para
el sector eléctrico venezolano-, de CORPOELEC), se refiere a que en sus
mentalidades predominantes “corporativas”
actuales (es decir, en su lineamientos de
mentir sobre el estado actual de las cosas), un “100
por ciento” significa que de aquel porcentaje
del sistema eléctrico venezolano que queda aun en pie, (que sabemos que ni se acerca al 50% de lo que estaba instalado y
operativo en el 2000), ellos “lograron”
(entiéndase: remendaron y sacaron
piezas de aquí para ponerlas allá), “estabilizarlo” exitosamente. (Interprétese:
lo dejaron con tensión y al menos, una parte de la carga que antes manejaba).
Desde el
momento en que la administración del sistema eléctrico pasó a ser política y no
técnica, la corrupción ética y técnica se adueñó de casi todo.
A partir de la
formación de CORPOELEC (y pese a las
buenas intenciones y beneficios que de fondo –y en teoría-, pudiera traer),
lo cierto es que el abandono progresivo y con fuerte tufo político y
corrompido, inducido e impuesto desde las altas esferas de la corporación, vía
el MPPEE y la Presidencia de la República, nunca será la causa que reconocerán
como la explicación única para el imparable desmantelamiento delictivo de las
mismas, y en reemplazo de esa verdad, la mentira más fácil de imponer siempre
será la de decir que era un ataque “terrorista”,
coordinado permanentemente por la “oposición”.
(Y así Venezuela se convirtió en el país con más
“ataques” terroristas diarios, si lo juzgamos por las fallas eléctricas)
Yo trabajé
dentro de ese monstruo, y les digo que ninguna autoridad pasada o presente
admitirá que lo único cierto es que la debacle comenzó, (tras haber amordazado
a toda opinión técnica que se pretendiera levantar en resguardo del sistema eléctrico),
cuando se permitió que se postergaran los mantenimientos preventivos en todo
componente que lo tenía programado, que se permitiera el desmantelamiento
delictivo de los sistemas de aterramientos en las subestaciones, en las torres
de transmisión, y el desvalijamiento de los sistemas de control automáticos en
aquellas instalaciones a las que se les quitó –por costosa, según los sucesivos ministros, en particular, Rodríguez
Mota- la vigilancia paga, o cuando cesó en las subestaciones las tareas de
limpieza -otra vez, por “costoso” aún a sabiendas de las consecuencias-, con
lo cual se permitió que se llenaran de maleza e incluso que fueran desvalijados
sus sistemas de iluminación a manos del hampa en lo que se había convertido en
tierra abandonada y enmontada. Nada de eso se dice.
El colapso que
tanto se vaticinaba pero por el cual no se hizo nada en la práctica para
evitarlo, llegó hace años; mucho antes de aquel enorme apagón de casi una
semana que ocurrió en marzo del 2019 y del cual sólo vemos ahora “replicas casi diarias”, como si de un
gran terremoto fuese el caso.
Se los voy a
poner de la manera más grafica posible, para que nos entendamos: desde entonces,
el sistema eléctrico solo ha estado “respirando” como lo haría un ser humano
tras pisar una mina terrestre: jadeando en el suelo a través de pulmones llenos
de espuma sanguinolenta, sufriendo sucesivas paradas cardiorespiratorias, en un
cuerpo con múltiples amputaciones traumáticas y hemorragias a causa de la explosión.
Un sistema eléctrico
no es un “LEGO” que se puede rearmar
yendo a la tienda de la esquina a comprar otro set de piezas del famoso juguete,
ni mucho menos quitándole piezas a los otros juegos que tenían a la mano.
Cada parte grande
e importante obedece a componentes con diseños específicos, ajustados a
voltajes, cargas, armónicos, frecuencias y temperaturas de trabajo especificas,
y sabrá Dios cuantos parámetros mas que no hacen imposible la tarea, sino que
la hacen exigente y técnica, requiriendo de una inversión ajustada no a un
capricho político oportunista para cobrar coimas y desfalcar, sino a una
estrategia técnica especifica, organizada con una claridad y tiempos que más se
debe asemejar a un reloj, que a la chapucera política a la que nos tiene acostumbrados,
y cuyas últimas jugadas multimillonarias fueron las ejecutadas bajo la tutela
de Hugo Chávez, con la construcción de una red de generación distribuida diseñada
y gestionada en su instalación y compra por empresas y personal cubano, que hoy
en día yace, con los huesos al sol, junto con la eternamente inconclusa complejo
hidroeléctrico de Tocoma, ambos proyectos levantados hoy como monumento a los
cientos o miles de funcionarios del régimen revolucionario que actualmente
viven con el dinero robado, en España, Italia, EEUU, y otros paraísos fiscales.
CORPOELEC
tiene aún muchísima gente buena, pero quitémonos la venda de los ojos: en su mayoría son personas que han tenido que doblegar sus opiniones políticas
y técnicas, en favor de lo necesario para mantener sus empleos y escuálidas jubilaciones.
Existe en ella -como en las demás empresas
del estado/régimen-, el doble rasero moral de seguir siendo ético en el
trabajo que desempeñan, en la medida en que les dejen, al mismo tiempo que
deben hacerse la vista gorda con las malas políticas, la mala praxis, las
coimas que se cobran en todos los niveles, y el mal servicio eléctrico que finalmente
se presta, conociendo el origen de toda esta bizarra situación que no muestra
tener fin.
Poco o nada de
esto podrán ver en los medios o las redes digitales sociales, porque a nadie le
gusta admitir la situación desfavorable en la que voluntariamente trabaja, y
porque un servidor público, aunque esclavizado, siempre verá en su función de
mantener lo que queda del sistema eléctrico, en pie, una labor digna que hace
llevadero todo oprobio sufrido.
Para aquellos
que aún siendo pocos, trabajan en CORPOELEC y se rindieron ante la necesidad de dinero y
abierta o solapadamente han optado por la coima y el tráfico de influencias
para mantener sus ingresos adicionales, les tocará el juicio de rigor, aunque
no se puede decir esto sin la necesidad de reconocer que en ello cae
literalmente toda la administración pública de la Colonia Bolivariana de Venezuela,
incluyendo en ello a sus fuerzas policiales, militares, sector salud, y sus
servicios públicos básicos restantes, con lo cual, el problema de la “tentación”
de hacerse la “vista gorda” en el futuro con todo esto, será un tema de debate
nacional, entre quizás la opción de olvidarse del pasado (salvo para los grandes delitos), o juzgar ese mismo pasado por “pequeño”
que fuese el delito.
Todo esto aparte
de un hecho que si no se cumple, sencillamente impedirá toda refundación nacional:
Ningún delito podrá ser tolerado a
partir del punto desde el cual se quiere refundar.
El ministro y
presidente de CORPOELEC miente: Ni el sistema eléctrico nacional está al 100%,
ni su “recuperación” podrá ser jamás de tal magnitud, en tanto se mantenga el estado
administrativo actual de las cosas.